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El hombre lleno de deudas que simuló su muerte: una canoa, fuga a Panamá y la trampa con la que engañó a todos

Los medios británicos llamaron a John Darwin "el hombre de la canoa" cuando explotó su caso.

Agustina Larrea

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Los tabloides británicos –los reyes del fondo rojo, la letra blanca, la tipografía catástrofe y el título impactante– lo resaltaron con perplejidad: un hombre que había desaparecido con su canoa cinco años atrás en un accidente en un pueblo costero volvía de la muerte. Se habló de amnesia y de milagro. Él mismo le dijo a la policía que creía ser una persona perdida

En diciembre de 2007 John Darwin, un ex profesor y miembro retirado del servicio penitenciario de su país, llegaba a las portadas de los principales diarios con esa historia asombrosa. Mark y Anthony, los hijos de este hombre que lo habían buscado durante años hasta que se resignaron a recibir su certificado de defunción pese a que sus restos nunca habían sido hallados, no podían creerlo. Su esposa, Anne, recibió la noticia desde Panamá. Se había mudado a ese país con la idea de volver a empezar en un lugar paradisíaco frente a la playa y para tratar de sobrellevar su viudez con el dinero que había recibido de parte de distintos seguros de vida de Darwin.

Hasta que todo dio un giro sorprendente gracias a esos mismos tabloides que habían destacado la noticia del aparecido. La historia de la muerte y la resurrección del llamado Hombre de la Canoa se convirtió en poco tiempo en un escándalo policial apasionante que mantuvo en vilo al país, llegó hasta los tribunales y dejó a Darwin y su esposa tras las rejas condenados por una enorme estafa. Uno de los casos más resonantes, que es recordado entre los británicos hasta la actualidad y sigue teniendo derivaciones increíbles.

Una pareja en problemas

John Darwin nació en 1950 en Hartlepool, un pequeño pueblo portuario al noreste de Inglaterra. Dedicado a dar clases de ciencia y matemáticas en escuelas secundarias, se casó con Anne Stephenson a los 23 años. Ella trabajaba como recepcionista para un médico, él cambió las aulas cuando consiguió un puesto como oficial penitenciario en una cárcel para varones en el condado de Durham. Tuvieron dos hijos. Con el tiempo, ella se dedicó a gestionar el alquiler de algunas habitaciones en distintas casas de la zona. El negocio parecía ir creciendo. Tanto, que John, siempre con ideas un poco estrambóticas y descuidado con el dinero, propuso que compraran dos casas en Seaton Carew, en diciembre de 2000. Lo hicieron tomando préstamos que en poco tiempo se hicieron impagables. Con los hijos ya grandes e independizados, Anne quería rematar todo y de alguna manera empezar de cero otra vez. Pero él prefirió armar un plan que lo llevaría, en principio, a multiplicar su dinero y a no tener que pagar las deudas.

Aunque hasta la actualidad persisten las dudas sobre cuánto fue por coerción y cuánto por complicidad de Anne, el proyecto de John era claro: iba a simular su muerte, con ayuda de su esposa, y lo haría de un modo muy simple. Como el matrimonio vivía en una casa que daba al Mar del Norte, lo ideal sería inventar un accidente con su kayak. Aunque no solía usarlo demasiado, trató de ensayar varias veces y de que lo vieran practicando en el agua. 

El 21 de marzo de 2002 Darwin fue visto por última vez remando en las aguas de Seaton Carew. Hacia el final de ese día, su esposa denunció que el hombre no había vuelto a su casa. De inmediato las autoridades encararon una búsqueda que implicó el despliegue enorme de buzos, de rescatistas y de embarcaciones. Pero no había rastros del agente penitenciario. Al día siguiente de su desaparición se encontró un remo y al poco tiempo también los restos de su embarcación. Los investigadores no salían de su sorpresa: por aquellos días las aguas del Mar del Norte estaban inusualmente calmas para esa época del año. Ningún experto podía explicarse cómo había sido el accidente que provocó la desaparición de Darwin.

Ppor aquellas horas, Anne debió comunicarles a los hijos y al padre de John –un hombre de casi 90 años entonces– la noticia de su muerte. Es decir, comunicar una historia que sabía falsa. Años después, entrevistada por la señal ITV en 2016, relataría que aquello fue “una pesadilla” y algo de lo que se sentirá arrepentida “por toda la eternidad”.

Lo cierto es que mientras la policía continuaba la búsqueda, Darwin estaba muy cerca. Tan cerca que nadie podía preverlo: durante más de un año se ocultó en una de las propiedades que habían comprado con Anne, pegada a la casa en la que vivían. De hecho, compartían medianera y hasta había puertas internas que las conectaban: el Hombre de la Canoa pasaba sus días de uno y otro lado mientras obligaba a su esposa para que empezara a contactar a distintas aseguradoras. Quería hacerse de dinero rápido para saldar las deudas y concretar una fuga a algún destino alejado de su país.

Al principio no fue fácil: sin un cadáver y sin un certificado de defunción ninguna póliza valía y ningún seguro quería darle dinero a Anne. Hasta que, después de un ultimátum de John, la mujer logró convencer a la policía para que acelerara el trámite.

Con el papel que confirmaba que John Darwin estaba muerto, la mujer consiguió dinero, llevó adelante una especie de ritual de despedida de su esposo frente al mar acompañada por sus hijos, y empezó a averiguar con John las opciones para mudarse al exterior. Tenían, en principio, más de 300 mil libras por los seguros y lo que lograran obtener si vendían sus propiedades.

Fuga y regreso

Después de una sofisticada búsqueda en internet, donde pasaba la mayor parte del tiempo en medio de su encierro forzado y también despilfarraba dinero haciendo apuestas online y en sitios de citas, Darwin consiguió tramitar un pasaporte falso bajo el nombre de John Jones. Con ese documento, la pareja viajó a distintos países. Para hacer creíbles esas estadías en el exterior, Anne les mentía a sus hijos y al resto de sus familiares: decía que estaba mal, que necesitaba unas vacaciones en soledad. Entre otros lugares, estuvieron en Chipre, el país que al principio más los tentaba para el plan.

Pero, con el tiempo, optaron por Panamá, por sus facilidades impositivas. El matrimonio viajó por primera vez a ese país en julio de 2006. El pasaporte falso del Hombre de la Canoa no levantaba sospechas en ningún aeropuerto. Durante un recorrido que hicieron entre inmobiliarias panameñas, los Darwin se tomaron una fotografía con dos empleados muy sonrientes. Más adelante esa imagen sería una pista clave para acusarlos por estafa.

Pero para entonces, la pareja se movía con tranquilidad. John le pidió a su esposa que volviera al Reino Unido para vender las casas que tenían y terminar con el plan de comprar una buena propiedad en Panamá. La mujer debía transferir el dinero a una cuenta radicada en ese país. Mientras hacía cálculos, el hombre se enteró de que en Panamá iba a tener dificultades con la documentación que tenía para adquirir tierras siendo extranjero. Nuevamente Darwin pensó un plan que incluía mentiras y la complicidad de su esposa. Convencido de que nadie lo atraparía ni se daría cuenta de la verdad, decidió volver al Reino Unido y presentarse en una comisaría diciendo que había sufrido un ataque de amnesia. Necesitaba recuperar su verdadera identidad para ser propietario en Panamá y tener la visa correspondiente. Anne se quedaría en aquel país hasta nuevo aviso.

Así ocurrió: el ex penitenciario viajó al Reino Unido, simuló un desmayo en la vía pública y el 1 de diciembre de 2007 terminó en una oficina policial del West End de Londres. Los agentes con los que habló contactaron de inmediato a los hijos de Darwin que no podían creer lo que veían: aquel hombre del accidente en la canoa, ese que habían despedido frente al mar, volvía después de cinco años.

Anne se vio obligada otra vez a actuar cuando uno de los hijos la llamó para darle la noticia. Mientras tanto, la historia de Darwin llegaba a los medios británicos más importantes.

Los tabloides, entonces, planearon una cobertura completa. Una historia de tanto impacto la merecía. Un periodista, de hecho, fue a buscar a Anne a Panamá para poder entrevistarla. Le llamaba la atención que la mujer todavía permaneciera en ese país luego del regreso a la vida de su esposo.

La policía, de a poco, empezaba a atar cabos sueltos. Sobre todo a través de los movimientos bancarios sospechosos de Anne. Pero el estallido final llegó cuando el Daily Mirror publicó la foto que los Darwin se habían sacado en 2006 en aquella inmobiliaria panameña: un lector del diario la encontró en el sitio Move To Panamá a través de Google Imágenes luego de tipear “Anne”, “John” y “Panamá”. De inmediato se pidió la orden de detención de Darwin, que fue arrestado mientras permanecía en la casa de su hijo Anthony.

Anne volvió a Londres acompañada por periodistas del Daily Mail y del Mirror, a quienes empezó a revelarles la verdad de la historia, y también fue arrestada. Ella y su esposo empezaban a ser investigados por fraude y estafa.

“Estoy convencida de que ellos [los hijos de los Darwin] me habrían intentado disuadir. Pero no lo hice, no se lo conté a nadie. Y una mentira llevó a otra. ¿Cómo podrán ahora perdonarme por lo que les he hecho?”, declaró entonces la mujer a la prensa británica.

Durante esos días se confirmó que John había fraguado papeles y que había robado la identidad de John Jones, un bebé que había muerto en 1950. Los investigadores también pudieron corroborar sus viajes con el pasaporte falso.

Los hijos de la pareja, ajenos a lo que habían hecho sus padres, difundieron por esos días un comunicado en el que aseguraban estar atravesando una “montaña rusa de emociones” tras descubrir que John seguía vivo.

Juicio y repercusiones

Después de un juicio que duró varios meses y de estar enfrentados definitivamente por la decisión de la mujer de revelar todo ante los medios, el 23 de julio de 2008 John y Anne fueron condenados por fraude a seis años y tres meses de prisión. Él, además, recibió una pena extra por la falsificación del pasaporte. Se divorciaron y, cuando cumplieron sus condenas, los dos salieron en libertad.

Ella, de hecho, habló en varias entrevistas con los medios de su país. Él decidió mudarse a Filipinas, donde volvió a casarse con una mujer que conoció en un sitio de internet.

La historia de Darwin, uno de esos casos policiales que se vuelven casi un lugar común y atraen a multitudes, fue recordada, citada y reconstruida en distintas series, películas, documentales, podcasts y novelas.

Entre las producciones más recientes, se encuentra la miniserie The Thief, His Wife And The Canoe, que produjo la señal británica ITV y que en algunos países, como la Argentina, forma parte del catálogo de la plataforma Paramount +.

Contada desde la perspectiva de la mujer, en sus cuatro capítulos decide indagar en el vínculo entre ellos y de lo que Anne se veía obligada a hacer por la dominación que ejercía John sobre ella.

AL/MG

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