Diez efectos prácticos que muestran cómo el Brexit fue desastroso para el Reino Unido

John Harris

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Cuando los políticos británicos hablan del Brexit y sus consecuencias, tienden a hacer algún gesto de incomodidad y a repetir que, por algún milagro aún por descubrir, todo saldrá bien. El líder laborista, Keir Starmer, que hace solo unos años era un apasionado defensor de repetir el referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, ahora tiene un plan de cinco puntos para “hacer que el Brexit funcione”. Mientras tanto, los candidatos al liderazgo conservador, Liz Truss y Rishi Sunak, se esfuerzan por defender que la vida fuera de la UE marcha muy bien o que pronto lo hará.

No importa que dejar la UE haya supuesto un embrollo para las empresas en forma de formularios que hay que rellenar, tasas y un mundo nuevo de increíble complejidad: Sunak dice que quiere ir más lejos y más rápido “en el uso de las libertades que el Brexit ha dado para recortar la gran cantidad de regulaciones europeas y burocracia que impiden el crecimiento”. Truss suena incluso más entusiasta: ahora quiere romper en pedazos para finales del próximo año todas las regulaciones de la legislación británica que existan como legado de los años de Reino Unido en la UE para “sacar el máximo provecho” de las “nuevas libertades fuera de la Unión Europea”.

Hace seis años, Truss hizo una ferviente campaña a favor de la permanencia en la UE, pero ahora está más que dispuesta a tragarse sus palabras. “Me equivoqué y estoy dispuesta admitir que estaba equivocada”, dijo recientemente a la BBC. “Algunos de los malos augurios no ocurrieron y la verdad es que, en su lugar, damos rienda suelta a nuevas oportunidades”.

Ese “algunos” es un uso muy revelador del lenguaje. El proceso de paz en Irlanda del Norte y el acuerdo para el reparto de poder que creó —quizá los mayores logros de la política británica en la era post-Thatcher— se desestabilizaron gravemente. El Reino Unido se está convirtiendo en una presencia extraña y solitaria, a veces insolente, en el escenario internacional. La mayor parte de la Unión Europea, de hecho, parece pensar que los británicos se volvieron locos.

Y además está el impacto sobre la vida diaria de los británicos. Frente a la mezcla de silencio y forzado optimismo en el Parlamento británico, el Brexit está provocando un efecto desastroso y que se puede medir para prácticamente toda la población. La última encuesta de Ipsos sobre el tema muestra que la proporción de británicos que piensan que la salida del Reino Unido de la UE empeoró su vida diaria pasó del 30% en junio de 2021 al 45% ahora, una cifra que incluye a casi una cuarta parte de quienes votaron a favor del Brexit.

Según los datos de este julio, el 52% de los británicos creen que fue un error marcharse de la Unión Europea frente al 36% que consideran que fue un acierto. Esto supone un récord de rechazo a la salida de Reino Unido de la UE.

En la recuperación tras el impacto de los cierres de los comercios y fronteras del país en 2020 y 2021, los crecientes problemas se están volviendo más obvios todavía. Aquí un repaso de los efectos del Brexit.

El 52% de los británicos creen ahora que fue un error marcharse de la Unión Europea frente al 36% que consideran el Brexit un acierto

1) Escasez de trabajadores

El Reino Unido es un país de largas esperas, colas inmensas y la sensación omnipresente de que no se contrata a suficientes personas para que todo siga funcionando. La falta de trabajadores se nota desde los pubs hasta los hospitales.

Uno de los ejemplos más preocupantes es lo que está pasando con la atención a las personas mayores, que ya se tambalea desde la pandemia. Salta a la vista que, a pesar de su evidente importancia, quienes trabajan en la asistencia a las personas mayores pertenecen a un rango salarial y a un estatus laboral bajos en un sector que suele tener una alta rotación de personal. Con el número de personas mayores en aumento, crece también la prevalencia de problemas de salud a menudo crónicos, lo que significa que se necesitan cada vez más cuidadores. Pero el Brexit ha empujado una parte de la estructura social, que de por sí ya estaba en apuros, a una crisis aún mayor.

“Es demoledor”, dice Nadra Ahmed, directora de la Asociación Nacional para la Asistencia, que representa a pequeños y medianos proveedores de asistencia y cuidados. “Ha llevado a una situación que ya estaba en declive a otra mucho, mucho peor. Hemos perdido a muchos de nuestros compañeros europeos. Decidieron que ya no se querían quedar. Sentían que no eran bienvenidos, se sentían inseguros e infravalorados”.

Ahmed explica que hace dos años, más del 5% de quienes empezaban un nuevo trabajo en la asistencia sanitaria a adultos eran trabajadores extranjeros; ahora esa cifra es menos de un 2%. Presionados por las empresas de asistencia, el Gobierno relajó recientemente las estrictas restricciones para los visados de estos trabajadores, pero los problemas de personal siguen aumentando.

Por si fuera poco, la falta de personal relacionada con el Brexit en otras áreas laborales está empujando a la gente a abandonar la asistencia sanitaria de forma creciente con consecuencias obvias. En mayo de 2021, las plazas vacantes en el sector de la asistencia a los mayores eran el 5,9%; en abril de este año, alcanzaron el 10%.

Para las personas que necesitan una residencia, las consecuencias pueden ser nefastas. “Muchas residencias han dejado de llevarse de los hospitales a personas de alta prioridad, porque no tienen al personal necesario para afrontarlo”, dice Ahmed. “O han cerrado un porcentaje de las camas que tenían. Si ofreces un servicio de 30 camas, puede que lo bajes a 25 para tener la proporción correcta de personal”.

¿Y qué significa eso para las personas que necesitan asistencia? “Pues a menudo quedan atrapadas en el hospital, y por eso se oye ese horrible concepto de ‘bloquear camas’. Son personas ocupando hospitales del Servicio Nacional de Salud que están en condiciones de recibir el alta desde un punto de vista médico, pero no se las puede trasladar a ningún sitio, porque no hay servicio que pueda ofrecer el cuidado necesario”. 

2) Desperdicio de alimentos

El Reino Unido ha sufrido desabastecimiento, el hambre es un problema visible creciente y los estantes vacíos en los supermercados son ahora una parte intrínseca de la vida diaria. Pero también se están tirando a la basura toneladas de comida.

Ali Capper es dueño de una granja en Worcestershire que cosecha manzanas y lúpulo. Cuando la cosecha está en su punto álgido entre finales de agosto y mediados de octubre, necesita unos 70 trabajadores temporales. “Somos tirando a pequeños en ese sentido”, dice. “Hay productores de bayas que dan trabajo a entre 1.000 y 1.500 personas en verano; y productores de hortalizas que necesitan más bien entre unos 2.500 y 3.000”.  

Desde 2017, cada año es una pesadilla conseguir suficientes trabajadores. “Si no tienes personal, no puedes cosechar tu cultivo y no ganas dinero”, dice. “Es así de simple. Y hemos tenido dos años en los que hemos tenido que pasar de largo de algunos cultivos: así es como lo describimos nosotros. Tienes que empezar a establecer prioridades. Dejas lo menos bueno, o lo marginal o el segundo plato, el cultivo que quizá no te dé el mayor retorno”.

¿Qué proporción de lo que ha producido ha acabado en la basura? “No voy a jugar a ser adivina sobre esta temporada”, dice. “Pero en temporadas anteriores, probablemente hayamos renunciado a hasta un 25%. Es realmente doloroso”. ¿En qué lugar deja eso el negocio? “Bueno, diría que en productos frescos hay muchas empresas cuestionándose su sostenibilidad”.

La composición de su equipo de trabajadores ha cambiado drásticamente desde el referéndum. Antes solía estar compuesto por personas de Polonia, Rumanía y Bulgaria; y muchas de ellas volvían tres o cuatro temporadas seguidas y se convertían en cosechadoras expertas. Ahora los trabajadores vienen de países como Uzbekistán, Kazajistán, Mongolia, Ucrania y Rusia; y la guerra ha llevado a que haya más gente que solo ha estado una temporada, con un descenso en la productividad.

Capper dice que también hay un problema creciente con algunas de las empresas de exportación con las que trata, como evidencia un comerciante de lúpulo de Worcestershire al que conoce, que va a abrir una nueva nave en Polonia. “El lúpulo es un negocio internacional”, dice. “Si trae lúpulo de Australia o América y lo quiere empaquetar con lúpulo del Reino Unido y mandar todo a Europa, estará pagando impuestos por duplicado. La única forma de evitarlo es importar lúpulo directamente a Europa. Así que habrá comerciantes centrados más en Europa que aquí. Y eso significa que el lúpulo británico caerá en el olvido”.

3) Escasez en supermercados

Los compradores británicos de productos europeos se enfrentan a una escasez recurrente.

Los importadores de alimentos se enfrentan a muchas de las mismas pesadillas burocráticas que los exportadores. En palabras de la revista Speciality Food, “ahora, con el Brexit oficial- y plenamente en vigor, los queseros de Reino Unido tienen dificultades por los costes y problemas de suministro para importar quesos europeos”.

Esta es una de las razones por las que los pasillos refrigerados de muchos supermercados británicos a menudo están tan escasamente surtidos. Hay que tener en cuenta también que el Gobierno británico debía introducir nuevos controles de importación sobre productos alimenticios de la UE este verano, pero su implantación se ha pospuesto por cuarta vez. Si algún día se materializan, será aún más difícil importar productos europeos.

4) Pérdida de clientes europeos

A finales de junio, la UE publicó datos que mostraban que en 2021 las exportaciones británicas a países de la UE habían caído un 14% en comparación con 2000. El coronavirus es parte de la causa, pero -según explica un alto funcionario de la Comisión Europea- este hundimiento también se debe a “papeleo para prácticamente cada producto” que se comercia entre Reino Unido y cualquier país de la UE, al igual que un repentino embrollo del IVA, tasas de importación y mayores cargos por transportar bienes desde el Reino Unido al continente. 

Kenneth Mackenzie lleva un negocio de ropa de gama alta para hombre llamada 6876 y con sede en Londres. Antes del Brexit, podía contar con que un ciudadano de Berlín o París le comprara ropa exactamente igual que alguien del Reino Unido. Pero desde que el Reino Unido dejó la UE, ha perdido alrededor del 60% y el 70% de sus clientes europeos, lo que supone un 30% de su negocio. “Simplemente no quieren tanta complicación”, dice. “No quieren pagar las tasas de aduana y el IVA”.

Aún peor, ahora tiene que abrirse camino para contratar las fábricas de ropa que emplea en el continente, que cobran mucho menos que los fabricantes en el Reino Unido y, por tanto, hacen su negocio viable. Emplea una empresa en Portugal para fabricar sus chaquetas con especificaciones precisas. Pero ahora, por culpa de los controles aduaneros y los complejos acuerdos postales, nunca sabe cuánto tiempo tardarán en llegar los productos acabados de vuelta al Reino Unido. “Puedes pagar por un servicio de dos días para traer las cosas de vuelta y que tarden nueve días”, dice. “Es de locos; es un hecho que se ha vuelto más lento. Antes del Brexit podías recibir cosas en dos días, o incluso por la noche, si pagabas por ello. Ahora simplemente llega cuando llega. Las cajas se dividen: me paso la vida mirando Internet y pensando por qué esta caja está en Francia y la otra en el Reino Unido”.

En 2021, las exportaciones británicas a países de la UE cayeron un 14% en comparación con 2000

5) Demoras en los controles migratorios

Ha sido la ilustración más clara hasta ahora sobre cómo el Brexit ha dado la vuelta a cosas que millones de británicos daban por descontadas. El último episodio más visible fue el viernes 22 de julio, cuando el puerto de Dover declaró el estado de emergencia porque había una multitud de personas intentando llegar a Europa continental y se habían quedado atrapadas en colas de seis horas. 

Hasta el Gobierno británico se vio forzado la primera semana de agosto a admitir que estaba equivocado al decir que el Brexit no provocaría retrasos en Dover. El director del puerto -junto a un despliegue de políticos conservadores- culpó a los puestos fronterizos franceses por falta de personal, pero había un asunto obviamente relacionado: la sencilla razón de que ahora los viajeros británicos tienen que pasar por el ritual burocrático de obtener un sello en sus pasaportes en lugar de pasar por los controles exprés anteriores al Brexit (la media del procedimiento ha pasado de 58 a 90 segundos, lo que es obviamente un gran salto cuando estás tratando con miles de personas). 

Lo mismo sucede con los turistas que llegaron a España, donde ha habido largas colas en las entradas para “terceros países”, que deben utilizar ahora los británicos en aeropuertos como los de Mallorca, Ibiza o Alicante. Aún peor: el personal de aduanas en España ahora puede pedir pruebas de un billete de vuelta, dónde permanecerán los británicos durante su estancia y garantías de que tienen fondos para garantizar un posible gasto de al menos 100 euros al día. 

El periódico austríaco Kleine Zeitung resumió hace poco todo eso diciendo sin ánimo de burla: “La disciplina británica de hacer cola se pone a prueba ocasionalmente en los aeropuertos de la UE. Es una consecuencia del Brexit, que deja mal sabor de boca a algunos turistas”.  

6) Moderado crecimiento económico

Prácticamente todas las grandes economías del mundo están afrontando graves problemas, y los países de la Europa continental no son una excepción. Pero mientras el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de la Unión Europea ha crecido un 8,5% desde el Brexit, la cifra en el Reino Unido es de solo un 3,8%. Es más, el Reino Unido está ahora por detrás de todos los demás países del G7 en su recuperación de la pandemia.

Si un país reduce sus mercados de exportación, estrangula sus rutas de suministro y provoca una falta de trabajadores, esto es lo que pasa -una visión que defiende el propio órgano de previsión del Gobierno, la Oficina para un Presupuesto Responsable (OBR, por sus siglas en inglés). Su previsión inicial sigue estando ajustada a lo que proyectó en marzo de 2020: que el Brexit reduciría la productividad del Reino Unido y el PIB en un 4% en comparación con lo que habría sucedido de haber permanecido en la UE. La Oficina de Presupuesto dice que todavía falta por notarse algo más de la mitad de ese daño.

Hay una vuelta de tuerca más: en junio del año pasado, la Oficina de Estadística Nacional reveló que en el trimestre de julio a septiembre de 2021, el PIB de Inglaterra y Escocia había crecido un 0,6% y un 0,9% respectivamente, y el de Gales había bajado ligeramente. Por el efecto de la excepción aplicada con el protocolo para Irlanda del Norte, por el contrario, esa parte del Reino Unido aún se estaba beneficiando de comerciar en el mercado único de la UE, y su PIB había aumentado un 1,4%. 

Mientras el PIB per cápita de la Unión Europea ha crecido un 8,5% desde el Brexit, la cifra en el Reino Unido es de solo un 3,8%. Es más, el Reino Unido está ahora por detrás de los demás países del G7 en su recuperación de la pandemia

7) Aumento de los precios

El Reino Unido tiene la inflación más alta de todos los países del G7, más alta que Francia, Italia y Alemania. Resulta obvio que la guerra en Ucrania y los problemas de suministro ligados a la pandemia han aumentado los precios de manera drástica en todo el mundo, pero el Brexit es lo que provoca en Reino Unido un problema particularmente pronunciado, y que los analistas dicen que deberá soportar en el futuro inmediato, mientras la inflación en la eurozona comienza a caer.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea ha debilitado la libra, lo que incrementa los precios de las importaciones, y se suma a los costes de las empresas. Las limitaciones post-Brexit para los trabajadores extranjeros también están golpeando los resultados de las empresas, al igual que los problemas con las cadenas de suministro europeas para el Reino Unido.

En abril, Adam Posen, economista estadounidense y antiguo miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, dijo que un 80% de la explicación de una mayor inflación en Reino Unido estaba ligada al Brexit y su interminable complejidad: se trata de “una guerra comercial que el Reino Unido se ha declarado a sí mismo”.

8) Menos intercambio de estudiantes

El Gobierno británico ha intentado parchear al menos parte del daño que el Brexit ha provocado inevitablemente a las universidades británicas y a la investigación. Hay un ejemplo evidente: en lugar de participar en el programa Erasmus -que antes del Brexit permitía a miles de estudiantes del Reino Unido estudiar o hacer prácticas en la Unión Europea igual que los ciudadanos europeos podían hacerlo en Reino Unido- ahora existe el Plan Turing, que proporcionará financiación a unos 40.000 estudiantes británicos al año para que estudien y trabajen fuera.

Pero el Brexit ha cambiado drásticamente las universidades del Reino Unido, lo que hacen y la gente que trabaja y estudia en ellas. Entre 2020 y 2021, hubo una bajada del 40% en la cantidad de estudiantes de países de la UE que fueron al Reino Unido. Los académicos dicen que sus colegas europeos son cada vez más reticentes a trabajar en Reino Unido, en parte porque la docencia y la investigación a menudo dependen de que las personas se puedan desplazar de una institución a otra, muchas veces con sus familias; y el Brexit ha puesto un sinfín de barreras en el camino.

Cuando el Reino Unido dejó la Unión Europea, los negociadores británicos consiguieron asegurar su pertenencia como socio a Horizonte Europa, el programa para la investigación y la innovación de la UE y que dispone de un presupuesto de 95.500 millones de euros para siete años. Pero en julio se anunció que, debido a la polémica del Gobierno británico por el protocolo de Irlanda del Norte, se cancelaban 115 subvenciones para proyectos de investigación con sede en el Reino Unido. Ahora la participación británica en Horizonte Europa está seriamente en entredicho: el Ejecutivo británico dice que tiene un plan B para financiar a los investigadores, pero parece que será una versión inferior y cerrada de un programa que aportaba un sinfín de beneficios a las universidades británicas.

Thiemo Fetzer, de 36 años y nacido en Alemania, es profesor de Economía en la Universidad de Warwick. El anuncio de Horizonte Europa amenazó con poner fin al proyecto de investigación de 1,5 millones de euros que había estado preparando durante un año, que investigará -entre otras cosas- la cobertura informativa de la crisis climática en los medios de comunicación a nivel mundial y sus implicaciones políticas. Ahora ha trasladado el proyecto a la Universidad de Bonn en Alemania, donde pronto pasará el 50% de su tiempo. “Ha sido extremadamente desconcertante, muy difícil de manejar emocionalmente”, dice. “Considero el Reino Unido mi hogar, pero es un hogar que no para de rechazarme. Espero tener una familia en los próximos años y no sé si el Reino Unido es un buen lugar para quedarse”.

Entre 2020 y 2021, hubo una bajada del 40% en la cantidad de estudiantes de países de la UE que fueron al Reino Unido. Los académicos dicen que sus colegas europeos son cada vez más reticentes a trabajar en Reino Unido

9) Menos exportaciones pesqueras

Algunas personas que se ganan la vida con la pesca estaban entre los defensores más acérrimos del Brexit, animados por un futuro utópico de un océano con acceso exclusivo a las aguas británicas y en el que se tirarían a la basura normas y regulaciones europeas. Cuando se anunció el acuerdo de Boris Johnson con la UE, estas esperanzas se esfumaron de forma palpable, aunque hubo algunos que intentaron agarrarse a un hilo de optimismo: según la revista Fishing News, el acuerdo al menos aseguraba “exportaciones a la UE libres de aranceles y cuotas, aunque con un incremento enorme de papeleo”.

Esto último implica todo un mundo nuevo de molestias.

Jamie McMillan -que ni siquiera votó en el referéndum de 2016, algo que dice lamentar- dirige Lochfyne Langoustines, un pequeño negocio de marisco en una ría de las costas de Escocia occidental de la que lleva el nombre. La empresa vende “cigalas vivas, vieiras vivas, langostas vivas, navajas vivas… productos premium que pueden llegar a precios muy altos”.

Al hablar con él, no tarda en mencionar la clave sobre su situación: “Ya no exportamos a Europa”, dice. “Hemos perdido un 60% de nuestra facturación. Intentamos hacerlo, pero cuatro meses después del Brexit nos dimos cuenta de que ya no era viable. Somos una empresa pequeña y, después del Brexit, nos costaba 500 libras al día por envío (casi 600 euros). No vale la pena”. El incremento de costes, explica, se reduce a las declaraciones aduaneras, nuevos cargos, certificados sanitarios que ahora deben completarse para cada variedad de marisco, y más. “Durante los primeros cuatro meses de 2020 tuvimos que gastar 17.500 libras [20.700 euros] en papeleo. No nos lo podemos permitir”.

Antes del Brexit, Lochfyne Langoustines daba empleo a 23 personas. Esa cifra ahora es de 13. La empresa está intentando atraer clientes en Singapur, Hong Kong, Estados Unidos y en otros lugares, algo donde según McMillan hay señales prometedoras, pero llevará años hasta que se asiente. Comerciar con esos países, además, implica desdeñar mercados a las puertas de casa y, en su lugar, enviar marisco en avión por medio mundo. “Es una locura absoluta. Pero me resulta más fácil y rápido vender productos a China que a Francia”.

10) Trabas burocráticas para artistas

Para los músicos, actores y multitud de personas que trabajan en el sector del espectáculo, el Brexit suma una especialmente asombrosa maraña de normas, exigencias y tasas que simplemente no existían cuando los trabajadores del sector podían viajar libremente por el continente europeo. Obviamente, esto pasa en ambos sentidos: hay menos artistas europeos a los que les apetece ir a Reino Unido, y gente con talento en el Reino Unido tiene que buscar la forma de superar una infinidad de obstáculos para actuar fuera del país. El resultado de este último problema es obvio: según datos publicados recientemente por la iniciativa Best for Britain, este verano la cantidad de músicos británicos en festivales de la Unión Europea ha caído un 45% en comparación con el periodo inmediatamente anterior al Brexit y la pandemia. 

Este verano la cantidad de músicos británicos en festivales de la Unión Europea ha caído un 45% en comparación con el periodo inmediatamente anterior al Brexit y la pandemia

Sarah McQuaid es una artista de música folk de Cornwall. Se va de gira en las condiciones más básicas que se puedan imaginar: en un solo coche, con su manager y técnico. Suele tocar en locales pequeños -me cuenta que su sitio preferido en Berlín tiene capacidad para 60 personas-, pero entre las entradas y la venta durante la gira de vinilos, LPs, CDs, camisetas y otros productos de venta, este modelo de negocio siempre le había dado para ganarse modestamente la vida.

El Brexit ha puesto todo patas arriba. “Europa continental era el sitio donde podía conseguir un buen público, y realmente buenas ventas de merchandising”, dice. “Incluso con el coste de los ferris para ir allí, seguía pudiendo ganar más en cuatro semanas de lo que ganaba en el doble de tiempo en el Reino Unido. Podía ganar solo 400 euros por una actuación, pero conseguir la misma cantidad con la venta de productos de merchandising. Así que, para una artista en solitario como yo, era suficiente”.

Dice que sabe de músicos que ahora simplemente han decidido dejar de tocar en Europa. Uno de los problemas se debe a los diferentes sistemas de IVA de cada país europeo: “Se supone que debo registrar el IVA en cada uno de ellos, declarar el valor de todo el merchandising que me llevo para vender y pagar el IVA por ello. Y luego, cuando dejo el país, puedo reclamar el IVA, siempre que pueda demostrar que me vuelvo a llevar todas las cosas otra vez”. Otro problema es la tasa de importación. Y luego están los documentos con los que ahora tienen que detallar el equipo que se mueve de un país a otro, y eso conlleva unas tasas considerables (las últimas de McQuaid ascendieron a 379,25 libras (448,80 euros); para el tipo de funcionamiento que rodea a una banda o compañía de teatro, los costes suponen inevitablemente un coste aún mayor. 

Cuando se fue de gira a Irlanda hace poco, lo que más le impactó fue el espectáculo de agentes de aduanas teniendo que controlar su carga cuando llegó en ferry: “No están ahí para asegurarse de que los músicos que se llevan un sistema de sonido fuera del país lo traigan de vuelta. Están ahí para detectar tráfico de personas”.

Suspira y recuerda algo que he oído decir a prácticamente todos con los que he hablado: una sensación de normas y acuerdos que no tienen sentido y que están poniendo la vida de la gente patas arriba. “Es una pérdida enorme de tiempo para todo el mundo”, dice. “¿Por qué lo hicimos?”.

Traducción de María Torrens Tillack