El nombre de la consultora estadounidense Boston Consulting Group (BCG), una de las más importantes del mundo en gestión de proyectos, afloró como una de las principales piezas del diseño y promoción en la sombra de los intereses israelíes en Gaza.
La multinacional ayudó a diseñar el polémico sistema de distribución de ayuda humanitaria patrocinado por Israel para esquivar a la ONU y las ONG internacionales y, según informaciones recientes publicadas por el Financial Times, también participó en los planes para convertir Gaza en lo que Trump denominó una “Riviera Maya de Oriente Medio”. Unos planes de posguerra pasan por la expulsión y el desplazamiento forzoso de los gazatíes.
El periódico británico señala, a su vez, que el instituto del ex primer ministro Tony Blair también estuvo implicado en los trabajos para diseñar el futuro de la Franja de un modo que encaje con los intereses de Israel y del presidente estadounidense y magnate inmobiliario Donald Trump.
Un entramado de empresas, institutos y fundaciones, entre ellas BCG, se repartieron distintas actuaciones para poner en marcha el sistema de reparto de ayuda humanitaria en Gaza y diseñar la Franja de posguerra —incluido calcular los costos de lo que denominan “reubicar” a la población de Gaza—.
La consultora ayudó a crear la opaca y polémica Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, según sus siglas en inglés), una actuación que en total acabó costando cuatro millones de dólares. Cuando estalló el escándalo, BCG se desmarcó del proyecto y renegó del trabajo, que achacó a un directivo díscolo, y despidió a dos altos cargos.
Repudiado por Naciones Unidas y las principales ONG con experiencia en la materia, el mecanismo de asistencia, organizado alrededor de apenas cuatro puntos de distribución en la Franja, resultó ser una trampa letal. Desde su puesta en marcha fueron asesinadas más de 650 personas cerca de los puntos de distribución mientras esperaban recibir ayuda. Aunque Israel negó algunas de estas matanzas, reconoció otras y los testigos sobrevivientes culpan a los soldados.
“En octubre de 2024, un equipo de BCG de EEUU, liderado por dos socios, proporcionó apoyo pro bono [gratuito] para ayudar a establecer una organización de ayuda destinada a operar junto con otras iniciativas de socorro para prestar ayuda humanitaria a Gaza. No revelaron la naturaleza completa del trabajo. Estas personas llevaron a cabo posteriormente trabajos no autorizados. Sus acciones reflejaron un grave fallo de juicio y de cumplimiento de nuestras normas”, señala la consultora en un comunicado reciente.
Sin embargo, la investigación del Financial Times revela que su actuación, que comenzó el pasado otoño, no se limitó a la creación de la Gaza Humanitarian Foundation, sino que conllevó también calcular el coste de un plan de reconstrucción de la Franja tras la guerra que incluía la salida de buena parte de sus dos millones de habitantes. Una de las proyecciones elaboradas por la consultora planteaba un éxodo de medio millón de personas de Gaza, un 25% de sus residentes actuales, mediante un plan de abandono incentivado que ascendería a 9.000 dólares por persona, hasta un total de 5.000 millones de dólares.
Las fuentes internas consultadas por el periódico británico señalan que BCG se implicó en el proyecto a instancias de Orbis, una empresa de consultoría de seguridad estadounidense, a su vez contratada por el think tank israelí Tachlith Institute. El nexo entre ambas era Phil Reilly, un antiguo cargo de la CIA que trabajaba para Orbis. Reilly era asesor a tiempo parcial del equipo de defensa legal de BCG, donde trabajaban Matt Schlueter y Ryan Ordway —los dos altos cargos, también con pasado militar, que finalmente fueron despedidos—.
Reilly fundó a finales de 2024 la empresa Safe Reach Solutions (SRS), que es la actual encargada de la seguridad de las operaciones de la GHF. Estas fueron sufragadas, a su vez, por la firma de capital privado Macnally, con base en Chicago, que es, para cerrar el círculo, propietaria de Orbis.
En su comunicado, BCG echa la culpa a los dos directivos supuestamente rebeldes. “Fue orquestado y ejecutado en secreto al margen de cualquier ámbito o aprobación del BCG. Rechazamos totalmente este trabajo. BCG no recibió ningún pago por este trabajo”. Según la última revelación del Financial Times, lo que hizo la compañía en realidad fue renunciar a cobrar cuatro millones de dólares ya comprometidos.
Tras las revelaciones del Financial Times, la ONG Save the Children cortó vínculos con BCG, consultora con la que llevaba dos décadas colaborando en proyectos. El CEO de la consultora, Christoph Schweizer, dijo que lo sucedido es “profundamente decepcionante” y “muy dañino reputacionalmente”, pero limitó la responsabilidad a un caso individual de “mala conducta”.
Los consultores de BCG desempeñaron un papel fundamental en el diseño y mantenimiento de las operaciones de la nueva fundación humanitaria y se reunieron periódicamente con funcionarios israelíes, según tres personas familiarizadas con la Gaza Humanitarian Foundation que hablaron con The Washington Post.
“Es el rigor operativo y analítico que hay detrás de la fundación”, dijo una persona cercana a sus operaciones al periódico estadounidense. “Hicieron un mapa de la cadena de valor y señalaron los costes. Sin BCG no tienes la imagen completa”.
El propio Netanyahu trabajó como consultor en Boston Consulting Group entre 1976 y 1978. Allí tejió una buena relación con el político republicano Mitt Romney, que años después defendió al primer ministro israelí mientras hacía oposición al presidente Obama y su acuerdo nuclear con Irán.
El papel de la ONG de Tony Blair
El ex primer ministro británico Tony Blair desarrolló una lucrativa carrera en el mundo de la consultoría desde su salida del Gobierno. En esta segunda etapa de su trayectoria profesional, el antiguo líder laborista se vio envuelto en algún episodio polémico, como cuando decidió asesorar al dictador kazajo Nursultan Nazarbayev. El Financial Times reveló ahora que su organización sin ánimo de lucro, el Instituto Tony Blair para el Cambio Global (TBI, según sus siglas en inglés), también participó en el diseño de los planes para una Gaza sin gazatíes.
Miembros del TBI participaron en el diseño de una presentación para mostrar a potenciales inversores titulada El gran trust: de demolido agente iraní a próspero aliado abrahámico. Lo hicieron después de una reunión en marzo entre el propio Blair y Phil Reilly, de Orbis. La presentación corrió a cargo de inversores israelíes, pero uno de los trabajadores de plantilla del TBI redactó un extenso documento durante la génesis del proyecto donde figuraba la idea de crear una “Riviera de Gaza” que contase con islas artificiales en la costa, al estilo de Dubai, mecanismos de inversión inmobiliaria a través de tecnología blockchain, un puerto de gran tamaño y varias zonas francas con impuestos reducidos.
El documento razonaba que la destrucción de Gaza presentaba “una oportunidad única en un siglo de reconstruir la Franja [...] como una sociedad segura, moderna y próspera”. Se trata del mismo lenguaje que vienen usando Donald Trump, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su todavía más belicista ministro de Defensa, Israel Katz. El TBI no es, en todo caso, el autor de la presentación final ni avaló formalmente su contenido.