Sergio Massa ya anunció, puertas adentro, que se bajaba de la contienda. Axel Kicillof está abocado a la campaña bonaerense y nada más. Juan Grabois festeja la desactivación del Plan Massa, pero tiene el boleto picado por gran parte de la dirigencia peronista. Máximo Kirchner deja correr el operativo clamor, pero no moverá un dedo hasta tener el okey de Cristina. En la boleta de Fuerza Patria hay un agujero que nadie quiere –puede– llenar y, a 48 horas del cierre de listas, el peronismo bonaerense espera una sola cosa: un mensaje de San José 1111 que termine de ordenar, a la fuerza, la frágil unidad panperonista.
“La pelota está de su lado”. La frase se repite, cada vez con más frecuencia, en las diferentes terminales del peronismo bonaerense. El domingo cierra el plazo para la presentación de las candidaturas nacionales y, en Fuerza Patria, las conversaciones son casi inexistentes. No hay coordinación de campaña ni mesa de negociaciones. Solo la convicción, compartida entre las tres tribus, de que la decisión final la tendrá Cristina Fernández de Kirchner y que es solo cuestión de aguardar a que esta se pronuncie. Y rezar, luego, de que la unidad no termine estallando por los aires.
Desde su departamento sobre la calle San José, CFK interviene a la distancia. Recibe dirigentes, intercambia llamados y sondea propuestas, encuestas y candidatos. Observa y deja hacer, desde afuera, el operativo clamor del camporismo por la candidatura de Máximo, pero no toma postura. No aún, al menos. En eso también coinciden todos: CFK será quien maneje la lapicera de las listas, pero no anticipará nada hasta último momento.
Máximo, mientras tanto, pasa gran parte de su tiempo en San José, aunque también mueve sus fichas. Participa de actos, charlas y entrevistas, en una búsqueda por sacudirse el estigma de “monje negro” que él mismo cultivó en los últimos 15 años. Sus detractores internos sospechan, incluso, que está preparando el terreno para volver a ocupar la jefatura del bloque en Diputados a partir de diciembre (un rol que abandonó en 2022 debido a su rechazo a la renegociación del acuerdo con el FMI que estaba encabezando Alberto Fernández).
Para afuera, Máximo habilita el operativo clamor, lo deja correr. Pero insiste, puertas adentro, que no tiene interés en ser candidato -todavía le quedan dos años más de mandato- y que solo lo hará si su madre se lo pide.
“La realidad es que nadie está desesperado por ser candidato. La mayoría prefiere no serlo”, desliza uno de los dirigentes cristinistas que impulsa el operativo clamor. No se refiere solo a Máximo, sino al clima generalizado que atraviesa a las primeras líneas dirigenciales: ya nadie espera que las elecciones de octubre sirvan para dirimir la disputa de poder interno del peronismo, por lo que el incentivo para encabezar una elección, que posiblemente terminará en una derrota, ha perdido atractivo.
Es el caso de, por ejemplo, Massa, que luego de coquetear con la posibilidad de una candidatura durante semanas –con un operativo clamor propio a cuenta de la dirigencia del Frente Renovador– envió el mensaje de que no sería candidato. “Lo único importante es que el sábado cerremos una buena lista de unidad en la que nadie va a quedar conforme y todos tenemos que quedar adentro. Es lo único importante para consolidar la unidad de PBA que nos puede llevar a un buen resultado del peronismo en octubre”, declaró el tigrense en un audio que el FR dejó trascender en las últimas horas.
Massa pretende profundizar, desde fuera del Congreso, el rol que supo construir desde que selló su sociedad con Máximo durante los tiempos del Frente de Todos: el de mediador entre las partes. Primero lo hizo entre Alberto y CFK y, ahora, entre Axel Kicillof y CFK. Quienes lo conocen deslizan que tiene el ojo puesto en disputar la gobernación en 2027 y que, para ello, tendrá que cerrar un acuerdo con alguno de los dos polos en disputa.
Grabois, mientras tanto, celebró el paso al costado de Massa como un triunfo personal. El líder de Patria Grande había sido muy crítico de la posibilidad de que el tigrense encabezara la lista –por más que Massa siempre lo negó– y había amenazado con romper la unidad de Fuerza Patria y jugar por afuera si CFK lo ponía en ese lugar. La ex presidenta, que tiene el sistema D’Hondt en la cabeza y calcula que, de jugar separados, el peronismo podría perder una banca en Diputados, tuvo que llamarlo para ordenarlo y pedirle que bajara “dos cambios”.
Una semana después, sin embargo, Massa anticipó que no jugaría y, ahora, Grabois, tiene una decisión que tomar. Una decisión que no solo afectará PBA, sino también CABA, en donde Ofelia Fernández podría encabezar una lista que le compita a la de unidad que trazó Mariano Recalde. “Que no este Massa es un triunfo que nos anotamos un poroto, pero no resuelve todo. Estamos esperando”, advierte un dirigente del espacio que espera, como todos, una señal. La señal de CFK.
La campaña de Kicillof
Mientras el peronismo aguarda el mensaje ordenador de San José, Kicillof focaliza sus esfuerzos en la elección bonaerense del 7 de septiembre. Ideólogo del desdoblamiento, el gobernador necesita tener una buena performance para demostrarle al cristinismo que no fue una mala idea adelantar las elecciones. Es la base sobre la que sostendrá su proyecto presidencial: un buen resultado no solo colaborará con la gobernabilidad, sino que funcionará como un incentivo para ratificar su liderazgo al interior de Fuerza Patria.
“Axel está focalizado en la campaña”, explican en La Plata, en donde advierten que el gobernador no vetará ningún candidato ni buscará poner a nadie del Movimiento Derecho al Futuro como cabeza de lista. En efecto, Kicillof es uno de los principales impulsores de la candidatura de Jorge Taiana, el ex canciller del kirchnerismo que se vislumbra como una alternativa de síntesis para todos los espacios. Es una de las figuras de la campaña de Cristina Libre en el exterior, incluso.
No es el único nombre. También circula el de varios intendentes “inodoros e incoloros”, como los denomina un dirigente camporista: Federico Achaval (Pilar), Nicolás Mantegazza (San Vicente) y Ariel Sujarchuk (Escobar). El objetivo, en todos estos casos, es solo uno: elegir al candidato que menos dolores de cabeza internos genere.
Kicillof está de acuerdo, solo pide, a cambio, la posibilidad de renovar los cuatro lugares que ya tiene en la lista: Daniel Gollán, Julio Pereyra (como parte del grupo de intendentes del MDF), Branda Vargas Matyi (que responde a Fernando Espinoza) y Hugo Yasky (como parte de la CTA). “Veremos como termina, hasta ahora no hubo ningún atisbo de diálogo serio”, desliza un dirigente kicillofista.
Faltan 48 horas, pero predomina un clima menos belicoso que el cierre bonaerense. Hay un chiste que se repite al interior de la dirigencia bonaerense como un latiguillo resignado: esta vez no se podrá cortar la luz para conseguir una prórroga, así que mas vale llegar con todo ordenado al 17.
MC/MG