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Análisis

Descalabro político, gasto sin sustento y Berni: el triple desacierto histórico de Cristina

Un niño muestra su adhesión a Cristina Fernández de Kirchner durante una marcha en Córdoba el 25 de agosto de 2022

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Sergio Berni arriesgó semanas atrás que la Policía bonaerense que conduce se encontraba “lejísimo” del ideal, pero “recuperando su capacidad operativa y su prestigio”. En la misma entrevista con el periodista Tomás Rebord, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires identificó su práctica política como un “cortafuego” para contener incendios.

Esa definición es coincidente con la lectura predominante en el cristinismo ortodoxo en cuanto a que el lenguaje militarista y manodurista de Berni es una táctica para neutralizar los lanzallamas punitivistas de los referentes de Juntos por el Cambio, la ultraderecha y los canales de noticias. Sería un capítulo pragmático que los cristinistas puros suelen destacar como signo de la supuesta capacidad superlativa de su jefa política.

La temeridad de imitar la retórica de seguridad del macrismo en un asunto tan sensible —cuyos fracasos se miden en vidas humanas— por parte de un integrante de un Gobierno progresista podría verse compensada si diera resultados. No es el caso. El jueves, por enésima vez, falló el cortafuego y las llamas se propagaron por el bosque de La Plata: una persona murió a causa de un infarto en medio de gases lacrimógenos lanzados a mansalva por policías bonaerenses.

El abordaje policial con ímpetu de Rambo se extiende por todas las provincias, sin distinción de color político. Ningún Gobierno está exento de que un uniformado incurra en el gatillo fácil en medio de la noche, aunque sí cabe evaluar qué hacen los estamentos políticos para prevenir abusos y cómo reaccionan una vez que se producen.

No cierra

Un caso reciente de violencia institucional en la provincia de Buenos Aires ilumina el lugar en el que está parado el Gobierno bonaerense. En la madrugada del 21 de noviembre, un hombre que había provocado incidentes en un hotel de San Clemente fue trasladado a una comisaría, donde murió a las pocas horas. La autopsia reveló múltiples indicios de golpes y torturas, lo que derivó en la detención inmediata de nueve policías.

Berni se arrojó a los medios para desmerecer el peritaje inicial. “Hay muchas cosas que no me cierran”. Las cosas terminaron de cerrar días más tarde, con la segunda autopsia. “Está cagado a palos”, fue la definición técnica de uno de los peritos, consignó la crónica de Infobae.  

El médico militar ocupa uno de los puestos más importantes del Gobierno de Axel Kicillof por indicación de Cristina. En los últimos meses, el ministro expresó distancia de quien fuera su jefa política y voces de La Cámpora elaboraron teorías de que “el loco” es un líbero sin jefaturas. Inverosímil hasta el absurdo.

El funcionario sobrevivió a varios expedientes de brutalidad policial, desde gatillo fácil a represión de protestas de docentes. El ataque a sus pares del gabinete nacional de perfil garantista, que incluyó algún episodio de agresión física, resultó más bien un factor de supervivencia del “líbero” Berni. Como fue la norma en las disputas entre albertistas y cristinistas, el desbande se calmó cuando los primeros fueron separados del cargo. En este caso, Sabina Frederic.

El amparo soterrado de Cristina a Berni no exime en nada a Kicillof. El gobernador decidió ceder esa silla como si fuera una embajada y capear los incendios que genera el fallido cortafuego. Mal negocio. Los procedimientos garantistas del Ministerio de Justicia y la Secretaría de Derechos Humanos terminan siendo la camilla para trasladar heridos que genera el descontrol policial.

La historia es larga y repetida. Desde la maldita policía de Eduardo Duhalde —por citar un punto de la historia— hasta el oprobio de Carlos Ruckauf (“meterle bala a los ladrones”) y Aldo Rico, el marketing vacuo de De la Rúa y Fernández Meijide rodeados de hombres con fusiles, las gestiones del PRO en la Ciudad y de Scioli y Vidal en la Provincia, la coronación de Chocobar con Macri, etcétera, se sabe que la mano dura agrava el problema. El maquillaje malevo para la conducción policial es, sobre todo, lesivo para los derechos humanos, pero además, inútil.

Error en tres actos

La fallida táctica para la seguridad en la Provincia no está aislada de otros severos errores de la versión actual de Cristina para comprender el momento histórico y las necesidades y urgencias del pueblo que la vota.

Su aporte al Gobierno que diseñó en 2019 puede ser medido en términos de la calidad de gestión en las áreas que la vicepresidenta se reservó, entre las que Berni sería un subcapítulo bonaerense. Más allá de los fuegos artificiales y el escenario imposible configurado por el legado de Macri, la pandemia y la guerra de Ucrania, ¿qué despacho a cargo de un cristinista ortodoxo desarrolló políticas que marcaran la diferencia en un Ejecutivo mediocre en promedio?

A la luz de los resultados, el empeño mayor de Cristina no estuvo en la gestión sino en la erosión permanente de quien ella misma propusiera como candidato presidencial.

Se habrá decepcionado, pero la vicepresidenta no conocía las cualidades de ningún dirigente político tanto como las de Alberto, jefe de Gabinete entre 2003 y 2008 y confidente diez años después. En el curso del Gobierno, Cristina se demostró incapaz de sostener la lógica que la había impulsado elegir a su compañero de fórmula para vencer a la derecha. La cesión de protagonismo en el orden de la nómina presidencial en aras del fin mayor de llevar a cabo reformas sin morir en el intento —porque Alberto, en los papeles, sería el hombre apto para articular intereses— se demostró un fiasco.

Y luego, el capítulo económico. La vicepresidenta vetó un desdoblamiento cambiario cuando hubiera sido manejable, no bien se reestructuraron US$ 66.000 millones con acreedores privados, en el invierno de 2020. Forzó a postergar un acuerdo con el FMI por US$ 44.500 millones porque no quiso que se firmara antes de las elecciones de medio término, en otro paso en falso. Más tarde le quitó el cuerpo al acuerdo con el FMI que había sido negociado durante dos años, con ella al tanto de los pormenores semana a semana.

Cristina y Máximo Kirchner deslizaron —sin profundizar— que la carta del default con el FMI era preferible a un mal acuerdo. Sobrevuelan las acusaciones de opositores a Néstor Kirchner por la firma del programa con el prestamista en 2003. “Desde que el país comenzó a tener relaciones con el FMI, en el año 1956, nunca se habían aceptado condiciones tan duras”, disparó Rodolfo Terragno casi dos décadas atrás. La historia es un buen antídoto contra los oportunistas.

En el transcurso de la renegociación de las deudas monumentales legadas por Cambiemos y los gastos sociales disparados por la pandemia, Cristina defendió los subsidios masivos e indiscriminados para las tarifas de servicios públicos. Puso trabas, celebró batallas para sostener a protegidos que no merecían tanta épica y avaló precarias propuestas de segmentación elaboradas durante una tarde con Google como herramienta metodológica. Desmontar ese dislate que costó miles de millones de dólares para beneficiar a segmentos socioeconómicos medios y privilegiados sigue siendo complicado. Mientras, la población pagó el déficit fiscal con alzas de precios exorbitantes, “porque la emisión no genera inflación”.

Entre 2021 y la primera mitad de este año, diputados cristinistas se dedicaron a presentar proyectos de ingresos universales, entrega de bonos, aumentos de salario y subsidios infinitos, con el detalle de desentenderse de las fuentes de financiamiento. Pasaron pocos meses, pero nadie recuerda menos esos proyectos que los autores que los firmaron. Eran meses en que el gasto social y en obras públicas crecía en términos reales. Hoy, cuando impera un ajuste masivo y la inflación les gana a los ingresos de los trabajadores, serían necesarios bonos de emergencia, pero los fondos para cubrirlos escasean. Cristina y Máximo permanecen en silencio, salvo para apuntar a Martín Guzmán, se supone por dispendioso, cuando antes era ajustador.

En la primera mitad de este año, diputados cristinistas se dedicaron a presentar proyectos de ingresos universales, entrega de bonos, aumentos de salario y subsidios infinitos, con el detalle de desentenderse de las fuentes de financiamiento

La líder maldita

Una ilusión muy extendida entre influencers es que la democracia argentina se desarrolle en un rango de disidencia que va desde el cordobesismo pejotista y el socialismo santafesino hasta los libertarios negacionistas, desde la Asociación Empresaria Argentina a los gordos de la CGT, desde Corea del Centro a LN+ , desde GreenPeace a la Asociación del Glifosato Libre.

Con tres décadas de protagonismo en la vida pública nacional y sus deficiencias a cuestas, Cristina demostró un liderazgo excepcional para desafiar la normalidad auspiciada por los influencers. Condujo al hecho maldito en las urnas, las calles y la batalla por la opinión pública. De esa vocación —genuina o impostada, como se la quiera ver— por representar a los excluidos del consenso se explica tanto la adhesión que Cristina todavía concita, especialmente entre las clases bajas, como el odio que genera.

Desde el hito que marcó la jugada inesperada de la candidatura de Alberto Fernández, en mayo de 2019, el recorrido de la peronista platense está signado por el descalabro para conducir su propia creación política, la recurrencia al vicio del gasto sin sustento y la apuesta a funcionarios fallidos. Hasta la mano dura en tierra bonaerense forma parte del menú.

No son elementos del todo ausentes en los mandatos presidenciales de Cristina, pero la realidad económica y social es otra. Los errores pesan distinto y el espacio para el despliegue de mejores políticas es más finito. La vicepresidenta es efectiva al describir los traumas provocados por el Gobierno de Cambiemos, pero actúa como si ese período y la pandemia no hubieran modificado los márgenes de acción, ni da cuenta de la relación de fuerzas.

No es difícil deducir quiénes son los ganadores y perdedores del error estratégico de la líder maldita en un momento tan delicado, que puede ser bisagra. Los pobres de la Argentina observan perplejos cómo Mauricio Macri toma carrera y se anima a dar lecciones de economía, liderazgo y vida. 

SL

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