Esegé Narraciones

Esegé (Soy gorda)

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- No tenés voluntad.

- Te lo digo por tu bien.

- Estás más rellenita.

- Por lo menos tenés una cara linda.

Lo escuchamos cientos, miles de veces. Frases que están naturalizadas y producen efectos impensados en quien las escucha. Desde una molestia, pequeña, zumbona y persistente, hasta un malestar extremo por el que de inmediato les gordes queremos desaparecer. Los cuerpos conscientes y desobedientes las llaman frases gordofóbicas. Son la expresión de la oposición al exceso de masa corporal en los demás, el repudio a la alteración del orden delgado establecido desde hace mucho tiempo y, acaso también, el terror a la caída propia en un cuerpo fuera de la norma.  

Ponerse un traje de baño entero, oscuro, preferentemente negro o marrón, que disimule el desborde. Sumarle un remerón o un vestido largo y ancho, muy holgado, estilo carpa, que tape. Mirarse en el espejo con desgano y tristeza. Decidir quedarse en casa y resignar el día de pileta o playa, la vida al aire libre, la vida libre. ¿Cuántas veces se repite esa escena de verano en la que se elige el encierro, con resignación, porque el rechazo propio y ajeno, que se sintetiza en las cuatro frases cortitas y al pie con que comienza esta columna (y hay tantas, pero tantas más), nos aleja del placer de andar sueltes por donde se nos plazca y tal como somos?

Un 60 por ciento de la población argentina “padece” de sobrepeso, dice la Organización Mundial de la Salud. Y, sin embargo, más allá de la patologización de los cuerpos, caracterizada médicamente como obesidad, consecuencia de esa forma de dominación que nos quiere uniformades en cuerpo y alma, aparecen voces y resistencias desde el territorio desmesurado de la carne, como escriben les activistes gordes, Laura Contrera y Nicolás Cuello, en su Cuerpos sin patrones. El libro propone una nueva mirada sobre la diversidad corporal y su lectura pone en cuestión el imperio político de las normas de domesticación de los volúmenes humanos y el patrullaje de la policía de los cuerpos. 

Lo encontré durante una búsqueda de literatura sobre gordura, gordismo, gorditud. En la librería apareció aquel volumen de textura agradable y tapa rosa, con estampas de gatos, centímetros, donas y tijeras, de Editorial Madreselva, y leerlo me cambió la cabeza, me resultó amigable y fue pura educación sentimental. Un viaje desde la victimización por lo que no podía manejar en mí a un activismo en forma de escritura y de participación en las asambleas gordes de los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Trans, Travestis.

Entonces como ahora me acompañaron las palabras de mi hije: “el cuerpo que me acunó, el que me protegió y me abrazó siempre, tu cuerpo, es mullido. Y esa blandura es amor”, me dijo. Y me lo recordó cada vez que percibió algún sufrimiento. Gratitud eterna a elle y a buena parte de les milennials, que pudieron construir una mirada diferente sobre la apariencia (la figura, esa planicie) que la que recibieron la generación X y las babyboomers.

“El activismo de la gordura tiene el potencial para mejorar las actitudes sociales no sólo en torno a la gordura, sino también con otras áreas de la experiencia corporal y la sexualidad, en intersección con las complejidades que implican la diversidad funcional, las diferencias de clase, edad, etc.”, dicen Contrera y Cuello en Cuerpo sin patrones.

Hablé con Lau Contrera y me contó que la experiencia desencadenante “que me llevó a cuestionar el tratamiento de la gordura fue el insulto de una anarcofeminista que me dijo gorda pelotuda durante una asamblea. Los feminismos de fines del Siglo Veinte no hablaban del tema ni tenían herramientas para pensarlo”. Ella es licenciada en Filosofía y doctoranda en Estudios de Género para lo que prepara su tesis sobre las demandas de despatologización de les gordes. La conocí en el Centro Cultural Recoleta, durante una actividad del 8 M de 2019, que coordinó con la activista Ana Larriel y tomó la experiencia del taller Hacer la vista gorda, que cofundaron con Cuello. Fue una tarde en que chiques solas, con amigues o con sus madres escribieron una bitácora personal del tema y compartieron una película sobre las actitudes odiantes que discriminan a las personas con kilos que superan la convención del índice de masa corporal.

A Contrera ser gorda la signó desde su genealogía familiar. La abuela materna tenía un trastorno en la conducta alimentaria, era súper delgada, casi no comía y tuvo una hija gorda, su mamá. Esa historia y las fluctuaciones de peso siempre estuvieron presentes en su biografía. En los años 50 y 60 se les daba anfetaminas a las mujeres, para controlar la relación cuerpo- peso. “El temor a engordar y la delgadez obligatoria fueron mi canción de cuna”, me dice. “En 2010/2011 me encontré con el activismo gordo que surgió en Estados Unidos e Inglaterra y se abrió un mundo nuevo. Dejé de ver la gordura como un estado corporal indeseable y de someterme al dispositivo médico de la dieta, al que recurría mi madre yendo a ALCO o a la clínica de Cormillot, cuando la situación económica se lo permitía”.

A fines de 2021 en Morón, Contrera formó parte de la organización del Primer Encuentro Plurinacional de Activismo Gorde. Fue volver a poner el cuerpo en la presencialidad durante un día, después del encierro pandémico, junto con CGA, Gordas Activistas de Argentina, gordasactivando en Instagram. La movida lleva años y el Inadi y otras organizaciones del estado están tomando parte para terminar con la discriminación y el pesocentrismo. El activismo ya está trabajando en la modificación de las guías de la obesidad, que promueve el Ministerio de Salud, un proceso que durará algunos años pero que se propone eliminar las lesiones físicas y simbólicas contra las personas gordas, aún las más sutiles, que a veces son las más peligrosas. 

Como expresa la actriz, directora y dramaturga Clodet García: “…Pero yo sé que algún día caerá el uso de la palabra gorda como insulto. Se caerá letra a letra, se deslizará la g por nuestras luchas. La o se expandirá orgullosa y extensa. La r se escuchará rabiosa. La d, dinamitará el odio. La a será un grito interminable. Diremos GORDA o GORDE o GORDO y se escuchará como identidad política. Como uno de nuestros nombres de lucha. Se escribirá GORDA y se leerá: el pleno derecho de un cuerpo a existir sin opiniones ni juicios, antes que el patriarcado, caerá el insulto. Haremos propia la palabra que terminó con los estereotipos de belleza, La belleza como mandato,el disciplinamiento de los cuerpos. Es nuestra la palabra que nos nombra: GORDA. Una palabra redonda, con estrías y pozos. Blanca, fuerte y salvaje. GORDA es el nombre de mi revolución”.

El texto está en las redes y lo tomo como manifiesto inaugural. El pensamiento dictatorial sobre los cuerpos tiene fecha de vencimiento. Habrá que hacer cada vez más visible el terror a la gordura para que se entienda que es una creación cultural prolongada pero provisoria, un estigma social e histórico que puede y debe desaparecer.

LH