Análisis

Por qué el recibimiento de Trump al príncipe heredero saudí es una mala noticia para Israel

0

La bienvenida que la Casa Blanca dio al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, fue la más fastuosa de la presidencia de Trump y una declaración clara de sus prioridades en política exterior.

Se anunció como una simple visita de trabajo, pero fue más extravagante que cualquier visita de Estado anterior. El presidente recibió al príncipe en el jardín sur, el escenario más grande de la Casa Blanca. Había hombres uniformados a caballo portando banderas y un desfile aéreo de aviones de combate.

Una vez dentro del Despacho Oval —recientemente bañado en oro—, Trump se mostró como un hombre totalmente embelesado. Agarró la mano del príncipe y declaró más de una vez que era un honor poder presumir de la amistad con la realeza.

Cuando una periodista rompió esta burbuja dorada al sacar a relucir el asesinato y desmembramiento en 2018 del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi —la principal razón por la que el príncipe Mohamed no había visitado el país en siete años—, Trump arremetió contra la periodista y su cadena, ABC.

Declaró que Khashoggi era “extremadamente controvertido” y que no caía bien a todo el mundo (como si eso fuera motivo para ser asesinado) e insistió en que el príncipe no sabía nada del asesinato en Estambul por parte de agentes del Estado saudí, lo que contradice directamente las conclusiones de la inteligencia estadounidense.

El desprecio de Trump por los derechos humanos y las agencias de inteligencia estadounidenses, así como su descarada admiración por los autócratas, no son nada nuevo. La política exterior estadounidense ya había dado un giro decisivo en esa dirección en enero, tan pronto como asumió el cargo por segunda vez. Si hubo un cambio real durante la visita del príncipe Mohamed el martes, fue en los cielos de Washington.

Los aviones de combate furtivos F-35 que se exhibieron en el desfile aéreo para el visitante real están a la venta para Arabia Saudí, confirmó Trump. La venta no estaría sujeta a condiciones y las características de los F-35 saudíes serían las mismas que las de los israelíes.

Si el acuerdo sigue adelante, irá en contra de uno de los principios fundamentales de las relaciones entre Estados Unidos e Israel: que Israel siempre puede comprar el mejor material militar, lo que le da una preciada “ventaja cualitativa” sobre otros aliados de Estados Unidos en la región. Trump, que parece haber abandonado ese principio, dejó claro que ambos países obtendrían lo mejor, ya que ambos son igualmente cercanos a Washington.

“[Arabia Saudí] es un gran aliado e Israel es un gran aliado”, afirmó el presidente. “En mi opinión, creo que ambos están a un nivel en el que deberían obtener lo mejor”.

Ese no es el lenguaje que a Israel le gusta oír de Washington y ha sido el último de varios reveses en la relación bilateral en los últimos meses.

Con una importancia potencialmente igual a la venta del F-35, la Administración ha anunciado que levantará la prohibición de vender chips avanzados de inteligencia artificial a Arabia Saudí y a Emiratos Árabes Unidos (EAU). La decisión impulsa significativamente las ambiciones de Riad de convertirse en un centro tecnológico mundial con enormes centros de datos de alto consumo energético que serán los cimientos de la economía mundial de la inteligencia artificial, en la que Arabia Saudí y Estados Unidos podrían liderar juntos.

La de EEUU es una política impulsada principalmente por personas con un conocimiento muy superficial de la región que básicamente hacen seguidismo de Israel y de un puñado de gobernantes de la zona

Gregory Gause, investigador visitante del Instituto de Oriente Medio en Washington, comparó las ambiciones de una asociación entre Estados Unidos y Arabia Saudí en la economía de la IA con el desarrollo de los yacimientos petrolíferos saudíes liderado por empresas estadounidenses en la década de 1930.

“Podría ser un vínculo realmente sólido entre los países, una garantía mejor del compromiso estadounidense con la seguridad saudí que cualquier cosa que se pueda escribir en un papel”, afirmó Gause.

Hubo otros acontecimientos recientes que sugieren, al menos temporalmente, un alejamiento de Estados Unidos de la primacía israelí en la política de Oriente Medio. El lunes, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU redactada por Estados Unidos incluía un texto sobre una posible vía hacia una Palestina independiente, a pesar de los desesperados esfuerzos de Israel por eliminar la cláusula.

Unos meses antes, a finales de junio, Trump levantó algunas sanciones a Siria, de nuevo en contra de los deseos de Israel. Y en mayo realizó una gira por Oriente Medio para mostrar su política exterior, visitando Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, pero no Israel.

Todo ello marca un cambio en la política estadounidense en Oriente Medio con respecto a lo que podría considerarse el punto álgido de la relación entre Estados Unidos e Israel, cuando Trump cumplió el objetivo que Benjamin Netanyahu perseguía desde hacía tiempo y se unió a Israel en los ataques aéreos contra las instalaciones nucleares de Irán en junio, lo que provocó inquietud en todo el Golfo.

“Los líderes saudíes se alarmaron por la rapidez con la que el conflicto amenazaba con extenderse por toda la región”, dice Sanam Vakil, directora del programa Oriente Medio y Norte de África del think tank de política exterior Chatham House.

“Aunque por ahora se mantiene un frágil alto el fuego, Riad sigue temiendo que pueda estallar otro enfrentamiento sin previo aviso”, añade.

Tras los ataques contra Irán, Netanyahu parece haber dado por sentado el respaldo de Washington y se ha extralimitado, bombardeando un objetivo en la capital de Qatar, Doha, en un intento de matar a miembros de Hamás. Según se informa, Trump apenas fue informado del plan de bombardear a un aliado regional cercano.

Trump reaccionó humillando a Netanyahu durante su visita a la Casa Blanca a finales de septiembre, obligándole a llamar a su homólogo catarí desde el Despacho Oval para pedirle disculpas.

En la Casa Blanca transaccional de Trump, a Israel le resulta difícil competir con el Golfo. El príncipe Mohamed bin Salmán prometió 1 billón de dólares en inversiones saudíes en la economía estadounidense. Qatar ha regalado a Trump un avión de lujo de 400 millones de dólares para que lo utilice como nuevo Air Force One.

El flujo de enormes cantidades de dinero se produce tanto en la esfera pública como en la privada. Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos han invertido conjuntamente cerca de 5.000 millones de dólares en un fondo gestionado por el yerno de Trump, Jared Kushner.

Trump ha demostrado constantemente que tiene más afinidad con los gobernantes absolutos que con los líderes elegidos. El príncipe Mohamed no se enfrenta a ninguna de las limitaciones que preocupan a Netanyahu, que lucha por mantener unida su coalición.

El príncipe Mohammed también deja claro constantemente que, si Estados Unidos le decepciona, su reino acudirá a China para obtener el hardware y las garantías de seguridad que necesita.

En el expediente palestino no hay nada que celebrar, en mi opinión. Creo que Israel tiene vía libre. Han liberado a los rehenes y siguen bombardeando Gaza

El temor a que Arabia Saudí se “pierda” a favor de China se remonta al gobierno anterior. Contribuyó a un cambio de postura del expresidente Joe Biden respecto al príncipe Bin Salmán, que pasó de considerarlo un “paria” por el asesinato de Khashoggi a una humillante rectificación, una visita a Yeda en julio de 2022 y un famoso choque de puños con el príncipe.

Algunos analistas sostienen que los cambios de los últimos meses no llegan a ser un “reinicio” de la política estadounidense en Oriente Medio. Señalan que, debajo de la deslumbrante visita saudí, hay aspectos de la discusión que son más superficiales de lo que parecían inicialmente.

Al anunciar la promesa de inversión de un billón de dólares, el príncipe Mohamed bin Salmán no mencionó ningún plazo. Tampoco está claro cuántos F-35 venderá Estados Unidos a Riad. Varios puntos de la agenda de la cumbre no parecen que vayan a materializarse en un futuro próximo, como un pacto bilateral de defensa y un acuerdo de energía nuclear civil, que pueden ser bloqueados por el Congreso.

Se planteó la posibilidad de que Arabia Saudí normalizara sus relaciones con Israel en virtud de los Acuerdos de Abraham, pero el príncipe heredero lo descartó educadamente. Dejó claro que la normalización dependería de un compromiso firme con un Estado palestino, mucho más que el lenguaje vago y condicional de la resolución del Consejo de Seguridad del pasado lunes.

En lo que respecta a Gaza y Palestina en su conjunto, Daniel Levy, presidente del think tank US/Middle East y analista de la región, ve muy pocas perspectivas de cambio.

“En el expediente palestino no hay nada que celebrar, en mi opinión”, afirma Levy. “Creo que Israel tiene vía libre. Han liberado a los rehenes y siguen bombardeando Gaza”.

Pero, en un contexto más amplio, argumenta que, en lo que respecta a la política estadounidense en Oriente Medio, cuanto más cambia, más permanece igual.

“Si se elimina parte de la estupidez particular de la Administración Biden y se añade el interés propio familiar de la Administración Trump (y se introducen a la mezcla las reacciones a los acontecimientos recientes y algunos de los excesos de la extralimitación israelí), no creo que estemos asistiendo a un cambio fundamental”, dice Levy.

La esencia de la política estadounidense a lo largo de los años no ha cambiado, argumenta el antiguo negociador israelí. “Es una política impulsada principalmente por personas con un conocimiento muy superficial de la región que básicamente hacen seguidismo de Israel y de un puñado de gobernantes de la zona”.