Un Orgullo multitudinario desafía la prohibición del ultraderechista Viktor Orbán y toma las calles de Budapest

Ni las intenciones de sabotaje ultraderechistas ni las advertencias y amenazas de la Policía ni siquiera una declaración de prohibición directa y contundente han detenido en Budapest la manifestación LGTBIQ que se celebra cada junio desde hace 30 años. Desde las 14.00 horas, una multitud de decenas de miles de personas se agolpaban en la plaza del Ayuntamiento de la ciudad en una demostración de fuerza y arrojo frente a aquellos que quieren criminalizar, borrar y devolver el Orgullo al silencio, encarnados en la figura del primer ministro de Hungría, el ultraderechista Viktor Orbán.
La marcha ha arrancado pasados unos minutos de las 15 horas, como estaba previsto, sin presencia policial. Los asistentes, muchos jóvenes pero también alguna persona mayor, han abarrotado el bulevar Károly, situado en el centro de la ciudad. Entre ellas, muchos activistas y personas a título individual que hanvenido de otros países en apoyo a la comunidad LGTBIQ húngara. Una era Verena, que ha venido ella sola desde Viena para asistir a la marcha: “Tenía que estar aquí para defender los derechos humanos y la democracia”, afirmaba esta mujer que llevaba una camiseta con el escudo de la ciudad de Budapest coloreado de arcoíris. “Es importante porque la extrema derecha crece en todo el mundo y da miedo”, añadía mientras la columna arcoiris avanzaba por la ciudad húngara.
“Que no se molesten en preparar el desfile de este año”, les dijo el líder de Fidesz un mes antes de aprobar en el Parlamento el veto a la marcha bajo el pretexto de “proteger a la infancia”. Pero no hicieron caso, lo prepararon, lo organizaron, se confabularon con el alcalde de la ciudad, Gergely Karacsony, y lograron que representantes de 30 países y varias decenas de eurodiputados viajaran este sábado a la capital húngara para marchar con ellos. Y para visibilizar también que Budapest no es solo Budapest: es el espejo de la extrema derecha a nivel global, que ha encontrado en Hungria su laboratorio perfecto.

Eszter, que nació en Budapest hace 20 años y es bisexual, marchaba junto a su amiga Richie, de 18: “Este Gobierno está fabricando un enemigo y ahora somos las personas queer, a quienes nos está tratando como algo que hay que temer”, contaba la joven, que calificaba de “imprescindible” haber venido para “defender nuestros derechos”. “Tristemente nuestro Gobierno nos los está quitando poco a poco”. Richie, que es trans, coincidía: “Siento que este es un momento histórico. No sé trata solo del Orgullo, se trata de nuestros derechos civiles y nuestra libertad. Hoy quizá por fin este país empiece el cambio que necesita”.
Este Gobierno está fabricando un enemigo y ahora somos las personas queer, a quienes nos está tratando como algo que hay que temer
“Estamos aquí a favor de los derechos humanos y en contra de cómo el Gobierno de este país está machacando a las personas LGBTIQ”, explicaba al inicio de la marcha Camila, que es de México y lleva viviendo aquí cinco años. Habla en tercera persona de la comunidad queer porque ella no es parte, dice, también su amiga América, que ha venido de su país natal a visitarla. No han dudado ni un momento en acudir a la manifestación: “No es tan fácil vivir bajo un Gobierno que te ataca y quiero mostrar mi apoyo”, señalaba Camila.

Cambio de recorrido para evitar el sabotaje ultra
Apenas se ha visto presencia policial en la marcha. Un grupo de agentes se encontraba fuera de la popular estación de metro de Astoria, un punto en el que la manifestación ha modificado el recorrido previsto y ha enfilado otra calle diferente para cruzar el rio Danubio por un puente diferente al de la Libertad, que se preveía punto conflictivo por haber anunciado varios grupos de extrema derecha una contra protesta ahí. Justo al comienzo de la marcha, un gropúsculo ultracristiano se presentó en la zona de inicio para agitar sus proclamas antihomosexualidad: “¡Arrepentíos! Se puede evitar morir de sida. ¡Dejad la homosexualidad!”

En un ambiente festivo y animado por la música que lanzaban las clásicas camionetas que acompañan en muchos países del mundo a la marcha LGTBIQ, el Orgullo ha avanzado por las calles de Budapest. Colectivos LGTBIQ pero también organizaciones de la sociedad civil han salido a la calle para gritar que no, que no quieren volver al armario y que están aquí para mostrarse tal cual son a pesar de las legislaciones discriminatorias aprobadas en el pais. “No me meto mucho en política pero he venido porque soy gay”, decía Dominique, de 15 años, que ha acudido a la marcha con su madre y llevaba un abanico arcoíris y la cara pintada con purpurina de los mismos colores.
El Gobierno sabe que no puede parar el cambio que está en marcha contra él. He venido para mostrar que no nos importa su control y su autoritarismo
A la marcha han venido una inmensa mayoría de personas LGTBIQ, pero también muchas personas que no lo son. Y lo han hecho en apoyo a la comunidad y también para mostrar su rechazo al Gobierno de Orbán y sus vulneraciones de derechos. Es el caso de Márton, que aseguraba no preocuparle si la extrema derecha intentaba boicotear la manifestación: “El Gobierno sabe que no puede parar el cambio que está en marcha contra él. He venido para mostrar que no nos importa su control y su autoritarismo”, resumía al tiempo que esperaba su turno en un fuente publica de agua para intentar mantenerse fresco ante el calor que ha apretado duranto todo el acto.
El poder de convocatoria ultra ha aparecido mermado al contarse muy pocas pesonas en el puente que han tomado los manifestantes LGTBIQ donde unas pocas personas han sido separadas por la policia.

La prohibición del Orgullo en 2025 en Hungría ha sido el último capítulo de un desmantelamiento de derechos LGTBIQ que Orbán, que lleva 15 años en el poder, ha intensificado desde 2020: eliminó la adopción, impidió a las personas trans cambiar su sexo legal y su nombre y aprobó la Ley de Propaganda, que restringe la representación pública LGTBIQ a menores de 18 años. El ultraderechista ha convertido en chivo expiatorio a las personas queer húngaras como ya lo hizo con los migrantes y refugiados, que viven todos ellos en un país en el que son despreciados por su propio Gobierno.
La incertidumbre se palpaba en la ciudad estos últimos días. Al intento de boicot anunciado por la extrema derecha se ha sumado la incógnita de cómo actuará con los manifestantes la Policía, que ha advertido en todo momento de la ilegalidad de la protesta. Orbán ha descartado el uso de la fuerza pero ha amenazado con “consecuencias legales” y el alcalde Karacsony, implicado directamente en la organización, las ha descartado por haber convocado la marcha como “un evento municipal” sobre el que asegura que no aplica la limitación del derecho de reunión.

0