Raíces Entrevista

La Ferni y el destino del canto en transición

“Yo tengo tantes hermanes que no les puedo contar”, canta La Ferni y en su gesto y su voz aúna la tradición de un pueblo cantor con la visibilización de las disidencias. Lo hace con respeto, amor y profundo conocimiento, en este caso, del clásico “Los hermanos”, de Atahualpa Yupanqui.

La aparición de esta cantora trans no binaria sacudió el mundo del folklore hace dos años e instauró un cambio. Se postulaba entonces por la Ciudad de Buenos Aires al Pre Cosquín, el concurso previo al emblemático Festival de Cosquín, pero no la dejaban seguir en carrera porque las categorías eran solista vocal masculino y solista vocal femenino y no encajaba en ninguna. La Ferni movió cielo y tierra y el concurso cuenta ahora con dos categorías de solista vocal, sin género. Un avance extraordinario para las a veces arcaicas estructuras del folklore.

Ese es solo el comienzo de la historia. Desde entonces, La Ferni, de 33 años, fue creciendo como artista, siempre combinando en su repertorio temas del cancionero folkórico, sobre todo de los años 60 y 70, reversionados, con obras nuevas de artistas disidentes de la actualidad. Le llegó el reconocimiento, conduce un programa en la Nacional Folklórica junto a Susy Shock y Valen Bonetto y hoy tiene manager, agenda completa por varios meses y un disco a punto de ser grabado.

En esta charla con elDiarioAR, esta artista que destila amor, alegría y confianza, repasa sus orígenes, los obstáculos que enfrentó y enfrenta y sus proyectos por venir, siempre alerta ante quienes buscan volver a limitar derechos.

-¿Cómo llegaste al folklore, Ferni?

-Recuerdo mucho estar en la casa de mi vieja y que todo el tiempo se escuche tango. A la vez que había mucha música clásica en la casa de mi padre. También había algo con los grandes cantantes. Recuerdo que en mi adolescencia papá nos llevó a ver a (Susana) la “Tana” Rinaldi, que hacía un concierto maravilloso en el Teatro Avenida. Ahí escuché por primera vez “Caserón de tejas”. La segunda pareja de más tiempo de mi vieja, justo cuando yo era niña y empecé a ser adolescente, Eduardo, el Tito, era muy melómano, de música popular, de folklore específicamente. Recuerdo a la noche, mientras él cocinaba, ponía todas las noches un disco distinto y yo me acercaba y escuchaba y él me decía quién era, qué estaba cantando, qué poesía era. Entonces apareció ahí muy fuerte el folklore y esa música me enamoró profundamente. Recuerdo al Dúo Salteño cantando la obra del “Cuchi” Leguizamón. Y la posibilidad luego de empezar a viajar con el cole a otras provincias, viajes de estudios que había todos los años en la escuela pública, en el Liceo 9, cole en el cual después fui docente durante muchos años. Este año renuncié para dedicarme de lleno al arte. En esos viajes de adolescente recuerdo que recorrimos Jujuy, Misiones, San Luis, el sur. Empezar a ver cómo estaba vinculada nuestra música folklórica con esa gente, esos paisajes, esas costumbres, esas idiosincrasias, esa unión me terminó de enamorar profundamente de nuestra música popular. 

-¿Y qué estudios musicales tenés?

-De adolescente, a los 11-12 años, estudié guitarra dos años con un maestro particular. Luego ingresé en el Conservatorio Superior de Música Astor Piazzolla de la Ciudad a hacer guitarra, pero era guitarra clásica. No me enseñaban a rasguear. Mi profesora estaba en contra de eso. Lo lamenté mucho. Quise llevar obra de Atahualpa Yupanqui y me dijo que no. Luego me enteré que en Francia Atahualpa Yupanqui es una eminencia y se estudia en conservatorios de todo el mundo. Después me fascinó muchísimo el canto y el canto lírico y el teatro y, por ende, también la ópera. Mi tía Graciela de Gyldenfeldt hizo toda su carrera como cantante lírica. También empecé a enamorarme de esas melodías, de esas historias muy pasionales, muy dramáticas, empecé a tener las ganas de dedicarme a eso. Como no había canto en el conservatorio, empecé la licenciatura en canto lírico en la Universidad Nacional de las Artes, la UNA, el ex IUNA. Interpreté varios roles en algunos teatros, roles coprotagónicos. Me fui después porque estaba estudiando mi voz con el registro de tenor, oficialmente hablando, y, en realidad, yo soy barítona. Fui a estudiar con Luis Gaeta, barítono del Teatro Colón, y ahí pude empezar a recorrer todo ese registro, que es mi registro, oficialmente, el de cuerdas de barítono, de forma académica y clásica y binariamente hablando. Por eso yo digo barítona. O baritenora. Baritenor también, como cantaba Carlos Gardel. Ese registro de la voz popular, de la voz media con agudos. Después, obviamente, al transicionar pude recorrer todos los matices también más dulces, más suaves, más curvos de mi voz. Eso me hace autoidentificarme, autopercibirme hoy día como la cantora que soy. He estudiado mucho técnica de bel canto italiana en el conservatorio. Y luego ya en un momento me alejé de eso y volví con todas esas herramientas y con todo lo que me aportó y me sigue aportando esa técnica a cantar el repertorio popular.

-¿Cuándo fue que dijiste: voy a ser una cantora de música popular?

-Fue sucediendo. Desde siempre estuvieron esas ganas, esa voluntad, pero muy específicamente a mis 24, 25 años, cuando comienzo a conformar el grupo Allpa Munay, con el que versionamos obra poco difundida e inédita de Atahualpa Yupanqui. Empezamos con Nico Kamienkowski. Lo conocí en el Astor Piazzolla, a Nahuel Villegas también. A Pablo Palacios lo conocí en la UNA. Los convoqué en ese momento y luego llegó la presencia de Roberto Koya Chavero (hijo de Yupanqui), para darnos ese manojo de obras poco difundidas, inéditas, que estaban en el museo guardadas. Ahí apareció clara la huella sonora, el destino del canto, como diría Atahualpa, y se abrió un camino hacia otros compositores, otras compositoras, otros poetas. Digo también otras compositoras porque la mitad casi de sus obras eran de Nenette Fitzpatrick, su compañera, que tenía que firmar con el seudónimo de Pablo del Cerro. Luego en plena pandemia volví a retomar diálogo con Nahuel Quipildor, que ahora es el guitarrista que me acompaña en este proyecto llamado Folklore en Transición. Y con Nahuel empezamos a interpretar obras del nuevo cancionero de la década del 60, del 70, pero también de compositoras mujeres. Y es cuando yo me identifico también y salgo nuevamente, después de la pandemia, como la cantora que soy, ya queriendo mostrar obras del nuevo cancionero travesti trans no binario. Ya cuando sale Brotecitos, este primer cancionero travesti trans editado por el CCK y el Inamu, me quiero alinear como cantora de ese nuevo cancionero y entonces traer a las presentaciones, además de a Margarita Palacios, Teresa Parodi, Eladia Blázquez, Hamlet Lima Quintana, Nenette Fitzpatrick, también a Michelle Lacroix, Leo Azul, Valen Bonetto, Susy Shock, María Laura Alemán, Lorena Carpanchay, compañeres de la comunidad travesti trans no binaria artística.

-¿Qué pasó después de Cosquín?

-Cosquín, y lo podemos ver casi dos años después, fue como un ventanal, un empujón o, mejor dicho, ese gesto provocó una gran visibilidad. Pude finalmente seguir avanzando en el certamen, ganar la final en CABA, llegar a la semifinal allá, plantarme como una de las veintipico de finalistas siendo la primera disidencia que se paraba en ese escenario visible. Ese hecho significó -lo veo ahora a la distancia- un efecto dominó de visibilización de nuestra comunidad. Se generó un efecto boomerang de una propuesta que también tiene que ver con el hecho de despertar la consciencia de muchas personas de que, bueno, aquí estamos las disidencias sexogenéricas y no queremos dar ni un paso atrás en materia de derechos humanos. Y también fue: aquí está una cantora, aquí está la Ferni, en concreto. Y fue muy visible para mí en mi camino artístico todo lo que ocurrió después a nivel de contrataciones. Empecé a recibir propuestas de un montón de municipios del interior del país. Ahora el 10 de junio voy a hacer un show en la Sala Lavardén en Rosario. Se van abriendo puertas en todo el país. Es decir, se hizo visible mi imagen también como cantora disidente, se hizo visible este repertorio y se empezaron a despertar y a generar muchas cosas, desde invitaciones a notas, por ejemplo, a lo que fue el ¡Fa! el año pasado con Mex, que fue un evento muy importante, hablando de la argentinidad, en una misma mesa Lalo Mir, Adrián Suar, Juampi Sorín, Tati Almeyda, León Gieco, La Ferni. Empezaron a pasar estas cosas y es algo que a mí me pone muy contenta. 

-En algún momento de todo esto quedó por el camino tu apellido.

-Decidí que La Ferni resumía a esta cantora que soy y a la vez que lo que yo busco hacer en la música popular es acercarme a la gente. Por eso la elijo, por eso elijo este lenguaje que es el lenguaje de nuestra música, que es con metáfora, pero también habla muy directo a los corazones, y habla muy directo a los entendimientos. En ese sentido, a mí me resonaba que “de Gyldenfeldt” quedaba un poquito lejos, sobre todo a la hora de decirlo, de pronunciarlo. Por eso simplemente La Ferni. Mi nombre es Ferni de Gyldenfeldt y artísticamente soy La Ferni. 

-¿Cómo elegís el repertorio más viejo? Algunos de los temas de tu repertorio no los canta nadie hace mucho tiempo. Además vos los reinterpretás.

-Me interesa mucho ver qué repertorio de la década del 60, 70, podemos seguir cantando hoy en día, resignificándolo. Con Quipi (Nahuel Quipildor) creemos que así como nos ha hecho muy felices, nos puede seguir haciendo felices ese repertorio, que todavía tiene mucho para decirnos. Como una vez dijo Liliana Herrero en Canal Encuentro hace muchos años, “Atahualpa Yupanqui nos está esperando, el Cuchi Leguizamón nos está esperando”. Y yo, parada desde esta perspectiva transfeminista, comulgo con esas palabras. Entonces me encuentro con una obra de Carlos Guastavino y Hamlet Lima Quintana llamada “Hermano”, que tiene más de 60 años, que de hecho fue tan importante que Mercedes Sosa su segundo disco lo llamó Hermano. Y la canción dice: “Fijate, hermano, cómo vas cantando, toda la tierra te escucha conmigo”. Y lo repite tres veces. Y son esas perfectas tres veces que yo encuentro para decir: “Fijate, hermana, cómo vas cantando, fijate, hermane, cómo vas cantando”. Cuando encuentro que una obra también puede servirme para nombrarme, nombrar a mis compañeros, compañeras y compañeres, para hacer también un guiño hacia este presente, hacia este pensamiento transfeminista, hacia esta teoría travesti trans no binaria y también puedo recuperar una obra tan preciosa, como esta pieza de Carlos Guastavino, ahí se genera una unión entre el acervo popular más histórico y este presente y eso me encanta. Y es lo que más genera ruido. Cuando canto las Coplas del Valle (de Lorena Carpanchay, cuya letra dice “Ya vienen las maricas cantando la tonada”), la gente dice: ¡wow!, qué potente. Pero no tengo tanto troleo en las redes, tanto mensaje negativo. En cambio canto “El Arriero” de Yupanqui y digo “las penas son de nosotres” y, ¡pa!, salta el machirulaje, el patriarcado, el conservadurismo. Y aparece este mensaje que no dejo de escucharlo, tres veces al día tengo el mismo mensaje: “si Atahualpa Yupanqui escuchara esto se levantaría de la tumba y se retorcería...” Bueno, pero esta es mi propuesta y felizmente va teniendo cada vez más público y va despertando el interés de mucha gente. A mí me pone muy feliz todo lo que está pasando, porque también cuando la gente finalmente se acerca y me escucha no ve si no que esto lo hacemos con mucho amor y con mucho respeto. Sin querer faltar a la imagen. Al contrario, queriendo traer estas obras a nuestro presente, queriendo resignificar nuestra música popular frente a otros géneros que hoy en día tienen mucho más dinero, mucho más mainstream: el reggaetón, el trap. Queremos seguir cantando esto y queremos también revitalizarlo de nuevas formas, de nuevas maneras. Nombrándonos, saliendo de lo arcaico y antiguo. Lo hacemos desde un lugar de mucho amor, mucho respeto y mucha consciencia.

-¿Cómo está siendo la experiencia en la radio con Susy Shock y Valen Bonetto?

-El programa Brotecitos, otro será el cantar se emite los miércoles por la 98.7 de 19 a 21. Tenemos una audiencia muy hermosa y muy grande. Cada vez más nos sorprendemos por eso. Nos llegan mensajes desde “muchas gracias, chiques, por hacernos conocer nuevos repertorios” a un mensaje el otro día de un pibe trans que decía: “hola, me llamo tal, me emociona mucho haberles descubierto y también me emociona decirles que esta es la primera vez que escribo mi nombre autopercibido para comunicarme”. Es enternecedor, es revolucionario Brotecitos. Con la ternura de Susy, la manija de Valen, es un power trío explosivo. Gracias a Mavi Díaz, directora de Nacional Folklórica, que también luego de lo que pasó en Cosquín me dijo: “Quiero que haya un programa disidente”. Y ahí estamos les tres en esa trinchera. En estos tiempos también tan difíciles, en los que la derecha o el neofascismo viene acercándose y habla de que quiere sacar espacios, sabemos perfectamente que peligra Brotecitos en Radio Nacional. Hay que ver qué pasa después de las elecciones. Sabemos que lo vamos a seguir haciendo, sea desde nuestros nidos de resistencia o desde un espacio oficial.

-¿Seguís también teniendo proyectos con tu hermana?

-Cada vez menos pero porque estamos muy metidas las dos con lo nuestro. Luchi estuvo cantando en el Teatro Avenida en una producción de ópera. Encarnó el rol de la bruja de la ópera Hansel y Gretel. Es la primera vez que ese rol es cantado en Argentina por un registro, una identidad, una vocalidad no binaria. Luchi canta en su registro mezzosopranista, contratenora. Tiene una voz que sobrepasa a más de treinta músicos de la orquesta. Un nivel de volumen, una proyección en todo el escenario. Ahí está Luchi haciendo su camino y aparte siendo la docente de la primera cátedra de canto lírico con perspectiva de género de la universidad (en la UNA). Y Ópera Queer, que fue ese espectáculo que tanto bien nos hizo y nos sigue haciendo, mermó en su actividad. Con la laringe tanto juego, tanto chicle no se puede hacer. Porque cantar una vez cada tanto como estamos haciendo puede ser, pero tener la dinámica que durante cinco o seis años tuvo Ópera Queer todos los fines de semana... Ópera Queer fue importantísimo desde el 2016 hasta el año pasado. No paró un segundo de difundir la ópera también desde una perspectiva de género y con humor, acercándola a la gente, haciéndola en un lenguaje más sencillo para todos, todas y todes. No paramos desde la autogestión de hacer funciones. Y, bueno, una también va creciendo. Muchas veces era hacerlo sin ver un mango. Ahora una se está poniendo también un valor en este mercado. Hay que valorizarse como artista. Así como esta sociedad puede valorizar a un Luis Miguel y se agotan diez funciones, siendo la entrada más económica la de 30.000 pesos. Ojo, a mí me han llamado y me siguen llamando para hacer jornadas de ESI, para actuar a beneficio de organizaciones sociales, comedores comunitarios, para dar charlas en colegios. Sí, chiquis, obvio. Voy. Eso lo sigo haciendo y me encanta. Saben que me pueden contactar. Soy muy feliz haciendo eso. Pero empecé a trabajar con manager, a armar agenda, a estar desde acá hasta agosto ya toda programada, por suerte, todos los fines de semana y cuidando el trabajo para empezar a vivir de esto.

-¿Se viene el disco?

-Se viene. Ay, sí. Ya hemos cerrado con nuestro querido amigo Joaquín Chibán de Estudio Palta y estamos por grabar con Quipi el primer demo, las primeras cinco o seis canciones, sola yo con la guitarra de Nahuel. Y unos meses después, el disco con Marcela Vicente en el violonchelo y con Mailén Eliges en la batería. Se viene entonces en dos partes esta propuesta Folklore en Transición, con arreglos de Nahuel Quipildor. Estamos muy, muy, muy felices. Seguramente para mitad de año, en el mes de agosto, lancemos el disco. 

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

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