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Informe Análisis

Hace medio siglo, la petrolera Total ya sabía que sus productos estaban alterando el medio ambiente

Periodistas por el Planeta
Humo de la chimenea de un pozo petrolero.

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Mucho antes que la duda sobre el calentamiento del clima se pusiera en boga, las propias compañías petroleras sabían con absoluta certeza que la quema de sus productos estaba alterando la atmósfera, y por lo tanto, iban a causar un colapso de los sistemas naturales en todo el mundo. Ese fue el caso de Exxon. Hoy se conoció también que Total, la compañía francesa que cobra generosos subsidios del Estado argentino por su actividad en Vaca Muerta, también tenía conocimiento de esos daños hace medio siglo.

En 1971, una publicación interna de la compañía, llamada curiosamente Total Information, decía: “desde el siglo XIX, los seres humanos han quemado cantidades cada vez mayores de combustibles fósiles. La cantidad total de dióxido de carbono (CO2) que se envía a la atmósfera ha aumentado considerablemente. [...] El aumento ha sido de alrededor del 15% en los últimos 150 años, lo que no es despreciable. Y [...] si el consumo de carbón y petróleo mantiene el mismo ritmo en los próximos años, la concentración de CO2 alcanzará las 400 partes por millón cerca de 2010”.

La lectura de ese pronóstico hoy resulta aterrador porque se cumplió casi al pie de la letra. Según la NASA, la peligrosa frontera de 400 partes por millón de CO2 se cruzó en marzo de 2015. Y, sin embargo, la compañía francesa -la cuarta productora mundial de hidrocarburos- en vez de poner el freno de mano a sus actividades, complotó con el resto de la industria primero para negar el cambio climático y luego instalar la duda y demorar la acción.

Esta nueva información sobre Total y el conocimiento que tenía del impacto de sus actividades fue publicada hoy en un artículo de la revista científica Global Environmental Change firmado por investigadores de Francia y de los Estados Unidos. Ellos son Christophe Bonneuil (CNRS), Pierre-Louis Choquet (Sciences-Po Paris) y Benjamin Franta de Stanford University. 

En 2015, una investigación de Inside Climate News ya había destapado también que Exxon sabía por lo menos desde el 77 que estaba alterando la composición del mar y de la atmósfera, dado que sus propios científicos habían estudiado profusamente el tema.

El artículo de Global Environmental Change dice además que “un documento interno de Exxon de 1982 señalaba que la detección estadística del calentamiento global podría tardar décadas y llegar demasiado tarde y que una vez que los efectos sean medibles, podrían no ser reversibles”. Palabras más, palabras menos, esto es lo que dijo hace tan solo un par de semanas el último informe del panel científico de la ONU, el IPCC. Los daños irreversibles son el aumento de la temperatura, la desaparición de masas heladas de las capas polares y los glaciares de montaña, el calentamiento de los mares y su suba de nivel. Se necesitarían milenios para dar vuelta la escala geológica del daño infringido por la industria mentirosa.

Total ya admitía el cambio climático hace exactamente medio siglo. “Este aumento de la concentración es bastante preocupante [...] el dióxido de carbono desempeña un papel importante en el equilibrio térmico de la atmósfera [...] el aire más rico en dióxido de carbono absorbe más radiación y se calienta. Por lo tanto, es posible que haya que temer un aumento de la temperatura media de la atmósfera”, decía la nota de Total Information. 

“La circulación atmosférica podría modificarse, y no es imposible, según algunos, prever al menos un deshielo parcial de los casquetes polares, lo que sin duda provocaría un aumento significativo del nivel del mar. Las secuencias catastróficas son fáciles de imaginar”, agregaba. 

Una nota editorial firmada por el CEO de la compañía en ese momento, René de Liliac, que acompañaba el artículo principal de Total Information, decía: “Total es plenamente consciente de que cada una de sus actividades puede generar una contaminación que puede afectar al equilibrio de la naturaleza”.

“El Grupo Total está dispuesto a aceptar cualquier restricción que sea útil y pueda contribuir a la protección del medio ambiente, pero hay una cosa que hay que hacer saber al público: esas intervenciones tendrán un coste elevado. Esta carga tendrá que repartirse equitativamente y todos tendrán que soportar el peso. Probablemente sea mejor hacer estos sacrificios inmediatamente que tener que remediar, mañana, una situación mucho más crítica que pondría en peligro ciertos equilibrios económicos”, remataba.

Sin embargo, en 1987, o sea, cinco años antes de la Cumbre de la Tierra, la conferencia de Río de Janeiro que dio origen a todas las convenciones sobre ambiente, incluyendo a la que derivó en el Acuerdo de París, la industria liderada por Exxon se puso de acuerdo para defender el negocio e instalar la duda como mecanismo para dilatar cualquier acción que fuera contra sus intereses. Esto quedó sellado en un encuentro en Baltimore, al que asistieron todas las empresas, preocupada por lo que se podría venir.

Ahora que la agenda de descarbonización está empezando a ocupar un lugar privilegiado en las carteras de grandes inversores institucionales, las compañías de hidrocarburos en vez de negar el cambio climático acuden a juegos de palabras para apoyar los objetivos de la transición, venden el argumento falaz de que el gas es un puente hacia las energías limpias, mientras siguen invirtiendo en proyectos extractivos como si nada pasara.

Precisamente, un informe del Programa de Naciones Unidas del Medio Ambiente (PNUMA), que también se conoció hoy, señala que la cantidad de hidrocarburos que planean sacar del suelo de aquí a 2030 es más de dos veces superior al necesario para detener la suba de la temperatura en 1,5C, el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París.

“Los planes y proyecciones de producción conducirían a una producción de 240% más de carbón, un 57% más de petróleo y un 71% más de gas en 2030 de lo que sería coherente con la limitación del calentamiento global a 1,5°C.”, indica el informe.

Muchas compañías, entre ellas Total, se plantean objetivos abstractos de descarbonización en sus operaciones, pero excluyen de su responsabilidad las emisiones que resulten de la quema de sus propios productos, una contabilidad extraña que sigue dejando su impacto en la atmósfera, que es lo que -al final del día- lo único que cuenta, y de lo que se preocupaba su propio CEO hace exactamente medio siglo. Esa ventana de tiempo que se perdió podría ser irrecuperable.

Para frenar el alza de la temperatura en +1,5ºC es necesario reducir el nivel de emisiones en 45 por ciento para 2030, y llevarlas a cero en 2050. Sin embargo, después de una mínima reducción causada por los encierros derivados de la pandemia, nos encaminamos otra vez a niveles récord de gases de efecto invernadero en la atmósfera, no sólo de CO2, sino también de metano, un componente del gas natural. Total es uno de los productores mayores de gas del país, con una explotación offshore frente a las cosas de Tierra del Fuego y campos en Vaca Muerta, donde hace fracking, una técnica, de paso sea dicho, prohibida en territorio de Francia.

Este contenido fue generado por Periodistas por el Planeta.

MA

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