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OPINIÓN

“Quiet, quiet, piggy!”: Trump está perdiendo los papeles con el caso Epstein y llama “cerdita” a una periodista a la que manda callar

Donald Trump junto al príncipe saudí Mohammed bin Salman, sobre quien pesa la acusación internacional de haber estado detrás de la muerte de Kashoggi en el consulado saudí de Estambul en 2018.

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No siempre es sencillo preguntar a un presidente del Gobierno. A menudo le das vueltas en la cabeza antes de poder formular la pregunta, pasas nervios porque hay otros compañeros que también quieren hacerlo y no sabes en qué momento te darán la palabra, si acaso te la terminarán dando. Te da tiempo a formular y reformular la pregunta, a reordenarla en la cabeza, dudas si lanzarla al aire o esperar a una señal del presidente...

Yo he tenido ocasiones en las que he tartamudeado sin esperarlo o se me ha entrecortado la voz, pero también otras en las que mi cuerpo ha respondido a mi mente y la pregunta ha salido fluida. Es algo que depende de cada persona, supongo, pero también del momento en que se hace y el tema que se pregunta.

No es lo mismo hacer una pregunta sencilla que hacer preguntas que sabes van a molestar al preguntado. Y, cuando se trata de Donald Trump, sabes que te va a hacer sentir su malestar. La duda es cómo va a ser, no si va a ocurrir.

Todo esto viene a colación de dos episodios muy seguidos que se han vivido en los últimos días por mujeres periodistas que han hecho preguntas incómodas al presidente de EE.UU. Y las dos se han llevado duras reprimendas por parte de Donald Trump, algunas con graves connotaciones machistas.

Es verdad que hemos visto a Trump insultar tanto a periodistas hombres como mujeres, o a estrellas de televisión masculinas. Pero el insulto que le lanzó a Catherine Lucey, de Bloomberg, el viernes pasado en el Air Force One fue algo que sabemos que no ocurriría con un hombre.

“Quiet, quiet, piggy [cállate, cerdita]!”, le dijo a Lucey cuando preguntaba en el avión que llevaba a Trump el viernes por la tarde a jugar al golf a Florida.

Acababa de empezar la ronda de prensa en el avión presidencial y Lucey se dispuso a preguntar por las repercusiones de las últimas revelaciones de los correos electrónicos del depredador sexual Jeffrey Epstein que acababan de ser publicados por un comité de la Cámara de Representantes. El contexto era evidente: los mensajes demuestran que Trump sabe más de lo que dice, lo cual no quiere decir necesariamente que hubiera tenido alguna actitud delictiva en este caso. El contexto también era indeseado para el presidente de EE.UU.: después de poner todos los palos en las ruedas posibles, de retrasar casi dos meses la toma de posesión de una demócrata por Arizona, Adelita Grijalva, los republicanos se veían ante la tesitura de verse derrotados en la Cámara de Representantes ante una votación que exigía la publicación íntegra de los archivos del depredador sexual.

“Quiet, quiet, piggy!”

Epstein le pone muy nervioso a Trump. Pero muy nervioso. Es una sombra que lleva pegada y de la que es imposible desprenderse por mucho que corra. Sólo desaparece, como todas las sombras, con la oscuridad, que es lo que ha querido desde el primer momento para los archivos de Epstein. 

Y al final por mucho que insulte a una periodista en el Air Force One, las consecuencias están claras: la ola era imparable, después de haber presionado a los cuatro republicanos que firmaron la ley con los demócratas y de anunciar que apoyarían a rivales suyos para las próximas legislativas, después de acusarles de hacer el juego a los demócratas... Después de todo, la derrota estaba servida. 

Uno de los republicanos que han patrocinado la iniciativa, Thomas Massie, dijo algo elocuente: “Trump está ahora para protegeros y defenderos, pero no estará en 2028 y 2030, y para entonces puede que hayas pasado a la historia por proteger a un pederasta”.

Trump terminó cambiando de rumbo este fin de semana ante el peso de la realidad, al poco de llamar despectivamente “piggy” a una periodista, y pidió el voto favorable en el Congreso, si bien él mismo podría liberar los archivos sin necesidad de que se lo pida el Congreso. Incluso podría haberlo hecho hace nueve meses.

Pero no. Lo ha hecho cuando se ha visto acorralado. Y por eso pierde los papeles e insulta. Sobre todo a las mujeres.

“Sos una pésima periodista”

“Sos una pésima periodista, avergonzás a nuestro invitado”. La periodista a la que se refería Trump este martes es la corresponsal de la televisión ABC en la Casa Blanca, Mary Bruce, y la pregunta considerada vergonzosa tenía que ver con el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Y el invitado avergonzado era el príncipe saudí Mohammed bin Salman, sobre quien pesa la acusación internacional de haber estado detrás de la muerte de Kashoggi en el consulado saudí de Estambul en 2018.

“Hablás de alguien que fue muy polémico”, justificó Trump: “A mucha gente no le gustaba ese señor del que hablás; te cayera bien o mal, son cosas que pasan, pero él no sabía nada al respecto. Y podemos dejarlo así. No tenés por qué avergonzar a nuestro invitado con esa pregunta”.

La corresponsal de ABC también ha preguntado por el papel de Arabia Saudí en los atentados del 11 de septiembre, algo acreditado en las investigaciones, así como por los papeles de Epstein: ha recordado que Trump no necesita que el Congreso le pida liberar los archivos del depredador sexual, puede hacerlo él mismo por iniciativa propia. Y, ahí, ha estallado Trump: “No es la pregunta lo que me molesta, sino tu actitud. Creo que sos una pésima periodista. Es la forma en que hacés las preguntas. Empezás con un hombre muy respetado y le haces una pregunta horrible, simplemente terrible. Y podrías haberle hecho la misma pregunta con amabilidad”.

Lo siguiente ha sido ya en forma de amenaza total: “Creo que deberían revocarle la licencia a ABC, porque sus noticias son falsas y erróneas”, ha amenazado el presidente de EE.UU.: “Tenemos un excelente comisionado que debería investigar esto. Porque creo que cuando uno llega y es 97% negativo con respecto a Trump, y luego Trump gana las elecciones por una abrumadora mayoría, eso significa, obviamente, que sus noticias no son creíbles, y ustedes no son creíbles como periodistas. Así que respondo a su pregunta: deberían investigar a los demócratas que recibieron dinero de Epstein”.

La amenaza con revocar licencias no es la primera vez que sale de Trump. También lo dijo varias veces en septiembre, después de presionar a la CBS para no renovar a Stephen Colbert y a la ABC con Jimmy Kimmel.

“Marjorie 'traitor' Greene”

Hay a quien le hace gracia la capacidad que tienen algunos referentes ultras con el insulto. Pasaba en España, desde Jaime Campmany hasta Federico Jiménez Losantos, pero no deja de ser una forma de violencia que pasa por deshumanizar al otro.

Es lo que está viviendo estos días la congresista por Georgia Marjorie Taylor Greene. Trumpista de primera hora, se está viendo en las dianas del trumpismo, acusada de traidora por comentaristas ultras como Laura Loomer y el propio presidente de EE.UU., por alinearse con los demócratas en la exigencia de transparencia con los archivos de Epstein y por considerar incompatible con el America First todo el despliegue diplomático y bélico de EEUU en los últimos meses.

Marjorie Taylor Greene, trumpista de primera hora que pasó a ser acusada de traidora por comentaristas ultras.

Greene está intentando en las últimas horas reconducir la crisis, porque Trump incluso ha anunciado su apoyo a cualquiera que se presente contra ella en las primarias para las elecciones legislativas de noviembre de 2026. 

Pero, por mucho que lo intente, el presidente ya la ha bautizado “Marjorie 'traitor' Greene”, y eso no hay manera de que pueda darle la vuelta fácilmente.

“Las estrellas se inflan y expanden antes de perecer y ser olvidadas como mero polvo galáctico”, decía el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera en una entrevista con elDiario.es: “Las grandes potencias y sus caudillos siguen el mismo proceso de insuflamiento e implosión. Su agresividad es inversamente proporcional a su poderío y duración. Su desplante como monarca absolutista, casi infantil, es el síntoma perverso de un mundo que se va. Lo que no sabemos es la gravedad del daño humano que el viejo hegemón arrastrará en su lenta caída”. 

Lo vamos a dejar por aquí hasta la próxima semana.

Muchas gracias por estar ahí.

Andrés

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