Kurt Elling, el cantante que redefinió el rol del vocalista masculino en el género durante los últimos 25 años, se presenta por primera vez en Argentina. El concierto lo encuentra en uno de los momentos más audaces de su carrera, al frente del proyecto SuperBlue, una alianza artística con el guitarrista Charlie Hunter y una banda que combina sofisticación armónica con una energía visceral de raíz funk.
Ganador de dos premios Grammy y líder de las encuestas de la revista DownBeat durante más de una década, Elling es mucho más que una gran voz: es un intérprete con un imaginario propio, un lector voraz y un músico que entiende la canción como un acto emocional, espiritual y político. De hecho, antes de dedicarse profesionalmente al jazz, estudió teología en la Universidad de Chicago con la intención de convertirse en ministro. Esa dimensión ética y reflexiva atraviesa su música y su modo de estar en escena.
En SuperBlue, Elling se permite un giro estilístico inesperado: groove callejero, líneas vocales rítmicas al borde del spoken word y una impronta más eléctrica que sus discos anteriores. A su lado, Charlie Hunter —maestro de la guitarra híbrida de siete y ocho cuerdas— ofrece un contrapunto perfecto: inventivo, elegante y con la soltura de quien puede tocar bajo, acompañamiento y solo melódico al mismo tiempo. Hunter tiene una notoria trayectoria: grabó con Norah Jones, D’Angelo, John Mayer, Frank Ocean, y es una figura de culto para los guitarristas de todo el mundo.
El cuarteto se completa con Julius Rodriguez en teclados y Marcus Finnie en batería, dos músicos jóvenes que representan la nueva generación del jazz estadounidense, capaces de moverse con naturalidad entre el lenguaje del bebop, el gospel y la cultura hip-hop.
Pero si algo distingue a Elling es la profundidad con la que encara cada canción. Ha recitado en vivo versos de Rilke y Neruda, y muchos de sus textos están impregnados de literatura, filosofía y una introspección que escapa al molde clásico del crooner (la interpretación suave y sentimental). Su voz cálida, de registros amplios y gran expresividad, se combina con una presencia escénica magnética. A diferencia de otros artistas que abrazan el desenfado bohemio, Elling cuida su instrumento con la precisión de un atleta: duerme bien, calienta la voz rigurosamente y se entrena a diario.
Fuera del escenario, es un hombre de rutinas calmas: lector empedernido, amante del vino y de las buenas conversaciones. En entrevistas ha contado que intenta equilibrar su vida familiar con las giras, y que busca en la música no solo belleza, sino sentido.
Así, la llegada de Kurt Elling a Buenos Aires es una oportunidad de escuchar a un artista que piensa cada frase como si fuera un poema, y que canta como si el mundo dependiera de ello.
MP