Como si no hubiera un mañana
Si fuera por la serie de noticias que marcaron la última semana de campaña, el Frente de Todos estaría condenado a una derrota todavía más amplia que la de las PASO. El dato de inflación que llega a 41,8% en lo que va del año y 52,1% en los últimos 12 meses, el aumento del dólar paralelo bien por encima de los 200 pesos, el crimen del kioskero Roberto Sabo en Ramos Mejía y el cruce de Alberto Fernández con la Córdoba antikirchnerista sólo pueden conjugarse para mal. Los optimistas del Frente de Todos apuestan, en cambio, al rebote de la economía en sectores que acumulan hasta 10 meses de ascenso, a indicadores como el de la venta de maquinaria agrícola, que está en el mejor momento de los últimos 20 años -113% arriba de 2019-, a la tenue recuperación de los ingresos que activan de a poco el consumo y al clima que viene asociado a la reapertura a la salida del encierro. También al esfuerzo que, por lo bajo y lejos del radar de los medios, hacen los intendentes y gobernadores del Frente de Todos de sur a norte. “Lo hacen con la seriedad que les da la desesperación”, según la definición de un dirigente de Juntos que los ve operar en su distrito. Pese a sus diferencias y contradicciones, el peronismo se unifica en defensa propia y está peleando por su sobrevida. Por lo menos hoy.
Llegó por fin el día clave sobre el cual se organizó todo el calendario del año, una instancia bisagra para asomarse al país que viene. Sin embargo, entre los tomadores de decisiones el 14N aparece casi como un trámite y es leído como una fecha en la que el Gobierno volverá a perder, le vaya como le vaya. Después de registrar el nivel más bajo desde el regreso de la democracia en septiembre, la participación electoral es el enigma que puede desbaratar cualquier pronóstico. Nadie puede prever cómo van a votar los que no lo hicieron en las PASO. ¿Lo harán de acuerdo a lo que marcan las últimas elecciones, con el bloque no peronista siempre en expansión? ¿O de acuerdo a la épica de una remontada como la que sueñan los publicistas del Gobierno?
A la inversa del país federal que tantas veces prometió Alberto Fernández en campaña, el oficialismo vuelve a jugarse casi todo a descontar la distancia en la provincia de Buenos Aires. En Casa Rosada, repiten que en las primarias votaron 8.434.037 de bonaerenses y remarcan que el promedio de los últimos años indica que hay un millón 300 mil personas que votan en forma habitual y en esa oportunidad no lo hicieron. En ese continente de contornos irregulares, habita tanto la esperanza del peronismo como la confianza de la oposición.
Desde mañana, todo lo que se mantuvo en el terreno de la indefinición durante casi 11 meses, muchas veces contenido de manera artificial, dará paso a un proceso acelerado de movimientos. Mientras en la base de la sociedad la mayoría mira con temor y escepticismo lo que viene, entre las elites son muchos los que imaginan el día después en función de su deseo, sin contemplar lo imprevisto que todo el tiempo sucede.
El primer interrogante apunta una vez más al Gobierno. Después de la crisis post PASO que tensó al máximo la relación en lo más alto, ¿cuánto tardará esta vez en reaccionar? ¿Está consensuada la hoja de ruta para los próximos meses o la división sigue gobernando a la cúpula? Algo parece claro: si el objetivo es salir de la defensiva y revertir un escenario adverso en casi todos los planos, ya no queda más tiempo.
La oposición política, los agitadores del mercado y el Círculo Rojo se dividen entre los que quieren obtener una ganancia de corto plazo y los que tienen miedo por lo que vendrá. Si los primeros apuestan a un fracaso mayor del oficialismo y anuncian un gobierno más débil a partir de mañana, los segundos reparan en la fragilidad general y advierten que a nadie le conviene una crisis desatada.
En la residencia de Olivos saben que un sector juega a potenciar la inestabilidad que combina alta inflación, falta de dólares y pobreza extrema para profundizar el cuadro de deterioro crónico y bautizar al peronismo con un fracaso mayúsculo que impida su continuidad en el gobierno. El colapso del peronismo puede asumir distintas formas: desde el estallido con el que fantasean sus enemigos más encarnizados hasta el continuo deterioro de su capital electoral junto con las condiciones de vida de esa base de adhesiones que lo acompañó incluso tras la gran crisis de 2001.
El Frente de Todos llegó a las elecciones con una serie de indicadores de fondo que se conjugan en su contra. Más que de cuestiones personales o proyectos de poder en pugna -que también existen-, las diferencias son producto de la dificultad para encontrar un rumbo en un escenario que tiene al FMI como actor principal y no ofrece salidas virtuosas.
De acuerdo a una de las encuestas que circula entre los máximos dirigentes de la oposición, Argentina atraviesa una fenomenal crisis de expectativas y el 50% de los argentinos cree que su situación económica será peor dentro de dos años. Pero además, la tendencia negativa en la imagen de los principales líderes del oficialismo se consolidó en octubre y lleva meses consecutivos de declive. Como si no hubiera un norte.
La caída más llamativa de Fernández, dice el trabajo, es entre los que respaldan al Frente de Todos. Si en mayo de 2020 el Presidente contaba con un apoyo del 92%, ese aval hoy se reduce al 40%. Entre los votantes históricos del kirchnerismo, los que se declaran desencantados con Alberto ya superan a quienes se identifican como seguidores. Hoy se sabrá si lo votan pese a eso, se abstienen o se deslizan hacia otras opciones.
El frente económico
A la debilidad política se le suma un trasfondo económico de lo más delicado. De acuerdo al último informe de la consultora PxQ, el aumento permanente de precios es una gran amenaza: si la inflación no se pudo contener con el dólar planchado y las tarifas semi-congeladas, dice, resulta poco probable una desaceleración en el marco de un acuerdo con el FMI que demandará soltar el tipo de cambio y aumentar las tarifas. En lo que va de 2021 el dólar oficial aumentó +20%, las tarifas +23%, los salarios registrados en torno a +44% y los precios internacionales +20,6% en dólares.Un esquema insostenible, según la taxonomía de Martín Guzmán.
Invitado en forma personal por el ministro de Economía a la disertación en Nueva York antes fondos de inversión hace casi un mes, Emmanuel Álvarez Agis sostiene que la estrategia de apreciación real está llegando a un límite y, aunque el Gobierno busque evitar un salto del dólar por su efecto inflacionario y recesivo, se espera que “como mínimo” se acelere el ritmo de variación mensual.
Otras consultoras admiten que la suba del dólar y las tarifas que exige el acuerdo con el Fondo derivará en más inflación, caída del salario real y menor crecimiento en 2022. Estancamiento con inflación sería el mejor escenario, según creen en la consultora Equilibra. A eso se le sumaría la baja de los commodities, la sequía y el bajo crecimiento de Brasil que ya se anuncian.
Frente a ese cuadro, la mayor parte de la oposición se desentiende y hace planes que no se distinguen demasiado de la candidez con la que Macri llegó a la Rosada, hace una vida. Horacio Rodríguez Larreta deja trascender dos consignas de cara a lo que viene: no se sentará con el Gobierno a negociar ningún acuerdo y comprará kilos de pochoclos para sentarse a ver cómo el peronismo resuelve la encrucijada que tiene por delante. Los asesores principales de Larreta recuerdan el ejemplo solidario de Antonio Cafiero ante Raúl Alfonsín y sugieren hacer todo lo contrario para no ser víctimas de un nuevo Menem.
El jefe de gobierno porteño quiere preservar su imagen de cara a un 2023 que queda a años luz de distancia y da indicios de que no va a asumir la jefatura de la oposición. Al contrario, se escuda en la propuesta de una gran PASO para las presidenciales y quiere llegar a esa instancia con el aval que le dan los votos del conurbano bonaerense. Para eso, claro, Diego Santilli deberá retener hoy los votos de Facundo Manes, el outsider de origen radical que se cuida al extremo de no aparecer en ninguna foto con Larreta y apuesta a que la UCR no siga cautiva del PRO.
La relación entre Manes y Larreta no pasa de la pura diplomacia y en lo alto de la oposición circulan leyendas de que el alcalde pretende controlar todo, hasta la publicidad y el espacio que le dan a sus potenciales rivales. Tal como contó elDiarioAR, la jefatura radical sostiene que no es posible manejar el país desde Uspallata y afirma que Larreta cargará con el maleficio de los porteños que llegaron a Balcarce 50: después de De la Rúa, Macri y Fernández, dicen, ya no hay margen para experimentos diseñados desde la Ciudad que ignoran lo que sucede más allá del AMBA.
La dificultad es para el Gobierno, que sigue publicitando el gran acuerdo postelectoral para salir del estado de debilidad. Pero también para la oposición, que se postula para volver a gobernar. “¿Quién es el capitán de Juntos? Yo no lo veo”, dice uno de los dirigentes que mira con escepticismo un regreso al poder. Experimentado y formado en el peronismo, está entre los ex funcionarios que se subieron a un escenario en los días de campaña. El problema de las elecciones, reconoce con ironía, es que las podés llegar a ganar. Descarnado en su análisis, considera que no hay nadie con voluntad de sacrificio entre políticos que viven en countries y no resignan sus vacaciones en Miami ni siquiera en pandemia. Nada más distante de la realidad de las mayorías que viven pendiente de su minuto a minuto.
Larreta busca superar el fracaso alevoso de Macri y dice que su proyecto no se limita a ganar una elección sino que incluye un diseño para gobernar, pero se desentiende del presente. “Cero intervención en asuntos del gobierno”, repiten a su lado.
Minoritario todavía, el peronismo que se para afuera del tinglado abollado del Frente de Todos ya hace planes para recrear la avenida del medio. Beneficiado por el Presidente que buscó darle lecciones de integración al separatismo cordobés, Juan Schiaretti aprovechó la discusión de las últimas semanas para refrendar su antikirchnerismo y lanzarse una vez más a la disputa nacional. Los colaboradores del gobernador afirman que no lo hizo pensando en esta elección sino en la discusión grande del PJ a partir de mañana.
Schiaretti, un verdadero obsesivo del perfil bajo, llevaba seis años sin dar una entrevista y decidió dar tres en apenas diez días. Mencionado en todas las hipótesis y delirios del establishment, “El Gringo” trabaja una alianza del peronismo núcleo con Omar Perotti y busca expandir su influencia a un eje que incluye a Sergio Uñac de San Juan y Carlos Rovira de Misiones. Frustrada la sátira de Alternativa Federal, el mismo objetivo de siempre precisará un nuevo nombre. Su rival es Juan Manzur, que desplegó un dispositivo para el día después y organizó la marcha en apoyo a Fernández del próximo miércoles con la CGT, los movimientos sociales y, según dicen, el aval de La Cámpora.
Como Sergio Massa, el candidato eterno que enmudeció en el trance de la unidad, Manzur ensaya otra ruta para llegar al mismo lugar que Schiaretti. El jefe de gabinete sueña con una épica de salvación ligada a los axiomas del mercado y piensa que una salida ortodoxa con el aval de Cristina aplastaría a los especuladores de la oposición que no se deciden a protagonizar lo que viene. Es el escenario que algunos temen en Juntos y que fue transmitido en uno de los zooms de políticos con fondos de inversión de las últimas horas: “El peronismo es el mejor cirujano porque es pariente del paciente”, ese pueblo al que le prescriben nuevos sacrificios con el anzuelo de evitar algo todavía peor. Un ajuste como el que anticipó hace más de dos años el tótem de la ortodoxia Guillermo Calvo todavía está disponible para el maltrecho oficialismo. Martín Redrado se peina otra vez para la foto.
DG
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