En pleno feriado del 9 de julio, mientras gran parte del país celebraba la independencia, en Villa Allende, Córdoba, se libraba una batalla muy distinta: una grúa intentaba sin éxito remover un quebracho blanco de más de 280 años, declarado símbolo vivo por vecinos y organizaciones socioambientales.
La operación, impulsada por la municipalidad local, buscaba reubicar al árbol unos 25 metros para permitir la ampliación de la avenida Padre Luchesse. Pero una raíz profunda frustró el traslado y reavivó la resistencia vecinal. “El quebracho no se toca”, sentenciaron desde la asamblea autoconvocada en su defensa, que acampa desde hace más de un mes junto al árbol para impedir su remoción.
Según expertos, las posibilidades de que un árbol como este sobreviva al trasplante son prácticamente nulas. Por eso nació la resistencia.
La tensión escaló cuando el secretario de Gobierno, Felipe Crespo, advirtió: “Nos quedan dos alternativas: o conseguimos otra grúa o lamentablemente vamos a tener que talarlo”.
Para Natalia Andreini, integrante activa de la asamblea que resiste el traslado, la situación se volvió tan incierta como urgente: “Está muy difícil hacer un pronóstico porque esto es momento a momento. El miércoles parecía inminente el traslado: estaban todas las máquinas listas, y a las 21 la grúa decidió retirarse. El propio dueño de la empresa nos dijo que no sabía que se trataba de un árbol histórico. Cuando lo supo, pidió que detuvieran todo”.
Andreini denuncia una maniobra de presión institucional que calificó como extorsiva: “Hoy la situación es una extorsión por parte del intendente Pablo Cornet. La jueza de paz nos visitó en el acampe —que ya lleva 25 días— para decirnos que si no aceptábamos el traslado con Grúas Martín, lo talaban. Así, sin más”.
Una alternativa viable, ignorada
Desde el colectivo proponen una solución concreta: modificar levemente el trazado vial. “La alternativa es correr la traza apenas dos metros. Hay lugar. No estamos en contra de la avenida. Incluso presentamos un proyecto elaborado por un topógrafo y una ingeniera. Está fundamentado y es totalmente viable”.
“Los costos ya a esta altura deben ser hasta más baratos que toda la barbaridad de dinero que están gastando en policías, en grúas, en diversas cosas. El argumento que usaron frente a la Justicia cuando nosotros pedimos un amparo y nos lo cedieron unos días, un tiempo, fue la inseguridad vial que podía producir correr la traza, lo cual no se sostiene por ningún lado en tanto que no es una ruta, es una avenida. O sea que las velocidades máximas no son más que 60 kilómetros por hora y está a metros de dos rotondas hechas invertidas para los ingresos a los countries”, añade.
Para Andreini, los argumentos oficiales son insostenibles: “No hay fundamentos técnicos reales. El poder metió la cola. Lo que pedimos no es irracional: es articular progreso con naturaleza, con vida”.
La rebelión de las grúas
Un momento clave fue la negativa de varias empresas a participar del operativo. “El dueño de Grúas InGlobal nos entregó una carta en la que se negaba a intervenir en algo que implicara matar al quebracho. Publicamos eso en redes y poco a poco siete empresas se fueron bajando. La última, Grúas Martín, fue disuadida por la presión pública”.
Pero la presión municipal continúa. Y ahora, una nueva empresa entra en escena. Este viernes se dijo que sería El Gran Ombú, una empresa conocida por participar en la destrucción de las sierras. Pero por la tarde la compañía dijo que no tenía nada que ver con el tema. El intendente, sin embargo, insiste en que tiene una empresa de grúas dispuesta y que el trasladó se hará. Por ahora, las autoridades no permiten a los asambleistas ni siquiera acercarse al árbol a sanear sus raíces.
Detenidos
En el marco del conflicto, ya se produjeron dos detenciones. Hace unos días, Juan Carlos Moreno fue arrestado por cruzar su auto en el camino de una retroexcavadora que pretendía avanzar sobre el árbol. El operativo desplegado fue desproporcionado: incluyó infantería, caballería, escudos antipiquetes, perros y el grupo especial ETER. Moreno, de 42 años, no pertenece al grupo del acampe sino que se sumó espontáneamente en defensa del árbol. Según testigos, fue violentamente tratado, su auto golpeado con palos y amenazado por la policía. Su situación judicial aún no se resolvió y podría ser trasladado al penal de Bouwer.
Días antes, la periodista Silvia Majul también fue detenida mientras cubría las protestas. Su arresto generó fuertes críticas de organizaciones de derechos humanos y periodistas, que denunciaron un intento de criminalizar la cobertura periodística de la resistencia ambiental. Al igual que Moreno, Majul no pertenece al colectivo ni al acampe, sino que se encontraba ejerciendo su labor profesional.
Un símbolo que trasciende al árbol
Ubicado a la vera de la traza en construcción, el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho blanco) es el último vestigio de un extenso bosque nativo. Su imagen, aislada pero firme, se transformó en bandera de una lucha que ya es nacional.
El apoyo no tardó en llegar: artistas como León Gieco, Ricardo Mollo, Raly Barrionuevo, Peteco Carabajal y la escritora María Teresa Andruetto alzaron su voz. También se sumaron activistas como Soledad Barruti y figuras del deporte como Fernando Signorini.
“El Instagram de Quebracho284 lo abrí en febrero para invitar al ‘cumpleaños’ del árbol. Éramos ocho personas organizando, 30 en total. Hoy hay publicaciones sobre el quebracho hasta en Francia. Esto genera una empatía real, profunda”, señala Andreini, que pide al país que ayuden a visibilizar el tema.
¿Qué pasaría si lo talan?
La posibilidad de la tala es, para Andreini, impensable: “Va a haber una gran provocación. Las consecuencias van a ser muy grandes. Estas personas están ejerciendo el poder de forma salvaje, arbitraria. Si concretan un ecocidio de esa magnitud, se van a tener que hacer cargo. Eso implica renuncia, sin lugar a dudas”.
Mientras tanto, el acampe sigue en pie. Entre 30 y 40 personas por día vigilan y cuidan el quebracho las 24 horas. “Es una resistencia muy amorosa. Y una lucha por la verdad. Nos quieren imponer mentiras. Pero la gente está entendiendo que es posible hacer coexistir lo que mal llaman progreso con la naturaleza. ¿Por qué no?”
En tiempos de crisis climática, incendios e intentos de desmonte, el quebracho blanco de Villa Allende se convirtió en mucho más que un árbol: es la expresión viva de un límite, un grito colectivo contra la lógica de arrasar para avanzar. Una memoria vegetal que resiste.
CRM/MC