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Análisis

El Gobierno espera que por fin comience el “proceso de desinflación”

El Plan Federal de Ferias, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social, se instaló en Mar del Plata con una carnicería móvil, con cortes a precios rebajados y espacios de comercialización destinados a la venta de productos elaborados por trabajadores de la economía popular.

Alejandro Rebossio

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Desde diciembre pasado que la inflación se ha instalado en un nivel que supera el 4% mensual. La excepción fue febrero, con un 3,6%. Mes a mes, el gabinete económico anticipa que comenzará lo que ellos llaman “proceso de desinflación”, pero a último momento el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que dirige Marco Lavagna, los sorprende con números mayores a los esperados incluso por el mercado. Los funcionarios esperan que en mayo sea diferente y el índice de precios al consumidor (IPC), que se conocerá la semana próxima, ronde el 3%. Para el 2% no arriesgan fecha.

En el equipo económico, que encabeza el ministro de Economía, Martín Guzmán, y que integran también su par de Desarrollo Económico, Matías Kulfas, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, entre otros, auguran que las dos “semianclas” de las tarifas (aumentaron menos de lo presupuestado) y del dólar (que dejó de subir tanto como la inflación) comiencen a dar resultados. También se encomiendan a los acuerdos de precios que ha ido tejiendo Kulfas en los casos de algunos insumos industriales mientras discute por la carne vacuna, y en los de la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, que hoy anuncia una rebaja de 70 alimentos. En el Gobierno también valoran el impacto en la inflación de una menor necesidad de financiamiento monetario ante el “tremendo ajuste fiscal”, aunque aclaran que no sobreestiman ni subestiman el efecto de darle a la maquinita de hacer billetes. “Este año la emisión monetaria no será relevante”, destacan.

En el Gobierno atribuyen la elevada inflación de los últimos meses a lo que ellos llaman una “recomposición extraordinaria de márgenes”. Sostienen que así lo demuestran los balances de las empresas de alimentos o los fuertes aumentos de los precios de los autos. Por eso apuestan a frenar incrementos con acuerdos o controles. Descartan solucionar la inflación enfriando la economía, dados los altos índices de pobreza, o abriendo las importaciones, teniendo en cuenta la escasez de divisas y las consecuencias en la industria local.

En el gabinete económico también señalan que la tasa de interés real (ajustada por inflación) “no tan negativa” también coopera con el objetivo de calmar los precios. Aclaran que prefieren guardarse la opción de subirla en caso de tensión cambiaria, situación que por ahora descartan gracias al boom de precios de la soja, el maíz y las demás materias primas que exporta la Argentina. También celebran su propia mezquindad a la hora de ofrecer más tasa en las colocaciones de deuda o letras en el mercado local porque consideran que así se evitarán “bolas de intereses” en el futuro, como las que afectaron al gobierno de Mauricio Macri, con Federico Sturzenegger a la cabeza del Central. Otras herramientas en caso de ataque especulativo son el dólar futuro, mercado en el que la autoridad monetaria ha reducido su endeudamiento, y el uso de las reservas internacionales.

La acumulación de reservas gracias a la supersoja es otro elemento en la lucha contra la inflación porque permite la estabilidad cambiaria. El encarecimiento de los productos básicos permitirá que este año las exportaciones salten de US$55.000 millones a US$67.000 millones, aún lejos de los US$90.000 millones que Pesce considera necesarios para liberar el cepo cambiario. Como señal de buena voluntad, la autoridad monetaria flexibilizó en los últimos días el acceso a dólares para importaciones de los exportadores. También la abundancia de la soja facilita las compras externas de gas este otoño y en invierno.

El Gobierno espera que el refuerzo de las reservas, que alcanzan los US$ 42.000 millones, no se vea afectado por el pago de US$ 2.400 millones al Club de París a fines del mes próximo. Para posponerlo, el grupo de naciones acreedoras exige un acuerdo o al menos el compromiso de un pacto con el Fondo Monetario Internacional (FMI). A su vez, en agosto próximo, se prevé que el FMI transfiera derechos especiales de giro (DEG) a sus países miembros para luchar contra la crisis pandémica y a la Argentina le tocarían US$ 4.300 millones, suficientes para que en septiembre y diciembre le devuelva por vencimientos de deuda US$3.700 millones. Claro que habrá presión del kirchnerismo en contra de pagos de deuda en estos tiempos críticos.

En el gabinete económico planean retrasar estos meses el tipo de cambio para contrarrestar la inflación, pero retomarían el ritmo de depreciación parejo a los precios cuando la situación se estabilice. Consideran que los atrasos cambiarios después provocan devaluaciones brutales con golpes en la inflación y por eso quieren evitarlos. No guardan un buen recuerdo de la devaluación de 2014, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con Axel Kicillof como ministro de Economía. Destacan que los países vecinos como Brasil están apreciando sus monedas para aliviar el impacto negativo del alza de las materias primas, con lo que dejan margen para que la Argentina también haga lo propio. El tipo de cambio real multilateral (en relación al real, el dólar, el euro y el yuan) sigue siendo competitivo, está en 118 puntos, frente a los 75 a los que llegó en el segundo periodo de Cristina Kirchner o a los 84 que tocó con el de Macri.

En el Presupuesto, Guzmán se había fijado una meta de inflación del 29%, que podía estirarse hasta el 33%. Los bancos, consultoras, universidades y centros de estudios que participan del relevamiento de expectativas de mercado (REM) del Central prevén en promedio 47%. En el equipo económico reconocen que puede terminar el año en 40%. Para ello deberían bajar el ritmo interanual, que hasta abril era del 46%.

AR

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