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ENTREVISTA Economista

David Lizoain, economista: “No descarto que veamos unos juicios de Núremberg climáticos”

David Lizoain, economista y autor de 'Crimen Climático'

Sandra Vicente

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David Lizoain (Toronto, Canadá, 1982) se formó como economista en Harvard y en la London School of Economics para, después, establecerse en Barcelona. En la capital catalana fue asesor del expresident de la Generalitat José Montilla. Y, de ahí, voló a Madrid para asesorar en La Moncloa a Pedro Sánchez. Ahora dio un vuelco a su área de estudio y acaba de publicar Crimen Climático (Debate, 2023), un ensayo en el que habla sin tapujos de las consecuencias que las decisiones de empresas y gobiernos pueden tener, causando millones de muertes que, según Lizoain pueden llegar a ser equiparables a los crímenes de guerra.

El libro se titula Crimen Climático, pero en sus páginas habla de genocidio. ¿Por qué?

Creo que es más adecuado. Opté por un lenguaje impactante, pero considero que es más descriptivo que provocativo. Cuantas más emisiones de CO2, mayores son las consecuencias negativas que, en última instancia, provocan más muertes. Si seguimos por esta senda, a sabiendas de las consecuencias, va a haber millones de muertes. Así que, si tenemos en cuenta que el cambio climático es provocado por acciones humanas, en este caso intencionadas, el término más apropiado es el de genocidio.

¿Cree que es posible que se llegue a juzgar este genocidio climático?

No descartaría que veamos unos Juicios de Núremberg climáticos. La tendencia va hacia un sistema jurídico que cada vez tiene más en cuenta este tema y que reconoce que el cambio climático se traduce en una violación de los derechos humanos y de las posibilidades de las generaciones futuras. Y que estas consecuencias están ligadas a comportamientos criminales. La justicia suele ser conservadora, pero responde, en diferido, al sentir mayoritario. Así que, si yo fuera directivo de una gran empresa fósil, me empezaría a preocupar.  

Dice que, para los nacidos después del 2000, la crisis climática es una preocupación con la que nacen. ¿Por qué no nos hemos preocupado antes, teniendo en cuenta que la comunidad científica viene avisando desde los 80?

1982 fue el último año en que la temperatura anual no superó la media de la época preindustrial. Ese fue un punto de inflexión. Las personas nacidas entre los 80 y los 2000 viven la crisis climática como una amenaza que siempre estaba a punto de llegar. Se instaló la idea de que había tiempo para actuar, así que nunca se hizo nada. De tanto esperar, el problema ya nos supera y el tiempo se agotó.

Lo vamos a ver este verano: el año pasado tuvimos olas de calor impresionantes, con muchas muertes, y fue en el contexto de La Niña [ciclo natural-global climático de entre cinco y siete años que coincide con una fase fría y que viene seguida de El Niño, la fase caliente]. Este año estamos en el ciclo de El Niño y ya estamos viendo anomalías térmicas que van a traer un verano muy caluroso. Y los siguientes serán peores, encadenados hasta que frenemos esto.

Se lo preguntaba en un artículo reciente, si abril es julio, ¿cómo será julio en el hemisferio norte?

La cuestión es que para mucha gente un verano más caluroso será horrible, pero para otra mucha puede ser mortal. El cambio climático afecta de manera desigual. A las personas mayores, a los niños, a la gente pobre. No atender a las consecuencias es desproteger a las personas más vulnerables.

En el libro habla de los paliativos que tienen las clases dirigentes. ¿Qué consecuencias tiene que quienes toman las decisiones no sufran el cambio climático?

Soy optimista porque, de alguna manera, las clases dirigentes se están enterando de la emergencia gracias a la gran concienciación cívica. La reacción todavía es insuficiente y se debe acelerar, pero están habiendo cambios. En España, por ejemplo, estamos en plena revolución de las energías renovables. Es una señal de que el sistema no es impermeable a las necesidades de cambio que la emergencia climática está despertando en la sociedad.

Que la COP se vaya a celebrar en Dubái, que es la máxima expresión de la distopía climática, supondrá que haya más lobistas de las energías fósiles que activistas

Pero todavía encontramos grandes ejemplos de blanqueamiento o 'greenwashing'. ¿Qué le parece que la próxima COP se vaya a celebrar en Dubái, una ciudad que define como “el paradigma del absurdo en la era de los combustibles fósiles. Un escaparate para exhibir riqueza y, por tanto, despilfarro”?

Hay ejemplos alarmantes y este es uno. Que la COP se vaya a celebrar en Dubái, que es la máxima expresión de la distopía climática, supondrá que haya más lobistas de las energías fósiles que activistas. Es un ejemplo de que no podemos dar ningún avance por hecho y de que debemos seguir luchando, apretando, movilizándonos y organizándonos porque, ante cualquier despiste, las empresas y regímenes van a remitir al statu quo. Es decir: tratar de maximizar sus beneficios sin preocuparse por el impacto sobre el planeta o, lo que es lo mismo, el impacto sobre los seres humanos.

Los genocidios se dirigen hacia un segmento de población o etnia. En su caso, apunta que las víctimas serán las poblaciones vulnerables. ¿Qué dimensiones puede tener este genocidio?

Vayamos de la micro escala a la macro. En España, no es lo mismo tener un chalet con aire acondicionado y posibilidades de irte de vacaciones, que vivir de alquiler, sin aire acondicionado y sin poder salir de tu ciudad en verano. Para estos últimos, las olas de calor pueden suponer condiciones inasumibles y un claro riesgo para su salud y su vida. Si ampliamos el foco, vemos cosechas que no se dan, sequías, hambrunas y millones de personas obligadas a migrar. Los fenómenos climáticos extremos no sólo generan desigualdades económicas, sino desigualdades en la esperanza de vida.

Es un ejercicio un poco macabro, pero hace poco un informe de la ONU hablaba de que, en el peor de sus escenarios, habría 100 millones de muertes extra en 2100. No creo que sean tantas, porque aunque vamos tarde ya estamos actuando. Pero lo que nos dice este informe es que es casi igual de malo no actuar que actuar mal. Hablamos de 100 millones de personas cuyas vidas serán imposibles y que, en el mejor de los casos, deberán migrar.

Los peores efectos del cambio climático se registran en el hemisferio sur. ¿Qué relación tiene esta crisis con el colonialismo?

Están íntimamente relacionados. Los máximos responsables son quienes menos sufren sus consecuencias. Y los menos responsables, los que más padecen. Esto está muy ligado con el colonialismo porque son las grandes potencias coloniales las que se han beneficiado de la extracción de recursos del sur global, mientras esta zona se ha ido empobreciendo por el colonialismo, el neocolonialismo, las políticas de ajuste estructural, la dependencia de la deuda y, ahora, por la explotación de la contaminación de parte del norte global. Es imposible hablar de cambio climático sin hablar de justicia global.

Dice en el libro que un futuro descarbonizado será más democrático. Pero también cuenta que en los campos de trabajo de población uigur en China se fabrican placas solares y relaciona el abaratamiento de la energía solar con la esclavitud moderna. ¿Qué tiene eso de democracia?

Hay un libro muy bueno, Carbon Democracy, de Timothy Mitchell, que vincula el sistema energético y las relaciones de clase con sus consecuencias políticas. Sostiene que, como la extracción del carbón es intensiva en mano de obra, supone que haya muchos mineros y, en todas partes, están a la vanguardia de la sindicación y la lucha por la democracia. Y los mineros de Asturias son un gran ejemplo. En cambio, el petróleo, es intensivo en capital, no en mano de obra. Por eso, los oleoductos se prestan más a sistemas autoritarios y antidemocráticos, porque solo requieren unos pocos trabajadores, bajo control casi militar.

En esta línea, aunque las energías renovables y la extracción de los recursos naturales necesarios plantean una lucha para evitar caer en lógicas extractivas y explotativas, el riesgo es más bajo. Se trata de un sector más competitivo y descentralizado y, por tanto, habrá menos oligopolios.

Pero tampoco se pueden negar las consecuencias negativas de la industria de las renovables. Las baterías de los coches eléctricos requieren litio y ya se están viendo minas en Extremadura, por ejemplo. ¿Seguirán siendo las comunidades más vulnerables, las que necesitan empleos, las que sufran los efectos negativos de la transición energética?

La descarbonización tendrá sus luchas y contradicciones, por supuesto. No conllevará automáticamente más democracia, pero sí más condiciones democráticas. No se trata sólo de acabar con los combustibles fósiles, sino con el contrato social que comportan.

No se trata sólo de acabar con los combustibles fósiles, sino con el contrato social que comportan

Dice que la crisis climática puede ayudar a hacer crecer a los extremismos. ¿Qué es el ecofascismo?

Es una manera de señalar que la derecha radical puede usar la crisis climática para fortalecerse, alentando, por un lado, el miedo a la migración, porque sabemos que la emergencia climática genera más tensiones migratorias. Y, por otro, elogiando una serie de conductas vitales íntimamente ligadas a agravar la crisis climática, que sabemos que tendrían que cambiar.

¿Por ejemplo?

Los debates sobre la alimentación, tal como vimos con la polémica sobre el chuletón. Son cosas desde lo cotidiano, reivindicando la libertad individual a la hora de alimentarse, consumir o moverse, hasta preocupaciones más abstractas como el proteccionismo o el nacionalismo. Ahora que tenemos la enésima tragedia en el Mediterráneo, veremos que algunos gobiernos estarán tentados a cerrar fronteras para quedarse con sus propios recursos e impedir la llegada de personas de fuera. Pero las fronteras no estarán en el Mediterráneo, sino directamente en el Sahel o más allá, en connivencia con regímenes autoritarios.

Para explicar las muertes por el cambio climático habla del concepto de 'matar a distancia' y de la dificultad que implica encontrar culpables cuando no hay nadie que apriete el gatillo. ¿Cómo identificar a los responsables?

Uso la taxonomía del filósofo alemán Karl Jaspers para diferenciar entre responsabilidad política, moral y criminal. En la criminal hablamos de grandes empresas de combustibles fósiles y de instituciones financieras y representantes políticos que les permiten seguir desplegando sus negocios. Es importante diferenciar entre gente con gran poder, cuyas decisiones contribuyen directamente al calentamiento, y la responsabilidad de personas individuales, que existe pero es menor. Está bien reciclar o consumir de forma más ética, pero no tiene nada que ver con abrir un nuevo gaseoducto. Los ciudadanos tienen la responsabilidad de actuar colectivamente para generar cambios políticos.

La cuestión ecologista no fue un gran tema en las pasadas elecciones en España y parece que no lo va a ser tampoco en las generales. ¿Puede tener que ver con el hecho de que el segmento de población más concienciada es muy joven y, en parte, todavía no tiene derecho a voto?

Sin duda, la generación que viene está más concienciada porque les va la vida. No es lo mismo tener un horizonte en 2080 en que las opciones son quedarnos como estamos o Mad Max, que mirar a 2040. Pero entre los jóvenes, no todos son ecologistas, también hay hueco para la extrema derecha. Además, la pirámide demográfica se ha invertido, así que no podemos confiar sólo en una solución generacional, pero sí creo que los jóvenes van a ir convenciendo a sus padres y abuelos. Hay motivos para la esperanza. De momento hay más conciencia que acción, pero esta conciencia, unida a la organización, se va a traducir en cambio.

SV

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