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OPINIÓN

Listas negras en una sociedad polarizada: el Presidente cruzó una línea

Meme compartido por el Presidente en sus redes sociales, en modo Terminator.

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El lunes, en una situación legislativa sin precedentes, la ley insignia de LLA volvió al debate de comisiones. De una entrevista al Ministro del Interior, pareció surgir que el gobierno desconocía las consecuencias legales de ese paso atrás: Francos pensaba que se mantenía la aprobación en general, pero en realidad el trámite volvió a cero. De ómnibus a combi, de combi destartalada a combi chocada. Funcionarios y legisladores mileistas acusaron de traición a gobernadores y llegaron a señalar a otras fuerzas políticas por haber “abusado de su inexperiencia”. Milei, por su parte, validó un tweet que decía que su objetivo siempre había sido que la ley fracasara, porque así dejaría expuesta a la casta.

No es posible acceder a la psiquis ajena, pero, más allá de cuál haya sido su intención original con la Ley Ómnibus, lo que es evidente es la voluntad presidencial de usar su caída para reforzar su cruzada anti-casta. La retórica “pueblo” contra “casta” siempre fue el slogan de LLA, pero en los últimos días “casta” pasó de ser un término genérico a ser una serie de personas con nombre y apellido. El martes a la noche, Milei compartió una lista en la que aparecían fotos de los políticos que lo habían traicionado. Hoy por la mañana, el Presidente publicó una foto suya retratado como Terminator, con el mensaje “Casta a la vista, baby”, precedida por las categorías “gobernador_detectado, sindicalista_detectado, diputado_detectado y Belliboni_detectado”. Así, de amenazas genéricas tales como “fundir” a los gobernadores, Milei pasó a amenazas concretas. De esta forma, el Presidente cruzó la línea entre lo que coloquialmente conocemos como amenaza y lo que penalmente es una amenaza o una instigación a cometer delitos.

De todos modos, lo central en la escalada de violencia en el discurso presidencial es el riesgo de que se convierta en  violencia material. Diversos estudios han mostrado la importancia que tienen en nuestras percepciones y decisiones nuestros grupos de referencia identitaria. Por un lado, las personas tienden a validar la versión del mundo más compatible con quienes les son afines. Los argentinos vimos penal a Di María en la final del mundial y los franceses no, y ambas percepciones fueron genuinas. Por otro lado, los grupos de referencia son una guía para saber qué pensar o qué conductas tomar en situaciones determinadas. Si me siento progresista, y el progresimo está unánimemente a favor del aborto, tenderé a posicionarme a favor aun antes de informarme sobre distintas posturas.

En su último libro, Erza Klein estudia cómo impacta este fenómeno a nivel político. Entre otras cosas, explica que en Estados Unidos por mucho tiempo la pertenencia geográfica fue más importante que la partidaria. Eso explica que las personas votaran a distintos partidos en distintas elecciones. Con el tiempo, los partidos tomaron posturas más divisivas sobre asuntos de interés general y la identificación partidaria pasó a ser más fuerte que la regional a la hora de votar. El activo de generar identificación incentivó a los partidos a tomar posiciones cada vez más antagónicas a las de sus rivales y, así, construir identidades cada vez más marcadas. Recordemos que nuestro grupo identitario es tanto un espacio donde queremos ser aceptados como un manual que nos orienta al definir quiénes somos. El resultado de esto (sumado a otros factores), para Klein, es la polarización, que tanto conocemos acá. Una vez que sucede, la polarización parece irreversible. Un estudio experimental analizó qué pasa cuando se expone a personas de un grupo identitario a argumentos de otro grupo, para ver si salir de nuestra zona de confort nos cambia. Todo lo contrario: tras leer tweets demócratas por un mes, los republicanos eran más republicanos, y viceversa. 

Todo esto es lo que LLA mejor conoce: su estrategia comunicacional siempre se basó en crear identidad a partir de consignas extremas y en generar perfiles impermeables a las ideas de otros grupos. En este contexto, la publicación de listas negras y el señalamiento de las caras de los enemigos desde la cuenta oficial del Presidente pone a las millones de personas que se referencian en su figura en conocimiento de que el enemigo ya no es una casta difusa, sino que son personas con nombre y apellido. La única razón para publicar una foto de un traidor es que si alguien se lo cruza sepa quién es. Después verá qué hacer. 

El 1 de septiembre de 2022, tras la bala de Sabag Montiel que no salió, casi todo el arco político pareció recordar las consecuencias de abusar de discursos violentos en una sociedad hiperpolarizada. Las únicas dos personas de relevancia política que no condenaron el ataque fueron Patricia Bullrich y Javier Milei. Hoy, el ahora Presidente no solo no condena, sino que fomenta la creación de identidades referenciadas en la violencia hacia personas determinadas. Lo hace, además, desde el puesto político más importante del país.

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