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La renuncia de Irina Karamanos y el estatuto de la Primera Dama en América Latina - Análisis
La renuncia de la Primera Dama millennial chilena a sus deberes y honores

Dos primeras damas renunciantes, en México y en Chile. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (c-i), en compañía de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller (i), dan la bienvenida al presidente de Chile, Gabriel Boric (c-d) y su esposa Irina Karamanos (d), hoy en Palacio Nacional de la Ciudad de México (México). El presidente de Chile, Gabriel Boric, llegó este miércoles al Palacio Nacional para reunirse con el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, después de varios actos durante su primer día de visita oficial a México.

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Irina Karamanos de 33 años, hija de inmigrantes, una madre uruguaya de ascendencia alemana y un padre griego fallecido cuando ella tenía 8 años, habla con fluidez español, griego, alemán, inglés e indonesio básico. Estudia kawesqar, lengua del pueblo indígena del mismo nombre de la zona austral de Chile. Se ha graduado en Ciencias de la Educación y Antropología en la Universidad de Heidelberg de Alemania y cuenta con una diplomatura en formación ciudadana. Una de las vías de su interés y trabajo centrados en la cultura y el feminismo se encuentra en su  sólida militancia progresista: es una de las fundadoras del partido Convergencia Social, parte de la coalición Apruebo Dignidad que llevó al izquierdista Gabriel Boric a la presidencia en el ballotage de diciembre de 2021.

Irina Karamanos es la pareja de Gabriel Boric, su “compañera de vida”. Cuando quedó claro que Boric, activista estudiantil convertido en miembro del Congreso, era la mejor opción de su partido para postularse a la presidencia, Karamanos tomó la iniciativa en la recolección de las más de 30,000 firmas que necesitaba para calificar para la votación.

Aceptó con reservas  el rol de primera dama cuando Boric asumió la presidencia el 11 de marzo. “Parece contradictorio asumirlo como feminista”,  afirmó Karamanos en esa oportunidad  y prometió mostrar una nueva forma de habitar el poder, de modificarlo desde ese lugar.

 Sin embargo, la renuncia de Karamanos a su cargo el 5 octubre ha mostrado de manera nítida que no hay manera de modificar o reformar el papel de primera dama. La renuncia también marca el inicio de un proceso que entiende la desaparición de ese cargo y el traspaso de sus funciones a distintos Ministerios.

Historia de la expresión ‘Primera Dama’

La periodista, escritora y poetisa estadounidense  Mary Clemmer Ames (1831-1884) la utilizó por vez primera en 1877, con un sentido similar al actual. En su relato de los actos celebrados por la toma de posesión del presidente de EEUURutherford B. Hayes, acuñó la expresión “The first lady of de land” para referirse a Lucy Webb Hayes, su esposa.  Con frecuencia,  la expresión se vincula a la obra de teatro The First Lady of the Land (1911) de Charles Frederic Nirdlinger, acerca de Dolley Dandridge Payen Todd Madison, esposa de James Madison, también presidente de EEUU. 

Dolley, aunque fue la cuarta mujer en ser esposa de un presidente, fue la primera en hacer actividades de primera damaun paquete que hoy  los sociólogos definen como ‘trabajo invisible’: la labor requerida para mantener un hogar, generalmente realizado por mujeres, no reconocida y nunca  remunerada. Los deberes de una primera dama suelen ser descritos como “ceremoniales”, pero este nombre pomposo disimula una lista de tareas que no suelen ser tan atractivas como parece. Si bien usualmente cuentan con un personal,  los deberes ceremoniales implican un trabajo exigente de tiempo completo y sin paga.

Eleanor Roosevelt y Jacqueline Kennedy, esposas de los presidentes Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, fomentaron la expectativa de la imaginación pública de que las primeras damas acompañarían al presidente y defenderían causas no controvertidas, expectativas también adoptadas en partes de América Latina.

La imagen pública de las primeras damas, tan cercanas al poder de Estado

Durante la década del ’30, el periodismo de nuestro continente volvió familiar  las imágenes de las primeras damas que mostraban distinción y discreción,  participación en la vida social de los presidentes, desenvolvimiento en la vida doméstica y familiar, protagonismo en obras de asistencia y caridad y desenvolvimiento en actividades de socorro a personas afectadas por desastres.

Esas imágenes públicas de las primeras damas cobró frecuencia en un momento en el que cada vez más las páginas de los periódicos incluían otras informaciones referidas a mujeres. Así,  “El ideal de la mujer comunista rusa”. “Campañas feministas”, “La primera mujer aviadora”, “Cultura física femenina”, “¿Se está perdiendo la feminidad? Líder sindicalista”  que se sumaban a las referidas a la presencia de  reinas tanto la de Gran Bretaña como la elegida en  los carnavales; y la presencia de actrices internacionales.

En ese abanico de nombres femeninos, el de las mujeres cercanas a los presidentes, los mandatarios y los gobernantes iban acompañadas por fórmulas que subrayaban su calidad de esposas, de señoras, de hijas y de madres. Su visibilidad dependía de su relación con los hombres del poder.

En las décadas de los ‘40 y ‘50 del siglo XX, una variadísima literatura dará cuenta no sólo de las contemporáneas, sino también de las mujeres asociadas con el poder en el siglo XIX. La recuperación de las mujeres decimonónicas aparece  mediada por el imaginario creado en los ’40. Las figuras son recobradas en función de sus maridos y de ellos derivan los títulos con los cuales son nombradas: precursoras, libertadoras, heroínas, confidentes, patriotas confinadas, hijas desterradas, a partir de la reconstrucción que se hace del ámbito privado de la vida de estos hombres. La historia de las primeras damas es en buena parte la historia de cómo se construye un rol necesario en un momento dado para el desenvolvimiento público de los hombres.

Esposas e hijas de

Desde Eleonor Roosevelt hasta Chiang Ching, también conocida como Madame Mao, las primeras damas han sido figuras destacadas a nivel mundial y América Latina no es una excepción. Pero en la región, aquellas que tuvieron aspiraciones de ocupar cargos políticos fueron objeto de severas críticas. Los “matrimonios presidenciales” se descalifican por considerarse expresión del afán de algún presidente por perpetuar su poder presentando como candidata a la esposa. Argumento patriarcal sostenido en que las mujeres actúan siempre subordinadas a la voluntad del varón. Con igual justificación, en el siglo XIX se rechazó la extensión del derecho al voto femenino suponiendo que estaría determinado por el marido. 

El “salto” de las primeras damas a la política suele considerarse parte de una tradición que  privilegia la conservación del poder en manos de “familias políticas” y no considera el “derecho individual”. Los países latinoamericanos que establecen limitaciones para el acceso a la presidencia por relaciones de parentesco son mayoría. En Guatemala, la ley en 2011 rechazó la postulación de candidata presidencial a Sandra Torres, esposa del expresidente de Álvaro Colom (2008-2012). Sin embargo, en 2015Zury Ríos, hija del fallecido dictador Efraín Ríos Montt (1982-1983), pudo candidatearse, a pesar de la cláusula que se lo impedía por ser hija de un dictador.

En Perú, la norma ha sido igualmente lábil. En 1992Alberto Fujimori (1990-2000) impulsó la denominada “ley Susana Higuchi” para impedir la candidatura de su esposa anteponiendo el vínculo conyugal. El argumento de corrección política escondía sus intenciones de reelección. Durante el gobierno de su padre, Keiko Fujimori se desempeñó como primera dama a partir del alejamiento de su madre del gobierno quien desplegó denuncias de tortura y acusaciones de violaciones múltiples a sus derechos. Dos países, tres mujeres y las mismas derechas patriarcales. Y Paradójicamente, las tres candidatas son abanderadas de la fuerza que las subordina.

Una fórmula presidencial frustrada

En Argentina, Eva Duarte, segunda esposa del presidente Juan Domingo Perón, inauguró la política activa en el cargo de primera dama. Con singular impronta: era joven, hermosa, provenía de la orfandad afectiva y la humildad social. Su anterior profesión de actriz -había encarnado por radio la vida de grandes mujeres de la historia- le había otorgado poder de oratoria y un tono dramático y profundo a su decir para dar la voz como nadie antes a los trabajadores hasta entonces postergados quienes la hicieron su figura emblemática. No fue para ellos y la posteridad la primera dama, la esposa del presidente Perón. Fue EvitaLa abanderada de los humildes.

Sin embargo, en su corta vida y breve e intensa actuación política, Eva siempre se colocó a la sombra de Perón, con una devoción  admitida, sostenida y proclamada sin pudores. Su  frágil salud, la fuerte presión militar y de buena parte de la sociedad, frustraron  la fórmula Perón-Perón para las elecciones de noviembre de 1951. En agosto de 1951, en un acto público masivo, a la luz de las antorchas y en la noche cerrada, mantuvo un diálogo dramático, con la multitud que le rogaba y le exigía, que fuese candidata a la vicepresidencia. Renunció por radio días después y votó en noviembre de ese año, apenas operada del cáncer que le cobró la vida. Ese día, las mujeres votaron por primera vez en la Argentina.

La renuncia a un cargo que no era para mí

 Karamanos anunció en octubre que “el papel institucional de la primera dama tal y como lo conocemos ahora, terminará”. Entre las responsabilidades a las ha renunciado como Coordinadora Sociocultural  de la Presidencia se encuentran la supervisión de una orquesta infantil, una red de guarderías y un museo de ciencias. Cuando Karamanos comenzó a gestionar la separación del Museo Interactivo Mirador (MIM) del “Gabinete de la primera dama” en el Palacio de la Moneda, afirmó que ese puesto debía ser ocupado por alguien elegido por el ministro de Cultura. “La pareja del presidente es elegida para ser su pareja”, le dijo a la junta directiva del Museo, “no para ser presidenta de fundaciones”.

Al renunciar a sus deberes de primera dama, Karamanos ha ejercido su derecho a desempeñar el papel principal en su vida en lugar de un papel secundario en la de su pareja. Pero al renunciar en nombre de todos los futuros cónyuges presidenciales chilenos -al separar oficialmente el rol de sus responsabilidades tradicionales- está haciendo algo mucho más trascendental. Está defendiendo el derecho de la remuneración económica por el trabajo.

 

Deshabitar una institución

Karamanos no es la primera dama renuente en América Latina. En EcuadorAnne Malherbe Gosselin, la esposa nacida en Bélgica del ex presidente izquierdista Rafael Correaestuvo ausente del papel, que describió como clasista. En MéxicoBeatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la primera mujer en renunciar al cargo de Primera Dama en su país, ha continuado su labor como profesora universitaria. Aun así, continúa representando al gobierno mexicano en eventos diplomáticos.

“Pero ninguna de estas mujeres han revisado el papel mientras están en el cargo como Karamanos lo está intentando”, ameritó la politóloga chilena Carolina Guerrero.  Y precisamente Chile ha sido gobernado por la ex presidenta  Michelle Bachelet, quien delegó las responsabilidades de primera dama a dos mujeres políticas en su primer mandato y a su hijo en su segundo.

Los chilenos saben del palacio presidencial sin una primera dama. Pero Karamanos quiere hacer de esto la norma, no la excepción; “Al final de este proceso ya no seré la coordinadora sociocultural y en adelante seré Irina Karamanos. Pero lo más importante es que tengamos una nueva imagen de las posibilidades que tiene la pareja de un Presidente de, por supuesto, apoyarlo a él y al Gobierno. Lo que cambia, en definitiva, es que por una parte no tiene injerencia institucional y, por otra, sí tiene la posibilidad de continuar con autonomía profesional, económica y actitudinal en algunos casos”, aseguró la ex primera dama del gobierno del presidente Boric.

AGB

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