Guzmán, fortalecido en su debilidad, descarta un plan Austral y convoca a empresarios y sindicalistas para desindexar expectativas de inflación

Hace dos o tres semanas arreciaban las críticas de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y de dirigentes que le responden -excepto los funcionarios del gobierno nacional, que guardan un silencio estratégico- contra Martín Guzmán, pero el ministro de Economía permanece en el cargo. Esta semana se conoció el dato de que se redobló la inflación, un 6% mensual y un 58% interanual, el mayor nivel en 30 años, pero el jefe del Palacio de Hacienda permanece en el cargo. Fortalecido en su debilidad, ratificado por un Alberto Fernández frágil que sabe que perderlo a él es perderse un poco así mismo, Guzmán sigue, descarta un plan de shock contra la inflación, como fue el Austral del gobierno de Raúl Alfonsín en 1985, y apuesta a convocar a empresarios y sindicalistas para institucionalizar una desindexación de expectativas de precios y salarios.

Guzmán, apoyado por su asesor Daniel Heymann -uno de los autores del Austral- y por su viceministro, Fernando Morra, espera que el reordenamiento gradual de la macroeconomía dé sus frutos, pero admite que necesita cambiar las malas perspectivas, que sitúan la inflación en hasta el 75% para 2022, muy por encima del 60% que ahora el ministro reconoce a regañadientes. Por eso, busca formar una mesa de concertación. Espera que después del 6,7% de marzo y del 6% de abril, el índice de precios al consumidor (IPC) baje al 5% en mayo y al 4,5% en junio. Con esos niveles altos, pero en descenso, Guzmán se conformaría y se autopercibiría triunfador en la batalla interna y con la oposición sobre la política antiinflacionaria. Una vez pasada la primera mitad del año, las paritarias y los segundos aumentos de tarifas de luz y gas, el terreno estaría preparado para una estabilización de la inflación mensual en un poco ambicioso pero hoy paradisíaco 3% mensual. No por nada el consultor Emmanuel Álvarez Agis, de PxQ, llegó a bromear con que el Gobierno festejaría si baja la inflación al 50% anual en el 2023 en el que Fernández ambiciona su reelección, basado en que continúa el crecimiento de la economía y del empleo. El ministro confía en que en 2022 el PBI crecerá 5% o 6%, muy por encima del 2% que vaticinaban las consultoras o el 3% que predecía el Fondo Monetario Internacional (FMI) al comienzo del año. Sería el segundo año consecutivo de expansión económica por primera vez desde 2011.

Un paper

Dentro del Palacio de Hacienda circula un paper con algo así como los siete recados capitales sobre “Abordaje de la inflación”:

-“1. Entendemos a la inflación como un fenómeno multicausal, por lo que enfrentar este problema requiere trabajar en diferentes frentes, con una relevancia central en la consistencia del programa macroeconómico.

-2. Es necesario avanzar en fortalecer el valor de la moneda. Para ello, es fundamental acumular reservas. [N. de la R.: el ministro aspira a que este año ingresen para ello inversiones extranjeras para el litio, la minería y la energía]

-3. Mientras esto ocurre, se buscará suavizar las regulaciones financieras para establecer una transición hacia una regulación de los flujos de capitales para evitar que los mismos desestabilicen la economía, como lo hicieron en el pasado. [N. de .la R.: por ahora, de esto no se ha visto nada, aunque Guzmán promete liberar divisas para que se concreten inversiones gasíferas que aprovechen las oportunidades de exportación que abrió la guerra de Ucrania].

- 4. Profundizar el mercado de capitales en moneda doméstica, para otorgar nuevas y mejores herramientas al sector privado, y también del mercado de títulos públicos es otro componente de la estrategia macroeconómica.

- 5. La consistencia en el plano fiscal tiene dos dimensiones. En primer lugar, mantener un crecimiento del gasto público en términos reales que apuntale la demanda agregada y, como correlato, un incremento de los recursos fiscales de la mano de un aumento de la actividad, el empleo y los ingresos reales. Pero es necesario que este crecimiento sea gradual, dado que un incremento excesivo de la demanda agregada puede generar una demanda de divisas que afecte la acumulación de reservas. En segundo lugar, la disminución del déficit permite reducir el financiamiento monetario, lo que ayuda al Banco Central a fortalecer su hoja de balance.

-6. Por mucho tiempo se han dado situaciones en las que sistemáticamente el Banco Central financia al Tesoro. En una economía bimonetaria eso es un problema.

-7. Además de ser consistente, el programa requiere una implementación continua, que progresivamente fortalezca la credibilidad sobre la dirección. Por eso se hace tanto hincapié desde el Gobierno en el compromiso por llevar adelante el programa que se ha trazado. Esto incluye un componente fiscal, uno monetario y uno cambiario. Pero también es necesario el rol del Estado en la coordinación de expectativas, complementando al programa económico“.

Por las dudas que este plan no funcione, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, de buena relación con Guzmán, se ha reunido hace un mes con Roberto Frenkel, otro de los autores del Austral, y Jorge Remes Lenicov, el ministro de Economía que desarmó la bomba de la convertibilidad en el inicio del gobierno de Eduardo Duhalde en 2002. Kulfas teme que, por más que intenten ajustar gradualmente el frente fiscal y el monetario, el ritmo de inflación desarme esas variables macroeconómicas y no descarta que si el IPC se sostiene en un 5% mensual en los próximos meses, habrá que aplicar un plan de shock.

El plan Austral

El Plan Austral consistió en reemplazar la moneda, convertir los $ 1.000 en un austral, la instauración de un mecanismo de desagio -actualización menor a la prevista- que eliminó las cláusulas de indexación de los contratos, devaluación inicial y posterior congelamiento del tipo de cambio, congelamiento de precios, salarios y jubilaciones de manera simultánea y sin plazo, reducción de tasas de interés reguladas, ajuste del déficit fiscal mediante aumento de las retenciones, de las tarifas y “ahorro forzoso” impositivo de los contribuyentes de mayores ingresos, pautas de emisión monetaria decreciente y renegociación forzada de la deuda interna. En la actualidad, el Gobierno debería devaluar fuerte el peso oficial para achicar la brecha con el paralelo del 65% actual al 20%, con el consiguiente impacto inicial en términos de inflación y pobreza, y además ajustar más las tarifas. Sólo después podría decretar un congelamiento del dólar, las tarifas, los salarios y los precios por al menos seis meses. Uno de los problemas es qué pasaría cuando medio año después se acumulen los reclamos por reacomodar esas variables.

El talón de aquiles del Austral radicó en que el gobierno de Alfonsín no fue consecuente con la prometida reducción del déficit fiscal y la emisión monetaria. Por eso, en 1988 necesitó otro plan, el Primavera, que derivó en la hiperinflación de 1989 y 1990. De ahí que el propio Heymann abogue por la salida gradual, por ordenar la macroeconomía este año, con subas del dólar y las tarifas, para empezar a bajar la inflación en 2023. Tampoco Frenkel considera que el plan de shock sea la única herramienta de estabilización y ha escrito en sus papers que, como estudiaron Heymann y Marra en la Universidad de La Plata, otra alternativa contra la inflación es un programa a ocho o diez años, con continuidad y credibilidad más allá de los cambios de gobierno, con metas que se cumplen, precios que se alinean y confianza de los inversores. Es lo que ha sucedido en España, Italia, Chile, Colombia y México entre los 80 y los 90.

Decálogo

Remes Lenicov se basó en la experiencia de Brasil, Chile, Israel y España en esas mismas décadas para publicar un paper en la Universidad de La Plata en 2020 sobre cómo derrotar la inflación, pero destaca más el shock que el gradualismo que aplicaron esas naciones. Sostiene:

“¿Qué hicieron los países exitosos?:

1. En todos, primero hubo acuerdos entre las fuerzas políticas y después con los sectores gremiales y empresariales [N. de la R.: aquí, no hay concordia ni siquiera puertas adentro del Frente de Todos, FdT].

2. En todos hubo un programa integral, involucrando a todas las políticas macro de manera tal que actúen simultáneamente y en la misma dirección. Todas fueron acompañadas con el inicio de un plan de reformas estructurales, sobre todo en el Estado [N. de la R.: estas reformas fueron excluidas del pacto de Guzmán con el FMI].

3. La política inicial fue de shock y permitió reducir una inflación muy alta o hiperinflación a otra de 20/25% anual. Posteriormente, para reducirla a niveles de entre 2% y 5% se requirieron varios años [N. de la R.: una híper es aquella que supera el 50% mensual].

4. Modificación de la política y/o el régimen monetario: hubo otra unidad de cuenta e incluso en algunos casos hasta se cambió la moneda.

5. Tipo de cambio: en general se comenzó con un tipo de cambio alto para generar equilibrio o superávit en la cuenta corriente y evitar futuras presiones, puede ser fijo o con flotación administrada.

6. Ajuste para eliminar el déficit fiscal. Hubo privatizaciones, despido de personal, racionalización del gasto y reducción de salarios, según el caso.

7. Precios y salarios: hubo un acuerdo para acomodar los precios relativos y controlar y/o fijar precios y salarios, pero por un plazo relativamente breve.

8. Todos hicieron un acuerdo con el FMI.

9. En general, estas medidas de estabilización se han vinculado con una estrategia y política de crecimiento.

10. Resultados: la inflación cedió rápidamente y así aumentaron los ingresos personales y se expandió el consumo“.

Si Guzmán no logra domar la inflación para mitad de año ni tampoco al albertismo se le ocurre un plan de estabilización, puede que implosione el FdT ante los reclamos constantes de shock redistributivo de Cristina Kirchner. Por lo menos eso temen entre los asesores del jefe de Estado. Hasta los más albertistas reconocen que el gobierno de Fernández se encuentra en su peor momento, descoordinado, con un Guzmán debilitado pese a que fue ratificado y con riesgo de incumplir dos de las tres metas del segundo trimestre del acuerdo con el FMI: la de ajuste fiscal, porque el recorte de subsidios resultará insuficiente dado el moderado aumento de tarifas de junio y el encarecimiento mundial del gas por la guerra de Ucrania; y la acumulación de reservas, ante la demorada liquidación de exportaciones agrícolas y el apetito importador ante una brecha cambiaria amplia -la compra de aviones privados es boom- y un crecimiento económico que demanda insumos y bienes finales del exterior, lo que presiona hacia una mayor depreciación del peso.

Hasta los más albertistas reconocen que el gobierno de Fernández se encuentra en su peor momento, descoordinado, con un Guzmán debilitado y con riesgo de incumplir dos de las tres metas del segundo trimestre del acuerdo con el FMI

Se trata de dos metas claves también en la política antiinflación. La tercera del pacto con el FMI, la reducción de los giros del Banco Central al Tesoro, quizás se cumpla, pero el mercado pide más ajuste que el acordado y cada transferencia, como la de $ 86.500 millones de esta semana, es percibida de mala manera porque se supone que en este segundo trimestre del año el Estado cuenta con una buena recaudación tributaria por la cosecha de soja y maíz y los vencimientos de impuestos. Por eso, los operadores de bonos y acciones y los ejecutivos de finanzas de las grandes empresas temen que el financiamiento monetario al Tesoro sea mayor a partir de junio, cuando se paguen los aguinaldos. Hay discusiones internas para que Guzmán deje de financiarse en el Central y recorte gastos. La pregunta es cuáles. También le reprochan haber anunciado un impuesto a la renta inesperada para financiar el bono de refuerzo de ingresos para 13 millones de personas, pero sin haber escrito ni presentado ningún proyecto ni haber aclarado de qué otro modo lo financiará. De todas maneras, comparten con él que los planes de shock no funcionarían, como tampoco lo hicieron a largo plazo en la Argentina.

Guzmán para rato

El establishment se aferra a Guzmán, no por amor, sino por el espanto al cristinismo, que sólo por unos días ha silenciado sus críticas hacia él. En este contexto, es difícil que el ministro logre cambiar las expectativas de inflación, según reconocen en el albertismo. Pero en el peronismo puro y duro ven que, así como Cristina Kirchner sostenía a Guillermo Moreno cada vez que se lo criticaban como secretario de Comercio Interior, Fernández también ahora está atado a Guzmán. El ministro encarna la resistencia del Presidente ante una vice que preferiría allí a Augusto Costa o a Cecilia Naón con mayor regulación del mercado cambiario, más controles de precios bajo amenaza a las empresas de restricciones de créditos o importaciones o de inspecciones tributarias, sin subas de tarifas y con tensión con el FMI. Tampoco hay opción para Martín Redrado, el candidato de Sergio Massa que reclama como condición para asumir que el Congreso apruebe con mayorías especiales leyes que supuestamente le aseguren estabilidad fiscal y monetaria en el mismo país que votó la intangibilidad de los depósitos un mes antes de aplicar el corralito en 2001. Hay Guzmán para rato, salvo que empeore la inflación, opción que tampoco se descarta. Su continuidad no sólo marca un rumbo económico sino uno político dentro de la interna del FdT.

El ministro encarna la resistencia del Presidente ante una vice que preferiría mayor regulación del mercado cambiario, más controles de precios bajo amenaza a las empresas, sin subas de tarifas y con tensión con el FMI

“No veo que Alberto vaya a convocar a un equipo nuevo -opina un economista peronista-. Guzmán perdura, pero no tiene ascendente, no puede sacar una ley, no tiene autoridad ni iniciativa, está maniatado, se escuda en el acuerdo con el FMI, no mucho déficit, no mucha emisión, pero fue un acuerdo laxo, con waivers (exenciones), el ministro no se consolida, no concita atención de los que toman decisiones, nadie le da bola, no tiene plan de estabilización, no tiene ancla porque no tiene dólares y hay cepo, tampoco las tarifas son ancla porque están atrasadas, ni los salarios, porque no pueden seguir cayendo. En el Plan Austral y la convertibilidad devaluaste fuerte y después anclaste todo tras un shock inflacionario, pero para eso necesitás poder político, dólares que entren, y acá estás colgado del travesaño hasta las elecciones de 2023. No te bancarías un plan que te hundiría por seis o siete meses. Pero con un buen equipo económico, con una mejor cosecha el año próximo, si el cristinismo empieza de una vez el gasoducto Néstor Kirchner y lo termina para el invierno del 23, podés tener un mejor año, pero no sé si para ganar las elecciones”, concluye el exponente de la ortodoxia peronista. Otro referente del mismo palo agrega: “¿Qué vas a coordinar por consenso con empresarios y sindicalistas que remarcan o piden paritarias del 65% o 70%. Necesitás señales más contundentes que el acuerdo con el FMI. El próximo gobierno es el que hará el shock, con devaluación y tipo de cambio fijo, ajuste fiscal y monetario, congelamiento salarial, pero eso no puede hacerlo este gobierno”.

AR