Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Roxana Maurizio, de la OIT: “De los 4,5 millones de puestos que faltan recuperar en la región, 4,2 millones corresponden a mujeres”

Roxana Maurizio, especialista de la Organización Internacional del Trabajo

Delfina Torres Cabreros

0

“La pandemia trajo la peor crisis de empleo desde que se puede construir información comparable a nivel regional”, dice la argentina Roxana Maurizio, que es doctora en Economía y especialista en empleo para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En diálogo con elDiarioAR, señala que la región tuvo la mayor pérdida de horas trabajadas a nivel global, lo que se explica por una serie de factores que amplificaron el impacto de la caída económica en el mercado de trabajo. Como primer punto, identifica a la informalidad, que alcanza a uno de cada dos trabajadores en la región y la OIT considera como una “comorbilidad social” de la pandemia. 

Maurizio estuvo a cargo de la coordinación del informe regional sobre empleo publicado este mes por la OIT que, entre otros puntos, evidencia que las mujeres fueron las más afectadas por la pérdida de puestos de trabajo. Y no solo eso, sino que fueron más propensas a no reingresar al sistema luego de su desvinculación, lo que generó que en algunos países se retrocediera hasta 15 años en la participación femenina en el trabajo. 

¿El rebote de la actividad en 2021 alcanzó para que se recuperen los niveles de empleo? 

Cuando uno mira dónde estamos parados, cuál es la tasa de ocupación y de actividad económica en los distintos países ve que en gran parte de los países el volumen de empleo todavía no volvió a los niveles prepandemia, aunque sí lo hizo en  Argentina, Bolivia y, en cierta medida, Paraguay. Eso se explica fundamentalmente por la mayor caída del empleo en relación con el producto. La tasa de ocupación en 2020 se redujo 10% respecto a la del año anterior, por encima de la caída del PIB, que fue de 6,9%. Esto implica una elasticidad empleo-producto extremadamente elevada, de casi 1,5: por cada un punto de contracción del nivel de actividad económica el empleo se contrajo casi un 50% más. De cara al futuro, la estimación de la tasa de desocupación para cerrar 2021 está en el orden de 9,6%; más baja que la tasa de desocupación de 2020, pero todavía por encima del 8% que tuvo la región en el 2019. Además, hacia adelante hay elementos macroeconómicos que amenazan este sendero de recuperación, sobre todo la ralentización del crecimiento económico de la región en 2022, que estará en torno al 2,1%. De hecho, la CEPAL estima que para fines de este año, o sea tres después del inicio de la pandemia, la región va a tener un PBI inferior al de 2019. Y en ese contexto creemos que la recuperación del empleo podría demorarse hasta 2023 o 2024 en algunos países.

Considerando que 2019 tampoco es la tierra prometida.

Claro, en 2019 teníamos 8% de desocupación y una alta informalidad. La tasa de informalidad laboral promedio en 2021 para la región es alrededor del 49%, bastante parecida a la de 2019 y a la de 2012. Es decir, llevamos casi 10 años de tener 1 de cada 2 trabajadores en situación de informalidad. El año 2019, a su vez, había cerrado el peor quinquenio de América Latina en términos de crecimiento, ya que entre 2014 y 2019 el PIB por habitante se contrajo un 4%. Efectivamente era ya una situación compleja, con desafíos importantes y una situación de estancamiento y de ralentización de algunas mejoras en el mercado de trabajo que se habían dado en la fase anterior, entre 2002/2003 y 2008/2009.

La tasa de informalidad laboral promedio en 2021 para la región es alrededor del 49%, bastante parecida a la de 2019 y a la de 2012. Es decir, llevamos casi 10 años de tener 1 de cada 2 trabajadores en situación de informalidad

¿Cómo se explica que el empleo se haya deteriorado más en relación con la caída del nivel de actividad general?

De acuerdo de la OIT América Latina y el Caribe fue la región con mayor pérdida proporcional de horas trabajadas durante el año 2020 y eso se explica por varios factores. Uno tiene que ver, obviamente, con la dinámica de los contagios y de las medidas implementadas para contenerlos. Sobre esa base, ¿por qué se amplificó? Por un lado, por la informalidad laboral. Y acá hay un hecho inédito. Tradicionalmente en los países de América Latina cuando hay una crisis económica en que se pierde empleo formal, el empleo informal juega un rol contracíclico, funciona como refugio para los trabajadores que pierden sus trabajos formales. Eso no sucedió en esta crisis. Justamente por las medidas de contención del virus, de aislamiento, no solo se perdió empleo formal sino con mucha más intensidad se perdió empleo informal. Y ambos segmentos contribuyeron a la caída de empleo total, amplificando el impacto. De hecho, en la primera mitad de 2020 alrededor del 80% de la caída total del empleo fueron puestos informales. 

En el caso de los jóvenes la tasa de desocupación es solo uno de los elementos que muestra la situación de vulnerabilidad. A eso se le suma una mayor informalidad, intermitencia laboral, brechas digitales y el efecto desaliento

¿Son sobre todo trabajadoras de casas particulares, albañiles, personas que hacen changas…?

Sí, pero también son trabajadores asalariados que están en un contexto de informalidad laboral, en el que la terminación de su contrato laboral es más sencilla que un contrato formal. En un escenario, además, en el que los países de la región implementaron políticas específicas para reforzar la estabilidad de las relaciones laborales formales, como el ATP en la Argentina. Frente a eso, el impacto mayor fue en el mundo informal asalariado y no asalariado. Después hay un tema sectorial. Hay sectores que son mano de obra intensiva como el servicio doméstico, el turismo, los restaurantes, hoteles, que tuvieron un impacto mayor en términos económicos y que amplificaron el efecto sobre el mercado de trabajo. Y después cuenta el rezago inicial que tuvo la región en el acceso a las vacunas, lo que ralentiza la recuperación tanto económica como de empleo.

¿Se puede decir que las mujeres sufrieron más la pérdida de empleo que los varones? 

Efectivamente. Por un lado las mujeres fueron las más golpeadas en términos de pérdida de ocupaciones, pero además en ellas se vio con mayor intensidad esto de que parte de quienes perdían sus puestos de trabajo no se quedaban dentro del mercado buscando empleo sino que salían. Porque estaban las medidas de aislamiento, que reducían la movilidad y no había chances efectivas de realizar una búsqueda activa de empleo, pero también porque había un efecto desaliento. Estábamos en un contexto donde era poco probable conseguir un puesto de trabajo. Se calcula que en ese momento el 80% de la caída del empleo salió de la fuerza de trabajo. En el caso de las mujeres eso fue muy evidente e hizo que en 2020 las tasas de actividad femeninas retrocedieran en algunos países 10, 15 años. Por otro lado, la mayor cantidad del empleo femenino se asocia a estos sectores que mencionaba antes y que fueron fuertemente golpeados, el caso emblemático es el trabajo en casas particulares. También esta salida del mercado se asocia con el cierre de las escuelas de los espacios de cuidado, que hizo más difícil el retorno a la actividad y que es un elemento que todavía sigue condicionándolo. 

Se calcula que en ese momento el 80% de la caída del empleo salió de la fuerza de trabajo. En el caso de las mujeres eso fue muy evidente e hizo que en 2020 las tasas de actividad femeninas retrocedieran en algunos países 10, 15 años

¿Eso se ve en los datos?

Sí, cuando uno compara el tercer trimestre de 2021 con 2019 ve que la brecha tanto en la tasa de ocupación como de participación económica es más importante en el caso de las mujeres. En el peor momento de la crisis de la pandemia se perdieron en la región 49 millones de puestos de trabajo y de los 4,5 millones puestos de trabajo que todavía falta recuperar, 4,2 son de empleo femenino. Otro dato importante es que, mientras que en los varones se redujo, la tasa de desocupación de las mujeres en el 2021 es exactamente igual a la de 2020, 12,4%, y tiene que regresar al 9,7% de 2019. Es un desafío que las mujeres vuelvan al mercado y que una vez que vuelvan encuentren puestos de trabajo y no engrosen las filas del desempleo. 

El documento que usted coordinó señala que la informalidad se redujo en la crisis y que, por otro lado, es el sector que está impulsando ahora la recuperación del empleo. ¿Cómo se explica? 

En la crisis de pandemia se redujo la informalidad en todos los países y a nivel regional en más de 10 puntos, lo que tiene que ver con la velocidad con que se perdió el empleo formal versus la velocidad con la que se perdió empleo informal. Cae más el empleo informal y por eso se reduce la tasa de informalidad. En la fase de recuperación, desde mediados de 2020, empieza a aumentar la informalidad nuevamente porque se recupera con mayor intensidad el trabajo informal. Un dato alentador es que en aquellos países que han vuelto o están muy cercanos a volver a la tasa de ocupación que tenían en 2019 no se observa una tasa de informalidad más alta de la que tenía entonces. El desafío es que eso se dé así también en los países que todavía no recuperaron su valor total de empleo. El riesgo latente que en nuestra región siempre está es que se “informalicen” aquellos puestos de trabajo que eran formales. 

El desafío es cómo lograr que esas formas nuevas de inserción laboral, no sean nuevas formas de informalidad laboral

¿Cómo afectó la crisis del empleo a los más jóvenes? 

Claramente los jóvenes fueron otro grupo fuertemente golpeado, similar al caso de las mujeres. Si bien se han estado recuperando, sobre todo en 2021, todavía están en una situación más crítica de la que ya tenían en 2019. Un dato que permite observarlo es la tasa de desocupación, que está en torno al 21,4%. Es una tasa menor al 23% de 2020, pero superior al 18% de 2019. Además, en el caso de los jóvenes la tasa de desocupación es solo uno de los elementos que muestra la situación de vulnerabilidad. A eso se le suma una mayor informalidad, intermitencia laboral, brechas digitales y el efecto desaliento que implica entrar al mercado de trabajo en un contexto económico muy complejo. 

¿La alta incidencia de la informalidad y el sostenimiento en el tiempo tiene que ver ver con la informalización de ciertos puestos y también con las nuevas modalidades de trabajo que, en general, vienen asociadas a menores garantías? 

Es una combinación de ambas cosas. Uno podría decir en el caso de los jóvenes que experimentan con mayor intensidad formas tradicionales de informalidad laboral, pero también son partícipes importantes en las nuevas formas de empleo, que en algunos casos conllevan mayor informalidad laboral. Las nuevas formas de empleo, donde es muy evidente que la incidencia del empleo juvenil es muy importante, están los trabajos basados en plataformas digitales, sobre todo aquello que tiene que ver con delivery o con transporte. El desafío es cómo lograr que esas formas nuevas de inserción laboral, no sean nuevas formas de informalidad laboral, sino lograr que efectivamente los jóvenes puedan insertarse en esos trabajos de manera decente. Es una oportunidad de inserción laboral muy importante para los jóvenes, pero a la vez está el desafío de asegurarle protección social.

DT

Etiquetas
stats