Dos de los millonarios del top 40 de los más afortunados de la Argentina se confiesan. “Si se vende Carrefour, ¿por qué no se puede vender yo y huyo?”, se refiere uno de ellos a la empresa extranjera más grande que en este momento está en subasta en el país. Francisco de Narváez, dueño de ChangoMás, pica en punta para comprarla con financiamiento de Jorge Brito, dueño del Banco Macro, según otro empresario en disputa por la filial de la cadena francesa. Pero el rico argentino antes citado que quiere vender su compañía insiste por Whatsapp: se queja de que los políticos roban, el “70%” de la economía es informal –un cálculo a ojo que admite que los empresarios también chorean– y la Argentina es “el país más caro del mundo”.
Esto último ya no es cierto. A principios de año, cuando el dólar oficial costaba $1.060, el peso era la segunda moneda más sobrevaluada del mundo, según la revista The Economist, y el tipo de cambio real (ajustado por inflación) multilateral (en relación al dólar, el euro, el yuan y el real) estaba en 79, sobre una base 100 que toma el nivel de diciembre de 2015, cuando Mauricio Macri levantó el cepo cambiario. Era el nivel más sobrevaluado del peso oficial desde noviembre de 2015 –en ese entonces, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con Axel Kicillof de ministro de Economía, lo sobreapreciaron mientras volaba el dólar paralelo–, aunque no tanto como en la convertibilidad. En 2001 bajó el índice a 66. Pues ahora está en 100, igual que en el inicio del gobierno de Macri, pero a los inversores no les alcanza y corren apuestas contra el peso. El dólar cotizó este jueves a $1.495 sólo porque el Banco Central se patinó US$397 millones en contenerlo.
Volvamos al otro millonario del top 40. Mientras pica canapé en un cóctel, evalúa en privado a aquel Javier Milei al que elogiaba en público hace un año en un evento interno de su empresa: ahora lo ve demasiado intolerante hacia el disenso, encerrado en unas ideas poco compartidas por el consenso de los economistas ortodoxos, aislado por decisión propia, con algunos aciertos prematuros –en alusión a la motosierra que equilibró las cuentas fiscales, aún a costa de cortar políticas que el Congreso le cuestiona, como jubilaciones, discapacidad, universidades y hospitales pediátricos–, con otros desaciertos posteriores como la fijación de la banda cambiaria inicial entre $1.000 y 1.400 y su negativa a acumular reservas hasta que toque la mínima y, por último, supeditado a una persona sin formación ni experiencia para gobernar un país, a la que él llama El Jefe, su hermana Karina. Opina que para revertir la desconfianza actual del mercado, expresada en el dólar a $1.495 y el riesgo país, a 1.456 puntos –más de 1.000 indica peligro de default– debería revertir todo lo mencionado, pero lo ve difícil. Admite que prefiere ni imaginar la hipótesis de un Milei destituido por juicio político para evitar una contribución a la incertidumbre reinante. Espera que EE UU ayude a la Argentina con alguna garantía para sus bonos.
Otros grandes empresarios defienden al economista ultra devenido presidente a fuerzas de tweets, como Marcos Galperin, que replica los de Milei (ver arriba) y otras cuentas libertarias. No comentó nada cuando este diario publicó tras las elecciones bonaerenses que el gobierno de Alberto Fernández, con Sergio Massa de ministro de Economía, exculpó a Mercado Libre de una denuncia administrativa de presunta evasión impositiva de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), pero no deja de enviar mensajes en la red X a favor de Milei y contra la oposición en general, no sólo el peronismo.
En los corrillos empresarios y políticos también señalan a Eduardo Elsztain (Cresud e IRSA) y Eduardo Eurnekian (Corporación América) como otros fieles al Presidente. A la vez identifican a otros hombres de negocios pensando en un “plan B” por si La Libertad Avanza (LLA) no supera el 30% de los votos en los comicios legislativos nacionales del 26 de octubre. Aclaran que no es una conspiración organizada, pero sí expresiones de hipótesis de participantes en reuniones de entidades como la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la Unión Industrial Argentina (UIA). Allí se comenta que la prioridad es el “plan A”: que LLA evite una derrota, pero su líder cambie su estilo confrontativo con la oposición de centro, busque acuerdos, abra el gabinete y libere el tipo de cambio para dejar de estimular las importaciones, esas de las que el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, se jactó en la cara de Paolo Rocca, dueño del grupo Techint. “Perdón Paolo, abrimos la importación de acero, cayó el acero 40-50% (la producción)”, se le rió en un discurso en agosto pasado en una cena de la Universidad de San Andrés.
Pero si no ocurre el A, entonces el B es el que comentó el periodista Joaquín Morales Solá: que la asamblea legislativa destituya a Milei –en Comodoro Py aceleran las causas en contra de su gobierno, desde $LIBRA hasta presuntas coimas en discapacidad–, Victoria Villarruel sin respaldo político renuncie y asuma el futuro diputado cordobés Juan Schiaretti. Primero el exgobernador debe ganar en su provincia, la que más votó a Milei en el balotaje en 2023. La especulación es que asuma con el apoyo de los gobernadores, no sólo de los de Provincias Unidas (Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Corrientes, Chubut y Santa Cruz) sino también con la venia de Kicillof –de buena relación con ellos y recientes apariciones en el diario Clarín y el canal LN+– y el resto de los peronistas, pero con el compromiso de excluirse de la contienda electoral de 2027. También contaría con el apoyo de Macri y Horacio Rodríguez Larreta, cuyo encuentro entre sí la semana pasada en Café Tabac no fue tan casual como se ventiló.
Las elucubraciones de cierto establishment, aunque también de empresarios pyme de la UIA, es que Schiaretti mantenga el giro económico de Milei pero con consenso político y sin destruir la producción nacional a fuerza de un peso sobrevaluado y tasas de interés exorbitantes. ¿Y que también deje de oponerse a que Héctor Magnetto y los demás dueños del Grupo Clarín compren Telefónica de Argentina?
Galperin adjudica el salto del dólar y el riesgo país al “riesgo kuka”, pero al menos dos analistas de diálogo frecuente con el staff del Fondo Monetario Internacional (FMI) lo atribuyen a la falta de acumulación de reservas en el Banco Central, sobre todo en tiempos de cosecha de soja y maíz, y a la duda política del mercado de cómo hará Milei para gobernar los dos años que le faltan de gobierno sin el apoyo popular masivo del que se jactaba hasta la cachetada electoral bonaerense. Desde que en julio pasado, cuando el dólar cotizaba a $1.220, el ministro de Economía, Luis Caputo, invitó a “comprá, campeón”, los inversores no dejaron de desafiarlo. Él y Milei decían que no había pesos para correrlo. Pues los hubo: se fueron de la actividad económica y de las colocaciones en pesos a altas tasas hacia el verde con la expectativa de que rendirían más.
Ahora que la moneda norteamericana traspasó el techo de la banda, Caputo soltó otra de sus frases que pueden quedar para la historia: “Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda”. No se sabe cuántos de los US$12.000 millones que le prestó el FMI puede destinar a ese fin, pero el organismo le estableció el monto en un apartado secreto del acuerdo. No se puede revelar porque si no, los especuladores sabrían hasta cuándo demandar y cuándo no. Pero hay dudas de si el Central puede mantener este ritmo de vender de a US$397 millones por día. Tiene reservas negativas (más pasivos que activos), aunque dispone de líquidez para defender el peso, entre el crédito del FMI y los encajes bancarios. Hay temor en el mercado que algunos ahorristas comiencen a preocuparse y retiren sus dólares del banco.
En un banco de inversión extranjero, la principal pregunta de los clientes que recibe un economista que cubre la Argentina es si el esquema de bandas cambiarias resistirá hasta las elecciones de octubre. Es decir, hay quienes piensan que a Caputo se le acabará el último dólar por vender antes de los comicios. Y casi no hay dudas de que a partir del 27 de octubre deberá subir las bandas o eliminarlas y liberar el dólar. Ahora el tipo de cambio de cambio es competitivo, y hasta puede empezar a desalentar importaciones, como el turismo al exterior, pero resulta insuficiente para estimular la acumulación de reservas que necesita el país para pagar la deuda a fin de año y en 2026 (ver gráfico abajo). Por eso es que sube el riesgo país.
Tras los comicios caen en noviembre vencimientos de capital e intereses de la deuda en dólares por US$1.264 millones con el FMI y otros organismos internacionales; en diciembre, 1.349 millones, sobre todo del bono Bopreal, que el Central colocó a empresas para pagar importaciones y dividendos que no podían girar en el anterior gobierno; y en enero, US$4.529 millones, principalmente a los bonistas. En el mercado consideran que este calendario es exigente, pero calculan que de alguna manera el Gobierno podrá afrontarlo. En cambio, surgen más dudas sobre julio próximo, cuando vencen US$4.513 millones.
Milei y Caputo soñaba con arrasar en las elecciones de octubre, que eso bajara el riesgo país (era de 700 puntos hace un mes) y que se pudiera refinanciar pagos en el mercado internacional en noviembre. Para diciembre, con el nuevo Congreso, iban a meter la flexibilización laboral, las rebajas tributarias –del IVA al consumo ni se habla– y la reforma para endurecer el acceso a la jubilación. Todo ese plan ya se cayó. El mercado considera que no habrá sus deseadas “reformas estructurales” y tendrá que conformarse con la motosierra fiscal. A su vez, cree que el Gobierno deberá “vivir con lo nuestro”, es decir, pagar la deuda sin endeudarse.
Pero el Presidente y el ministro de Economía aún tienen una opción de tomar deuda adicional. Han enviado a dos emisarios a EE.UU. en misión secreta para que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, concrete su promesa de prestarle a la Argentina. Consultado el Ministerio de Economía por este diario, no lo desmintió. Se espera que el presidente norteamericano, Donald Trump, dé un salvavidas a Milei, su único aliado fiel de relevancia en una Latinoamérica gobernada por Lula da Silva, Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro, Gabriel Boric –puede que lo reemplace el ultraderechista José Antonio Kast en las elecciones de este año– y Nicolás Maduro –cuya legitimidad ha sido cuestionada por su oposición y diversos países–.
También quedan por desembolsar US$6.000 millones de los 20.000 millones del crédito que el FMI, bajo presión de Trump, le dio a la Argentina de Milei. Pero no se prevé que el Fondo vaya a entregarlos para que el presidente y su ministro los quemen para defender el peso sino que sólo lo haría en caso de que se dejen que el dólar vuelve alto. Sólo así podrán alentarse las exportaciones y desincentivarse las importaciones, de modo tal de sumar reservas genuinas y no prestadas.
La economía se hundiría en un principio, ya no demandaría tantos productos y servicios del exterior. La inflación volvería a subir, no tanto como en el gobierno anterior, pero sí más que ahora. Pese a que la recesión amenaza con volver en este tercer trimestre del año y hay quienes no pueden remarcar para seguir vendiendo algo, otros como los que producen alimentos y energía pueden subir los precios en el mercado interno porque si no los liquidan acá, los exportan. Mientras, las empresas ocupan estos días en cobrar todas las deudas comerciales que tienen por ahí y venden sólo al contado, con el riesgo de que se corte la cadena de pagos; se dolarizan y recortan en personal vía despidos, suspensiones o recortes de horas extra.
AR/MG