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MUESTRA

Gustavo Reinoso: “La invisibilidad no es una metáfora, es una forma de violencia”

Gustavo Reinoso,  artista plástico y arquitecto, que presenta su muestra Invisibles, historias sin sombra.

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En el centro de Retiro, a metros de la Plaza San Martín, un viejo local de venta de telas vuelve a abrir sus puertas. Ya no hay rollos apilados ni clientes buscando retazos: en el Palacio Bisconti, ahora, cuelgan dibujos de gran formato, collages e instalaciones construidas con cartones, telas y objetos recuperados de la calle. Todo lleva la firma de Gustavo Reinoso, artista plástico y arquitecto, que presenta su muestra Invisibles, historias sin sombra con entrada libre y gratuita.

La serie comenzó en 2018, cuando Reinoso tenía su taller en Almagro y veía crecer el número de familias que vivían en la calle. Se acercó, escuchó, compartió cafés e historias. De ese vínculo nacieron los retratos que hoy ocupan las paredes del Bisconti. “Invisibles es denunciar, interpelar, hacerle un fondo blanco a la realidad cruda que no queremos ver. El hambre nunca es una elección, y la invisibilidad es siempre una forma de violencia”, dice el artista.

La Familia Del Braian,collage.

“No me interesa suavizar lo crudo ni embellecer lo doloroso —agrega respecto al equilibrio entre la crudeza del tema que aborda y la búsqueda estética del arte en su trabajo—. Invisibles nace justamente de la tensión entre la violencia que elegimos no ver y una estética que obliga a mirar. Creo que durante el proceso, la precariedad dejó de ser solo el tema para volverse también el soporte. Y ahí se volvió más visceral, más real. Cada obra dejó de ser solo una imagen, para pasar a ser materia cargada de una historia de abandono y calle”.

Los protagonistas de estas obras son personas que cualquiera puede cruzar en la calle: quienes revuelven la basura, empujan carros, improvisan camas de cartón, hacen changas para comer o recurren a merenderos y ollas populares. Entre ellos emerge una figura central: El Braian, una suerte de Juanito Laguna contemporáneo que encarna a la infancia estigmatizada y excluida. “El Braian es esa voz que nos obliga a mirar. Cuando él se vuelve protagonista, lo invisible se vuelve visible”, señala Reinoso.

Consultado sobre si cambió su mirada desde que inició la serie, responde: “Lo que no cambió es la urgencia. Y eso, quizás, es lo más triste. El contexto socioeconómico sigue siendo brutal. Hay más hambre, más exclusión, más gente empujada a la invisibilidad. Lo que sí cambió fue mi compromiso. Hoy siento que no puedo mirar desde lejos, que mi obra tiene que meterse ahí, embarrarse, ser parte de esa denuncia”. Una urgencia que se vuelve todavía más punzante frente a medidas como la reciente disposición del Gobierno porteño que aplicará multas de hasta 900 mil pesos a quienes revuelvan contenedores de basura y ensucien la vía pública.

Cada pieza de la muestra está realizada con materiales encontrados: cartones, chapas, telas, restos de muebles y objetos descartados. Para el artista, no son soportes neutros: la precariedad que cuentan las obras también está en su estructura física. “El cartón lo pienso como residuo, como refugio y como recurso”, resume.

Acolchonados, collage de Gustavo Reinoso.

Uno de los puntos más impactantes del recorrido es la Casa Invisible, una instalación inmersiva que recrea un espacio de vida callejera con elementos reales. Adentro, una voz en off relata historias concretas que atraviesan al visitante. “Busco que esa incomodidad sea reveladora. Que se entienda que la invisibilidad no es una figura literaria, sino un hecho cotidiano”, sostiene.

El proyecto ya trascendió fronteras: la periodista alemana Maja Schirrle le dedicó una crónica en la revista GEO, donde vinculó la obra de Reinoso con la situación socioeconómica argentina y la experiencia de niños que, como uno de sus retratados, usan cajas de cartón para comunicarse con los automovilistas y pedir ayuda.

Declarada de Interés Cultural por la Legislatura porteña, Invisibles se puedevisitar en el Palacio Bisconti (Paraguay 816) los jueves, viernes y sábados de 16 a 20. “Me gusta mostrar la obra acá porque es un espacio alternativo, más cercano y auténtico. El arte se siente más al alcance y en contacto con lo cotidiano”, dice Reinoso. En ese contacto, espera, quizá lo invisible empiece a dejar de serlo.

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