Esta próxima semana se va a celebrar en La Haya la Cumbre de la OTAN, en la que EE.UU. va a pedir de nuevo a sus aliados europeos un aumento del gasto militar de hasta un 5% del Producto Interior Bruto anual. Para lograrlo, Washington y su hombre en la Alianza Atlántica, el secretario general Mark Rutte, van a agitar el fantasma de la amenaza global con un enfoque en el que el peligro siempre son “los otros”, mientras el genocidio contra Gaza lo comete un aliado, con la facilitación de EE.UU., líder de la OTAN.
El objetivo es imponer un marco de guerra que dará fuelle a la industria armamentística y al uso de la vía militar como medio para acceder a nuevos recursos y clientes -a los que vender gas estadounidense, por ejemplo- pero también como fin en sí mismo, como motor de un modelo económico que no quiere -ni sabe- poner el freno a la idea de crecimiento ilimitado para enriquecimiento de las élites.
La Cumbre de la OTAN se produce en medio del genocidio israelí contra Gaza y de la agresión contra Irán. La narrativa israelí estará representada en el encuentro atlantista por algunos de los máximos aliados de Tel Aviv: EE.UU., Reino Unido, Alemania o Francia. Los dirigentes de estos países insisten en el “derecho a defenderse” de Israel, al igual que Ursula von der Leyen, a pesar de que a estas alturas nadie puede esconder que esa expresión es empleada para excusar crímenes masivos y permitir que sigan perpetrándose, con un líder israelí requerido por la Corte Penal Internacional.
El secretario de la ONU expresa 'profunda alarma' ante 'el uso de la fuerza de EEUU contra Irán', y advierte de 'una peligrosa escalada'
Los ataques ilegales contra Irán
Israel inició hace poco más de una semana una oleada de ataques contra territorio iraní, violando la ley internacional, ya que no había provocación previa de Teherán que justificara una agresión militar israelí. Los muertos se multiplicaron en pocos días, con 263 civiles iraníes asesinados, e incluso se registraron atentados con coches bomba en la capital iraní. Teherán respondió con ataques sobre Israel que también provocaron víctimas, al menos 24 civiles.
Ante ello, Washington proporcionó apoyo de inteligencia y militar a Israel, haciendo uso de sus escudos, con los que ha interceptado misiles iraníes. Además, envió aviones cisterna a algunas de sus bases militares en Europa, incluidas las españolas de Rota y Morón. Por Rota también pasaron barcos con armamento para Israel en estos meses de atrás.
Desde hace días Netanyahu estaba a la espera de un apoyo militar directo por parte de Trump, tras veinte meses en los que Washington ha financiado y facilitado el genocidio en Gaza, con grandes paquetes de ayuda militar, respaldo político y diplomático.
Este sábado el primer ministro israelí ha obtenido lo que buscaba. Fuerzas militares estadounidenses lanzaron ataques contra varias ciudades iraníes e instalaciones de su programa nuclear, poniéndose al servicio de una guerra directa contra Irán. Se trata de una agresión ilegal, sin provocación previa, que no ha contado con la aprobación ni del Congreso de EE.UU., ni del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Además, el artículo 56 del Protocolo Adicional de las Convenciones de Ginebra prohíbe ataques selectivos contra instalaciones nucleares.
Frente a esta normalización de la impunidad, más de una veintena de relatores independientes de Naciones Unidas ya habían condenado este viernes los ataques de Israel contra Irán, calificándolos de “violación flagrante de los principios del derecho internacional” y advertido de que “la inacción” de la comunidad internacional “arrastrará a toda la región y más allá al abismo”. El paso dado esta madrugada por EE.UU. contribuye a ello.
En ese sentido se ha expresado el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien mostró “profunda alarma” “por el uso de la fuerza de EEUU contra Irán hoy”. Guterres alerta de que se trata de “una peligrosa escalada”, “una amenaza directa a la paz y la seguridad internacionales” y “un riesgo creciente” de “consecuencias catastróficas”. Por eso, pidió evitar “una espiral de caos y ha recordado que ”el único camino a seguir es la diplomacia“, ”no hay solución militar“.
Relatores de la ONU califican los ataques de Israel contra Irán de violación flagrante del derecho internacional
Las excusas
Israel interrumpió las negociaciones entre Washington y Teherán sobre el programa nuclear iraní hace poco más de una semana, bombardeando el país 48 horas antes del inicio de una nueva ronda de conversaciones, con el objetivo de paralizarlas.
Además, en el último año y medio el Gobierno israelí impulsó otros ataques directos contra cinco países, mató a más de 55.000 personas en Gaza, aplica apartheid en Cisjordania, bombardeó la embajada iraní en Damasco hace 15 meses y está empeñado en transformar la región a base de violencia.
Sin embargo, como en un llamativo déjà vu -con una narrativa similar a la de 2003 para justificar la invasión estadounidense de Irak- volvemos a escuchar declaraciones públicas de gobiernos y medios de comunicación que difunden argumentos para justificar no solo esta escalada, sino la posibilidad de una guerra mayor. En esta ocasión ni siquiera hubo gobiernos europeos que mencionaran públicamente la necesidad de una resolución previa en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como sí exigieron varios países de Europa en 2003, que también condenaron la ilegalidad de aquella invasión por no contar con la aprobación de la ONU.
El Gobierno israelí busca derrocar el régimen iraní escudándose en el argumento del arsenal nuclear, pese a que no hay ninguna prueba de que Irán posea ya ese armamento, con el que sí cuenta Israel desde hace décadas. Es más, los datos de la directora de la CIA el pasado mes de marzo y del Organismo Internacional para la Energía Atómica indican que el programa nuclear de Teherán no ha desarrollado aún armas nucleares.
Esta nueva agresión, con la que se vuelve a pisotear el derecho internacional, forma parte del plan de Netanyahu para “cambiar el mapa de Oriente Próximo” -esta es la expresión que usa él mismo- una idea que lleva años fraguando y que ha expuesto en varias ocasiones.
Esta semana EEUU envió aviones cisterna a algunas de sus bases militares en Europa, incluida la española de Morón
Derrocar gobiernos vecinos
Israel fue el máximo defensor de la invasión ilegal estadounidense de Irak, país rico en petróleo. Tanto el primer ministro de entonces, Ariel Sharon, como Benjamin Netanyahu -que ya había sido primer ministro anteriormente- insistieron en la importancia de esa operación militar.
Así lo expuso el propio Netanyahu ante el Congreso de EE.UU. en 2002, para intentar convencer a sus señorías de la existencia de armas de destrucción masiva iraquíes y de la necesidad de atacar Irak. Con ese argumento Washington impulsó la invasión ilegal en 2003, que tuvo consecuencias devastadoras. Posteriormente se comprobó que el régimen iraquí no tenía armas químicas ni nucleares, pero ya era tarde. El objetivo buscado se había conseguido.
No solo se acabó con el régimen de Sadam Hussein; el territorio iraquí, rico en petróleo, quedó muy debilitado y fragmentado. La guerra produjo caos y destrucción en Irak y en Siria y abrió las puertas a más impunidad en todo el mundo. En varios encuentros privados con periodistas, integrantes y funcionarios del Gobierno Bush admitieron que los intereses israelíes habían sido una de las razones de peso para llevar a cabo esa invasión.
En 2015 Netanyahu volvió a intervenir ante el Congreso de EE.UU., para intentar evitar un acuerdo entre Washington y Teherán en torno al programa nuclear iraní con fines civiles. Barack Obama suscribió un pacto con Irán, pero Donald Trump lo abandonó dos años después.
Lo que consiguió con ello fue que Teherán avanzara en el desarrollo de su programa nuclear.
En 2002 Netanyahu pidió a EEUU la invasión ilegal de Irak, con la misma excusa con la que ahora justifica el ataque contra Irán
Por qué le pide más a EE.UU.
Al igual que lo que se buscaba en Irak no eran las armas de destrucción masiva inexistentes, sino acabar con el régimen y debilitar el país con la voluntad de controlarlo, aquí se quiere algo similar. Por eso Israel seguirá trabajando por una guerra con Irán con la participación directa de Washington.
Para disolver el régimen iraní, Israel necesita el respaldo de EE.UU. Primero, porque considera necesarias más fuerzas aéreas, e incluso aspira a contar con respaldo militar terrestre. Y, en segundo lugar, porque no quiere arriesgarse a una crisis como la ocurrida en 1956, cuando invadió la Franja de Gaza y el Sinaí egipcio con el apoyo militar de Francia y Reino Unido, como respuesta a la nacionalización del canal de Suez por el mandatario de Egipto, Yamal Abdel Nasser.
El presidente de EE.UU., Dwight D. Eisenhower, no dio el visto bueno a aquella operación y quiso dejar claro que, tras la Segunda Guerra Mundial, Londres y París ya no tenían las riendas de Oriente Próximo. Ejerció presión diplomática, impuso sanciones económicas y maniobró políticamente en Naciones Unidas para exigir resultados. Los dos países europeos captaron el mensaje y se retiraron del Sinaí y de Gaza en 1956. Poco tiempo después, en marzo de 1957, también lo hizo Israel.
Con gran consenso académico, ese episodio marca la consolidación de EE.UU. como sucesor del imperialismo francés y británico en la región, hasta hoy. A partir de entonces, Israel entendió que en el futuro necesitaría tener a Estados Unidos de su lado, como su nuevo gran aliado.
Irán comparte con Qatar el mayor yacimiento de gas del mundo y controla con Omán el estrecho de Ormuz
Trump y el cambio de régimen
Donald Trump prometió en su campaña electoral no emprender nuevas guerras e incluso afirmó ser un hombre de paz. Sin embargo, esta semana va a exigir más gasto militar que nunca a sus aliados y este sábado entró en guerra directa contra Irán.
Tel Aviv no quiere competidores regionales y aspira a mantenerse como única potencia con armamento nuclear en la zona. El Gobierno ultraderechista de Netanyahu sueña con un Irán descabezado, debilitado y manejable.
En los planes israelíes encaja el hijo del sha, Reza Pahlavi, quien vive en EEUU desde 1978 y lleva tiempo haciendo llamamientos “a un levantamiento nacional” contra el régimen de Teherán. Está dispuesto a ser el hombre de Israel en Irán, en 2023 se reunió con Netanyahu en Tel Aviv, mantiene alianzas con su Gobierno, apoya la intervención militar y ya el año pasado pidió a “los líderes mundiales” que sigan “el ejemplo” del primer ministro israelí y “se comprometan directamente con la nación iraní”.
Su padre, el último sha de Irán, representó un producto ad hoc del intervencionismo anglosajón en Oriente Medio. Contribuyó al golpe de Estado impulsado por la CIA y Londres en 1953 contra el gobierno democrático iraní de Mossadeq, que había nacionalizado el petróleo del país, controlado hasta entonces en buena parte por el Gobierno británico. Ese golpe permitió al monarca acaparar más poder y fue una de las primeras acciones encubiertas de Estados Unidos para derrocar un gobierno extranjero en tiempos de paz.
En este marco se celebra la Cumbre de la OTAN, liderada por EEUU, a la que los países europeos miembros acuden mientras Washington e Israel facilitan el genocidio
Las rutas
Hoy en día Irán alberga importantes reservas de gas que comparte con Qatar en el mayor yacimiento del mundo, el South Pars-North Dome. Además, forma parte de importantes rutas de transporte de minerales críticos desde Asia -incluida China- hacia Occidente y controla con Omán el estrecho de Ormuz, paso clave para el transporte marítimo mundial de petróleo y gas natural. El bloqueo del mismo por Irán, como medida de presión, elevaría los precios del crudo y el gas.
Netanyahu no ha ocultado su voluntad de fomentar nuevas rutas para el transporte de materias primas en la región, de este a oeste, y así lo ha mostrado varias veces, exhibiendo mapas en los que no existe Palestina, en los que redibuja la región y señala Israel como lugar clave en los trayectos entre Asia, Europa y África.
“Entre el Índico y el Mediterráneo, a través de este puente, tenderemos líneas ferroviarias, oleoductos, gasoductos y cables de fibra óptica”, afirmó en septiembre de 2024 mostrando el trazado. En su proyecto neocolonial, Israel pretende mantener bajo su control los territorios palestinos ocupados ilegalmente, extender la anexión de nuevas áreas y aumentar su hegemonía regional. Para ello comete crímenes masivos.
Ha podido hacerlo gracias al apoyo militar directo de EEUU y Reino Unido, entre otros, y de la ausencia de sanciones y de presión por parte de los países europeos y de la UE, su mayor socio comercial. De hecho, la UE aplica contra entidades de Irán sanciones que no ha establecido contra Israel. Tampoco ha suspendido relaciones comerciales que contribuyen a la ocupación ilegal israelí, ignorando de este modo el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de julio de 2024.
El canciller alemán dijo hace tres días que Tel Aviv hace el “trabajo sucio para nosotros” en Irán, en línea con lo afirmado recientemente por la líder del Partido Conservador británico, quien considera que “Israel está luchando una guerra proxy [por delegación] en nombre de Reino Unido, al igual que lo hace Ucrania”.
El genocidio en Gaza y los ataques israelíes continúan, porque nadie se lo impide, facilitados por EE.UU. Con ello sigue consolidándose la ley del más fuerte, del más dispuesto a usar la fuerza bruta. En este marco se va a celebrar la Cumbre de la OTAN, en la que Washington pedirá a los países miembros que aumenten su gasto militar mientras suenan más tambores de guerra y más crímenes contra Palestina.