Impostores: ser o parecer

La curiosa vida del mayor falsificador de arte de todos los tiempos: fiestas millonarias, cárcel y una película exitosa

“La experiencia me ha demostrado que lo que hoy se afirma como una verdad incuestionable mañana puede ser una absoluta mentira. La verdad es como una danza que evoluciona, gira, voltea; es un movimiento constante, en el cual nada se mantiene estático. Esa insistencia en la búsqueda de una verdad, de la cual llego a dudar hasta yo, me tiene un poco harto”, asegura Oswald Aulèstia en su autobiografía El falsificador, publicada en España a comienzos de 2023 con una bajada de impacto: “El testimonio de uno de los mayores falsificadores de arte de la historia”.

De hecho así lo llaman en los medios y de ese modo él mismo se cuelga una medalla curiosa desde que su caso salió a la luz. Porque antes no era conocido: nació en 1946, a los 23 años se mudó a Italia “la cuna del arte”, según definió en distintas entrevistas, “el lugar para abrir los ojos”. Un entorno en el que trabajó con sigilo, rodeado de grandes coleccionistas y amantes del arte que le pedían que diera muestras de sus dotes sin cuestionarlo ni denunciarlo. Un universo, en su visión, lleno de hipocresía (“el monopolio de ese mundo está en manos de quienes tienen el capital”, afirmó en esta entrevista reciente). Un lugar de bohemia, pero también de lujos y fiestas donde se movió sin pausa –le atribuyen cientos de obras falsificadas– gracias a su destreza con la pintura. O, como dijo él en más de una ocasión, un enorme talento que no se limita a una simple imitación sino que se destaca por su facilidad para “saber cómo es ponerse en la piel de los mayores artistas de la historia”

Todo cambió, sin embargo, cuando después de idas y vueltas judiciales, terminó detenido en medio de un operativo internacional de gran despliegue. 

Red internacional y estafa millonaria

“Agentes de la Policía Nacional han detenido en Barcelona a Oswaldo Aulèstia, un veterano falsificador de obras de arte de 72 años sobre el que pesaba una orden de búsqueda y detención con ingreso en prisión emitida por la Audiencia Nacional en 2016 para su extradición a Estados Unidos y otra reclamación por un juzgado de Barcelona desde el año 2017”, señaló el diario El Español en su edición del 30 de noviembre de 2018.

A partir de ese momento, su nombre y el rótulo rimbombante de máximo falsificador de la historia lo invadieron todo. También se empezaron a revelar detalles de su vida hasta el momento un poco vidriosos. Entre otras cosas se supo que Oswald era hijo del escultor y pintor catalán Salvador Aulèstia y que durante años lo había buscado el FBI por su supuesta participación en el tráfico internacional de cuadros falsos de Picasso, Miró, Dalí y Chagall, entre muchísimos otros. Un trabajo conjunto de fuerzas policiales que se dio en llamar “Operación Artista”, que a mediados de los 2000 había estallado como uno de los mayores fraudes y escándalos del mundo de las artes plásticas con estafas por más de 5 millones de dólares.

“La policía española y el FBI desmantelan una red internacional de falsificación multimillonaria de arte que engañó a cientos de clientes con obras falsas de artistas como Picasso, Warhol y Dalí”, señaló por aquellos días el diario británico The Guardian. El medio habló de ramificaciones de la red, entre galerías y coleccionistas que adquirieron los cuadros, en España, Italia, Estados Unidos, Australia y Japón por valores entre 1500 y 20 mil euros por pieza. También mencionó al catalán como parte del entramado, por el que terminó preso en tres oportunidades y llegó a ser extraditado a los Estados Unidos.

Tiempo después, en su propio libro, Aulèstia dijo sobre este caso: “Mi vida se ha tejido a partir de confusiones y malentendidos. Así, encadenando acciones, es como llego a una cárcel estadounidense. A raíz de una investigación, se me atribuye un papel determinante en la Operación Artista, y aunque no existen pruebas que me incriminen, soy perseguido por la justicia de Italia, España y Estados Unidos, adonde finalmente me extraditan y me encarcelan durante nueve meses”.

“He cometido infracciones en mi vida, pero tener que pagar por una que no he cometido es la hostia”, agregó. En esta línea, algunos investigadores señalaron que el hombre en realidad, lejos de ponerse a pintar o de dar muestras de un supuesto talento para la pintura, tenía un rol menor en la organización: se limitaba a elegir el papel de las litografías utilizado en las falsificaciones y a imitar algunas firmas.

Documental exitoso y un libro propio

De ser tildado como“el falsificador sin rostro”, Aulèstia pasó en los últimos tiempos a convertirse en un personaje que recibe a periodistas en su casa, habla sobre arte y falsificaciones con medios de todo el mundo con la cara apenas cubierta por sus anteojos, expone en galerías sus cuadros propios, escribió y publicó su libro de memorias y firma autógrafos en ferias literarias. De hecho, entre las entrevistas más recientes e interesantes que brindó se encuentra la que le brindó al argentino Migue Granados para su podcast La Cruda.

Pero el gran hito reciente llega desde el mundo audiovisual. Es que Aulèstia se plantó frente a las cámaras del cineasta español Kike Maíllo quien en 2022 estrenó el documental Oswald. El falsificador. Llegó a algunas salas españolas y también se lanzó a través de la plataforma de streaming Filmin, donde rápidamente se convirtió en un suceso.

Allí, además del testimonio del propio Aulèstia, el realizador consigue la palabra de familiares del pintor, de allegados, de expertos en arte, de otros detenidos en la Operación Artista con los que tuvo contacto y de los investigadores que estuvieron detrás de los grandes casos internacionales de falsificación de arte por los que el catalán fue investigado.

Con un relato siempre sinuoso y a la vez encantador, Aulèstia lleva la voz cantante de la película que, más allá de la cuestión policial, merodea asuntos vinculados con el arte, la verdad, la imitación y la veracidad.

Así es que, lejos de pretender dilucidar si ocurrieron o no, la película incluye las historias que cuenta el falsificador sobre fiestas fastuosas con millonarios y anécdotas con famosos como Al Pacino, Madonna, Ricky Martin y Luis Miguel, entre muchos otros.

“¿Por qué es atractiva la figura del falsificador? Porque es novelable. Un falsificador de arte es un personaje de novela, de película”, señala Maíllo en el documental.

Tal como apuntó Javier Zurro en su reseña de la película para elDiarioES, el largometraje termina también convirtiéndose en una reflexión sobre el propio hecho artístico

“¿Hay posibilidad de hacer algo realmente original o todo es una copia de una copia? Kike Maíllo cuenta que, incluso en alguna versión del guion, se incluía artículos periodísticos que mostraban cómo ”cuando una película va bien, alguien te dice que es porque se parece a otra cosa o porque, directamente, es una copia de algo“. ‘El 90% del cine no es arte, es artesanía. Viene de lo que escuché aquí, de lo que leí allá y de lo que vi por otro lado. Y eso ya se lleva al extremo en la publicidad, donde todo es referencial y no hay tapujos’”, apunta en su artículo.

Astuto, para seguir alimentando el mito, en su autobiografía el propio falsificador ironiza sobre estas cuestiones: “Transitamos por este camino que llamamos vida compartiendo las verdades y mentiras que forman parte de nuestro andar. Me cuestiono: ¿será verdad lo que cuento? ¡Quién lo sabe! Yo solo sé que no sé nada”.