Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Opinión - Panorama de las Américas

Boric apedreado en Coquimbo

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo

0

Cuando el 19 de diciembre derrotó al derechista José Antonio Kast, victorioso en primera vuelta, y se impuso en el balotaje, Gabriel Boric triunfaba como el candidato presidencial más votado en la historia chilena; cuando el 11 de abril cumplió un mes de gobierno, las encuestas lo señalaban como el menos popular de los presidentes de la era pospinochetista medido a los 30 días de asumir en el palacio de La Moneda. Nacido en la austral Punta Arenas, por la que fue diputado, Boric no 'visitó regiones', no salió del eje Santiago-Valparaíso, hasta el jueves 21, cuando en La Serena, en la región de Coquimbo, en su primera gira nacional, apenas se dirigió a hablar con la gente reunida, un piedrazo le rozó la cabeza e impactó en el pecho a su jefe de gabinete, Matías Meza-Lopehandía. Es un incidente aislado, y fue transversalmente condenado. Y a sus 36 años, Boric sigue siendo el jefe de Estado más joven del mundo y el más a la izquierda de la democracia recuperada en 1989, vencedor al frente de una coalición electoral que por primera vez incluye, sin mayor escándalo, aun al añoso, centenario Partido Comunista chileno. Apenas más joven es su frustrado lapidador, aprehendido, de 31 años.

La transición democrática que en 1989 consagró el primer gobierno de la Concertación de centro izquierda -básicamente, democristianos y socialistas- que gobernaría Chile por más décadas que la dictadura que la precedió había sido habilitada por vía plebiscitaria. Un plebiscito en 1988 dijo NO a la continuación de Augusto Pinochet en el poder por ocho años más. Aunque al decir eso, también dijera SÍ a la Constitución de |980, que preveía ese plebiscito, y sigue en vigencia. También el actual gobierno chileno tiene los ojos puestos, como toda la ciudadanía, en el SÍ o el NO que el electorado pronunciará en otro plebiscito, el del 4 de septiembre, donde aprobará o rechazará la Constitución que desde el 4 de julio redacta una Convención Constitucional. Por lo tanto, Boric es también el primer presidente democrático cuyo gobierno tiene programa y destino atados a un proceso constituyente al que apoya pero sobre cuyo desenlace puede influir con el peso de su propio apoyo, al momento de las campañas del Apruebo y del Rechazo al nuevo texto Constitucional.

Visión, o revisión

Por detrás del actual compás de espera hay tiempos de una vibración épica y una masividad callejera en comparación con las cuales todo protagonismo posterior empalidece. Boric es el heredero de largas luchas por la desigualdad en la educación. El del 'estallido social' de octubre de 2019. El de otro plebiscito de mayoría abrumadora, el del 25 de octubre de 2020, cuando casi el 80% dijo SÍ a la convocatoria de una convención constituyente. Que era también el de mayor participación, superior al 50%, desde el establecimiento del voto voluntario en 2012. El de las elecciones de convencionales del 15 y 16 de mayo de 2021, que pusieron de manifiesto el derrumbe del sistema de partidos de centro-izquierda y centro-derecha que se había repartido asimétricamente el poder en Chile, y dieron la mayoría a la izquierda y a independientes (de diferentes proclividades izquierdistas) en un cuerpo que a su vez era pionero en el mundo por el doble reconocimiento de la paridad de género y de la reserva de bancas a pueblos originarios.

El registro electoral del propio Boric es menos impresionante, pero no menos pródigo en felices sorpresas. En las primarias de Apruebo Dignidad, el ex líder estudiantil venció al alcalde comunista Daniel Jadue. Y en la primera vuelta de las presidenciales chilenas, fue vencido por el ultraderechista Kast. En la segunda vuelta, las fuerzas políticas de centro izquierda cuyo auxilio fue decisivo para el candidato de la izquierda sin adjetivos atenuantes o correctivos eran las mismas que habían sido desplazadas en la elección de convencionales y habían gobernado con la Concertación. No sólo las necesitó para llegar al Ejecutivo, las necesita para legislar, porque el 21 de noviembre también había sido una jornada electoral histórica para la derecha. Nunca antes había ganado tantos votos en el Congreso, nunca antes fueron como ahora la llave y compuerta del Senado. Ni obtuvo tantas bancas juntas el partido Renovación Nacional (RN) del presidente centro derechista, Sebastián Piñera que concluía su segundo mandato como el más débil de la historia nacional. Quién había gestionado con buen éxito -visto desde la perspectiva de su supervivencia política- tanto la fuga hacia delante que significaba el acuerdo de noviembre de 2019 para convocar un plebiscito de reforma constitucional como después el programa de shock de vacunación y de IFEs en tiempo de crisis sanitaria. Las paciencias obtenidas por la pandemia, que hizo postergar una y otra vez las fechas prefijadas para plebiscito y elecciones, no dejan de introducir, hoy, un coeficiente de multiplicación en la impaciencia social.

Conceptos y preconceptos

Los últimos años de la presidencia de Piñera fueron jalonados por un activismo del Congreso en una cuestión a la cual el presidente se oponía por principio pero que no obstaculizó en la práctica. Se sucedieron tres retiros anticipados de los fondos de pensión, autorizados por leyes correspondientes. Un cuarto retiro fue frenado al fin de la presidencia. En el sistema previsional chileno, la jubilación es privada, gestionada por Administradoras de Fondos de Pensión (AFP), según ha sido establecido por la Constitución de 1980. Es uno de los artículos que ha sido reformulado por la actual Convención Constitucional, que dispone la creación de una organización pública del sistema previsional. Habrá, por cierto, un período de transición.

La principal batalla legislativa del gobierno de Boric ha sido en torno al proyecto presentado en el Congreso para revivir el cuarto retiro abortado al fin del la presidencia Piñera. En principio, el ministro de Hacienda Mario Marcel había hecho campaña en contra. Al ver que no tendrían los votos suficientes dentro de las propias filas contra el proyecto de retiro de la iniciativa parlamentaria, el gobierno presentó un propio proyecto de retiro, según el cual los fondos retirados no podría ser dispuestos libremente, sino que se destinarían a pagar deudas. Irían de la AFP a los acreedores, con lo cual el ex rival de Boric, el comunista Jadue, pudo ironizar diciendo que favorecía a las favorecidas de siempre, las empresas.

La armonía o la disciplina de la coalición gobernante, que había sido una de las promesas de campaña, fue menos evidente en Valparaíso de lo que deseaban en Santiago. Diputados y diputadas del oficialismo que habían votado a favor del proyecto gubernamental en comisión, votaron en contra en el recinto. Le faltaron diez votos a la iniciativa de Boric para ser aprobada en la cámara baja y pasar al Senado; y sacó menos votos que la otra iniciativa pionera. Ni una y otra se impusieron. No habrá cuarto retiro de fondos (o quinto, como se lo llamaba, para diferenciarlo del de la anterior legislatura).

Los perdedores en el Congreso eran el Frente Amplio en general, y del Partido Comunista (PC) en especial. ¿Los ganadores? La Democracia Cristiana (DC), el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD) del ex presidente Ricardo Lagos. Es decir, victoria de la ex Concertación de centro-izquierda. A la que le gusta señalar que esta juventud que ahora ocupa esos lugares que las generaciones anteriores se mostraron tan renuentes a renunciar, o siquiera a imaginar como espacios por los que un nuevo personal -aun uno escogido a su digital antojo personal- circulara, tiene experiencia como oposición, adquirió vis administrativa en el regateo de bancas y bancadas, pero que nunca antes tuvo cargos políticos electivos de gestión nacional. Es cierto. Sin embargo, ¿no fue una victoria del Ejecutivo, finalmente? ¿Es una debilidad la flexibilidad de su pragmatismo adaptativo?

Democrático estáis -Es que no voto

No menos de cuatro encuestas han coincidido en la mala noticia de que en la intención de voto prevista para el plebiscito 'de salida' de la Constitución, el Rechazo supera al Apruebo. Hay una masa indecisa también importante. Y la aprobación de la Convención sigue alta, en la medida que la de la confianza en las restantes instituciones sigue baja.

La inquietud por amenazas percibidas como urgentes por secciones del electorado, aquellas que dieron su triunfo a Kast, y el temor creciente a que la nueva ley fundamental poco haga por resolverlas, y que en el corto plazo, con las previsibles desavenencias en el interregnum de ajustes y reajustes entre la República y el nuevo Estado Plurinacional, se agraven, es uno de los motivos de la negativa. Tanto en el Norte con la inmigración, como en la Macrozona Sur con las reivindicaciones mapuches, cuya violencia atrae y mantiene una atención en las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lago y en la opinión pública nacional (e internacional) cuyo rating e intensidad crecen a un ritmo y con un volumen que desesperan al advertir que no tiene correlato ni eco consonante en un gobierno y una Convención para quienes la reparación del genocidio indígena sufrido tras la conquista hispánica y prolongado por las república independiente relativiza tanto la criminalidad de las acciones directas del reclamo mapuche (ocupaciones, quemas, tomas y defensas con amas de fuego de tierras, caminos, recursos, pasos, aguas) como el justo título de quienes se ven privados de bienes muebles e inmuebles cuya propiedad consagra el derecho vigente.

Hay otra causa de desafección, de orden más práctico, a la nueva norma constitucional, de la que se van conociendo fragmentos a medida que son aprobados. De técnica legislativa. O, más simplemente, de decisión 'editorial'. Ha sido muy lúcidamente detectada por Boric, que, si ha pronunciado sobre ella, es porque advierte la capacidad, si no de enervar su efecto, sí de mitigar su daño electoral. Es una simplificación sin ser deformación clasificar las Constituciones entre cortas y largas. A las breves se las suele considerar avaras en reconocimiento explícito de derechos humanos, en ocuparse más en prohibirle al Estado que interfiera con las libertades personales, que en ocuparse en indicarle a ese Estado qué necesidades es su deber satisfacer. La Convención chilena ya ha adoptado la decisión de ser larga. La extensión y la renuncia a la omisión, sin embargo, no tienen por qué verse acompañadas de una reglamentación, no tienen por qué, además, indicar cómo han de satisfacerse esas necesidades, cómo ha de cumplir el Estado esos deberes. Boric, que antes decía que cualquier Constitución era mejor a la que había redactado cuatro generales, ahora reclama esa responsabilidad que sólo es servicial si es meticulosa. También en abstenerse de un detallismo que puede ser más inexacto a fuer minucioso. Puede sustraer un voto, sobre cuestiones que sería preferible dejar al cuerpo legislativo, después, diseñar en sus detalles.

En cambio, sí parece conveniente que las normas transitorias dejen en claro cómo será el tránsito del viejo Chile al nuevo. Esta es otra fuente de desasosiego. Si el nuevo sistema previsional será público, si Chile será un país sin AFP, es inútil incluir una norma que tranquilice y declare inexpropiables a los fondos de pensión, porque no existirá la tal cosa en el nuevo orden constitucional. Pero, entretanto, ¿qué? La derecha hace campaña con “Con mi dinero no”.

El doctor Ignacio Sánchez, médico cirujano, pediatra especializado en males respiratorios, es el rector de la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Chile. Gran propulsor de la Convención Convencional, gran defensor de Elisa Loncón, la académica y lingüista mapuche que fue su primera presidenta -que se educó en la PUC, de la que es docente-, se pasó al Rechazo porque en el artículo sobre el aborto se indica que se prohíbe, sobre el tema, la intervención de terceros. Que él entiende que no se dejará nunca dar su opinión a los que son contrarios al aborto. Acaso no haya que entender así esas palabras, pero ya ganaron una voz al Rechazo. Y otras voces pueden encontrar el detalle reglamentario que les sea intolerable.

“No son treinta pesos, Piñera, son treinta años”. No se resolverán en treinta días, los males de esos treinta años. La falta de épica, ¿es un mal signo?

AGB

Etiquetas
stats