Películas que envejecen, los días de Norma Plá

Uno. En otra época de mi vida, cuando vivía rodeada de críticos, cinéfilos o personas que por trabajo o por gusto pasaban buena parte de sus días en el cine, solía escucharlos decir que tal película “envejeció bien” o que tal otra, por el contrario y para el horror de varios de ellos, “envejeció mal”. A veces era para referirse a algún clásico, otras para hablar de la obra de alguien que se había destacado apenas un par de décadas atrás de que ellos mismos lanzaran esa frase categórica. Aquellas palabras volvieron a mí ahora – esa voz medio destemplada que tienen algunos recuerdos y ese color impreciso de la memoria: ¿de dónde vienen?– cuando caí en la cuenta de que en los últimos meses las películas que estuve viendo en casa tienen –y es un piso porque vi de todo– no menos de veinte años. La pregunta por la vejez –la mía, la de las películas, la de ese hilo invisible pero insistente o, para llamarlo con una palabra actual, ese algoritmo íntimo que me llevó a ese territorio y no a otros– se impuso y también se fue abriendo. Pero más que por la insólita línea divisoria de envejecer bien o hacerlo mal (como si hubiera un manual posible, una voluntad, casi una obligación de transitar los años de determinada manera; como si no existieran los desvíos) me quedé en esa idea de impermeabilidad que subyace. Bajo ese prisma, lo que envejece bien, se supone, tiene una solidez a prueba de balas, una forma de permanecer a la que el tiempo no le hace mella.

Dos. Esta semana, la persona más vieja del mundo cumplió 116 años. Se llama Ethel Caterham, vive en un asilo en Surrey, Inglaterra. Las notas de los medios se empeñaron en destacar, como si esos hechos fueran parte insoslayable de su identidad, que Caterham nació tres años antes de la tragedia del Titanic y ocho años antes de la revolución rusa y que fue testigo y sobreviviente de dos guerras mundiales. Cuando cumplió 115, le hicieron preguntas sobre el hecho de envejecer (¿por qué insistimos en pedirle certezas también a los años?, ¿qué nos lleva a buscar todo el tiempo algo así como una confirmación, un protocolo? Vale para las películas, vale, sobre todo, para nosotros). Dijo que no entendía por qué hacían tanto espamento con la cifra, que no sabía si existía un secreto para tener una vida larga, pero que en su caso intentaba no pelear con nadie y hacer y escuchar cosas que le gustan. Pasó el tiempo y este año la mujer siguió su premisa y prefirió no hacer declaraciones. Apenas circuló un comunicado en el que su familia agradecía los saludos y aseguraba esta vez Ethel quería pasar esta fecha un poco en la suya (“at her own pace” dice el comunicado, me gustó pensarlo como “a su propio ritmo”).
Tres. Pongo Embriagado de amor o Punch-drunk Love, de Paul Thomas Anderson. La vi un par de veces en el cine cuando se estrenó, vuelvo ahora, veintipico de años después. Lejos de cualquier certeza, en esa historia maravillosa, y también arrasadora, Barry Egan (Adam Sandler en uno de sus mejores roles) está todo el tiempo dando vueltas alrededor de ese volcán que son sus dudas y su torpeza. Lo tironean, justamente, su no-saber-ser-grande en un mundo desconcertante y tal vez ese último lance para mantenerse vivo que encuentra a través de Healthy Choice (el nombre parece puesto casi como un cartel de neón). Se trata de una empresa que ofrece millas de viajero para aerolíneas a cambio de comprar sus postrecitos. “No sé si hay algo mal en mí porque no sé cómo son los demás”, dice con el corazón en la mano y su infaltable traje azul cuando le pregunta a un pariente si le puede dar algún tipo de ayuda profesional. Con el tiempo llegarán Lena (Emily Watson, también notable), el amor, los temblores, los colores y más interrogantes.
Cuatro. El músico Nick Cave le encontró la vuelta a esto de las preguntas en su precioso newsletter The Red Hand Files, donde, un poco en la suya o, a su propio ritmo, se dedica a responder inquietudes de personas de todas partes del mundo. Hace unas semanas, de hecho, se mandó una suerte de tres por uno. “¿Tenés figuras paternas?”, le preguntó un tal Everett de Italia. “¿A quién acude usted en busca de consejo?”, le lanzó Paula de Nueva York, mientras que Bogdan, de Serbia, se despachó con un latigazo: “¿No son molestas las mujeres?”. Cave entonces sacó a relucir una vez más con lucidez su papel de oráculo roto, su no-saber magistral. “Queridos Everett, Paula y Bogdan. Principalmente, acudo a personas mayores que yo en busca de sabiduría y apoyo. Cuando era más joven, como músico y compositor, buscaba a músicos de una o dos generaciones mayores que yo para que me guiaran en la dirección correcta (...) Como la mayoría de los artistas de mi generación, a menudo me hacía la pregunta eterna: ‘¿Qué haría Bob Dylan en esta situación?’. Estos músicos eran mis guías. Rara vez me fijaba en mis pares o contemporáneos. Ahora que soy mayor, muchas de estas personas (mis figuras paternas, mis figuras maternas) ya no están con nosotros (¡Bob Dylan, alabado sea, por suerte sigue aquí!), así que tiendo a recurrir a los difuntos, a aquellos que han resistido la prueba del tiempo, en busca de dirección. Veo la sabiduría acumulada de las edades con gran reverencia. La respuesta siempre está ahí. Mi padre, un gran maestro, murió relativamente joven, pero tuvo un impacto profundo en mi vida; aún puedo sentir su espíritu exuberante dentro de mí. Sin embargo, en última instancia, es mi madre, que falleció en 2020, quien me viene a la mente cuando me enfrento a un problema y necesito a alguien a quien recurrir para que me guíe. De hecho, diría que son en su mayoría mujeres, tanto vivas como fallecidas, a quienes busco para que me aconsejen. Para mí, ellas encarnan gran parte de la sabiduría del mundo. A menudo acudo a mi esposa, Susie, que es realmente sabia. Aunque sus consejos pueden ser exasperantes y a veces difíciles de escuchar (de hecho, Bogdan, profundamente molestos), generalmente son acertados y, en última instancia, verdaderos. Y así, al final, sigo sus consejos y, con el rumbo corregido, me alejo por el camino, sintiéndome más feliz, más ligero y un poco más libre. Con cariño, Nick”.

Cinco. “Tengo un amor en mi vida. Me hace más fuerte de lo que puedas imaginar”. Adam Sandler/Barry Egan lo dice con furia, entre tembloroso y plantado, como un superhéroe involuntario. ¿Es viejo ese temblor? ¿Envejece? ¿Fue ayer? ¿No es inoxidable su traje azul brillante? ¿No cambió un poco desde la primera vez que lo vi? ¿No es, también, absurdo, eterno, como el cine, como cualquier amor que embriaga?
Empieza una nueva edición de Mil lianas.
1. PTA. Arriba mencioné al cineasta Paul Thomas Anderson y justamente por estos días circuló el tráiler de su próxima película (lo dejo a mano). Se llama Una batalla tras otra y llegará a los cines de Argentina el 25 de septiembre.
Basada en la novela Vineland del escritor estadounidense Thomas Pynchon del elenco de la película forman parte Leonardo DiCaprio, Benicio del Toro, Regina Hall, Sean Penn, Alana Haim, Teyana Taylor y Wood Harris.
Un recordatorio para quienes tengan ganas de ir calentando motores: buena parte de la filmografía de este director está disponible en formato hogareño. Además de Embriagado de amor, la plataforma HBO Max tiene en su menú Boogie Nights (una de mis favoritas), Magnolia e Inherent Vice.
Pero hay más: una de sus producciones más recientes, Licorice Pizza (la comentamos con fervor por acá) se puede ver en Mubi y en Amazon Prime Video, que también ofrece The Master, de 2012, protagonizada por Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams. Por último, Anima, el corto experimental protagonizado por Thom Yorke de Radiohead, está disponible en Netflix.
2. Norma también. “Acá tenés, está calentito”. Promedia la década de los ‘90 y, a los gritos, con una tira de chorizos en la mano, Norma Plá invita a Sonia Abrazian, la esposa del entonces ministro Domingo Cavallo, a comer con ella y con sus compañeros jubilados en la vereda de su departamento. Están en el corazón de Palermo Chico y esta mujer del sur del conurbano pide a viva voz algo simple y a la vez contundente: que las magras jubilaciones mínimas aumenten a un piso de 450 pesos, equivalentes a dólares por aquellos años.
Con una interesantísima recuperación de archivos de televisión con escenas como esa y con preguntas que traccionan toda la narración (¿dónde está el espíritu combativo de Norma Plá hoy? ¿cómo levantar otra vez sus banderas?) llega esta semana el documental Norma también, de Natalia Vinelli y Alejandra Guzzo. La película tendrá su estreno el 23 de agosto en una función del festival de documentales Doca y luego se proyectará en otros espacios porteños.
A casi 30 años de la muerte de aquella luchadora popular sorprendente y disruptiva que le puso el cuerpo a los reclamos de jubilados y pensionados durante el primer gobierno de Carlos Menem, la película recupera su figura con material impresionante de archivo y también con entrevistas a familiares y militantes que salieron a las calles a reclamar junto a Plá. Resulta particularmente estremecedor volver a cruzarse en la pantalla con aquellas imágenes (mujeres y hombres mayores frente al Congreso todos los miércoles mientras son violentados por la policía, la propia Norma Plá teniendo que dar explicaciones ante conductores de televisión que se burlan de ella y critican sus formas) en estos tiempos otra vez crueles con las personas que se manifiestan todas las semanas por sus derechos mientras la dirigencia política no ofrece respuestas o decide reprimirlos con brutalidad.

El documental Norma también, de Natalia Vinelli y Alejandra Guzzo, se estrena el 23 de agosto durante el festival de documentales Doca y seguirá en cartel en otros espacios. Más información sobre funciones y horarios, en este enlace.
Apostilla. Hablábamos arriba del paso de los años o algo parecido a eso. El 5 de agosto se cumplieron diez años de la muerte de la poeta argentina Juana Bignozzi. Como ya señalamos en este espacio en más de una oportunidad, la publicación de La vida en serio. Obra completa (1998-2019) que salió el año pasado por Adriana Hidalgo Editora puede ser un buen camino para ir o volver a su obra. También Juana Bignozzi. Todo se une con la noche, de Vanina Colagiovanni (Gog & Magog, 2023), donde la autora va tejiendo palabras filosas de Bignozzi, voces que intentan hacer una aproximación a su figura y escenas de la vida de la escritora. Por si se les pasó, lo comentamos por acá.
Aprovecho para transcribir un poema que forma parte de su libro póstumo Novísimos (Adriana Hidalgo, 2019) y también del primer volumen de su poesía reunida.
no tiemblen cuando escuchen lo que voy a decir
la poesía es palabra de la muerte
no la niega le da sonido
habla con ella
los muertos siempre hablan con los vivos
piensen en sus padres los hijos
en sus maridos las viudas
esa palabra eterna atraviesa bóvedas rencores
paraninfos mortuorios
rehace los recuerdos
la poesía hace eterno lo que no está lo que fue
créanme hace eterna la muerte
Banda sonora. Belle and Sebastian, o la banda de Glasgow que se ganó mi corazón y el de muchos de mis amigos, anunció esta semana que el año que viene, para celebrar los 30 años de sus primeros dos discos, hará una enorme gira por distintos países de Europa, por algunas localidades estadounidenses y por la ciudad de México. Lamentablemente no hay anuncios, por ahora, de shows en nuestro hemisferio sur, pero de todos modos la noticia me hizo volver a escuchar por estas horas esos trabajos iniciales del grupo. Así que hice una selección de canciones de Tigermilk y de If You’re Feeling Sinister y las sumé a nuestra lista compartida. Sí, esa que se escucha siempre por acá.
Pensando en esos discos –los son de 1996, de locos–, también volví a esta lista que armó Pitchfork con las que consideran las mejores 250 canciones de los ‘90. Aproveché el envión y también trafiqué algunas para la banda sonora de Mil lianas.
Bonus track. Distintas editoriales y entidades que promueven la cultura mantienen abiertas en esta segunda parte del año convocatorias a concursos literarios que apuntan a recibir textos inéditos y a incentivar a la escritura. Por acá pueden leer una breve guía sobre premios, requisitos y plazos de algunos muy interesantes que invitan a mandar cuentos y novelas.

Posdata. Gracias especiales a T., María Amalia, Milagro, Sol y a todos los se tomaron un rato para escribirme por el newsletter en estos días áridos. Como ya les dije alguna vez en este espacio, me encanta la correspondencia en cualquiera de sus formas y la valoro todavía más en tiempos difíciles. Les recuerdo que me encuentran, por lo general, en este rincón. Los dejo con una escena de Popeye donde Shelley Duvall, como Olivia, interpreta He Needs Me, la canción que también forma parte de Embriagado de amor.
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