El bloqueo de Putin y el caos de Trump enfrían las esperanzas de paz en Ucrania

Días atrás, los líderes europeos intercambiaban alabanzas con Donald Trump en Washington y repetían el adjetivo “histórico” que tanto le gusta al presidente de Estados Unidos. No había terminado la semana pasada cuando Ucrania y sus aliados europeos se encontraban con la reticencia habitual del Kremlin, los mensajes contradictorios de Trump y más ataques rusos contra ciudades ucranianas.
Las buenas palabras, el despliegue diplomático europeo y los toques de humor en la Casa Blanca siguen sin dar frutos para avanzar hacia la paz en Ucrania. Después del impulso momentáneo del lunes, Trump sugiere ahora que la cita entre Volodímir Zelenski y Vladímir Putin no es asunto de Estados Unidos, y el Kremlin no se mueve de su rechazo a una misión europea que dé seguridad a Ucrania, evita comprometerse con una cita con el presidente ucraniano y sigue bombardeando su país.
Desde el lunes, se han sucedido los ataques rusos con drones y misiles, incluidos contra Leópolis y otras ciudades en el oeste, que suele ser la zona más segura del país. Las fuerzas rusas también atacaron el jueves una fábrica estadounidense de electrónica de consumo en Mukachevo, a 70 kilómetros de la frontera de Hungría. Este viernes seguían los ataques contra civiles en Járkov, la segunda mayor ciudad de Ucrania, y en el sur del país.

“Putin se está riendo, no está parando de matar, está matando más”, dijo Kaja Kallas, la jefa de Política Exterior de la UE, en una entrevista en la radio de la BBC. “Nos olvidamos que Rusia no ha hecho ni una sola concesión”. También destacó que en la cumbre con Trump el presidente ruso había conseguido “todo lo que quería”, en particular evitar sanciones de Washington.
El supuesto plazo que Trump dio a Putin a finales de julio de “10 o 12 días” antes de imponer castigos en forma de aranceles a países que comercian con Rusia ha pasado sin ninguna consecuencia. En principio, había dicho 50 días y ese ultimátum se cumpliría el 1 de septiembre, aunque no lo ha vuelto a mencionar esa fecha. Este viernes, en respuesta a preguntas en otro evento en la Casa Blanca, Trump aseguró que “en dos semanas” sabrá en “qué dirección ir” y tomará “una decisión muy importante, sea sanciones enormes o aranceles enormes, o los dos... o sea no hacer nada y decir, 'ésta es vuestra guerra'”. Pero ni siquiera se refirió de manera específica a Rusia y dijo que “verá de quién es la culpa” si no hay acuerdo.
Después de la reunión con los europeos y la última llamada a Putin el lunes, Trump ha pasado en pocas horas al modo de “esperar y ver qué pasa”, según dijo él mismo, y ya ni siquiera está especialmente interesado en la supuesta cita a tres de la que hablaba el lunes. “Ya veremos si Putin y Zelenski trabajan juntos. Son un poco como el aceite y el vinagre. No se llevan bien por razones obvias”, dijo este viernes. “Y ya veremos si tengo que estar ahí o no. Prefiero que no. Prefiero que se reúnan y vean cómo lo pueden hacer”.
Al principio de la semana, había hasta sugerencias de ciudades – Ginebra, según los europeos; Budapest, según los estadounidenses– para el encuentro que el Kremlin no tiene prisa por organizar.
Sergei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, dijo en una entrevista emitada este viernes en la NBC que no hay “ninguna reunión prevista” entre Zelenski y Putin y que no la habrá mientras no haya “una agenda presidencial”, que, según él, “no está preparada para nada”.
Participación estadounidense “mínima”
Los líderes europeos, con su viaje de urgencia juntos a Washington, lograron frenar lo que parecía una entrega de Ucrania por parte de Trump, empujado por la cita con Putin en Alaska y por su entorno poco experimentado y en algunos casos con inclinaciones favorables al Kremlin. Pero casi una semana después, y después de varias reuniones, los europeos siguen sin lograr que Estados Unidos detalle cómo podría participar en una futura misión que dé “garantías de seguridad” a Ucrania para evitar más invasiones si hay un cese de hostilidades.

Tras una reunión entre responsables de Defensa el miércoles y otra entre diplomáticos con el secretario de Estado, Marco Rubio, este jueves, la conclusión es que cualquier participación de Estados Unidos será “mínima” y que en ningún caso incluirá tropas estadounidenses. Estados Unidos sigue sin comprometerse a nada en concreto, pero varias fuentes explican a CNN que al menos una parte de la Administración considera aportar drones de vigilancia y otras aeronaves no pilotadas por militares estadounidenses. En cualquier caso, Rubio repitió que “los europeos tienen que liderar” cualquier operación de ese tipo.
“Empieza a cundir la sensación de que será Europa quien tenga que hacer esto realidad sobre el terreno”, dijo un diplomático de la OTAN al medio Politico. “Estados Unidos no está plenamente comprometido con nada”.
A la vez, la Casa Blanca tampoco da muestras de estar presionando más al Kremlin para que acepte dentro de un marco de negociaciones esta operación. Se trataría de dar algún tipo protección a Ucrania ya que la pertenencia a la OTAN, que compromete a la defensa mutua, está congelada desde hace 17 años y fuera de la mesa de manera más clara desde que empezó la invasión a gran escala.
En las últimas horas, algunas señales del Gobierno de Trump recuerdan la cercanía de algunos de sus miembros a las posiciones rusas.
El vicepresidente JD Vance describió en una entrevista en Fox News a Putin como un líder “de maneras suaves”, “reflexivo” y “muy cuidadoso” que los medios estadounidenses no han retratado bien, según él, y que sobre todo “vela por los intereses” de su país. Vance, que azuzó la bronca en febrero en el Despacho Oval, también presumió de haber alertado a Zelenski antes de la reunión del lunes de que no hablaría “si se portaba bien”, utilizando palabras, como otras veces, como para dirigirse a un niño.
Veto y despidos
Más allá de la conocida retórica de Vance, lo que preocupa a los aliados son algunos pasos más concretos que dificultan mantener una relación de confianza con Estados Unidos.
La directora de inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, dio la orden a finales de julio de no compartir detalles sobre las negociaciones con Rusia acerca de Ucrania con los miembros de la alianza de espionaje Five Eyes que Estados Unidos comparte desde la Segunda Guerra Mundial con Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, según confirman varias fuentes a la cadena CBS. Gabbard, que ha defendido en el pasado a Putin y al derrocado líder sirio Bashir Al Asad, ha quitado el visto bueno de seguridad a diplomáticos y agentes expertos en Rusia y la región, y Rubio ha reducido a la mitad los especialistas del Consejo Nacional de Seguridad. El resultado es que de cara a estas negociaciones o incluso a diseñar las garantías de seguridad faltan expertos en Washington, y son políticos o colegas de negocios inmobiliarios, como el caso de Steve Witkoff, los que quedan alrededor de Trump.
“Están volando a ciegas sin experiencia”, dice al New York Times Evelyn Farkas, directora ejecutiva del Instituto McCain de la Universidad Estatal de Arizona, experta en la región y ex alto cargo del Departamento de Estado. Según explica, el tipo de personas que el Gobierno ha despedido son justamente las que “han visto toda la inteligencia relacionada con las intenciones de Vladímir Putin”.
La falta de experiencia y conocimiento de la historia se une a las dificultades para mantener la atención de Trump que suele tener hasta su propio equipo. Unas horas después de la reunión de lunes, el presidente ha repetido que se trata de “la guerra de Biden” y ha dado mensajes contradictorios, a veces sugiriendo erróneamente que Ucrania había empezado la guerra y otras que debería atacar a Rusia.
Este jueves el ejército de Ucrania aseguró haber atacado una estación de bombeo de un oleducto en Rusia, a 40 kilómetros de la frontera ucraniana, y que sigue llevando petróleo también a Hungría y Eslovaquia, que a diferencia de los demás gobiernos de la UE han seguido comprando directamente el combustible de Moscú. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, publicó una carta que supuestamente le había enviado Trump diciendo que estaba “muy enfadado” por otro ataque anterior contra el mismo oleducto que interrumpió unos días el suministro.
Sin “ancla”
La falta de consistencia es una de las principales características de Trump, lo que supone un riesgo constante para mantener un frente común ante el Kremlin.
“No existe tal cosa como una posición fija para Trump. No hay un ancla, ninguna cosmovisión que lo guíe para comprender e interpretar el mundo. Todo es cuestión de negociaciones. Todo es personal. Todo es el sentimiento y el ambiente del último momento”, explica a elDiario.es Mujtaba Rahman, director para Europa de la consultora de riesgo político Eurasia Group. “No se trata de dónde estaba Trump en febrero o marzo, sino de dónde estaba la semana pasada y dónde estará la próxima. Y ese es un factor inherente a este proceso que generará riesgos”.
Esto puede beneficiar a Putin, que ya dilató negociaciones sin propósitos claros antes y después de la invasión de Ucrania a gran escala.
Trump le dijo al presidente francés, Emmanuel Macron, en unas palabras que captaron los micrófonos y referidas a Putin: “Creo que él quiere hacer un acuerdo para mí, por muy loco que suene”. Pero Moscú no ha dado ninguna señal de que sea así.
Mientras el Kremlin sugiere que una cita entre representantes de menor rango sería preferible y Trump se quita de en medio, Zelenski intenta asegurar con los europeos una propuesta más cerrada de la posible misión para Ucrania. Este viernes, el ministro de Defensa británico, John Healey, volvió a llamar a los colegas que han participado en las reuniones de la “coalición de dispuestos”, que de momento sólo tiene compromisos del Reino Unido, Francia, República Checa, Estonia y Lituania. El Gobierno español sigue sin pronunciarse.
Lavrov, el ministro ruso, insiste en que el despliegue de tropas europeas en Ucrania sería “una intervención extranjera” inaceptable en el país que Rusia ha invadido. El Kremlin dice que debería tener poder de veto sobre cualquier operación.
En estas circunstancias, Putin no ha dado ninguna señal de que vaya a renunciar a su idea de quedarse por la fuerza con parte de Ucrania o que tenga ninguna intención de reconocer la existencia del país que declaró su independencia en 1991 tras la disolución de la Unión Soviética. La cuestión abierta es hasta qué punto Estados Unidos está dispuesto a presionar para que el Kremlin mueva sus pretensiones sobre Ucrania.
“Ucrania se enfrentará una vez más a una disyuntiva”, explica a elDiario.es Keir Giles, analista del think-tank británico Chatham House y experto en defensa europea y en el ejército ruso. “Si Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, pretende imponer las condiciones de rendición de Rusia a Ucrania, Kiev tendrá que elegir entre aceptarlas, lo cual sería desastroso para su propio futuro, o luchar, lo que podría ser la opción menos mala. Pero, en cualquier caso, la ambición de Rusia no va a cambiar, ya que ninguna potencia extranjera ha estado dispuesta a apoyar a Ucrania lo suficiente como para cambiarla”.
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