La elección en el búnker amarillo

El PRO salió tercero en su bastión histórico y Macri quedó en shock

Dos veces sonó “Yo no me doy por vencido”, de Luis Fonsi, en el búnker PRO. No hubo Tan Biónica ni bailes ni globos. El partido que Mauricio Macri fundó hace casi 20 años había sufrido la más grande derrota de su historia, y ni el expresidente, el primo Jorge o Silvia Lospennato, la elegida para ser el rostro de una campaña destinada al fracaso, podían salir del estado de shock. “¿Pero qué pasó? No fueron a votar los nuestros?”, se escuchó preguntar a Macri en el búnker, apenas se comenzaron a conocer los primeros resultados. 

“Los resultados no son los que esperábamos”. El anuncio de Lospennato sobre el escenario pasadas las 19 de este domingo fue la confirmación de la derrota. Los rumores de que la lista libertaria encabezada por Manuel Adorni había salido primera habían comenzado a llegar unas horas antes, pero nadie se esperaba ese final, esa fatalidad irremontable de que La Libertad Avanza había sacado el doble de votos que el PRO. El macrismo residual se enfrentaba, por primera vez en su historia, a la eventualidad de su desaparición política.

“Este es un nuevo punto de partida para nuestro partido. Realmente hicimos una apuesta a renovación del partido y toda semilla necesita tiempo para crecer”, atinó a explicar, nerviosa y devastada, Lospennato. A su lado había solo caras largas. Macri miraba al frente, inexpresivo. Los alfiles macristas, Darío Nieto y Fernando de Andreis, miraban hacia arriba, incómodos. Solo Jorge Macri y María Eugenia Vidal atinaban a amagar con sonreír, pero el gesto les duraba poco. El clima de derrota era devastador.

Cristian Ritondo había sido ubicado, una vez más, en primera fila. El equilibrista del PRO, que hace malabares para cerrar un acuerdo con LLA en la Provincia de Buenos Aires, miraba el celular. A unos metros, casi fuera de la foto, estaba también Alejandro Finocchiaro, otro de los armadores bonaerenses que trabaja para cerrar una alianza con Santiago Caputo y Karina Milei. Sin emabrgo, no se lo vió en la sede de Balcarce a Diego Santilli, el otro jugador amarillo que busca acercarse a los violetas.

Los bonaerenses habían dado el presente y habían puesto la cara en el día más negro de la historia del PRO, pero no paraban de hacer números mentalmente, analizando cómo el haber sacado 15 puntos en la Ciudad les afectaría las negociaciones en la Provincia. 

“PBA es distinto a CABA. Pero el lunes veremos”, deslizó uno de los dirigentes que integra el armado del ritondismo. A diferencia de lo que ocurría con el shock del macrismo “puro”, los bonaerenses se encogían de hombros y admitían: “¿Qué esperaban que sucediera? Es un cambio de época”.

Fue Macri quien respondió a esa pregunta ya a la noche, cuando en el bunker no quedaba casi nadie y el ex presidente eligió ir a TN para expresar su pasmo frente al resultado electoral. “Vamos a hablar internamente en el partido. Los que tenían precio ya se pasaron”, explicó, sobre la posibilidad de un acuerdo electoral con LLA. Y agregó: “Si hay respeto nosotros estamos dispuestos a ver hacia dónde vamos, pero tomémonos una semana”.

El futuro de la Ciudad

“Los porteños eligieron y eso merece nuestro mayor respeto. Pero la Ciudad debe seguir funcionando. Es momento de responsabilidad, no de obstrucción. La gente no nos votó para que nos peleemos”, deslizó, al final de la jornada electoral, Jorge Macri. El jefe de Gobierno porteño era la principal víctima -o victimario, según a quien se le pregunte en el PRO- de la derrota electoral. Había intentado desdoblar para municipalizar la elección, y la respuesta había sido que solo el 15,9% de los porteños respaldaban su gestión

Horacio Rodríguez Larreta había sacado 8% de votos que, según identifican en el equipo de campaña, eran PRO hasta hace menos de un año. Y los votos que no le había sacado Larreta, se los había sacado Adorni, un candidato sin aparato sin historia política y que casi no había hecho campaña. El PRO, que había sabido sacar el 50% de los votos en CABA, se había convertido en una tercera fuerza marginal. La derrota era todo el PRO, pero fundamentalmente de Jorge Macri.

Era un fracaso simbólico, pero también material. Macri se había quedado sin respaldo para sostener el control de la Legislatura, a pesar de que intentó disimularlo. “Vamos a contar con más legisladores. Vamos a tender puentes pero sin abandonar lo que somos”, se jactó, valiéndose de una matemática enrevesada. En efecto, el PRO ponía 2 legisladores propios en juego -porque los otros 4 eran bullrichistas y larretistas- y había ganado 5 bancas más. En la práctica, sin embargo, el PRO había mostrado una debilidad casi mortal y había fallado en demostrar algún tipo de expectativa de poder. Rearmar el mapa de alianzas no será tan fácil a partir de ahora.

“Aprendemos y tomamos el mensaje de la gente”, cerró Jorge, que fue el último en abandonar el escenario. Se despidió armando un corazón con los dedos. 

El escenario estaba ubicado a unos metros del búnker de campaña, ubicado en la sede partidaria del PRO en el centro porteño. La prensa estaba relegada a una carpa a unos metros, de manera que no pudiera acercarse a la dirigencia, que ya abandonaba raudamente la zona. Macri, según contaban en su entorno, ya estaba preparando su próximo viaje. Algunos se abrazaban y negaban con la cabeza. En la calle había muy poca militancia, apenas una cuarentena de personas que apenas sí aplaudieron cuando Lospennato tomó la palabra. 

Ninguno quería hablar. Y la zona quedó vacía muy rápidamente. Solo el Mago sin Dientes resistía al frío y el clima de derrota. Era el único que daba declaraciones. “Yo no diría que perdimos. Está bueno pensar un consejo deliberante con muchas voces”, explicaba al enjambre de periodistas desesperados por alguna reflexión, alguna autocrítica.

Cuando ya toda la dirigencia abandonó el centro porteño y las pantalla solo mostraban a Adorni festejando, a los gritos, con Javier Milei en el Hotel Libertador, un grupo de 7 personas saltaba y cantaba. “Acá está la gloriosa JPRO”, exclamaban alrededor del Mago sin Dientes. No quedaba nadie. Hasta que, a unos metros, una camioneta pasó rápido y el copiloto gritó: “Aguante Adorni”.

MC/MC