33 millones de personas padecen hambre en Brasil, un 15,3% de la población

33 millones de personas padecen hambre en Brasil; es un 15,3% de la población que carece de medios para comprar comida y viven de restos encontrados en bolsas de basura, o donados eventualmente. Así lo confirma la Encuesta Nacional de Soberanía e Inseguridad Alimentaria (IA), publicada esta semana. El documento pone de relieve el alcance de ese fenómeno en un país que es el primer exportador mundial de carne bovina y de aves. La inseguridad afecta a una proporción mucho más amplia de la ciudadanía: son 125 millones de brasileños que temen no contar con recursos para comprar alimentos en un futuro próximo.

La ONG Acción de la Ciudadanía, fundada hace 30 años por el sociólogo Hebert de Souza, advirtió que el último año fue uno de los peores en el mapa del hambre brasileño; donde 58% de los hogares padecen inseguridad alimentaria grave, moderada o leve. A título de comparación, Brasil supera la media mundial de IA de 29,3% del total de  habitantes del Planeta. Según la Ong, “la pandemia de Covid-19 expuso en forma muy abierta  las tremendas desigualdades sociales del país”. El estudio (conocido por sus siglas PENSSAN), desentrañó un rostro todavía más cruel: 37% de los hogares con inseguridad alimentaria severa o moderada, son aquellos con niños menores de 10 años. 40% de esos domicilios están localizados en los 9 estados provinciales del Nordeste.

La encuesta que acaba de editarse expone “los niveles alarmantes de hambre”, al punto que “ahora incorpora segmentos de la clase media que anteriormente estaban socialmente protegidos”. Señala que, incluso aquellas familias que reciben el subsidio “Auxilio Brasil” (de 120 dólares mensuales), “no consiguen destinarlo en forma integral a la compra de alimentos, ya que debe utilizar ese ingreso a otras necesidades básicas como alquiler, transporte, luz y agua”. Así lo confirmó Ana María Segall, investigadora de la Red Penssan.

El estado más rico de Brasil, San Pablo, encabeza en términos absolutos el ranking del número de personas que sufren de falta de comida en sus tres variantes (leve, media y grave). Son nada menos que 26 millones de personas (sobre un total de 45 millones)  que sobrellevan las penurias en condiciones, con frecuencia, muy deterioradas. En la capital hay 7 millones de paulistanos que soportan alguno de los tres niveles de insuficiencias.

Una investigación del el Observatorio Brasileño de Políticas Públicas (de la Universidad de Minas Gerais), reveló cómo impacta la extrema pobreza en la capital paulistana. Indicó que viven en las calles 43.000 personas y reveló, también que aquellas personas en situación de calle son “mayoritariamente negras”. El sacerdote católico Julio Lancellotti, de la Pastoral del Pueblo de la Calle, juzgó que “la desarticulación y falta de continuidad de las políticas públicas, hace que el problema sea cada vez más visible. Crece entonces el miedo y el odio a los pobres”.

En términos proporcionales, es en el Norte del país donde hay más hogares que padecen insuficiencia alimentaria grave (25,7% ); luego le sigue el Nordeste (con 21%). Ese hecho está relacionado con otro dato: el estipendio del gobierno de Jair Bolsonaro provee de recursos a solo 50 millones de brasileños, la mitad de los que eran beneficiados con el programa “Bolsa Familia”. Es que el plan bolsonarista solo ayuda a la población cuyo ingreso per cápita es menor a medio salario mínimo, esto es 60 dólares mensuales.  “Esto deja afuera a aquellos que socialmente son elegibles para recibir esa renta, por lo cual va en aumento la inseguridad alimentaria” indicó Rosana Salles, de la Red Penssan.

Para el economista Adhemar Mineiro, del Dieese (Departamento Inter-sindical de Estadísticas y Estudios Económicos) , las cifras “son el resultado de un modelo económico que combina falta de políticas sociales con la reducción de los ingresos a partir de 2018. En su visión, “Brasil depende cada vez más de alimentos con precios dolarizados que fija el mercado internacional”.

Por todas estas causas, ha pasado casi desapercibida la relativa recuperación de la actividad económica. Los grupos sociales más vulnerables son empujados, en este contexto, a convivir con el hambre, con la falta de vivienda, la ausencia de servicios sanitarios y de salud.

CC