50 años de la muerte de Franco

Las noticias falsas del franquismo que sobreviven: ni la guerra fue inevitable ni hubo una “extraordinaria placidez” en la dictadura

Guillermo Martínez

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Ni la guerra fue inevitable, ni Franco fue el impulsor del milagro económico en España, ni su mandato como caudillo durante cuatro décadas estuvo exento de violencia. Tampoco hubo un empate a muertos en la Guerra Civil y, contra lo que muchas veces se escucha 50 años después de su muerte, el dictador sí se lucró personalmente durante los largos años en los que ostentó el poder de manera autocrática. Los mitos que siempre intentaron limpiar la imagen de Franco caen aplastados uno a uno en Francofacts (Pasado & Presente, 2025), donde el historiador Fernando Hernández Sánchez, en un lenguaje sencillo y riguroso, echa por tierra esas ideas elaboradas durante la dictadura y cuyas raíces todavía germinan en la actualidad.

La publicación, enfocada para todo tipo de públicos, aparece aderezada con la sorna gráfica de Pedro Vera, quien ha caricaturizado alguno de los pasajes. “Hay que darle color a las cosas, por muy serias o dramáticas que sean”, afirma este historietista que se ha atrevido a resaltar en sus dibujos las cualidades más excéntricas de personajes como Carrero Blanco, Milán-Astray, Arias Navarro, Pilar Primo de Rivera y Carmen Polo.

“Desgraciadamente, en la narrativa social dominante aparece la guerra como la conclusión lógica e inevitable de la República”, adelanta el autor de la publicación, también profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Lo que muchos desconocerán es que el primer intento de golpe de Estado al que se enfrentó el régimen instaurado el 14 de abril de 1931 tuvo lugar el 10 de agosto del año siguiente, protagonizado por el general Sanjurjo. Los militares conspiraban contra lo que la Segunda República significaba para España cuando apenas se había desarrollado.

Hernández también destierra otra de las grandes noticias falsas que acompañan el relato cuando se discute sobre la Guerra Civil. “Si alguien dice que hubo el mismo número de muertos en ambas zonas está mintiendo”, subraya. La historiografía subraya que el balance de víctimas fue tres veces mayor para la República que en las zonas en manos de los sublevados. Tampoco se sostiene la idea tan manida de la violencia descontrolada, descarnizada e irracional de los primeros meses de la contienda.

Mientras que la República terminó con esa violencia en enero de 1937, cuando recuperó la capacidad de los tribunales, los alzados siempre actuaron movidos por una sed de venganza y destrucción. “Hay directrices del general Mola que contemplaban un terrorismo de carácter ejemplarizante y disciplinante en la retaguardia; y los tribunales militares de los sublevados asumieron esa faceta represiva, la mantuvieron durante la contienda y continuaron con ella en la posguerra”, apunta el historiador.

Franco: un fascista que apoyó al eje

Que Franco no era fascista es otro de los mitos que el mismo caudillo se encargó de hacer creer a la sociedad. En este sentido, hay que tener en cuenta la larga duración de la dictadura, casi 40 años en los que tuvo que mutar para sobrevivir, sobre todo de cara al exterior. “En sus orígenes, Franco adoptó las formas de los fascismos europeos. Cuando la cosa marcha mal para el eje en la Segunda Guerra Mundial es cuando busca adecuarse al nuevo aire, pero no deja de ser un régimen de carácter autoritario, basado en un Estado sin división de poderes, con un caudillo todopoderoso, con un partido único y una represión contra cualquier forma de resistencia”, se explaya el mismo Hernández.

Este pensamiento emparenta con otro, que es la supuesta neutralidad de España en la Segunda Guerra Mundial. La recién inaugurada dictadura se mantuvo no beligerante en el conflicto desde 1939 hasta 1942. “Eso significaba no participar de forma decidida en las batallas, aunque ahí está la División Azul que fue a luchar contra la URSS, pero el franquismo apoyaba abiertamente al eje”, esgrime el docente de la UAM. La posición neutral ante el conflicto europeo no llegaría hasta finales de 1942, cuando el futuro para Hitler y Mussolini, al igual que el de Japón, empezaba a complicarse.

Ni gran trabajador ni artífice del milagro económico

Franco tampoco fue ese trabajador incansable del que muchas veces se habla. Hernández recoge aquí el testimonio del primo del dictador, su secretario, quien “se llevaba las manos a la cabeza porque a partir de la década de los 50 casi solo se dedicaba a la caza, la pesca y al ocio más lujoso posible”. Esas cacerías, por otro lado, eran el escenario ideal para que los empresarios de la época se codearan con el poder, al que siempre intentaron, y en numerosísimas ocasiones consiguieron, corromper. “Su mismo primo decía que las labores de gobernación quedaban aparcadas por esa tendencia hacia lo ocioso del gran trabajador incansable que era Franco”, apuntilla con cierto retintín el historiador.

El cambio de rumbo económico que experimentó España superada la mitad del siglo XX ha sido otro de los fenómenos que el dictador se arrogó. Hernández atestigua que el nivel de los indicadores de desarrollo y bienestar que existían en España en 1936 no se volvieron a conseguir hasta finales de los 50. “Los tecnócratas le convencieron de salir de la autarquía y liberalizar la economía, porque si no el Estado entraría en banca rota”, explica el autor de Francofacts.

Solo a partir de 1963, cuando los efectos del desarrollismo empezaron a dar sus frutos, se atribuyó Franco ser el artífice de ese “milagro económico”. Es aquí donde Hernández subraya que “no hay que olvidar que durante un cuarto de siglo la gran parte de la población española estuvo deprimida y con graves carencias alimentarias”. 

Crueldad, mediocridad, corrupción

Franco, aunque tenía sus cosillas, no robó, es otra de las noticias falsas que todavía se escucha. “Se sabe perfectamente que el dictador favoreció a su cúpula para facilitarles los tejemanejes que llevaron a cabo en el mercado negro durante los años del racionamiento”, ejemplifica Hernández. No es el único caso. También hubo negocios turbios en la compra y venta de licencias de exportación e importación durante el periodo de la autarquía, así como apropiación de donaciones de bienes de particulares realizadas al régimen como impuesto de guerra. Además, dejó todo atado y bien atado para que su familia y adeptos no tuvieran problemas económicos una vez fallecido.

Eso le ha llevado a este profesor universitario a definir al franquismo como el resultado de crueldad más mediocridad multiplicado por corrupción. “La corrupción era el lubricante que garantizaba el encaje de todas las familias en el régimen, ya sea de los monárquicos como de los tecnócratas o los falangistas. Como no había prensa libre, tampoco se podía saber”, asevera el también doctor en Historia Contemporánea.

La última de las noticias falsas que desmonta Hernández es aquella que remite a la “extraordinaria placidez” que llegó cuando el caudillo ganó la Guerra. Con esas palabras definió el exministro Jaime Mayor Oreja lo que había significado el franquismo. Ante este punto, el historiador remarca que “fue un régimen instaurado mediante el uso sistemático y a gran escala de la violencia, que destruyó el tejido político, social y sindical que España había logrado desde finales del siglo XIX”.

A ello se suma el fusilamiento de decenas de miles de personas en la posguerra, y la voraz represión que siempre ensombreció las ganas de libertad por parte de una sociedad que vivió casi cuatro décadas bajo el yugo franquista y que vio cómo esos fusilamientos llegaron hasta septiembre de 1975. “No se puede hablar de placidez cuando el régimen conculcó todos y cada uno de los derechos humanos contemplados por la ONU”, afirma tajante el historiador, quien emplaza este noticias falsa en la campaña emprendida por la dictadura a partir de los “25 años de paz” celebrada en 1964.

Por qué retornan estas ideas

A Hernández, que preside la Asociación Entresiglos 20-21: Historia, Memoria y Didáctica, dedicada a la investigación sobre la enseñanza escolar de la historia reciente, le preocupa cómo estas ideas han germinado en las generaciones más jóvenes: “Uno de los factores por los que ha ocurrido este fenómeno es por la situación de desasosiego en la que están inmersas las nuevas generaciones. No entienden el presente y el futuro se les aparece como algo muy complicado, así que ante esa incertidumbre se pueden decantar por un pasado en el que les han dicho que todo estaba en orden y se vivía bien”, se explaya.

En cambio, hay otro factor mucho más estructural ligado a la enseñanza. “España, desde que recuperó la democracia, no ha hecho los deberes a la hora de dar a conocer mediante la enseñanza los episodios más recientes de su historia”, destaca el mismo Hernández. Hasta el mismo currículo escolar te conduce a una idea engañosa, a su parecer, al existir temarios que abordan la República y la Guerra Civil en una misma unidad, mientras que el franquismo y la Transición ocupan otra. 

“Te ofrecen una visión casi teleológica en la que parece que la República necesariamente termina en la Guerra y el franquismo genera las dinámicas que conducen a la Transición”, opina el historiador en referencia a la primera de sus noticias falsas desmentidas.

Una caricatura del pasado sanguinario

De todas formas, no todo es totalmente serio en Francofacts. Los pinceles del dibujante Pedro Vera se han encargado de descargar ese aura de dramatismo que, como no puede ser de otra forma, acompaña a los pasajes que Hernández aborda en la monografía. “Yo trabajo con lo rancio, así que desde que me lo ofreció quise entrar en el proyecto”, cuenta el historietista. Autodefine sus obras como vitriólicas, ligadas a lo ácido, y muy caricaturizantes. Así queda demostrado en sus numerosas ilustraciones en las que saca lo peor de cada personaje.

A través de un estilo cartoon, de dibujo animado, Vera ha logrado exprimir lo máximo posible esa vis cómica a través de engrandecer las cualidades más negativas de cada persona dibujada. “He aprendido muchísimo con este libro. Me ha sorprendido la capacidad de Hernández de sintetizar tan bien la información con la que derribar estas noticias falsas que siempre hemos escuchado”, finaliza. En este sentido, al final de cada uno de los diez capítulos que componen el libro hay una propuesta bibliográfica, así como referencias a películas y podcasts, para cualquier interesado en ampliar sus conocimientos.