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Detrás del dato “récord”

La economía popular y el dato que engrosa las estadísticas de empleo registrado que celebró el Presidente

El polo de Barrios de Pie en José León Suárez, donde arman bolsones para vender en el barrio

Delfina Torres Cabreros

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Cada 15 días Mirelli Blanco recibe las camionetas que llegan cargadas de frutas, verduras y maples de huevo al “polo productivo” que tiene la organización Barrios de Pie en José León Suárez. Es la coordinadora de esta actividad que consiste en armar bolsones y venderlos barato a sus vecinos y familiares. Ese es su trabajo, que se complementa con el de su marido, que hace trabajos de electricidad y plomería. Cobra el Potenciar Trabajo y la tarjeta Alimentar, pero igual no le alcanza para cubrir las necesidades de su familia de cuatro hijos y por eso recibe ayuda de su madre y sus hermanos, que viven en casas contiguas a lo largo de un pasillo en Carcova. 

Algunos compañeros de su organización venden la verdura de manera ambulante, en las calles, pero se arriesgan a que la policía les quite los bolsones. Ella, junto a otras mujeres del barrio, las ofrece en una feria, donde además puede sumar otros productos: torta, pan casero, ropa usada. Pero en los últimos cinco meses, el negocio cayó a pique. La fruta y la verdura se encarecieron tanto que no les alcanza para reinvertir en mercadería. O, más precisamente, no tienen manera de que sus vecinos les compren esos bolsones al precio que necesitarían para poder reponerlos. 

“¿Qué hacemos entonces? Nos ayudamos entre todos. El otro día hicimos tortas fritas, que es algo que llena y rinde, y las vendimos en la marcha. Para nosotros los pobres, dejar de trabajar no es una opción”, dice. 

Esta semana el presidente Alberto Fernández celebró en sus redes el dato “récord” de empleo registrado en la Argentina, que en junio alcanzó a 12,7 millones de personas. Si se miran en detalle los números, se advierte que lo que más crece en términos porcentuales es, por lejos, el casillero de los monotributistas sociales. Mirelli es uno de esos monotributistas sociales; se anotó este año y gracias a eso tiene obra social y aportes jubilatorios. 

En junio los trabajadores y trabajadoras bajo ese régimen aumentaron 18,6% y en los últimos 12 meses el salto fue de 39,3%. Si se compara con el ritmo de crecimiento del trabajo asalariado privado, la diferencia es abrumadora: su crecimiento fue de apenas 0,5% en el mes y de 4,4% en el año. El “empleo genuino”, que en los discursos más tradicionales de la política se suele asociar al empleo asalariado privado –el empleado en la línea de una fábrica automotriz, la empleada de comercio detrás del mostrador– no es el que absorbe a la masa creciente de argentinos en busca de un ingreso laboral. 

Simplemente por el crecimiento poblacional, en el país se incorporan alrededor de 300.000 personas cada año a la población económicamente activa (PEA), pero desde hace tiempo que el país no tiene capacidad para ofrecerles puestos de calidad, plenos de derechos. En los últimos 10 años (entre 2021 y 2022) la cantidad de trabajadores asalariados registrados del sector privado creció apenas 0,3%. Se estancó. 

El "empleo genuino", que suele asociarse al empleo asalariado privado, no es el que absorbe a la masa creciente de argentinos que buscan trabajo

Si tres millones de personas se incorporaron a la PEA en estos 10 años y apenas un puñado logró emplearse como asalariado en el sector privado. ¿Dónde está el resto? En el universo de los desempleados no, o al menos no todos, porque la población que busca y no encuentra trabajo es hoy de 7%; 1,4 millones de personas. ¿Dónde está, entonces, toda esa gente? “Está trabajando en otra economía”, responde Pablo Chena, director de Economía Social del Ministerio de Desarrollo. “Están en la informalidad de la economía de mercado, es decir, trabajando en empresas que no los registran, o en la economía popular, en emprendimientos desarrollados por el propio trabajador”. 

La informalidad dificulta la posibilidad de conocer y entender esa otra economía, que se estima que puede alcanzar a 8 millones de personas. El Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep), que empezó a construirse a mediados de 2020, intenta empezar a trazar ese mapa. Hoy tiene 3,5 millones de trabajadores inscriptos. La gran mayoría de ellos jóvenes, la gran mayoría mujeres. 

Pero la registración es solo el primer paso. El segundo es la formalización, que adquiere forma recién cuando estas personas gestionan su monotributo social. Según datos oficiales a los que accedió elDiarioAR, en 2020 se registraron 47.136 altas de monotributos sociales y en 2021 fueron 207.178. Es decir, que el número más que se cuatriplicó. En 2022 continuó el crecimiento, al sumarse otras 212.827. 

También hay bajas, aunque mucho menores a las altas. Un documento del Ministerio que releva las causas explica que el 32,3% –un tercio– de quienes se dieron de baja entre 2020 y julio de 2022 lo hicieron porque no pueden pagar la cuota. Otro 23,3% porque dejó de realizar la actividad productiva que realizaba. Sin embargo, también hay razones “positivas” para dejar el monotributo social. Un 19,5% comenzó a facturar más y pasó al monotributo general y un 7,7% consiguió un empleo en relación de dependencia; el famoso “puente al empleo”. 

“Hay un puente y está muy bien que lo haya, tiene que haberlo, pero no todos lo van a cruzar. Para darle masividad a la registración hay que construir la institucional de los que trabajan en la economía popular, que son millones. No tratar de convertirla en algo que no es, sino formalizar lo que ya está”, dice Chena. A su oficina en el primer piso llega el rumor de las conversaciones de las personas que, en esta esquina de 25 de Mayo y Tucumán,  esperan en fila para hacer trámites vinculados al monotributo o a las ayudas sociales disponibles.  

"La economía popular es de subsistencia producto de la informalidad. Los trabajadores y trabajadoras son pobres porque son informales y no al revés

Pablo Chena, director nacional de Economía Social

El monotributo social comparte el límite de facturación de la categoría A del monotributo tradicional, pero tiene algunas particularidades. Las personas tienen bonificado el componente impositivo, el aporte previsional y solo pagan el 50% de la cuota de la obra social. Sin embargo, y a pesar del crecimiento que llama la atención en las estadísticas, apenas 512.700 personas tienen monotributo social, cuando se estima que la economía popular emplea, como se dijo, a cerca de 8 millones de personas. Aun entre quienes están inscriptos en el Renatep no todos lo tienen; solo el 10,6%. 

¿Por qué es importante para los trabajadores de la economía popular tenerlo? “Así como la economía tradicional está restringida por la disponibilidad de dólares, la economía popular está restringida por la informalidad, que no le permite desarrollar su potencial”, apunta Chena. Trabajar en la informalidad implica no poder insertarse en todas las cadenas de comercialización (venderle al Estado, por ejemplo), defender el valor del producto en el mercado, facturar y ser un sujeto pasible de crédito para aumentar la capacidad productiva. Todas cosas que contribuyen a generar un ingreso digno, suficiente para vivir. “Esta economía popular es una economía de subsistencia producto de esta informalidad. Los trabajadores y trabajadoras son pobres porque son informales y no al revés”, suma el economista. 

En el Ministerio De Desarrollo consideran que para masificar la registración –y acompañar así, aunque sea de más cerca, la expansión real de la economía sumergida– hace falta otra herramienta. Lo que proponen es el “monotributo productivo”, que fue enviado por el Ejecutivo al congreso a fines de 2021 pero todavía no fue tratado. 

Este monotributo sería totalmente gratuito hasta que la persona tenga capacidad de pago (con un plazo máximo, que podría ser de tres años) y luego se empezaría a cobrar la cuota de manera progresiva. Dado que sería inviable desde lo fiscal que el Estado pague la obra social de todos los inscriptos, esta figura deja a un lado a las obras sociales y se centra en la atención del sistema público de salud, fortaleciéndolo con equipos comunitarios que sigan de cerca a estas personas, que trabajen en la prevención y que puedan hacerles de nexo con hospitales.

A las 12.20 del jueves, la fila de personas frente a la oficina ocupa media cuadra. Muchos están para consultar por la baja sorpresiva de 40.000 programas Potenciar Trabajo, pero Rubén espera su turno para pedir otra información. Tiene un papelito en la mano donde anotó “Programa Puente al Empleo”. Quiere averiguar qué piden, cómo se hace, qué garantías tiene de que no se quedará sin la ayuda social que tiene hoy y sin ese nuevo trabajo. Cobra un plan Potenciar Trabajo y realiza tareas de construcción y mantenimiento. Aunque busca algo mejor, y por eso espera en la fila este mediodía, valora y cuida ese trabajo, el que hoy le da de comer. 

DT

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