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El viejo truco de las voces distintas

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El otoño en Pekín, la novela publicada por Boris Vian en 1947, no sucede ni en otoño ni en Pekín. Y Caroline, uno de los grupos más interesantes del rock actual –están quienes lo llaman post-rock– no incluye a ninguna Caroline y acostumbra escribir su nombre sin mayúsculas, como en los títulos de sus dos discos editados hasta el momento, caroline, en 2022, y el reciente caroline 2. Podría tratarse de un homenaje a Carolina (del norte o del sur), al fin y al cabo hubo bandas llamadas Kansas o Chicago, pero el inusual octeto es británico. Y, afortunadamente, su nombre no es lo único capaz de sorprender.

El hecho de que se trate de un grupo extendido, incluyendo cellos, violines, trompeta, clarinete bajo y trombón –además de guitarra, bajo y percusión– entre sus instrumentos posibles ya funciona como una cierta declaración de principios en cuanto a la intencionalidad de las composiciones. Pero lo más novedoso es -y ahí es donde difiero con lo de post-rock– su fe en el rock, entendido un poco a la antigua, más como un universo capaz de contener mundos dispares –y hacerlos convivir con elegancia– que como manual de instrucciones para la cerrazón estética. Como en todo aquello que se precie de arte, en su música jamás hay un único nivel de sentido. La vieja y buena entente entre melodía y acompañamiento se construye, en su caso, con tensiones muchas veces extremas, entre gestos contrastantes e, incluso, entre estilos –y sistemas de valor– divergentes. En el primer tema de caroline 2, “Total euphoria”, por ejemplo, dos guitarras desmañadas y casi punk, que empiezan respondiéndose, en un esquema repetitivo, y acaban apenas desplazada una de la otra, se superponen con una batería explosiva y con líneas vocales sumamente cuidadas y una melodía tan folk que sólo podría pertenecer al rock británico, hasta desembocar en un pasaje con una textura densamente opresiva, donde abundan las disonancias e irrumpen el ruido y la distorsión. “¿Alguna vez hablamos de esto? ¿Por qué los dejaste”, se pregunta la letra.

Otra de las originalidades de esta música es el uso de las cuerdas, más cercanas a un efecto de sonido hendrixiano que a los colchones azucarados que el pop identifica de manera automática con la mera visión de esas cajas resonantes de madera de diversos tamaños y con cuatro cuerdas atornilladas a su clavijero. Incidentalmente, en la tercera canción del disco, “Tell me I never knew that”, aparece como invitada, una Caroline, la cantante y productora estadounidense Caroline Polachek. En Caroline –y en caroline 2– hay texturas siempre cambiantes, riqueza en las concepciones de cada tema como unidad, el uso de trombón y trompeta –generalmente en su registro grave– siempre más cerca del coral de un órgano de iglesia que de efluvios solistas, la alternancia entre momentos de una delgadez extrema, con acordes solitarios con un punteo repetitivo y una voz tarareando en susurros desembocando en un himno al que el ruidismo de las guitarras aporta otro estrato de sentido, para terminar en dos voces a capella (en “When I Get Home”). Hasta el autotune está utilizado de manera creativa (en la amplia línea vocal de “U R UR ONLY ACHING”).

En caroline 2 nada está fijado de antemano, si siquiera el sonido del grupo, un octeto donde no tocan siempre los ocho al mismo tiempo, y en que, además, cuando están, no necesariamente tocan permanentemente los mismos instrumentos. La planta principal está conformada por Casper Hughes y Jasper Llewellyn en guitarras y voces –Llewellin ocasionalmente agrega el cello), Hugh Aynsley en batería y coros, Oliver Hamilton en violín, voz y guitarra acústica, Magdalena McLean en voz y viola, Alex McKenzie en clarinete bajo y coros, Mike O'Malley en guitarras y banjo y Frederick Wordsworth en bajo, trombón, trompeta, voz y coros. A ellos se agrega, además de la mencionada Caroline Polachek en una canción, un numeroso grupo de invitados en coros para otros dos temas. Desde ya no se trata del lado más liviano del rock, aunque aparecen aquí y allá –¿como guiños?– algunas luminosas melodías pop. El secreto es que nunca aparecen solas. Cuando en una línea se dice algo, alguna otra la pone en duda. En Caroline, eventualmente, no hay mucho de festivo. Pero en el arte no suele haberlo.

DF/MF