La tentación neofascista

El problema en este fin de época, que está a la sombra de las contrarrevoluciones del siglo XX, es que podemos ver lo que termina, pero no vislumbramos qué sigue. Su resultado es una crisis social y económica inusitadamente larga cuyos efectos dan cuenta de procesos de corposubjetivación atravesados por la incertidumbre y la angustia que son aprovechados por partidos neofascistas para subir al poder.
(...)
Cuando hablamos de neofascismo nos referimos a grupos que no tienen una ideología definida, aunque utilizan la democracia para imponer ideas totalitarias para defender a los sectores más ricos de la sociedad basadas en el neoliberalismo. Sus enemigos son los inmigrantes pobres, los desocupados que cortan las calles e interrumpen el tránsito, el feminismo, los grupos LGTBI, cualquier forma de socialismo. Es así como encontramos grupos de la derecha neofascista muy diferentes adaptados a la característica de cada país: Vox en España, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil, Giorgia Meloni en Italia, Alternativa para Alemania (AFD), de Tino Chrupalla, Verdaderos Finlandeses, de Riikka Purra, los conservadores de Donald Trump en EE.UU., etcétera.
Y, de pronto, en nuestro país, apareció Milei.

No es “Loco”, es neofascista
Mucho se ha escrito en estos últimos meses sobre Milei y los sectores de ultraderecha que lo rodean.
Las nuevas formas de la derecha neofascista han surgido en el mundo como reacción a la decadencia social del neoliberalismo. En nuestro país, como sostienen algunos economistas, el problema de la crisis que padecemos no es fiscal ni financiero. Esta deviene desde los inicios de la actual democracia, donde ningún sector del poder logró desarrollar las fuerzas productivas (que hoy involucran no solo el desarrollo industrial, sino de tecnología) para generar más empleo; todavía dependemos de las cosechas como a principios del siglo XX (en este tiempo el producto bruto interno promedio en la Argentina fue del 2,5%; mientras que el promedio mundial llega al 5%). Si el macrismo hipotecó el futuro al contraer una importante deuda externa, los gobiernos “nacionales y populares” no pudieron empoderar a una supuesta “burguesía nacional” para desarrollar el mercado interno. Su consecuencia fue tapar agujeros a través de subsidios y planes sociales para los sectores carenciados; mientras se llegó, gracias al esfuerzo de Milei en estos últimos meses, a que más del 50% de la población viva en la pobreza, con trabajos no registrados y sueldos muy por debajo de la media.
Esta situación condujo a una crisis social y económica donde, en la última elección, las diferentes coaliciones políticas ofrecían más de lo mismo. En cambio, Milei basó su campaña sobre un sentimiento que se da en procesos de desindustrialización y de caída de las clases medias y de grandes sectores populares donde el sentimiento de frustración está centrado en un reproche a los políticos: “estoy pasando el peor momento de mi vida”, “esto no da para más”, “los culpables son todos los políticos”, es decir “la casta”. Milei, por fuera de la política tradicional, con una propuesta –mezcla de la derecha española Vox y de Bolsonaro en Brasil– mesiánica ofrece la ilusión, a través de supuestas ideas salvadoras, como la dolarización, de fundar una nueva república; una república donde después de 45 años –que luego redujo a 15 años– de grandes sacrificios podríamos vivir con el desarrollo de un país del primer mundo. Mientras tanto, todos debemos estar callados, quietos, sin protestar, aceptando plenamente sus propuestas; donde, como dejó en claro en la reunión de Davos, con el antisocialismo cuestiona cualquier proyecto medianamente reformista o distributivo. El antisocialismo implica atacar la educación pública, la salud pública, el asistencialismo, el feminismo, la ecología, los derechos humanos, laborales, sociales y sexuales, etc.
Es así como encontramos una convergencia entre los sectores de poder en un programa de ajuste feroz para modular al país en función de sus intereses; pero simultáneamente aparece una contradicción entre los que defienden sus intereses a partir de las instituciones republicanas y el gobierno apoyado en grupos de derecha que sostiene propuestas autoritarias. Propuestas que se ofrecen como libertarias, pero que sirven para condicionar y limitar a los pobres, ya que su proyecto libertario es la libertad de mercado que solo beneficia a los ricos; los pobres solo pueden elegir en qué condiciones sobreviven.
Vamos a desarrollar tres aspectos de su política:
1°) la política del marketing; 2°) el darwinismo libertario y 3°) el interés de generar miedo.
La significación del peinado en la derecha neofascista
Como sabemos, el marketing es importante para los políticos, en especial para la ultraderecha que quiere imponer la figura de una persona con poderes que puede lograr grandes transformaciones.
El peinado –tanto en el hombre como en la mujer– pertenece al orden del fetiche. El fulgor de la cabellera es una atracción erótica, ya que produce efectos de encantamiento. Se denomina “faneros” a las estructuras visibles de la piel: pelos, uñas, plumas, etcétera. Los “faneros” –palabra que proviene del griego y que se puede traducir como “lo aparente”– conforman lo más externo y distintivo del cuerpo. En el ser humano el “fanero” por excelencia es el pelo; el cabello protege del sol, pero forma parte de la autoestima del sujeto al querer agradar al otro. Por eso dedicamos tiempo para peinarlo, cortarlo, fijarlo con fijador o dejarlo suelto. En las ciudades de la Antigüedad se le asignaba una atención desmesurada; en Atenas se creó un tribunal que multaba a quienes lo llevaran descuidado. Las estatuas de esa época son una muestra de cabelleras onduladas que poseen un movimiento serpenteante y sensual.
El mito de Sansón y Dalila reafirma su importancia.
Desde que nació, Sansón tenía una misión encomendada por Dios: luchar contra los enemigos del pueblo de Israel, los filisteos. Triunfó en todas las luchas que emprendió, pero su carácter impulsivo lo llevó a que sus pasiones chocaran con el propósito que Dios le había encomendado en su vida. Se dejaba llevar por la debilidad que sentía por las mujeres, cometiendo numerosas imprudencias. Como líder y juez del pueblo de Israel, necesitaba ser prudente y sabio; pero no era así. Sin embargo, Dios le seguía dando fuerzas. Los filisteos, que sabían de su debilidad, le encomendaron a Dalila que enamorara a Sansón y averiguara el secreto de su tremenda fuerza y cómo vencerlo. Dalila consiguió su objetivo y comenzó a preguntarle sobre el origen de su fuerza; Sansón le dio versiones distintas. Finalmente, ante la insistencia de Dalila, le reveló la verdad: nunca le habían cortado el pelo porque era un nazareno consagrado a Dios: si le afeitaban la cabeza perdía su fuerza. Cuando Dalila le cortó el pelo, los filisteos capturaron a Sansón, le sacaron los ojos y lo encerraron. Pero, luego de un tiempo, el cabello de Sansón comenzó a crecer. Los príncipes filisteos, para divertirse, lo ataron a dos columnas que sostenían un edificio delante de miles de personas. En ese momento Sansón le rezó a Dios para que le diera su fuerza. Así pudo derribar ambas columnas y cumplir con el propósito de vengarse, aunque perdiera su vida.
Este mito, que nos habla de la fuerza que emana del cabello, podemos observarlo en el atuendo que en otras épocas usaban los jueces, donde el pelo, a través de una peluca, ocupaba un lugar preferencial. En la Edad Media los magistrados se vestían con pieles y trajes de seda; gracias a la teatralidad de la ceremonia del juicio los jueces aumentaban su credibilidad al transformar a los individuos en personajes. Aquí la peluca se convierte en un emblema del poder.
Con su frondosa melena, el “León” Milei hace de su pelo un distintivo de su fuerza para luchar, con su motosierra, contra lo que llama “la casta”; también de su campera, que la usa en días de 40 grados de calor. Esta es una característica de la derecha neofascista. En el mundo, Geert Wilders, el líder del partido Por la Libertad, que ganó la mayoría de los votos en las elecciones generales en los Países Bajos con una propuesta de la ultraderecha neoliberal y profundamente antinmigrante, se destaca por su abundante cabellera. Boris Johnson, un conservador de derecha que fue primer ministro de Gran Bretaña y propuso el Brexit, hizo que su pelo, parecido a un techo de paja todo revuelto, se convirtiera en símbolo de una mentalidad independiente. Donald Trump convirtió su peinado en una marca; un peinado que siempre está de la misma forma con un régimen de cepillado y sujeción con spray.
El cabello es un fetiche que en los hombres se transforma en un símbolo de virilidad. Por eso a los líderes de la derecha neofascista les interesa fomentar la idea de que sus referentes son personas excepcionales, con un cabello excepcional, que pueden transformar con la fuerza de su personalidad una democracia manejada por una “casta” de corruptos. Hasta ahora no lo han conseguido.
El darwinismo libertario
Milei es un reconocido partidario de la escuela austríaca. Sus propuestas llamadas “libertarias” se apoyan en el economista Von Mises, que, a pesar de su condición de judío y habiendo reconocido en los años ‘30 del siglo pasado que los fascismos eran contrarios a sus ideas liberales, no dudaba en considerarlos necesarios y reivindicables para enfrentar el socialismo y el bolcheviquismo.
En 1933, Mises apoyó el régimen austro-fascista de Engelbert Dollfuss. Este gobierno basado en el fascismo italiano no impidió a Mises ser economista de la Cámara de Comercio de Austria y consejero del gobierno de Dollfuss. Luego del fracaso del gobierno austro-fascista tuvo que escapar por su condición de judío, pero esta situación no le llevó a evitar seguir revindicando su posición frente al fascismo.
En 1970, más cerca de nuestra época, Friedrich Hayek se convirtió en el representante más importante de la escuela austríaca, por lo que recibió el Premio Nobel. A partir de este reconocimiento internacional, Hayek se transformó en el principal defensor del gobierno de Pinochet en Chile, de la Sudáfrica del apartheid y el racismo y de la dictadura de Salazar en Portugal. Las ideas conservadoras y reaccionarias de Hayek –de las cuales Milei es un gran admirador– sostienen que la democracia debe ser limitada y subordinada al buen funcionamiento del mercado y del sistema capitalista.
Pero el que encabeza el ranking de sus preferencias es Murray Newton Rothbard, ideólogo del anarcocapitalismo y fundador, en los años ‘70, del Partido Libertario en EE.UU. Su postulado básico sostiene que ningún hombre ni grupo de hombres puede cometer una agresión contra la persona y la propiedad, afirmando que a lo largo de la historia el Estado fue el agresor y el violador principal de los derechos del hombre. Según su perspectiva, en el mundo occidental el capitalismo estatal sufre una gran crisis, ya que los crecientes impuestos debilitan la industria, mientras la creación de nuevo dinero genera inflación. Crítico de las tesis monetaristas de Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, en su libro Hacia una nueva libertad. El manifiesto libertario, Rothbard sostiene que “para ocuparse del descontento que aflige a la gran mayoría del pueblo de EE.UU. se debe terminar con el aumento de los impuestos, la inflación, la congestión urbana, la delincuencia y los escándalos del asistencialismo”. Y continúa: “a los pequeños propietarios podemos presentarles un mundo donde la empresa sea libre y despojada de los privilegios monopólicos de cárteles y subsidios ideados por el Estado y el establishment”. Como podemos leer, calcado en lo expresado por Milei.
Sin embargo, estas propuestas no han funcionado en ningún lugar del mundo. Las causas son obvias: sin una regulación, los más fuertes triunfan sobre los más débiles; este darwinismo social lleva al hambre y la miseria de grandes sectores de la población. De allí que una corposubjetividad atravesada por el miedo constituye un factor importante para que estas ideas sean atractivas: el miedo al inmigrante pobre, al trabajador desocupado que corta la calle, a la inseguridad o simplemente a que si no se siguen sus propuestas se va a estar peor.
El miedo
El miedo es uno de los elementos más fuertes que constituyen las relaciones sociales y los procesos de producción de corposubjetivación.
La búsqueda de certidumbre como solución a los miedos que padecen los sujetos no es ajena a los dispositivos de los poderes hegemónicos. El miedo no es un fantasma que circula alrededor del sujeto y externo a las relaciones sociales; por el contrario, afecta el cuerpo y constituye su corposubjetividad, ya que se produce y atraviesa en el acontecimiento mismo del ejercicio del poder. La sensación de que nada es seguro ha llevado a que dejó de funcionar fluidamente el pacto hobbesiano de obediencia al poder a cambio de protección. Milei propone una esperanza mesiánica, con el apoyo de las fuerzas del cielo y la mediación de un espíritu canino, que ha transformado en la ilusión de que si se acepta su propuesta autoritaria de “refundar el país” vamos a estar mejor.
De allí que todos los días no pierde la oportunidad de mencionar que si no se siguen sus ideas sobreviene la catástrofe. Esto nos lleva a dar cuenta del grado de desesperación de grandes sectores sociales que, ante la falta de propuestas alternativas, quieren seguir creyendo en el Mesías.
Aclaremos: no todos, cada vez menos, y no por mucho tiempo.
Si recordamos la filosofía de Spinoza, el miedo y la esperanza son dos pasiones tristes: el miedo es enemigo de la razón; la esperanza participa de la espera (de la cual etimológicamente proviene la palabra “esperanza” de un salvador, y lleva a la resignación y la obediencia). Se trata de dos polos pensantes que hacen que nuestros actos tomen posición por uno o por otro: la esperanza por un bien mayor y el miedo por un mal mayor.
En este sentido, cuando el miedo y la esperanza dominan la imaginación, la incertidumbre transforma al sujeto en un ser pasivo al servicio del poder hegemónico. Es así como Spinoza cuestiona lo que denominó la esperanza pasiva; aquella que hace de su salvador su razón de ser, es decir, esperar de un líder mesiánico que solucione sus problemas; es aquí donde la ilusión juega un factor importante.
Por ello, oponerse al miedo en la política implica generar una esperanza activa que rechace el mesianismo, el absolutismo y la razón de Estado. La obediencia debe ser reemplazada por la importancia de la potencia de ser dentro del colectivo social donde pasamos de un yo a un nosotros. Por ello, las incertidumbres no se distribuyen por igual, ni en cuanto al tipo ni en cuanto a la intensidad entre los diferentes grupos y clases sociales que componen nuestra sociedad. De allí que enfrentar socialmente la incertidumbre de la mayoría de la población hace necesario modificar las bases políticas y económicas a partir de una esperanza activa que genere comunidad; una esperanza activa que genere un nosotros que permita organizar una democracia participativa sobre bases sociales y económicas igualitarias. Este es el desafío.
0