Opinión

Elecciones en España: si la ultraderecha entra en las instituciones, esto se va al garete

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El próximo 23 de julio no estamos votando al partido que nos va a gobernar, estamos votando la calidad de nuestra democracia, y debemos ser conscientes de que corremos el riesgo de que el resultado no sea digno de llamarse así, democracia. En 1933 Hitler llegó al poder utilizando las instituciones democráticas que después él mismo se encargaría de destruir. ¿Estoy exagerando? ¿Por mi boca habla el miedo y el desconcierto que siento en estos momentos? Ojalá sea eso y no que nuestra democracia está siendo seriamente amenazada.

En la actualidad estamos escuchando y leyendo tal cantidad de barbaridades inauditas (la bandera de los pedófilos) que hace cuarenta años, ni en la peor de las pesadillas, creíamos que volverían a decirse. ¿Nos estamos olvidando de nuestra lucha postfranco? ¿De que nos estamos viendo obligados a defender todos los derechos que con tanto esfuerzo nos costó conseguir en estos cuarenta años, tanto a los ciudadanos de derechas como de izquierdas?

Las palabras y los gestos parecen haber perdido su significado real. Tengo la sensación de estar atrapado en una especie de burbuja en la que nadie, por mucho que grite, me va a oír. Da la sensación de que estamos viviendo bajo una maldición imposible de romper. Pero yo quiero creer que podemos cambiar el rumbo de esta maldición. No solo votando, sino con la convicción de que si un partido de ultraderecha entra en las instituciones esto se va al garete. Pedro Sánchez dijo que en los últimos veinte días España había retrocedido veinte años. Se refería a las múltiples manifestaciones contra los derechos humanos de la derecha cavernícola que ha acabado vampirizando al PP. Yo creo que hemos retrocedido sesenta años o más.

¿Es posible que un periodista le pregunte al presidente del gobierno: “¿Es usted fiable?” “¿Por qué nos ha mentido tanto?”. Toda entrevista exige un mínimo de respeto, aunque solo sea formal, con la persona que tienes delante. Hablar mínimamente el mismo idioma. ¿En qué libro de estilo ha aprendido el señor Alsina que lo suyo con Sánchez fue realmente una entrevista y no una sarta de vejaciones e insultos? ¿Qué margen de respuesta hay ante semejantes preguntas? 

¿Cree realmente el señor Évole que si el señor Sánchez no sabe quién tuvo la brillante idea de dirigirse a unos fans con la inefable frase de “Cómo están los máquinas”, y en efecto Sánchez no sabía quién la dijo (David Bisbal), ese desconocimiento es suficiente argumento para decidir que el presidente no sabe lo que ocurre en la calle, que no está en contacto con la realidad de su pueblo? ¿Debo dar crédito a mis oídos cuando oigo que Feijóo sentencia: “Hoy es más fácil cambiarse de sexo que sacarse el carnet de conducir. Basta ir a un registro civil y decir, mire, a partir de mañana quiero dejar de ser un señor y voy a ser una señora”? ¿Es esta la idea que tiene un aspirante a presidente de Gobierno de la transexualidad? Le recomiendo que lea el libro de Alana S. Portero La mala costumbre para que se haga idea de cuánto sufrimiento, cuánto dolor, cuánto riesgo hay en el hecho de nacer en un cuerpo equivocado.

Descubrirá también el señor Feijóo que el transexual, hombre o mujer, sabe que lo es muy pronto, aprenden a hablar prácticamente para gritar su disconformidad. Lo saben desde su más tierna infancia. La transexualidad es todo menos un capricho y lo que oímos por parte de toda la derecha acabaría convirtiendo la transexualidad en una maldición sin solución. Resulta tal perogrullada pensar que el transexual cambia de género como quien cambia de camisa, que es muy difícil prestarle oídos a semejantes afirmaciones con calma (“hombres” entrando en el cuarto de baño de mujeres). ¿Nos estamos acostumbrando a oírlas y simplemente poner cara de no dar crédito? Me niego a hacerlo.

Un niño o niña trans a los nueve años (puedo recomendarles algún documental, el de la hija trans de Nacho Vidal, por ejemplo) sabe perfectamente quién es y respecto a todo lo relacionado con su identidad sexual son muchos más maduros que los chicos de su edad. Los niños trans han desarrollado una increíble precocidad porque les va la vida en ello. Por eso, que la ley les permita hacer la transición y la reasignación de género a los dieciséis años no es ninguna locura, llevan años esperándolo. Afortunadamente la mayoría de sus padres ya tienen información sobre este problema y saben lo que tienen que hacer.

España ha cambiado mucho en lo que va de siglo. Los jóvenes transexuales lo hacen en familia, sin renunciar a sus amigos del colegio y no están condenados a hacer la calle para sobrevivir. Por mucho que le pese a Vox, España es un país moderno y pionero en cuestiones de género. He podido comprobar en mis entrevistas en el extranjero el respeto y la admiración que nos tienen como país por la libertad que gozamos en estas cuestiones. Eso también es Marca España. 

Veo poco la televisión, pero en este momento su eco suena por todas las esquinas (lo del kilo de naranjas de Feijóo es una tontería, como lo fue en su momento el precio de un café en un bar, yo desconozco tanto lo uno como lo otro, lo inteligente hubiera sido si ignoras el precio de las naranjas no hables de ellas, pero eso es pedirle peras al olmo). Hubo muchas otras respuestas en la cálida entrevista de El Hormiguero. Cuando le preguntan por la ley de la eutanasia, y Feijóo en un tono altamente sentimental, cuenta la dolorosa anécdota de que cuando su padre estaba irremisiblemente enfermo el médico les pidió permiso a él y a su hermana para sedarlo, y ellos respondieron afirmativamente, ¿no hubo una repregunta orientativa que le indicara al señor Feijóo que le estaban preguntado por la eutanasia, no por los cuidados paliativos? 

Por mucho que le pese a Vox, España es un país moderno y pionero en cuestiones de género. Eso también es Marca España

El asombro crece por momentos y yo no quiero acostumbrarme a que esto sea el pan de cada día. En la misma cálida entrevista de Antena 3 le preguntan a Feijóo su opinión sobre el aborto y que las chicas puedan decidirlo sin contar con sus padres a la edad de 16 años. En un tono cercano, campechano, manso, (sé mucho de tonos, soy director de cine) acaba diciendo que hay que compartir esa decisión con los padres y que si no hay acuerdo que la cuestión se resuelva con lo que dictamine un Juzgado de Familia. De nuevo el estupor.

¿Por qué la gente acepta la mansedumbre hueca de Feijóo y le cuesta tanto trabajo entender los razonamientos exhaustivos de Pedro Sánchez, oralmente imbatible si uno le escucha sin odiarlo previamente? Hay una creencia generalizada de que no es lo suficientemente cercano, de su ausencia de campechanía. A mi me provocan dudas e incomodidad los personajes públicos calificables de cercanos. La cercanía de los políticos en activo se llama populismo, un modo de acercarse a los ciudadanos a base de tópicos y lugares comunes.

Le recuerdo al muy ceñido señor Abascal, que la celebración del Orgullo no era solo para gays, pudimos ver a montones de heterosexuales que hacían propia la reivindicación de sus derechos

En algún lugar he leído que al actual presidente se le dan consejos de que se deje llevar por el corazón y no por la razón. Llevo toda mi vida dejándome llevar por el corazón (este texto lo demuestra) y en las circunstancias actuales me gustaría que fuera la razón y no el sentimiento quien guíe mi mano votadora el 23J. Hay quien le ha reprochado que en la entrevista de 'El Hormiguero' llevara una flamante pulsera con el arco iris. En plena semana celebradora de los derechos del colectivo LGTBIQ+ el mundo entero ha sacado el arcoíris del cajón y lo ha colocado en un lugar bien visible, y lo volverán a guardar hasta el año próximo.

En el último torneo de tenis en Queens, Londres, donde ganó nuestro Alcaraz, el arcoíris lucía en el podio del árbitro. Lo que no ha sido normal es que se quiten de algunos lugares donde habían empezado a ondear la bandera arcoíris. Le recuerdo al muy ceñido señor Abascal, que la celebración del Orgullo no era solo para gays, pudimos ver a montones de heterosexuales que hacían propia la reivindicación de sus derechos. La libertad de 'Ser' y 'Amar' es lo que se defendía y eso nos afecta a todos. 

La distancia natural de Pedro Sánchez es, por cierto, una de sus características. No la más encomiable, pero no todo el mundo es campechano y el error sería intentar parecerlo. No es momento de colegueos, el momento actual es muy serio y en cuanto a los políticos lo importante es que prestemos atención a lo que dicen, si tienen algo que decir.

Yo entiendo perfectamente lo que significa rectificar, cambiar de opinión respecto a cuestiones expresadas en el pasado en circunstancias absolutamente distintas. No hay contradicción en Pedro Sánchez al afirmar hace unos años que nunca pactaría con Podemos y que meses o años después pactase un gobierno con la formación morada. El error fue no haberlo hecho antes. Y repetir las elecciones.

Para explicar lo que es la mentira, Pedro Sánchez acude al mejor ejemplo, el más claro, el más contundente: La afirmación sin fisuras del PP de que la matanza del 11M fue responsabilidad de ETA, sabiendo que no era cierto. Me sorprende que una afirmación tan inapelable suscite en la derecha mediática el vacío como respuesta. Me sorprende la falta de atención que prestan a semejante aseveración, como si no la hubieran escuchado, e insistan cansinamente en las mentiras de Sánchez o en su falta de cercanía (ya es el colmo que le reprochen que llevase la entrevista de Évole o 'El Hormiguero' preparada, hasta yo me preparo las entrevistas si conozco el cuestionario antes de hacerlas).

Ese es el único logro que hay que reconocerle a las derechas, haber sabido minar la imagen de Pedro Sánchez y su gobierno hasta límites inconcebibles

Ese es el único logro que hay que reconocerle a las derechas, haber sabido minar la imagen de Pedro Sánchez y su gobierno hasta límites inconcebibles. Han conseguido que todo el mundo le odie y han casi tumbado todos los logros del gobierno. Esa ha sido su única preocupación, no la de hacer una buena oposición y construir un programa que ofrecer a los españoles para los próximos cuatro años (y no digo que Pedro y su gobierno hayan sido perfectos, Dios me libre, pero hoy no quiero hablar de sus errores y de los temas que no comparto con ellos, considero que hoy el peligro está en otro lado).

Me pregunto con qué ayudas cuenta nuestro actual presidente en una situación tan grave como la que vivimos. No a todos sus compañeros de partido les ha sentado tan bien el paso del tiempo como a Zapatero, el mejor adalid de las decisiones que ha tomado el gobierno de Sánchez, el que mejor las está explicando. También me pregunto a quién votarán Felipe González y Alfonso Guerra en las próximas elecciones. Aunque me temo que no sería ninguna sorpresa.

Pero no son ellos los que me preocupan, sino el devenir de nuestro país, el presente ya nos está indicando por dónde van los tiros, la censura de una obra basada en el Orlando de Virginia Woolf escrita hace más de un siglo, la censura de una película infantil de dibujos animados (Lightyear) donde dos madres se despiden con un beso en la boca. Este último hecho aconteció en la localidad cántabra de Bezana, cuya concejala de Turismo, de Vox, Manuela Bolado, actúa con el beneplácito de la alcaldesa Carmen Pérez, del PP.

Más ejemplos: las becerradas de la presidenta de las cortes valencianas, negando todo lo innegable (cuando los actuales filósofos y psicólogos muestran su preocupación para combatir “la angustia climática”, en Valencia la presidenta de las Cortes encuentra una solución más rápida, negar que existe dicho cambio climático). Cómo la candidata del PP extremeño explica que nunca pactará con un partido que niega la violencia de género e ipso facto es amordazada por el partido ante los ojos de todo el país, sin el menor disimulo ni rubor…

Esto solo por hablar a vuela pluma de lo inmediato. Pero hay motivos para la esperanza: la manifestación masiva del sábado, los colores de un inmenso arcoíris cegando con su brillo el eco de tanta sinrazón.