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Opinión
Perdón que interrumpa

Condena a Cristina, los chats de Lago Escondido y La Scaloneta: ¿y la Argentina?

Martin Rodríguez rojo Perdón que interrumpa
11 de diciembre de 2022 00:05 h

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Empecemos por este chat.

-Hola, padrino, ¿cómo estás? ¿Tenés algo para ayudarme?

-Hola. ¿Pero seguís cobrando el Potenciar?

-No sé, porque todavía no lo depositaron y el gordo se quedó sin pañales. Y otra que dicen es que hay que actualizar los datos pero no sé. ¿No me podrías ayudar con 500 para los pañales? Aunque sea para comprarle un paquete de 8 para que aguante hasta que paguen.

-Por lo que leí mañana seguro cobras el Potenciar. Pero ahí te transfiero algo.

-Bueno, muchísimas gracias.

El martes 6 de diciembre cobró. El diálogo es entre el ex militante de un movimiento social y un beneficiario del “Potenciar Trabajo”. ¿Hablamos de judicializaciones? Hablemos. Acá en el primer bloque de este podcast de revista Crisis desmigajan las idas y vueltas de la saga judicial del programa “Potenciar trabajo”. Lo que pasó es parte de un consenso no dicho de la política (basta de planes). Resultado: en el mes de diciembre millones de personas que cobran el “plan” pasaron los primeros días en la incertidumbre de cobrarlo (o no).

El politólogo Gustavo Marangoni toma nota de lo que roza esto en un reciente artículo en revista Panamá. Menciona un informe publicado en el segundo semestre de 2022 de la consultora de opinión Zuban-Córdoba y Asociados donde “un arrollador 70,3% responde que el próximo gobierno debería ajustar el gasto público”. Dice Marangoni: “Para alcanzar esa dimensión una franja de los votantes del Frente de Todos tuvo que contestar afirmativamente”. A la pregunta “¿dónde habría que ajustar?”, la mayoría de los 2000 entrevistados de la muestra coincidieron “en que no debe afectarse la obra pública, la educación y la ciencia y tecnología, sino que la tijera debe podar hasta la raíz los planes sociales”, concluye Marangoni.

Esas opiniones son, paradójicamente, un caso de empoderamiento. O así lo ilustra un consultor con su experiencia en focus de Rosario y GBA en los que “personas de clase media y media baja no dicen ni mú hasta que les preguntamos cómo debe ser la política social”. Ahí, dice, “se suben al caballo e imaginan cosas como que una tarjeta les permita a las mamás sólo comprar en supermercado a menos de cien metros de la casa y al que ingresan más o menos con tobillera electrónica”. ¿Qué es esto? Si no es un clima de época, pega en el palo. La política con sus polarizaciones, debates, riñas corporativas, sí. Pero veamos entonces este consenso sedimentado del discurso anti planes (policlasista y multipartidario), que no es nuevo pero ya parece hegemónico. Una época se explica en lo que discuten las fuerzas políticas, y en el acuerdo sedimentado que no saben que tienen. Ya nadie habla contra los planes.

El 20 de junio Cristina habló contra ellos apuntando a los intermediarios –las organizaciones sociales–. Una interna antropofágica: hablar mal de organizaciones que el propio kirchnerismo sumó al sistema político. ¿Qué hubiera sido del kirchnerismo sin Milagro Sala y la Tupac o el Movimiento Evita? Massa al asumir su ministerio prometió auditarlos con universitarios. Massa ofrece su oído absoluto a la sensibilidad de capas medias populares del Gran Buenos Aires. El efecto se logró. Juan Zabaleta, Ministro de Desarrollo Social, solicitó a la AFIP un informe sobre los beneficiarios del plan “Potenciar Trabajo”, buscando recuperar el control desde el Poder Ejecutivo. Las preguntas se superponen: ¿qué hacen los pobres con la plata?, ¿qué hacen las organizaciones con los pobres? Cuando el ministro Zabaleta volvió a la intendencia de Hurlingham y entró Victoria Tolosa Paz apareció un informe en Infobae asegurando que de 1.300.000 beneficiarios más de 250.000 tenían irregularidades. La ministra no aguantó presiones y pidió el levantamiento del secreto fiscal bajo promesa de regularizar la situación. ¿Y qué pasó? Este 1 de diciembre tenían que liquidarse las asignaciones del “Potenciar Trabajo” y 2.400 beneficiarios fueron dados de baja. Un juez, además, suspendió la liquidación del Programa. Volvemos al chat: uno de esos millones que cobran el 6 de diciembre le pedía a un antiguo referente plata porque no cobró y “dicen que hay que actualizar los datos, pero la verdad estoy perdido”. Estaba perdido, solo, se le caía una pata de su mesa precaria de ingresos en este “efecto dominó”. Millones de personas empezaban a cruzar diciembre sin ver un peso. Hasta que comenzó a pagarse.

Sentirse en un limbo para muchas personas a los que $27.250 les complementan un ingreso salarial. La diferencia entre poder comprar un pañal o no. Grabois pidió que entonces se levanten todos los secretos fiscales. Los de empresarios, funcionarios, gobernadores, intendentes, sindicalistas. La oposición miró este largo affaire con la servilleta puesta: sentía que todos hacían el playback de su canción. Lo que se cocina a fuego lento para un próximo gobierno no hay que buscarlo solo en las polarizaciones sino en los acuerdos no dichos. Si los planes fueron la solución de la crisis anterior, veinte años después son su raíz. Y les llegó la judicialización vía “suspensión judicial”. El lugar común (convertir planes en trabajo, frase con la que nadie no puede estar de acuerdo) nombra de arriba hacia abajo tantas cosas a la vez (la economía formal que no absorbe empleo hace años, los límites prácticos del Estado para hacer eso, etc.), pero no lo que simultáneamente crece de abajo hacia arriba: el rebusque de millones que “usan” en tal caso esos planes como complementos de su propia creatividad laboral. La economía popular de mercado de Galperín. La democratización financiera real de Mercado Pago. El signo de los tiempos. 

Hay un monstruo en la laguna

Miremos el otro chat, que se hizo público estos días. Cualquiera puede desconocer si hay o no “delito” en ese chat, pero no cierta familiaridad: los ingredientes pavotes de una charla de varones que se hacen chistes, usan emojis, se prometen asados, exaltan los vinos que quedaron y comentan el escándalo hasta que ya no pueden hablar de otra cosa. Y hablar de eso es hablar de truchar facturas, apretar periodistas, prometer vendettas, putear rivales. Hacen lo que proyectan en otros (en los peronistas). El chat tiene el gusto a crema vencida de un Club House aunque se sepa el lugar que ocupan en la cadena alimenticia. Todo el contenido parece hecho para confirmar prejuicios, para que un lector progresista se chupe los dedos mientras lo lee.

Pero mirémoslo en algo más que proyecta. Su acción muestra también el otro lado de esos que elevan el mayor de los reclamos a la sociedad: su sacrificio. Porque eso está en el fondo de este tiempo para el sistema político (o para lo que queda de él): ¿qué le va a pedir la política a la sociedad en el futuro? El populismo convenció a muchos de que la sociedad es vaga, pero la sociedad está llevando encima el peso de la crisis. Hace unas semanas hablamos de que la gente está rota. El espectáculo de esta semana podría llamarse así: la gente está sola. Y sola significa que está en el medio. Un brevísimo poema de Jorge Aulicino usaba la palabra “Páramos”. Así se llamaba y decía: “Byron / no estuvo nunca tan solo / como esta anciana sentada en la farmacia, / un sábado a las cuatro de la tarde, / esperando la inyección.”

Por suerte La Scaloneta está andando. Pero para el caso, es la misma gente que está en el medio de tanta judicialización y que se preguntará, ¿dónde queda la justicia? ¿Dónde está la verdad de la causa? Para unos el kirchnerismo es una interrupción a la normalidad que la Justicia debe corregir (incluso proscribir); para otros la Justicia es la sangre prometida de las clases dominantes a condición entonces de que “las causas o los delitos no existen”; como si, para nombrar un clásico, los bolsos de López fueran un montaje falso. Ante este bloqueo mutuo de estas minorías empatadas, que además ya parece imposible que una pueda ganar, la política pide y merece nuevos actores.

Kirchner tuvo su momento hegemónico pero en su primer gobierno de “abundancia fiscal”. Sus enemigos, decía, eran el FMI, los genocidas, el ALCA, SHELL. Todos estaban afuera de la sociedad. En 2008 siente la crisis mundial y aprieta a los exportadores de soja. Lo descubrió: tenía enemigos adentro de la sociedad. Si la crisis es un momento donde todos tienen razón, como decía Duhalde, crecer a tasas chinas también parece un momento así. Aún después de crecer nadie quiere ser el ajustado. Y para Kirchner gobernar era nunca dar malas noticias. De ahí la furia con los que no largaban sus morlacos en 2008. Ese año resbaladizo, de hecho, empezó la causa de Vialidad que condenó a Cristina esta semana. Pero, ¿se puede gobernar sin dar malas noticias, sin pedir sacrificios? De Churchill a Fidel: hacer historia es cruzar un río bravo, no evitarlo.

Si este “grupo de chat” funcionó como muestra del de qué está hecho el sector político que esgrime una pedagogía anti populista (contra la “demagogia”) también evidencia el drama que se muerde la cola de ese mismo reclamo: tener con qué hacerlo. Si lo que viene será un plan de estabilización, ajuste, cortar planes, aumentar tarifas, coalicionar con exportadores, el kit de lo inevitable de gobernar un poco a cara de perro, detengámonos en cuáles son las condiciones políticas para hacerlo. José Natanson cita acá, en un artículo sobre la “inevitabilidad” o no de un plan de estabilización, un estudio de Juan Carlos Torre y Vicente Palermo acerca del modo en que fracasan esos planes. Dice básicamente que los costos llegan antes que los beneficios. Pero no hay economistas diciendo cosas tan distintas hoy. La política se radicaliza en los juzgados, se modera en la economía. “La justicia es neoliberal”, dicen, pero a veces hay que tomar un café con Melconian. La realidad es más compleja que el evangelio de cada coalición. De ahí los magros resultados de la última década. Se acabaron los dólares.  

El peronismo está trabado en sí mismo. La decisión de CFK abrirá preguntas (¿se corre para que entre una opción moderada y sensata?, ¿para deslegitimar a la democracia como a “un régimen”?, ¿para mostrar dónde está el poder y qué poco poder tiene la política –aún cuando socavó a su mismo gobierno–?). Eso sumado a las encuestas que se las haría ver negras a peronistas y cristinistas obliga a mirar qué pasa en la oposición. Lo que en 2015 se balbuceaba como gradualismo (cambios reduciendo daños) dejó gusto a poco en el macrismo, y ahora se recompone bajo promesas de velocidad: cumplir rápido los objetivos. ¿Qué sería? ¿Devaluar, ajustar y, como vemos, volver a las excavadoras? Gobiernos en modo día de la marmota: eternos retornos, aunque más veloz. Pero en la magnitud de la crisis, ¿esto sólo se ofrecerá? ¿Ajuste, show judicial? Macri cree una sola cosa: que tuvo razón.  

Para esto en el macrismo exhalan un elemento motivador. Porque si en buena parte macrismo y cristinismo comparten su sociología de élites (que se pisa los talones en reuniones de padres, cumpleaños, cenas de fin de año en fundaciones o editoriales), hay nuevo rezo halcón al oído de la tropa que enseña que “no importa si en el chat de mapadres de la escuela nos chicanean o si tu primo progre en Navidad se pone picante por Milagro Sala… hay que aguantar, y si te jode salí del grupo o pasá la Navidad con otros”. Patricia Bullrich es llanísima ahí. Y cuentan con el favor del clima de ideas. Porque este desenlace del año bajo la trama judicial muestra el otro lado de la luna: el consenso que clausuró la discusión económica hasta en el peronismo. La salida de Guzmán fue la salida del debate en el gobierno. La síntesis de lo que la oposición promete parece que juega de local en la sociedad que sabe por vieja que al final solo se tiene a sí misma. Un cancionero de “sangre, sudor y lágrimas”. Track 1: A laburar. Track 2: El Estado no sostiene vagos. Track 3: Plan de estabilización o mierda. Se matarán ante las cámaras y en tribunales, pero la opción real parece más angosta: Massa o Macri.

La lapicera roja

La comunicación política, dice un consultor, pudo haber nacido para responder a la pregunta de cómo se comunica un ajuste. Que es hija de otra: ¿cómo se hace ese ajuste? Involuntariamente el chat de este “viaje de egresados” expone los pies de barro de quienes deberían construir el soporte de lo que piden. Algo que necesita un valor mínimo: ejemplaridad. Es un argumento ingenuo, pero toda época a fundar debe tener en su repertorio cosas así: sobriedad, renunciamiento, liderazgo. El Frente de Todos que no traía el ajuste en su ramillete también mordió ese polvo cuando lanzó la cuarentena, que era como un ajuste “para salvar vidas”. La cuarentena aún con sus compensaciones (una emisión descomunal) subrayaba la distancia entre estatizados (con el fin de mes asegurado) y privados (trapitos, cuentapropistas, comerciantes, empleados de una multinacional que entonan el grito de guerra popular: “a mí nadie me regala nada”). Y como creyó el gobierno que con decir “El Estado te salva” alcanzaba no vio necesario hacer un gesto de demagogia. Y antes que el cumpleaños de Fabiola, el “Vacunatorio Vip” empezó a armar la cadena equivalencial de todas esas broncas que empezaron aplaudiendo el IFE y terminaron viendo en todo plan social el precio de una vida miserable.

Los años noventa se cosieron sobre consensos trabajados y sobre el alivio inmediato de apagar la inflación. Los problemas fueron desatándose después. Retomemos el ensayo de Natanson. Dice que Menem contó con el “efecto persuasivo” de la híper, y que el shock de la convertibilidad y las reformas neoliberales “implementadas con el sentido de urgencia propio de las megacrisis lograron rápidamente recuperar la estabilidad, activar un boom de consumo y relanzar el crecimiento”. “La pregunta entonces sería si, en ausencia de una hiperinflación pulverizante pero ante un deterioro socioeconómico de casi una década, la sociedad argentina está dispuesta a aceptar los costos de un programa de estabilización”, señala Natanson. Esto: el disciplinamiento de la híper y una convertibilidad que dio estabilidad para enfrentar una góndola con menos miedo que a Campo de Mayo. La imaginación de Milei y la rabia anti casta (el runrún silencioso y extendido a favor de los juicios contra Cristina) funcionan como un borrador más de sostén del intento de shock. ¿Alcanza?

Perdón por mirar una “sociología futura de gobierno” en un grupo de eclipsados por pasajes gratis a Lago Escondido. Pero sin el almíbar del 1 a 1, con los efectos duros de una devaluación con ajuste de tarifas, podemos prevenir que un próximo gobierno -que cree en su llegada triunfal nombrando la soga en la casa del ahorcado- tendrá escaso margen si es esto que se ve: una pandilla frívola de jueces, empresarios, políticos y servicios aventureros cuya abundancia contrasta con lo que reclaman (que el pueblo apriete su cinturón). Pero este es el corazón frío y lejano de la política detrás de los corazones calientes del mundial. La selección agranda la familia. Para chicos y grandes, se meten en el corazón 26 intrusos y un lazo que no se rompe más. La semana política, entera, se hundió en el lago. La camiseta argentina aún da algo que no da casi nada y se ama toda la vida: ser un solo país. El himno. Y los dignísimos que a veces no llegan a pagar pañales. Andá payá, bobo, dice el mejor de los nuestros.

MR

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