Violencia verbal desde la Presidencia

“Soretes”, “hijos de puta”, “imbéciles”: todos los insultos que profirió Milei en público durante junio

Durante junio, el presidente Javier Milei pronunció al menos una veintena de insultos explícitos en actos públicos, entrevistas televisivas y publicaciones en redes sociales. Las palabras elegidas no dejaron margen a la interpretación: “imbéciles”, “pelotudos”, “mierda”, “soretes”, “degenerados fiscales”, “parásitos mentales”, “basuras”, “mandriles”, “brutos keynesianos”. Ningún mandatario argentino desde la recuperación democrática había utilizado un lenguaje tan degradante y violento desde la cumbre del poder institucional.

Aunque los destinatarios fueron diversos –desde el economista Axel Kicillof hasta la periodista María O'Donnell o los cronistas que cubren la actualidad en El Destape o C5N–, el blanco principal de su furia fue el periodismo crítico. Una y otra vez, Milei acusó a la prensa de mentir, operar y tergiversar los logros de su gestión. Y no sólo los insultó: también les inició causas penales por calumnias e injurias.

Un repaso por los agravios

En una entrevista con el canal Neura el 29 de junio, Milei dejó una de las frases más brutales del mes:

• “El otro sorete que mandó a recortar el zócalo, el pedazo de mierda ese…”.

• “Es un conjunto de soretes que no pueden aceptar que las cosas están saliendo bien”.

Minutos antes, había hablado de un periodista como “imbécil” y “pedazo de mierda”. ¿El motivo? Haber criticado una de sus medidas económicas. En esa misma entrevista repitió que quienes lo critican son “ratas en términos de IQ” (es decir, personas despreciables y con muy baja inteligencia) y que los periodistas con los que apuesta sobre sus reacciones tienen “déficit de coeficiente intelectual”.

En su cuenta de X (ex Twitter), el tono fue igual o más violento:

• “NO ODIAMOS LO SUFICIENTE A LOS PERIODISTAS BASURAS (90%)”.

• “TOMEN NOTA PELOTUDOS”.

• “Mandriles de las falsas comparaciones”.

• “TREMENDA ATENDIDA A MANDRILA”, en referencia agresiva a María O'Donnell.

También compartió y celebró un mensaje del funcionario presidencial Santiago Oría, en el que este trataba de “estúpida”, “tarada”, “pelotuda” e “imbécil” a esta periodista por sus comentarios sobre el fallo judicial sobre YPF. La llamó además “Mandrila O'Monell”.

En su discurso del 25 de junio en un evento partidario en Puerto Madero, Milei describió a sus opositores como:

• “Unos orcos infumables, parásitos mentales que tienen la cabeza llena de porquerías”.

A Axel Kicillof lo llamó repetidamente “el inútil soviético”, “imbécil” y “pelotudo”, a quien responsabiliza de todos los males económicos del país. Tras el fallo de la jueza Preska en el juicio por la nacionalización de YPF, remató:

• “PD: YO AVISÉ QUE EL SOVIÉTICO ES UN PELOTUDO”.

La prensa como enemigo

A lo largo del mes, el Presidente insistió con la idea de que el periodismo es parte de un entramado mafioso que quiere destruir su gobierno. Los definió como “ensobrados”, “mentirosos”, “operadores”, “sindigarcas”, y repitió que la mayoría de los medios están “al servicio del partido del Estado”.

En el Congreso de La Libertad Avanza del 26 de junio, Milei justificó su estilo: “Con el accionar prolijo de [Manuel] Adorni (su vocero) puedo putear tranquilo”. Y agradeció que el portavoz le permita descargarse contra la prensa y la política sin filtro alguno.

Incluso su hermana Karina Milei se sumó a la narrativa. En declaraciones en Neura, avaló las agresiones verbales del Presidente y sostuvo que “hay que desenmascarar a los periodistas que operan”. La relación de Milei con el periodismo no sólo se tensiona en lo simbólico: también avanza en el terreno judicial.

Durante junio, Milei formalizó una denuncia penal contra Julia Mengolini por injurias. La acusó de insinuar que tiene una relación incestuosa con su hermana Karina, aunque la periodista aclaró públicamente que hablaba de un vínculo simbólico, no sexual. Días antes, Mengolini había anunciado que demandaría al Presidente y a dirigentes libertarios por una campaña de hostigamiento y violencia simbólica contra ella. Milei se adelantó y la denunció primero.

También inició acciones legales contra los periodistas Nicolás Lantos, Jorge Rial, Fabián Doman y Mauro Federico, por considerarlos responsables de declaraciones injuriantes y calumniosas. Los juzgados federales ya tienen las causas. El delito: opinar sobre la vida privada del Presidente y cuestionar su investidura.

Se suman a una lista que ya incluía al analista Carlos Pagni, a Viviana Canosa y a Ari Lijalad, quienes fueron denunciados en mayo por comparaciones con el nazismo o por cuestionar el rumbo autoritario del Gobierno. En esos casos, al menos dos jueces federales archivaron las denuncias por considerar que se trataba de opiniones sobre asuntos públicos amparadas por la libertad de expresión.

¿Estrategia o descontrol?

Las agresiones verbales se repiten con tal sistematicidad que no parecen simples exabruptos. Funcionan como parte de una estrategia de polarización permanente. En cada aparición pública, Milei se esfuerza por dividir al país entre “los argentinos de bien” (que lo votaron) y “los parásitos”, “los degenerados fiscales”, “los zurdos”, “los periodistas basura”, que serían los responsables del supuesto fracaso histórico del país.

El problema, advierten especialistas en comunicación política y derechos humanos, no es sólo el tono presidencial. Lo que preocupa es que desde la cima del poder institucional se esté legitimando la violencia verbal y la persecución a la prensa como parte del ejercicio cotidiano del gobierno.

Lo inédito del fenómeno es que no se trata de un presidente que insulta cada tanto: se trata de un mandatario que ha institucionalizado el agravio como parte de su retórica de gestión. Lo que en otros países sería un escándalo –que un presidente trate de “sorete” a un periodista en cadena nacional o en sus redes oficiales– en la Argentina de Milei se convirtió en rutina.

Y todo esto, sólo en junio. El Presidente convirtió sus redes sociales, sus discursos oficiales y sus entrevistas periodísticas en un catálogo de agravios. Pocas veces un jefe de Estado llamó con tanta sistematicidad “mierda”, “sorete” o “imbécil” a quienes piensan distinto. En lugar de atender la crítica, Milei la insulta. Y en vez de responder con argumentos, responde con querellas judiciales.

La violencia política no siempre empieza con balas. A veces empieza con palabras. Y cuando quien las pronuncia es el Presidente de la Nación, no son gratuitas. Son un acto de poder.

JJD

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