La pionera de la televisión de Moscú que desafió a Putin hasta su despedida al grito de “no a la guerra'

Tim Adams

The Guardian —

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Dozhd, también conocido como TV Rain, era hasta ahora el último canal de televisión independiente ruso. Bajo el lema “hablamos sobre cosas importantes con aquellas personas que nos importan”, Natalya Sindeyeva fundó el canal en 2010 y lo ha dirigido desde entonces. Mantenerlo vivo le ha costado su casa, su matrimonio, su salud y su seguridad.

Hace doce años, cuando lanzó Dozhd, Sindeyeva era una persona muy conocida, una “reina del baile” del circuito de fiestas de la élite moscovita. Ahora, su foto aparece en las esquinas, catalogada de “espía internacional”. La desafiante lucha de Dozhd por mantenerse al aire y seguir dando información veraz sobre Rusia, a pesar de las amenazas que han sufrido durante años y sanciones del Kremlin ha dado lugar al inspirador documental, “F@ck This Job (Tango with Putin)”, obra de la documentalista de origen ruso afincada en Londres Vera Krichevskaya. El documental se estrenó en Reino Unido la semana pasada y ha sido emitido por la BBC.

El viernes, solo unos pocos días después del estreno de “F@ck this Job”, el canal Dozhd fue silenciado, al menos provisionalmente. El Parlamento ruso aprobó por unanimidad una ley que prohíbe a los medios de comunicación informar con fuentes que no sean las oficiales. Solo pueden utilizar comunicados de prensa aprobados por el Estado (ahora es ilegal que los medios de comunicación se refieran a los acontecimientos en Ucrania, por ejemplo, con el calificativo de “guerra”).

La nueva ley, que también ha llevado a la BBC y a la mayoría de los medios de comunicación a suspender su labor informativa en Rusia (también a RTVE, la Agencia Efe y otros medios españoles), supondrá para los periodistas y propietarios de medios que la infrinjan penas de hasta 15 años de cárcel. El director general de la BBC, Tim Davie, dijo que la ley “parece criminalizar la práctica del periodismo independiente”.

Sus efectos más escalofriantes se han dejado sentir entre los pocos medios de comunicación rusos progresistas que han sobrevivido, como Dozhd y Novaya Gazeta, cuyo director, Dmitry Muratov, galardonado con el Premio Nobel de la Paz el año pasado, anunció que el sitio web del periódico se había visto obligado a borrar de sus páginas todo el contenido sobre la invasión rusa de Ucrania, ya que “sin lugar a dudas el Kremlin está dispuesto a cumplir con la amenaza de procesar” a todo aquel que infrinja la nueva ley.

Sin más remedio que huir

El viernes por la tarde hablé por Zoom con Natalya Sindeyeva y el subdirector de noticias de Dozhd, Dmitry Elovsky, así como con la documentalista Vera Krichevskaya. Tenían el rostro demacrado y todavía intentaban comprender lo que había sucedido. Explicaron que la ley que intenta acabar con lo que el Kremlin ha llamado, como era previsible, “noticias falsas” lo había “cambiado todo de la noche a la mañana” en Rusia. ¿Cómo definen las autoridades las “noticias falsas”?, pregunto. “Es toda noticia que sea cierta”, responde Sindeyeva.

El fin de semana pasado, Sindeyeva había estado en Londres para asistir al estreno de “F@ck this Job”, con las entradas agotadas. El lunes, tras el anuncio de las sanciones contra Rusia, regresó apresuradamente a Moscú para estar con sus hijos cuando parecía que las fronteras podrían cerrarse. En el avión de vuelta a casa todavía creía que Dozhd podría seguir emitiendo para sus millones de espectadores rusos, al menos en el canal de YouTube al que desde hace algún tiempo está relegado. 

El miércoles se hizo evidente que seguir informando desde YouTube iba a ser imposible. El redactor jefe de Dozhd, Tikhon Dzaydko, y su esposa habían recibido durante toda la semana graves amenazas de muerte, después de que sus datos de contacto se difundieran en Internet. Decidieron que no tenían más remedio que abandonar el país. Sindeyeva recibió varias informaciones según las cuales “fuerzas especiales de la policía se dirigían a nuestra redacción junto con mafiosos pro-Kremlin”.

Krichevsakya había cruzado la frontera desde Finlandia en coche el día anterior para asistir a un estreno de “F@ck this Job” programado en el mayor cine de Moscú. Sólo unas horas antes de que comenzara el evento, recibió una llamada en la que se le comunicaba que el estreno, así como la proyección de la película en todo el país, se había cancelado a causa de amenazas de bomba. Cuando hablamos, la directora había conseguido escapar de Rusia y tomar un vuelo a Estambul y luego otro a Tel Aviv. Sindeyeva y Elovsky no revelaron su ubicación.

“Por primera vez, no tengo esperanza”

Cuando hace 12 años Sindeyeva lanzó Dozhd como “un canal optimista”, durante la breve ventana de apertura que supuso la presidencia de Dmitry Medvedev, trató de crear un espacio vivo en el que pudiera existir una visión de una Rusia progresista. El canal quería celebrar la juventud y la tolerancia. De hecho, siguió defendiendo los derechos de los homosexuales cuando se promulgaron nuevas leyes que penalizaban la “promoción” de las relaciones entre personas del mismo sexo. Informó con valentía desde Chechenia y Ucrania y dio una plataforma a los líderes de la oposición Boris Nemtsov (antes de su asesinato en 2015) y Alexéi Navalni. La confianza de Sindeyeva en un futuro mejor la mantuvo en pie.

Hace dos semanas, me dijo: “Siempre he sido optimista y sigo siéndolo. Para mí, esto significa que el bien acabará por imponerse. Pero es importante lanzar un segundo mensaje; el optimismo no es soñar, ya que a veces toca 'levantar el culo de la silla y tratar de hacer que las cosas sucedan'”. 15 días después, gran parte de ese espíritu ha desaparecido, al menos de momento. “Ahora, por primera vez, no tengo ninguna esperanza. Lloré toda la mañana del miércoles, antes de entrar en la oficina para la reunión en la que decidimos dejar de emitir”, dice.

Sus lágrimas habían dado paso a la solidaridad con los trabajadores y trabajadoras de su cadena, que nunca habían dejado de informar, a pesar de haber sido expulsados de canales y redacciones durante años. De hecho, durante un tiempo instalaron un estudio de informativos en el apartamento de Sindeyeva en Moscú. El cierre se ha vivido, según Sindeyeva, “como la decisión que tiene que tomar una madre en una guerra, de esconder a sus hijos en el sótano”.

En la última emisión, Sindeyeva se unió a todo el equipo de noticias frente a la cámara para despedirse de los espectadores. “No a la guerra”, dijo a modo de despedida, con una sombría sonrisa, después de que dos de sus compañeros hicieran suyo el 'no pasarán' que el Madrid republicano convirtió en lema frente al asedio de los sublevados franquistas. A continuación, la emisora cortó con unas viejas imágenes del ballet El lago de los cisnes, un gesto irónico hacia las películas que la televisión estatal soviética había emitido antaño de forma rutinaria cuando las noticias estaban censuradas.

El miércoles por la noche, Sindeyeva y Elovsky vieron cómo se apagaban las luces de los canales de información y los sitios web de Moscú uno por uno. Primero los canales de YouTube y luego Facebook. “Fue muy triste -dice Krichevskaya- despertarme el jueves por la mañana sin mis notificaciones habituales de Dozhd”. De la noche a la mañana, la única fuente de noticias independientes en Rusia se había convertido en mensajes de Telegram en los que amigos y colegas compartían el temor de que las fronteras se cerraran pronto.

El avión en el que viajaba la madre de Krichevskaya desde San Petersburgo fue desviado y se quedó en tierra durante 13 horas mientras se comprobaban los datos de los pasajeros. Según Elovsky, el tema principal de conversación de los periodistas rusos gira en torno a cómo borrar de los teléfonos y de los ordenadores el contenido y el historial de los medios de comunicación leídos, para no tener problemas con la nueva ley. “Parece que vuelve el telón de acero”, dice.

Sindeyeva, con tono cansado pero desafiante, afirma que consideraba el cierre de Dozhd como una pausa temporal y no como algo más permanente. Había visto el llamamiento del líder de la oposición encarcelado Alexéi Navalni para que los ciudadanos rusos salieran a la calle a protestar contra la guerra de Putin, pero dudaba de que hubiera calado. “La gente tiene pánico, no sabe lo que va a pasar ahora”, dice. “Y ya no hay forma de que escuchen las noticias que podrían mantenerlos informados”.

Traducción de Emma Reverter.

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