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Opinión - Los cuadernos de invierno

Sobre un miembro del Kiss Army

Fabián Casas Cuadernos de invierno

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Uno de los hombres se acaba de separar de su pareja de miles de años y está despedazado. Como nunca estuvo muy bien de la cabeza, decide probar escalar en estilo libre el Dawn Wall, una parte del inmenso Capitán, en el Yosemite National Park. Sabe que para hacerlo necesita a un compañero, porque la ruta que elige es muy difícil, casi sin relieves por donde poner los dedos. Encima él, en un descuido con la sierra eléctrica, se rebanó uno. Todo el mundo coincide en que no va a poder escalar más, algo que viene haciendo desde que es un niño que nació con cierto retraso mental y al que su padre –fisicoculturista y escalador- va a tratar de endurecerlo para que pueda afrontar la vida. Se llama Tommy Caldwell. 

El otro protagonista, el compañero, es Kevin Jorgeson, un escalador de muros más joven, moreno, que bien podría formar parte de una serie de Disney para jóvenes, con una novia de toda la vida y que va a intentar estar a la altura de Caldwell, quien es ya una leyenda de la escalada. 

Después de practicar juntos cinco años, probando rutas de accesos, tratando de encontrar la mejor manera de escalar el Dawn Wall (llamado así porque es el punto donde el sol pega primero en el amanecer sobre el Capitán), ambos se equipan con lo indispensable y empiezan a escalar. El tema es que hay una parte transversal de la montaña que es casi imposible porque no hay manera de agarrarse. “Estoy obsesionado con escalar el Dawn Wall para no obsesionarme con mi divorcio”, dice Tommy. Y empiezan los veinte días donde van a estar viviendo y durmiendo pegados a las paredes rocosas a más de 500 metros de altura (y más) hasta que logren llegar a la cima de 900 metros. ¿Por qué lo hacen?, se preguntan a la noche los yanquis mientras los ven en las noticias. 

Tommy Caldwell logra -después de intentarlo muchas veces- escalar la parte transversal y desde ahí asciende hasta un sector muy alto y cerca de la cima donde uno se puede parar. Pero el problema –el dilema ético de la escalada- es que si su acompañante Kevin Jorgeson no logra alcanzarlo (ha probado con el tramo transversal y fracasó una y otra vez) ¿terminará él solo la escalada? ¿Es lo mismo terminar solo una hazaña monumental que hacerlo con tu compañero con el cual la planificaste? Los periódicos que vienen siguiendo el ascenso en la prensa se ponen amarillos y titulan: “¿Jorgeson está demorando el sueño de Caldwell?”.

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Cuando veo a estos tipos subir esas cimas y dormir amarrados a sogas enganchadas en las rocas, no puedo dejar de pensar en lo que me pasó hace poco cuando ayudé en la mudanza de mi amigo Santiago: pisé mal en una escalera y caí al vacío pegando contra un ventanal que rompí en parte. Creí que me había partido en dos. Ya pasó más de un mes de ese golpe y hoy Santiago me pregunta si me sigue doliendo la pierna. Le digo que el dolor es como el de la separación: de golpe se va, de golpe vuelve. “Tal vez tendrías que hacerte una radiografía”, me dice. Le digo que si sigue el dolor intermitente, voy a hacerla. Pero ahora me pongo a ver un documental de Kiss con Victoria. “Es la banda preferida de mi hermano menor”, le digo. Mientras miro el documental, que está dividido en dos partes, y veo las vicisitudes que atravesaron los integrantes de la banda para lograr imponer su sueño, recuerdo a mi hermanito, a la manera en que él se dedicaba a escuchar los discos de Kiss que alguien le compraba en mi casa, a los posters de Kiss que tenía en su pieza (que compartíamos) y que me molestaban mucho porque a mí nunca me interesó Kiss un pepino. Uno puede vivir gran parte de la infancia pegado a otro –como Caldwell y Jorgeson en la ladera del Capitán- y no tener ni la menor idea de lo que se está gestando cerca tuyo, en la mente y el corazón de tu hermano. Cuáles son sus anhelos, dónde está la forma que va a encontrar él para tomar la distorsión y devolverla multiplicada. 

Entonces en una de las partes clave de The Dawn Wall –el film de la hazaña de Caldwell y Jorgeson- , Tommy se da cuenta de que no puede ni quiere alcanzar la cima solo. Y le dice a Jorgeson que lo va a esperar el tiempo que sea pero, o la suben los dos, o ninguno. Entonces se produce un agenciamiento. Son dos que hacen uno, pero no están unidos por la negatividad dialéctica sino por la diferencia. Deleuze fue un santo. Jorgeson parece emanciparse ante el gesto de su compañero y logra cruzar el tramo transversal que hasta hace poco le resultaba imposible y logra alcanzar a Caldwell y así prepararse para vencer al Capitán juntos. 

Viendo el documental de Kiss me doy cuenta por primera vez que entiendo el mundo de mi hermano. Por qué fue un miembro del Kiss Army desde muy chico, por qué juntaba figuritas y muñecos de la banda, por qué ya de grande con su esposa e hijos se vistieron como Ace, Peter, Gene y Paul para un video familiar. En ese momento pensé que estaba mal de la cabeza. Pero ahora lo veo en lo más alto de la montaña, esperando que yo logre derribar mis prejuicios, mis torpezas y logre alcanzarlo en la pendiente escarpada y filosa para, después de abrazarnos, ganar la cima juntos. Ahora sí.

FC

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