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Ben-Gvir, el líder ultra de retórica incendiaria que es clave para la vuelta al poder de Netanyahu en Israel

El líder del partido de extrema derecha israelí, Itamar Ben Gabir, durante un discurso tras la votación del uno de enero de 2022.

Bethan McKernan

Sederot (Israel) —

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Tras ganar en 1984 el único escaño de su partido Kach en la Knéset, el rabino y político de extrema derecha Meir Kahane veía cómo el resto de los miembros del parlamento se retiraban cada vez que él se ponía en pie para hablar. Incluso Yitzhak Shamir, el primer ministro de línea dura de la época, consideraba “negativo, peligroso y perjudicial” el movimiento antiárabe de Kahane. Su partido, Kach, fue ilegalizado unos años después por incitación al racismo.

Cuatro décadas después, el conflicto israelo-palestino sigue activo y el espectro de las opciones políticas israelíes está más a la derecha que nunca. Tras las elecciones del pasado martes, las quintas en menos de cuatro años, el discípulo de Kahane, Itamar Ben-Gvir, está en camino de convertirse en una de las fuerzas dominantes.

El resultado de las elecciones dio como claro ganador al partido del ex primer ministro, Benjamín Netanyahu, con 32 escaños, seguido por el partido del actual primer ministro, Yair Lapid, con 24 escaños. En tercera posición quedó la lista Sionismo Religioso, en la que está integrado el partido Poder Judío, liderado por Ben-Gvir, que pasó de seis a catorce escaños y será clave para la vuelta de Netanyahu.

Un gobierno ideológicamente homogéneo

En anteriores negociaciones para formar coaliciones estables, Netanyahu se mostró dispuesto a unir fuerzas con partidos centristas y hasta islamistas. Esta vez, el veterano líder del partido conservador Likud, asediado por casos de corrupción, expresó su preferencia por un gobierno ideológicamente cohesionado y homogéneo que evite una sexta convocatoria electoral. Ben-Gvir es el hombre que podría hacerlo realidad. Hace dos años, su partido de extrema derecha Poder Judío aún era un grupo marginal, pero Ben-Gvir logró obtener un escaño en la Knéset gracias a un acuerdo entre pequeños partidos extremistas orquestado por Netanyahu antes de las elecciones de 2021.

El líder de Poder Judío no dejó de ganar adeptos desde que este verano se derrumbó un efímero gobierno de coalición, atrayendo la atención de los medios israelíes con discursos encendidos y un vigoroso programa de campaña. Cosechó votos que antes iban a parar a la ya disuelta alianza Yamina y atrae tanto a la comunidad ultraortodoxa como a los votantes del Likud, frustrados por la crisis política israelí. La violencia entre comunidades que el año pasado se desató en las calles y la inclusión de un partido árabe en el último gobierno conmocionaron a la opinión pública de derecha.

Con la actual configuración de alianzas, el bloque que apoya a Netanyahu es el más extremista de la historia y tiene como objetivo revisar el sistema judicial israelí y afianzar aún más la ocupación de territorios palestinos.

La mayoría de políticos y votantes presentes en los actos de campaña a los que asistió el periódico The Guardian en las últimas dos semanas parecían agotados, algo que se notaba en un ambiente general de cansancio y sin brillo. Pero el mitin de los sionistas religiosos del miércoles por la noche en la ciudad obrera de Sederot, en el sur de Israel, fue todo lo contrario: en un gimnasio escolar repleto, la mayoría pertenecía a la ortodoxia moderna y tendía a ser joven. Kipás de punto para los hombres, faldas largas para las mujeres, y unos 100 jóvenes bailando y cantando al ritmo de la música pop cuando Ben-Gvir y el número uno de la lista, Bezalel Smotrich, hicieron su entrada en la sala. “Muerte a los terroristas”, gritaban los niños de la última fila

“Cada vez que [los árabes] atacan un coche judío, nuestra gente, corre a ver qué pasa... Necesitamos leyes nuevas contra los terroristas, necesitamos que todos los ciudadanos puedan protegerse con armas, necesitamos leyes para proteger a los soldados”, dijo Ben-Gvir, mientras la multitud lo aclamaba. “Hamás me amenazó pero no tengo miedo”, añadió. “Somos los dueños de esta tierra, los dueños de esta casa”, aseguró.

Cuando terminó el acto, los jóvenes se agolpaban ante Ben-Gvir y Smotrich para hacerse un selfie con ellos. “Es valiente, dice lo que hay que decir sobre los árabes, es honesto”, decía Noa, de 20 años, de permiso en el servicio militar. “Siempre voté a Netanyahu, pero esta vez votaré a Ben-Gvir”, explicaba.

“Algunas de las cosas que dice son obviamente mentira, no vamos a recuperar Gaza, pero si logra hacer el 85% de lo que dice que quiere hacer, será genial”, afirmaba Natan, de 21 años, estudiante de la escuela talmúdica.

Un pasado controvertido

Las opiniones antiárabes de Ben-Gvir se moldearon mientras crecía durante la primera intifada. Hijo de inmigrantes judíos laicos de Irak, se unió al movimiento juvenil del partido Kach de adolescente y en 1995 se hizo famoso por amenazar al primer ministro, Isaac Rabin, tres semanas antes de que lo asesinaran. Las Fuerzas de Defensa de Israel lo eximieron del servicio militar debido a sus actividades en la extrema derecha.

Ben-Gvir tiene ahora 46 años, desarrolló su carrera como abogado defendiendo a extremistas judíos y vive en la inestable ciudad cisjordana de Hebrón, uno de los principales objetivos del movimiento colono israelí. Dicen que en 2019, antes de su fallida candidatura a la Knéset, para tratar de parecer más moderado retiró de su salón una foto del terrorista Baruch Goldstein, el colono que en 1994 entró en la mezquita de Hebrón y asesinó a 29 palestinos.

Tras lograr su escaño en la Knéset, Ben-Gvir rebajó la retórica que le llevó a ser condenado por incitación al odio, pero sigue abogando por deportar a los que llama ciudadanos palestinos “desleales” de Israel, el 20% del país. Durante los violentos enfrentamientos de este mes en un barrio problemático de Jerusalén Oriental, Ben-Gvir fue noticia por sacar una pistola y gritar a la policía que disparara a un grupo de manifestantes palestinos.

Según el profesor Asad Ghanem, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Haifa y coautor del libro Israel in the Post Oslo Era (Israel en la era posterior a los Acuerdos de Oslo), el ascenso de Ben-Gvir refleja la tendencia generalizada hacia el autoritarismo en todo el mundo. También está relacionado con el fracaso del proceso de paz de los dos Estados y la intensificación reciente del conflicto.

“Hasta [los acuerdos de paz de] Oslo, para Israel, el principal enemigo siempre estaba fuera. Ahora, debido a la Autoridad Palestina y al auge de los movimientos islámicos, la amenaza se considera interna”, dijo Ghanem. “Muchos judíos lo ven como una cuestión de vida o muerte, necesitan tener todos los frentes abiertos: si la opción de dos estados no existe, hay que mantener a los palestinos bajo control y la gente siente que la mejor manera de hacerlo es con una firme política anti-palestina”, aseguró.

Los asistentes de más edad con los que habló The Guardian durante el mitin de Sederot se mostraban más cautos sobre Ben-Gvir que los simpatizantes jóvenes. Boaz, de 52 años, empleado del ayuntamiento, decía que votaría a los Sionistas Religiosos por primera vez en estas elecciones y que no lo hacía por el atractivo personal de la retórica de Ben-Gvir sino por falta de una alternativa mejor. “No hay ningún otro lugar al que puedan ir los judíos, este es nuestro país y tenemos que hacer todo lo posible para protegerlo, que es algo que no creo que la izquierda entienda: soy de Etiopía, nunca podría volver allí”, aseguraba. “No busco a alguien que haga promesas sobre la inflación o el empleo o la vivienda, busco un país con futuro”, concluía.

Traducido por Francisco de Zárate.

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