Análisis

Un presidente ‘neopatriota’ para Chile: tres dudas sobre el futuro gobierno de ultraderecha de José Antonio Kast

16 de diciembre de 2025 06:15 h

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Las encuestas vaticinaban desde el principio un triunfo holgado de José Antonio Kast. De nada valió que la candidata de la izquierda, Jeannette Jara, ganara la primera vuelta de las elecciones, porque la suma de las formaciones de derecha y ultraderecha le daban margen de sobra a Kast para verse ganador. Y así fue, aplastando a Jara por 20 puntos. Los resultados del domingo confirman el apoyo del electorado chileno al político ultraconservador y defensor de la dictadura de Pinochet. Pero si no hubo sorpresas en la noche electoral, sobran los interrogantes sobre lo que viene.  

Los próximos cuatro años, la ultraderecha ocupará el palacio de La Moneda. Pero, más allá de la retórica machacona sobre la inseguridad que catapultó a Kast a la presidencia en su tercer intento, ¿cómo puede bajar a la realidad la amenaza de deportar a más de 300.000 migrantes?, ¿cuándo y cómo volverá a la agenda ultra antiderechos que enmascaró detrás de una supuesta moderación?, ¿cómo será la relación con su vecino Javier Milei, convertido en líder de los ultras y ‘niño mimado’ de la Administración Trump?

Seguridad, sí, pero ¿cómo?

“La mayoría que lo lleva a la presidencia no es ideológica, sino contingente”, señala Lisa Zanotti para introducir el análisis. Y eso es relevante a la hora de pensar cómo y a qué ritmo puede Kast desplegar su ideario de extrema derecha conservadora. “Es probable que intente una transición suave para evitar el peligro de una eventual movilización social, y se centre en la supuesta crisis de seguridad que vive el país. Ahí es donde podrán verse más erosiones democráticas en el corto plazo”, sostiene la investigadora del Democracy Institute. 

“El problema migratorio que tiene Chile es fundamentalmente con Venezuela, que en el discurso se vincula con el narco y delitos que afectarían la seguridad de la ciudadanía, aunque no sea absolutamente comprobable”. Kast hizo campaña con la promesa de sacar del país a unas 300.000 personas sin papeles, escenificando incluso una cuenta regresiva. Sin embargo, no está claro cómo se podrá llevar esto a la práctica. 

Es paradójico, porque el sistema económico que defienden necesita de un número muy significativo de migrantes para poder funcionar, pero a la vez su política se alimenta de los discursos excluyentes

El ahora presidente sugirió que sean los mismos migrantes los que paguen el billete de avión de su deportación en aviones de 100 plazas. Y dijo que confía en que muchos de ellos se vayan por su cuenta antes de los poco más de 100 días que puso de margen, una afirmación que hasta en el espectro de la derecha sonó absurdamente optimista. 

“Hay muchas dudas respecto a cómo pasar esta idea del papel a la acción, pero lo que sí sucede cuando se imponen estas retóricas antiinmigración es un aumento de la xenofobia a nivel social, y eso puede ser complicado para la convivencia”, apunta Micaela Cuesta, coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina). Cuesta subraya además la contradicción que subyace en este pilar de la ultraderecha: “Es paradójico, porque el sistema económico que defienden necesita de un número muy significativo de migrantes para poder funcionar, pero a la vez su política se alimenta de estos discursos excluyentes”. 

Hablamos de una ultraderecha conservadora, incluso reaccionaria en lo ideológico, a la vez que soberanista, ultranacionalista y antiglobalista

Un discurso fundamental para entender el resultado de estas elecciones. “Hay que distinguir el voto del electorado con claros rasgos de ultraderecha –muy a favor del libre mercado, extremadamente conservador en temas morales, con posturas antifeministas y pocas credenciales democráticas– del electorado mucho más circunstancial, más bien moderado y de centro, que ha votado a Kast por su promesa de ‘mano dura’ contra la delincuencia”, insiste Cristóbal Rovira Kaltwasser, profesor del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Una agenda oculta tras la bandera

Los investigadores José Antonio Sanahuja y Camilo López Burian formularon en 2020 el concepto “ultraderecha neopatriota” para definir el cruce entre la ideología y las posiciones ante una globalización en crisis. “Hablamos de una ultraderecha conservadora, incluso reaccionaria en lo ideológico; a la vez que soberanista, ultranacionalista y antiglobalista que arremete contra Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial de Davos, la Agenda 2030, o las reglas de la Organización Mundial de comercio en nombre de la libertad y la soberanía de las naciones y los individuos”, explicaSanahuja, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.

El relato antimigratorio que en Europa se envuelve en cuestiones étnicas y culturales, en Latinoamérica se vincula más a la inseguridad o los efectos del ‘globalismo’ de izquierdas que contamina y unifica. “En el caso de Kast está clara esa relación con la inseguridad y no con el nativismo: no se trata de preservar la homogeneidad o 'pureza' étnico-cultural de Chile, un país mestizo y plurinacional”, sino evitar una serie de supuestos delitos, ahonda Sanahuja.  

Este nacionalismo también justifica que en países como Chile, Brasil o Argentina, políticos de ultraderecha defiendan las sangrientas dictaduras militares. Kast lo hizo en Madrid en 2022, en la Cumbre de la Iberosfera organizada por Vox. Habló del “llamado del pueblo a las fuerzas armadas” para evitar un “régimen marxista” al referirse al golpe de Estado de Pinochet que derrocó al presidente democrático Salvador Allende. 

Con Kast y Milei en el gobierno se va a generar una situación inédita, porque más allá de las alianzas puede haber una disputa por quién se erige en el gran representante de la ultraderecha en la zona

Además, en el demonizado globalismo encaja otro de los pilares de los neopatriotas: una pretendida amenaza comunista que viene a atacar las bases de la libertad y la prosperidad. Ideológicamente, la extrema derecha entiende la desigualdad como algo natural, y la defiende como oposición a las políticas sociales. “La izquierda ya no va de la lucha de clases, sino de la lucha por las causas”, repitió Kast en sus discursos. Y en esas causas es donde radica la verdadera agenda reaccionaria del flamante presidente, encaramada detrás de una bandera. 

“El mensaje de Kast se fue moderando porque evitó entrar en ciertos temas y porque otros candidatos desplegaron un discurso mucho más radicalizado”, explica Soledad Vallejos, autora del libro Los dueños de la libertad. Pero esto no quiere decir que haya dejado de estar en contra del aborto, las políticas feministas o los derechos de los homosexuales, contra los que despotricaba en sus anteriores intentos presidenciales. 

En este sentido, Kast representa una ultraderecha mucho más conservadora y tradicional que la de Javier Milei o Johannes Kaiser, que ya maniobra para entrar en el futuro Gobierno. La conformación de ese gabinete puede influir también en la urgencia o no con la que afloren las políticas antiderechos. 

Milei, ¿amigo o competidor?

Kaiser es también un nexo potente con el líder de la extrema derecha en Sudamérica, Javier Milei. “Está claro que la ultraderecha argentina y chilena tejerán lazos, porque ya existen”, recuerda Vallejos. El hermano de Johannes, Axel Kaiser, es miembro de la Fundación Faro y trabaja con la Fundación Libertad y Progreso, ambas vinculadas a La Libertad Avanza. Milei recibirá a Kast este martes.

“Sin embargo, con Kast y Milei en el gobierno se va a generar una situación inédita, porque más allá de esas alianzas se puede haber una disputa por quién se erige en el gran representante de la ultraderecha en la zona”, sugiere Vallejos. 

El especialista en extremas derechas Franco Delle Donne tiene dudas sobre que Kast pueda competir por ese espacio: “Chile no es un país tan influyente y los cambios que llevaría adelante desde el punto de vista económico no son tan radicales como los de Milei. Y si hablamos de seguridad, ese podio lo ocupa ya Nayib Bukele, de El Salvador”. 

Otro elemento es la competencia entre los dos países por acaparar el interés de los inversores o de los acuerdos comerciales con gobiernos afines. Argentina es ahora mismo el foco de atracción para el gran poder de la ultraderecha en el continente: Estados Unidos. Donald Trump presume de haber conseguido el triunfo de Milei en las elecciones de medio término con su rescate económico y espera su recompensa: condiciones favorables para las oportunidades de negocio que presenta Argentina en forma de privatizaciones y también en recursos naturales –agua, minerales, sobre todo el litio– y aquí es donde Chile puede presentarse como una alternativa.