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Lula enfrentado con el Banco Central por la alta tasa de interés y sus efectos recesivos

Banco Central de Brasil

Eleonora Gosman

San Pablo —

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Aunque marcados por la violencia golpista del bolsonarismo, los primeros cuarenta días de Luiz Inácio Lula da Silva en el poder afrontan también otras turbulencias políticas que perturban los planes económicos de crecimiento y distribución del presidente brasileño.

El último embate procede del interior del gobierno y enfrenta al jefe de Estado con el Banco Central. En ejercicio de su independencia operativa, y a pesar de su efecto recesivo, la entidad decidió mantener una elevadísima tasa real de interés anual (13,75%). Su titular, Roberto Campos Neto, justificó la medida como una herramienta para contrarrestar el fenómeno inflacionario, sin

La medida fue acompañada por voceros de bancos y operadores de bolsa como un freno al riesgo fiscal que implica el aumento del gasto del Estado para financiar mejoras prometidas por Lula en los ingresos de los sectores más pobres, como así también en educación y salud.

El razonamiento que esgrimen, publicado en los medios locales, se podría resumir: “Deuda interna alta, tasa de interés alta”. ¿Conclusión? Ni pensar en el aumento de la producción industrial, ligada en esta etapa al consumo doméstico y las exportaciones, y, más aún, olvidarse de generar nuevos empleos.

André Lara Resende, notable economista y uno de los mentores del Plan Real, piensa -en cambio- que la deuda pública, en reales, no es alta. “Es mucho más baja que la de los países desarrollados. Además, es toda en moneda nacional, en poder de los residentes del país y que, además, tiene elevadas reservas internacionales, del 20% del Producto Bruto Interno”.

El actual presidente del Banco Central fue nombrado por Jair Bolsonaro y aprobado por el Senado de la época. Según acaba de salir a la luz, hasta hace 10 días participaba activamente de un grupo de WhatsApp de ex ministros del último gobierno. Al parecer, fue ese dato el que llevó al presidente Lula a confrontar con Campos Neto, responsabilizándolo de colocar en total incertidumbre las iniciativas económicas y sociales de su gobierno. Lula declaró que un titular del Banco Central no puede gobernar en su lugar, pues él fue electo por más de 60 millones de brasileños.

En una reunión que el presidente mantuvo, ayer, con los legisladores de 16 partidos de su coalición (que va de la izquierda a la centroderecha), éstos decidieron apoyar al jefe de Estado en su cruzada. El diputado Paulinho, de origen sindical (fue dirigente de Forza, una de las tres centrales gremiales brasileñas), declaró: “El Banco Central no puede ser como el Vaticano, que está dentro de Italia, pero quien manda es el Papa”.

La independencia del Banco Central impide que el gobierno decrete la exoneración de su presidente, atribución que sí tiene el Senado. Esta cita del petista con los aliados parlamentarios apuntó, precisamente, a advertirle a Campos Neto sobre su “fragilidad” en el puesto.

La polémica precede el encuentro de Lula con el norteamericano Joe Biden en Washington, que debe ocurrir mañana a las 17,30. La cita tendrá ese entorno, el de una primera batalla del petista con las élites financieras locales. Pero nada permite entrever que el dato pueda tener influencia en la relación entre ambos mandatarios. La postura de Lula y sus ministros es la de consensuar en todos los terrenos. Con todo hay algunas diferencias que seguramente serán tratadas por ambos: la más importante es la que versa acerca de la guerra de Rusia y Ucrania.

Según el asesor de Lula en relaciones internacionales, Celso Amorim, Brasil condena “la invasión del territorio de un país soberano y Ucrania es un país independiente. No podemos concordar con quiénes al usar la fuerza, lo hacen sin el visto bueno de las Naciones Unidas. No es coherente condenar la invasión a Irak y suponer que Rusia pueda invadir Ucrania”.

¿Dónde está la diferencia? Según Amorim, la diferencia con el departamento de Estado es que la diplomacia brasileña, y el presidente en primer lugar, apuestan a formar un Club de Paz con capacidad para intermediar entre ambas partes y que debería incluir a China.  “Tal vez nuestra posición no satisfaga plenamente a ninguno de los dos lados”, sostuvo el excanciller.

Donde sí hay grandes coincidencias entre la primera potencia mundial y Brasil es en el papel jugado por la administración demócrata contra los embates del bolsonarismo, que no quería reconocer los resultados electorales. El actual gobierno brasileño no tienen dudas. “El apoyo que dio Estados Unidos no fue a un candidato, fue a la necesidad de respetar las urnas y esa decisión de Biden tuvo un gran impacto en las Fuerzas Armadas brasileñas”, admitió Amorim. De hecho, frenó la participación del Ejército en el intento de golpe.

EG

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