Israel mantiene la amenaza de un ataque contra el último refugio para los gazatíes a pesar de la presión internacional

Francesca Cicardi

0

“No sólo tengo miedo, ¡estoy aterrorizada!”, admite Haya Abdelhadi, una mujer palestina de 30 años, en referencia a un posible ataque israelí contra la localidad de Rafah, en el extremo sur de la Franja de Gaza. Ella y su familia forman parte de los desplazados que se encuentran allí después de haber huido de otras zonas del territorio palestino en los pasados seis meses de guerra. “La preocupación por mi familia me consume, no sólo me preocupo por mí sino por mis padres y mis sobrinos pequeños. Y por los más de un millón de desplazados, me duele el corazón sólo de pensar en todos aquellos cuyas vidas están amenazadas”, dice a elDiario.es.

El Gobierno israelí lleva meses amenazando con lanzar una gran operación terrestre en Rafah y esa posibilidad no se ha desvanecido ni siquiera con la retirada de las tropas del sur de la Franja –anunciada el sábado por la noche por el Ejército, día en el que fue encontrado el cuerpo de un rehén secuestrado el pasado 7 de octubre–. Este mismo lunes, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, decía en la red social X que ya tenía fecha para el ataque: “Hoy he recibido un informe detallado sobre las conversaciones en El Cairo, estamos trabajando para lograr nuestros objetivos, principalmente la liberación de todos nuestros rehenes y lograr una victoria completa sobre Hamás. Esta victoria requiere la entrada en Rafah y la eliminación de los batallones terroristas que allí se encuentran. Sucederá: hay fecha”.

El ministro de Defensa, Yoav Gallant, afirmó que las tropas israelíes se han retirado del área de Jan Yunis (sur), tras cuatro meses de combates, “para prepararse para sus futuras misiones, incluida su misión en Rafah”. De esta forma, sólo queda una brigada de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en Gaza que se ocupa de asegurar un corredor entre territorio israelí y la costa gazatí, bloqueando el paso hacia el norte de la Franja, que los militares ordenadoron evacuar hace meses.

“No tenemos un lugar al que regresar”

“Una incursión terrestre [en Rafah] no sólo intensificaría la devastación existente, sino que provocaría una nueva ola de desplazamiento inhumano. No tenemos ni idea de cuál sería nuestro siguiente destino si esto ocurre”, lamenta Abdelhadi, que tuvo que abandonar su hogar en la Ciudad de Gaza hace cinco meses, junto a muchos otros que se dirigieron hacia el sur ante el avance de las tropas terrestres y por los continuos ataques aéreos.

Relata que la decisión de dejar su casa y convertirse en desplazados internos fue muy dura para toda la familia. “Nuestra casa fue completamente destruida, lo que significa que no tenemos un lugar al que regresar”, explica la mujer, que trabaja como técnica de Justicia de Género de la ONG Oxfam Intermón en Gaza. “La situación humanitaria es trágica para los desplazados internos como nosotros y, a medida que pasa el tiempo, estamos más en riesgo de sufrir hambruna”.

Abdelhadi dice que este año el mes sagrado de Ramadán “es dolorosamente diferente” y su familia “casi no tiene de qué comer” cuando acaba el ayuno diurno con la caída del sol. El mes sagrado musulmán concluye esta semana sin que haya habido un pausa en los combates en Gaza, tal y como pretendían los mediadores entre Israel y el grupo palestino Hamas –Estados Unidos, Qatar y Egipto–, que no han logrado un acuerdo de alto el fuego para detener la violencia y aliviar el sufrimiento de la población de la Franja ni siquiera en estas fechas.  

“Rezo por un alto el fuego inmediato, incluso si ya no tenemos una casa; un alto el fuego detendría la destrucción y evitaría más muertes, y facilitaría la llegada de ayuda humanitaria”, cuya entrada a la Franja las FDI restringen considerablemente (en el mes de marzo, las autoridades facilitaron sólo el 26% de las misiones humanitarias para entregar alimentos, según la ONU).

Este lunes, las partes implicadas en las negociaciones apuntaron a “avances” hacia un posible acuerdo de tregua entre Israel y Hamas, pero los dos miembros más extremistas del Gobierno de Benjamín Netanyahu se mostraron en contra de hacer concesiones para obtener la liberación de los más de 130 rehenes israelíes que permanecen secuestrados en Gaza y de paralizar los planes sobre una incursión en Rafah –donde Israel dice que quedan aún milicianos de Hamas, después de haberlos expulsados de otros núcleos urbanos de la Franja–.

El ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, amenazó con romper la coalición gobernante encabezada por Netanyahu: “Si el primer ministro decide poner fin a la guerra sin un ataque extenso contra Rafah para derrotar a Hamás no tendrá mandato para continuar sirviendo como primer ministro”, dijo el también líder de Poder Judío en su cuenta en X (antes Twitter).  Por su parte, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, líder del partido Sionismo Religioso, lamentó que Netanyahu “levante el pie del acelerador” en la ofensiva de Gaza, apuntando a las presiones externas que ha recibido el jefe del Gobierno. 

La comunidad internacional y, en concreto, Estados Unidos, presionaron a Israel para que no lance su prometida ofensiva contra Rafah debido al elevado número de civiles que se han refugiado en esa pequeña urbe y sus alrededores, junto a la frontera con Egipto –que permanece cerrada–. Washington ha dejado claro que las FDI deben tomar medidas para proteger a los civiles y no ha dado su visto bueno a los planes de Israel para evacuar Rafah antes de un asalto, pero no ha jugado la carta que supondría una mayor presión sobre su aliado: suspender el envío de parte o de toda la ayuda militar.

La retirada de las tropas israelíes del sur de Gaza llegó unas 48 horas después de la llamada más dura del presidente Joe Biden a Netanyahu, en la que le pidió por primera vez declarar “un alto al fuego inmediato”.

“Vamos a necesitar años para volver a una vida normal”

Este lunes, residentes de la ciudad de Jan Yunis empezaron a regresar después del repliegue de los soldados de las FDI, que estuvieron desde diciembre enfrentándose a los miembros de Hamas en combates calle a calle. Los habitantes de la segunda urbe más grande de la Franja encontraron sus casas destruidas o dañadas y montañas de escombros donde antes había viviendas o comercios, según la agencia de noticias AP. Muchos intentaron recuperar lo que queda de sus pertenencias bajo los cascotes.

Al igual que los residentes de muchas otras localidades, la mayoría de los desplazados de Jan Yunis se encuentran en Rafah, que antes de la guerra tenía menos de 300.000 habitantes y ahora acoge casi un millón y medio de personas.

Fidaa al Araj es una de ellas: tras desplazarse hasta cuatro veces, acabó en Rafah con sus seis hijos e hijas. “Podrías pensar que, con el tiempo, nos hemos asentado y hemos empezado a soportar [mejor] esta situación, pero no es así”. “El otro día miraba a las miles y miles de tiendas de campaña, y pensaba: ¿Nuestra vida va a ser así a partir de ahora?”, se pregunta la mujer de 39 años en una grabación de voz compartida con elDiario.es.

“Si la guerra termina mañana, si un alto el fuego entra en vigor mañana, no se acaba todo esto. Los efectos nos van a acompañar, no sólo a nivel psicológico, sino también en nuestro día a día. Vamos a tener que empezar desde menos de cero, vamos a necesitar años y años para volver a algo que se parezca a una vida normal”, asegura Al Araj. La coordinadora de Seguridad Alimentaria, Dinero y Protección en Gaza de Oxfam Intermón describe la amplia destrucción en la Franja, pero señala que la devastación no es sólo material, sino que afecta al tejido social de Gaza.

“El desplazamiento no es lo que ocurre cuando tenés que evacuar una zona y marcharte a otra; el desplazamiento va mucho más allá. Aparte de quitarte tu casa y un lugar donde puedes asentarte y llamar ‘tu casa’, te desenraiza de todo lo que es tu vida y todo lo que has tardado años en construir y en identificar como ‘tuyo’”, explica. “Creo que esto afecta al sentimiento de comunidad y tendremos que repensar, imaginar cómo reconstruir la comunidad cuando la guerra termine”.  

Afirma que intenta mantener una actitud “positiva” y pensar en el final del conflicto, a pesar de que, de momento, no hay indicadores que hagan pensar que un acuerdo de alto el fuego puede ser alcanzado en breve. Al Araj no puede evitar tener presentes “todos estos retos que aguardan después de la guerra” porque se requerirá una gran reconstrucción después de una guerra que está siendo la más brutal con diferencia respecto a las anteriores ofensivas israelíes sobre Gaza.

Más de 33.200 personas murieron en los pasados seis meses, de las cuales al menos 14.500 son menores, según los últimos datos de las autoridades gazatíes (considerados válidos por la ONU). Además, 70.000 viviendas han sido destruidas por completo y 290.000 ya no son habitables.