Cuando Yevgeny Prigozhin decidió marchar sobre Moscú el 23 de junio de 2023 encabezando una rebelión del Grupo Wagner contra el presidente Putin, asestó sin saberlo el golpe definitivo a su empresa. Dos meses más tarde, murió. Sin embargo, la liquidación de su grupo de mercenarios ya venía fraguándose semanas atrás en el Kremlin.
Diez días antes del motín, Vladímir Putin apoyó la idea de que todos los paramilitares que estaban luchando en Ucrania firmasen un contrato con el Ministerio de Defensa ruso. Al presidente no le habían gustado las críticas públicas de Prigozhin a la falta de municiones en el frente y la popularidad que estaba logrando en el Ejército a costa del estancamiento de las operaciones militares.
Ahí cometió su error de cálculo el líder de los mercenarios. Según cuenta a elDiario.es Vanda Felbab-Brown, experta en crimen organizado internacional y política exterior de la Brookings Institution, “Prigozhin llegó a creer que tenía mucha más independencia, poder de decisión y autoridad de lo que realmente tenía.” Y el desafío a Putin fue su sentencia.
Tras morir en un accidente de avión cuyas causas todavía siguen sin aclararse el 23 de agosto de 2023, al lado de su mano derecha, el neonazi Dimitri Utkin, el presidente ruso ordenó la expulsión de Wagner del este de Ucrania y ofreció a sus combatientes integrarse en las Fuerzas Armadas Rusas. Algunos lo hicieron, otros pasaron a formar parte de la Guardia Rusa, encargada de la seguridad interna, y entre estos, hubo quienes se incorporaron al Batallón Ajmat checheno, asimilable a Wagner en cuanto a brutalidad y tácticas de asalto.
El objetivo de Moscú era evitar el surgimiento de un nuevo Prigozhin capaz de capitalizar el descontento de los soldados. “Wagner fue importante cuando el ejército ruso tenía un rendimiento deficiente y necesitaba carne de cañón”, explica Felbab-Brown. “Sirvió al Estado mientras fue útil y, cuando se volvió peligroso, el Gobierno ruso lo liquidó”. Esto es aplicable tanto a Ucrania como, de diferentes maneras, a África“, concluye.
África: resistencia a la disolución
Liquidado de facto en Ucrania, a Wagner solo le quedaba África, el continente donde había forjado su reputación, pero también allí Putin aspiraba a su disolución, con el objetivo de cortar el problema de raíz. Los wagneritas habían luchado en Crimea y Luhansk en 2014, y en Siria en 2015, en coordinación con el Ministerio de Defensa, pero fue en el continente africano donde gozaron de verdadera autonomía y lograron expandir su negocio, estableciendo ellos mismos, en la práctica, cuáles eran los intereses exteriores rusos.
Prigozhin y Utkin aprovecharon el vacío de seguridad cada vez mayor que estaban dejando las tropas francesas para ofrecer sus servicios a los gobiernos locales, hasta el punto de que en 2023 Emmanuel Macron llegó a expresar su frustración por la “epidemia de golpes de Estado” en el África francófona y la “extraña alianza” entre panafricanistas y neoimperialistas, en clara referencia a los mercenarios rusos.
Mali, Libia, Burkina Faso, Níger o República Centroafricana fueron algunos de los países en los que Wagner consiguió asentarse. En este último, en 2020, la llegada de 1.500 milicianos rusos comandados por Utkin permitió una salvaje y exitosa contraofensiva contra los grupos rebeldes. Aquello convenció, de un lado, a los líderes rusos de la eficacia de la estrategia paramilitar en África y, del otro, a gobiernos locales como el maliense, que no tardaron en hacerse con los servicios de la compañía militar privada.
Ahora bien, después del motín de junio de 2023, Putin quiso poner fin a la independencia de Wagner e impulsó la creación del Africa Korps, una estructura paramilitar subordinada al Ministerio de Defensa ruso y al servicio de inteligencia militar (GRU), con un nombre de reminiscencias nazis, ya que así se llamaba la unidad alemana que combatió en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero no en todos los países se completó esta disolución y el grupo de mercenarios todavía tiene presencia en algunas zonas. “La retirada de Wagner se está produciendo gradualmente y, a menudo, mediante fusiones o absorciones en lugar de un desmantelamiento”, explica a elDiario.es Dimitri Zufferey, autor de ‘Los señores de la guerra: Qué es Wagner y cómo actúa el aparato paramilitar ruso’ e investigador del grupo Inpact - All Eyes On Wagner.
En Libia, por ejemplo, Wagner combatió al lado del general rebelde Jalifa Haftar en 2019, y tras el alto el fuego de 2020, la integración de sus combatientes en el Africa Korps fue relativamente sencilla.
En cambio, en Mali la situación ha sido más compleja. Hasta hace pocos días, el 6 de junio, Wagner luchó en el norte del país contra los grupos yihadistas y los separatistas tuaregs por encargo de la junta local. “Misión cumplida”, publicó un canal de Telegram afiliado a la compañía de mercenarios, pero según Felbab-Brown, la decisión de abandonar Mali estuvo “mucho más motivada por el Kremlin”, deseoso de culminar la absorción por el Africa Korps, que por las autoridades malienses.
Después de su partida, una investigación internacional descubrió una red de cárceles ilegales en el país controlada por Wagner con centenares de presos. Estos centros se utilizaban para arrestar a civiles y se habían convertido en parte de un sistema represivo que operaba en paralelo a las fuerzas de seguridad. En menos de dos años, 668 ciudadanos fueron detenidos o secuestrados con la participación de mercenarios rusos, según la organización de derechos humanos Kal Akal.
Este lunes también se ha presentado ante la Corte Penal Internacional un informe confidencial sobre posibles crímenes cometidos por el grupo de mercenarios en África, entre 2021 y 2024. Según publica Associated Press, en el documento se detallan torturas, mutilaciones, ejecuciones extrajudiciales e incluso casos de canibalismo por parte de los paramilitares rusos, que luego difundían estas atrocidades en vídeo.
El último bastión de Wagner es la República Centroafricana y, según Zufferey, allí “probablemente persistirá” porque “sigue siendo muy poderoso”. Fuentes del liderazgo militar de los mercenarios, citadas por John Lechner y Serguéi Eledínov en la revista Responsible Statecraft, dan por hecho que mantendrán su autonomía. “Estamos seguros de que nos quedaremos y el gobierno [centroafricano] es de la misma opinión”, aseguran.
Nuevos “mini-Prigozhin”
“Los vestigios de Wagner que aún son independientes del Afrika Korps tienen una influencia cada vez más limitada”, apunta la investigadora Felbab-Brown. Zufferey habla directamente de una “coordinación completa” entre los wagneritas, el GRU y el servicio de inteligencia exterior (SVR).
El hombre clave dentro del aparato de supervisión de los paramilitares es Andréi Averiánov, excomandante de la unitad militar secreta 29155, responsable de acciones de sabotaje, asesinato y guerra híbrida en Europa, y acusada, entre otras operaciones, del envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal en Reino Unido en 2018.
A pesar de la práctica desaparición de Wagner, Rusia mantiene su interés por ejercer influencia en África. Ahora, Felbab-Brown considera que el Kremlin “operará de forma mucho más abierta”, ya que “no teme el coste” de hacerlo como años atrás. Según Zufferey, el Kremlin persigue una triple estrategia de influencia “híbrida”: “de seguridad, económica e informativa”. “La influencia rusa se basa principalmente en las élites locales que dependen de la protección rusa y de contratos económicos opacos”, argumenta.
La cuestión es si el Africa Korps podrá servir en el mismo grado que Wagner a los intereses de las juntas de los países en los que tiene presencia. Para Zufferey, el grupo de Prigozhin “se benefició de una flexibilidad y una brutalidad operativa que las estructuras oficiales rusas tienen dificultades para replicar”. Y añade: “Sin esta flexible fuerza de intervención, Moscú corre el riesgo de perder su eficacia sobre el terreno, especialmente en la lucha contra los grupos yihadistas o en el control de recursos”.
Otro reto para el Kremlin es cómo financiar todo este esfuerzo para ejercer influencia. En Responsible Statecraft, Lechner y Eledínov apuntan que Prigozhin entendió muy bien que sus empresas debían ser autosuficientes y no depender de subvenciones. Por eso, escriben, “aunque el Afrika Corps está, hasta cierto punto, diseñado para evitar la creación de otro Prigozhin en África, la economía política de Rusia todavía fomentará la llegada de nuevos mini-Prigozhins al continente”. Se trata de “una nueva generación de oligarcas patrióticos y emprendedores” dispuestos a “ayudar a llenar los vacíos presupuestarios en sitios como el Sahel”.
Las lecciones de Wagner
Incluso en el caso de que Wagner se acabe diluyendo por completo a las órdenes de los servicios de seguridad estatales rusos, su impronta será difícil de borrar. Zufferey destaca que “han puesto de relieve las limitaciones del ejército ruso convencional y las tensiones internas del gobierno”.
Otro experto, Jack Margolin, autor del libro The Wagner Group: Inside Russia’s Mercenary Army, señalaba en la edición rusa de Voice of America que Prigozhin finalmente consiguió lo que pedía antes de su rebelión: “Que las fuerzas rusas fueran más como Wagner para ser más efectivas”.
Algunas de las tácticas sanguinarias del grupo de mercenarios perviven en según qué unidades del ejército ruso: los llamados “asaltos de carne”, que Wagner puso en práctica en su mayor éxito, la toma de Bajmut, consistentes en lanzar a los soldados contra las líneas enemigas sin importar el número de bajas.
Si bien parece que el Kremlin tiene cada vez más bajo control a los grupos paramilitares, existe un último escenario incierto que puede alterar este equilibrio: el fin de la guerra en Ucrania. Si se firma un acuerdo de paz, Putin estará tentado de mandar a África a muchos veteranos que, con su experiencia, puedan engrosar las filas del Afrika Corps. Eso sí, a riesgo de volver a crear un nuevo Prigozhin.