Prisión perpetua para una policía de la Ciudad que mató a dos jubilados para pagar un viaje a Disney
Una policía de la Ciudad fue condenada a prisión perpetua por asesinar a una pareja de jubilados en su casa de Parque Avellaneda. La oficial se había ganado la confianza de las dos víctimas, había pasado algunas tardes tomando café con ellos y se enteró que tenían ahorros guardados. Un mediodía de junio de 2019, ella entró como otras veces, pero ese día, los amenazó, los golpeó y luego los mató para quedarse con más de 80.000 dólares para pagar un viaje a Disney con su hija, que cumplía 15 años.
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 7, integrado por los jueces Alejandro Noceti Achaval, Gabriel Vega y Gustavo Rofrano, determinó que la oficial Sonia Soloaga cometió los delitos de robo agravado, homicidio doblemente calificado con alevosía y falsa denuncia. Respecto del otro policía imputado y ex pareja de Soloaga, Diego Pachilla decidieron absolverlo por el delito de encubrimiento agravado.
Entre las 12.30 y las 13.30 del 11 de junio de ese año, la policía Sonia Soloaga entró a la casa de Alberto Antonio Chirico (71) y María Delia Speranza (63), en la calle Eugenio Garzón al 3500. En esos días fríos, ella había empezado pidiéndoles usar el baño y luego de varias visitas, terminó sacándoles información sobre sus ahorros.
El día de los crímenes, Soloaga golpeó a las víctimas para que les confiesen dónde tenían guardado el dinero, una suma de 80 mil dólares y entre 50 mil y 60 mil pesos. El dinero lo tenían guardado en una caja de leche, una caja de maicena, una caja de zapatillas y un caño de plástico. Solo estaba revuelta la zona de la cocina, donde tenían escondido el dinero. El resto de la casa, el living y las habitaciones, no habían sido tocadas. Por eso se presumió enseguida que debía haber participado alguien que conociera esos escondites. La pareja vivía con su hija, que ese día había salido temprano.
Durante el juicio, el fiscal Oscar Ciruzzi puso el foco en la cantidad de lesiones que había sufrido el matrimonio, en especial la mujer. “Esas lesiones estaban directamente destinadas a producir un estado de indefensión absoluto”, sostuvo en su alegato. Luego de golpearlos, cuando ya había conseguido que le dijeran dónde estaba el dinero, Soloaga les disparó en la cabeza a cada uno de ellos. Con la intención de que no se escucharan los disparos, usó un almohadón. Los tiros se hicieron con una sola arma similar a la reglamentaria de Soloaga pero como no fue hallada no pudo compararse con las vainas encontradas.
La policía sostuvo desde el comienzo que ese día le habían robado su arma luego de un tiroteo con dos sospechosos, situación que después admitió haberlo inventado. Luego frente a los jueces, sostuvo que ese día había ido al baño en una estación de servicio y sacó el arma de la corredera, pero que justo recibió un alerta y salió del lugar de manera rápida. Allí dijo que se olvidó su pistola y el dinero que tenía para pagar la cuota de un viaje a Disney para su hija. “La imputada se dio cuenta de que esa versión era insostenible: no hay casquillos en su auto, no hay huellas de los disparos y por eso trastoca su primera versión y aparece ese supuesto olvido del arma”, había señalado el fiscal Ciruzzi.
Durante el juicio, a Soloaga la señalaron varios de sus compañeros de trabajo. Uno de los jefes policiales y el imputado Pachilla, quien también declaró que la acusada le contó de las veces que le convidaron café en esa vivienda. También el oficial que la relevaba, que sostuvo que la vio hablar varias veces con las víctimas. Pero la primera sospecha sobre Soloaga surgió por un relato de otra compañera, que la acompañó al Hospital Piñero a la imputada el día de los crímenes. Esa policía fue quien escuchó una charla por celular en la que Soloaga le explicaba a otra persona que no quería mencionar nada sobre su pistola “para que no se llevaran a peritar”. Esa misma testigo recordó que tanto Pachilla como Soloaga estaban incómodos con su presencia y que cuando agarró la mochila de la policía la sintió “pesada”.
La mañana de los crímenes, el celular con el que la Policía de la Ciudad controla la geolocalización de los agentes de calle Soloaga lo dejó en una veterinaria. Ella dijo que fue para cargarle la batería pero lo dejó solo sin el cargador.
La hija de la pareja, María Florencia Chirico, narró en el juicio que sus padres le habían comentado que una policía solía entrar a la casa para ir al baño y que le convidaban con café o galletas y que su madre no le gustaba porque la habían escuchado hablar con su esposo de “cuestiones familiares y también monetarias”.
En una de las audiencias, el fiscal pidió un informe a la empresa de turismo Funtime, donde Soloaga había comprado en cuotas un viaje a Orlando y la empresa informó que la policía arrastraba una deuda para finalizar el pago. Según la investigación, ese pudo haber sido el móvil de los crímenes.
AM
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