Juan Pablo Toro, el argentino que venció a la “montaña asesina”

Gustavo Grazioli

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Juan Pablo Toro es montañista y empresario. El 3 de julio escaló hasta la cumbre de la montaña Nanga Parbat, 8.126 metros sobre el nivel del mar, en Pakistán, la novena más alta del mundo, considerada una de las tres más peligrosas por su alto índice de mortalidad, muere un escalador de cada tres que llegan a la cumbre. La Nanga Parbat es además una de las codiciadas integrantes de los ochomiles, el grupo de 14 montañas más elevadas del planeta, ubicadas en el cordón del Himalaya, y llamadas así porque todas superan los 8 mil metros de altura.

La noche previa a concretar el tramo final de la subida, pensó que su deseo se esfumaba. El cansancio, la poca hidratación, las crudas temperaturas de 30 grados bajo cero, el poco oxígeno, sumado a la muerte de un escalador polaco, Pawel Tomasz Kopec, que estaba en la misma expedición y al que su grupo no pudo salvar, casi se interponen en el objetivo.

Pero el empresario de 52 años, movido por la pasión del montañismo recordó todo el esfuerzo que hizo para estar ahí, el tiempo fuera de su casa, sin ver a su familia, y logró imponerse al bajón. Fiel a su apellido, continuó la subida rocambolesca hacia esos 8 mil metros y un mes después de iniciada la expedición, consiguió la hazaña: arribar a una de las cumbres más altas del mundo.

“Al fin… el 3 de julio, a las 16 horas de Pakistán, tuve el privilegio de ser el primer argentino en llegar a la cumbre del Nanga Parbat (8.126m), sin oxígeno suplementario”, escribió en su cuenta de Instagram (@juanp_toro), como parte del festejo que coronó con el posteo de una foto, donde se lo ve ataviado con ropa de alta montaña y una bandera argentina en sus manos, en una pose similar a un alunizaje. 

“Es un fantasma. Es la que ha tenido más historias traumáticas. El principal alpinista de la historia de la humanidad, Reinhold Messner, fue el primero que hizo los 14 ochomil sin oxígeno, pero en Nanga Parbat perdió a su hermano en una avalancha. Nuestro exponente más destacado, el argentino Mariano Galván – a quien se lo reconoce como ‘el Messi del montañismo’ - subió varios ochomiles y cuando fue a intentar el Nanga Parbat tampoco pudo y se murió. Es una montaña que tiene sus complejidades”, dice a elDiarioAR y le da énfasis a la gesta heroica.

Toro nació en Mendoza, pero estuvo poco en su lugar de origen. El trabajo de su padre como militar lo llevó por varias partes del interior del país, hasta que se afincó en Buenos Aires y desde hace 20 años vive con su mujer y sus tres hijos en Pilar. Es CEO de SIE (Seguridad Integral Empresaria), compañía que brinda servicios y soluciones de seguridad a importantes empresas y edificios de Buenos Aires. Empezó a escalar montañas hace dos décadas. La primera vez fue en San Martín de los Andes, acompañado de su hermano. Subieron al Volcán Lanín con un guía y de ahí en más no dejó de buscar destinos desafiantes y de aventura. 

“Siempre nos gustó a los dos la idea de subir sierras. Vivimos en Tartagal, Salta, y ahí subíamos los cerros de la zona. Este concepto de ascender a la cumbre de algo más bien chico nos parecía atractivo y más de grande nos animamos a hacer una primera experiencia en serio – cuenta - Fuimos a Mendoza y empezamos a subir montañas de 4000 metros, 5000 metros y hasta 6000 metros. En ese proceso, mi hermano descubrió que no le iba muy bien en la altura. Hicimos varios intentos, pero le generaba síntomas muy rápido. Ahí medio que nos separamos porque yo me entusiasmé y estaba pensando en el Aconcagua”.

Sus travesías continuaron por diferentes países y realizó siete de las diez cumbres más altas de América, también hizo diversos ascensos en montañas de las cordilleras de Perú y Bolivia y escaladas técnicas en la Patagonia Argentina. En todos estos años de montañista, su curriculum creció sin escalas. “Ascendí por primera vez el Aconcagua en 2013 y a partir de ahí, lejos de convertirse en el punto culmine, cuando llegué a la cumbre me di cuenta de que me apasionaba mucho y empecé a subir otras montañas por el mundo”, dice.

La lista de los lugares donde estuvo es extensa, para enumerarla hay que tomar aire: Aconcagua (6.965m) ruta normal 2013. Ruta glaciar Polacos 2020, Denali, Alaska (6.168m), 2016, Mont Blanc, Francia (4.800m), 2015 , Volcán Ojos del Salado, Catamarca (6.893m), 2022; Monte Pissis, Catamarca (6.795m), 2021; Tres Cruces, Catamarca (6.749m), 2021; Bonete Chico, La Rioja (6.759m), 2021; Alpamayo, Perú (5.947m), 2017; Mercedario, San Juan (6770m), 2016; Incahuasi, Catamarca (6.638m), 2015; Illimani, Bolivia (6.450m), 2014; Huayna Potosí, Bolivia (6.088m), 2014; Condoriri, Bolivia (5.740m), 2014; Agujas Fitz Roy, Saint Exupery, Guillaumet y Poincenot, El Chaltén. 

Me propuse hacer las diez más altas de América y todavía me quedan dos o tres. El Volcán Llullaillaco en Salta – que es donde encontraron las momias Incas - el Walther Penck en Catamarca y me queda la única montaña que comparte territorio con Chile, que está en Perú: El Huascarán - una montaña emblemática de los Andes, la más alta del Perú y de toda la Cordillera Blanca – Esa la intenté dos veces y en ninguna logré la cumbre”, agrega.

Killer Mountain

La experiencia que acumuló como montañista más el entrenamiento certificado que realizó en roca y hielo, lo animó a pensar en una meta de mayor dificultad. En el mapa, su dedo fue derecho hacia el cordón del Himalaya, donde se encuentran las cumbres de mayor altitud. Era momento de hacer uno de los 14 picos de los ochomiles. Primero se tentó con el K2 (8.611 metros) y después con Nanga Parbat (8.126 metros), dos de las más icónicas, ambas ubicadas en Pakistán. La elegida fue la segunda, la denominada “Killer Mountain”. 

La primera vez lo hizo entre junio y julio de 2022, junto a Matoco Erroz (guía argentino de gran prestigio y compañero de varias ascensiones en nuestros Andes). En esa ocasión, estuvieron 36 días y llegaron a casi 7000 metros, pero debido a las condiciones peligrosas de la montaña, el alto riesgo de avalancha y desprendimiento de grandes piedras, no pudieron seguir. La segunda, en la que finalmente consiguió alcanzar su primer cerro ochomil, fue este año y en compañía de un equipo de cinco italianos que conoció en la expedición pasada, entre ellos Mario Vielmo y Marco Confortola, ambos experimentados escaladores con 12 ochomiles en su haber, y Hugo Ayaviri (guía profesional de Bolivia). 

“El año pasado había hecho un intento y este año, decidí publicar en mis redes que lo iba a volver a intentar para sentir el apoyo de la gente y acompañado. Eso lo puso como en un estado más público que me generó como un mandato, un compromiso, que fue clave en términos de motivación”, cuenta y hace referencia al posteo del 31 de mayo, donde publicó una foto de despedida, abrazado a su mujer, antes de emprender un nuevo viaje con destino a Nanga Parbat. “Imposible no querer volver. Tantos libros, películas e historias (buenas y malas) sobre este emblemático ochomil…”, escribió y finalizó “no es revancha, es tan solo una nueva oportunidad”.

Toro describe tres partes fundamentales para llevar a cabo algo así: lo físico, lo mental y lo técnico. “Es fundamental la confianza en uno mismo. La fortaleza mental. El autocontrol y autoconocimiento. Conocer tu cabeza, tu físico, tus emociones, manejar el ego, y entender que la espiritualidad también está en juego suma mucho”, explica y además detalla la importancia del entrenamiento físico, en la que describe que desarrolló la parte aeróbica corriendo, hasta que decidió cambiar el método y se pasó a la bicicleta.

“En la montaña, mientras más alto, menos aire se tiene. A 8 mil metros hay solo un 35 % del oxígeno que respiramos normalmente a nivel del mar. Al principio corría tres o cuatro veces por semana y en los últimos años empecé a usar la bicicleta. Salgo tres veces por semana y hago entre tres y cuatros horas. Eso te da la parte aeróbica y un poco de resistencia de piernas”, dice y además agrega la importancia de la hidratación y la alimentación. “Cada mil metros de altura tenés que tomar aproximadamente un litro de agua”, explica.

La conquista de la cima de esta montaña pakistaní es un hito importante, pero lejos de conformarse con un ochomil, no se resiste ante la tentación de ir por más y los límites del peligro parecen anulados. Mientras se recuesta en el sillón de su empresa, sonríe ante la pregunta de ahora qué. Se entabla en una disputa frente a la ansiedad que quiere poner una nueva fecha de salida, pero logra dejarla en suspenso y la distrae con un listado de todo lo que falta. “Terminar las diez más altas de América, después tengo pendiente el Fitz Roy, que es una escalada en roca que ya había intentado y que me gustaría terminar. Ni loco hago los 14 ochomiles porque es una vida dedicada a eso, pero sí me gustaría hacer un par más…veremos”. 

GG/MG