OPINIÓN

Inversión de sentidos y una nueva locura, la del vengador

0

En la propuesta económica de Javier Milei se habla, en su quinta sección acerca del “fomento de las inversiones privadas”. Pero, antes de atraer el capital privado para fundar la nueva Argentina decimonónica, puso en marcha un proceso de inversiones de sentido que pudimos detectar a lo largo de la campaña y, especialmente, durante su noche triunfal. “Que se vayan todos/ que no quede uno solo”, cantaron sus seguidores. Ese “canto de impugnación nacido de una revuelta” de 2001 y luego marginalizado como “anti-política”, según Diego Sztulwark, ha sido succionado por esas gargantas sin pagar derecho de propiedad y para darlo vuelta como una media. La apropiación incluye el uso de “Se viene el estallido”, de Bersuit Vergarabat. Si la figura y la retórica de Domingo Cavallo había inspirado a los autores de la canción, a mediados de los noventa, ahora es la melodía y la letra de un cavallismo 2.0.

Este juego de inversiones tuvo un gesto anticipatorio en las calles de la mano de Revolución Federal. Ellos hicieron suyos las prácticas del artivismo y la performance que forman parte de colectivos contraculturales o de izquierda. ¿Qué fueron sino sus bolsas mortuorias o la guillotina que avivaron la imaginación de votantes de La Libertad Avanza? Son ultras ignorantes, pero, ¿nos sorprendería que hubieran leído en Wikipedia sobre Joseph Beuys, el artista alemán que descolló con sus instalaciones y happenings hace más de medio siglo? El mileismo (ilusión de milenarismo ramplón) se devoró la idea del exceso. El arte ya no puede pensar en la transgresión como si no existieran esas autorías.

II

A Milei le dicen “el loco”. Así se llama la biografía escrita por Juan Luis González, plagada de detalles que nos ofrecen indicios de que algo no funciona bien en sus emociones. ¿Pero loco? La relación entre política y locura viene de lejos y Horacio González pasó revista del modo en que se articulan a lo largo del siglo XX, especialmente a la luz de la narrativa de Roberto Arlt. La idea de la locura tuvo un giro radical cuando fueron así llamadas las Madres de la Plaza de Mayo durante la dictadura. La locura, entonces, puso entonces en juego el coraje de iluminar la calamidad humanitaria y formular una exigencia al Estado sobre el destino de los desaparecidos.

Circular alrededor del monumento de la Plaza supuso otro tipo de temporalidad. El tiempo se alisaría hasta que la justicia se completara en su reparación. Las agujas del reloj comienzan a ir en dirección contraria, en dirección a los tiempos de la arcadia agraria, porque el “fuera de lugar” pasó a encarnarlo Milei en las urnas como simulacro veraz. El tránsito de la locura como espacio de producción de subjetividad radical al “loco”, portador de una negatividad engañosa -negatividad sin negatividad- es también una inversión de significados, el signo trastocado de este tiempo. La locura, de un plumazo, ya no nos llama a pensar solamente sobre aquellas situaciones límite y a una condición que impugnaba la normatividad dominante: es el disparate restaurador.

Los miles y miles de informalizados escucharon en boca de Milei apenas un relato de sus propias experiencias y un manual aceptado de las futuras oportunidades

III

Me gustó muchísimo el tono llano de su intervención en la televisión. ¡Muy astuto de su parte, muy astuto! No hay que hilar demasiado fino ¿no es cierto?

No pude en estas horas sino recordar Desde el jardín, una novela que el polaco norteamericano Jerzy Kosinski publicó en 1971. Tras la debacle electoral del domingo recobra actualidad delante de mis ojos. Mr. Chance, recordemos, es un ignorante que vive apartado del mundo. Lo único que conoce es su jardín. Ese es su modelo de realidad de donde extrae el material de comentarios pueriles que serán no obstante escuchados en clave metafórica y considerados de una gran hondura por empresarios, políticos y medios de comunicación. Podemos cambiar la botánica por las abstracciones económicas y encontrarnos con Milei en su camino a la presidencia.

A la lista de fascinados de la novela debemos añadir un mar de hartazgo colectivo propiciado por el Gobierno indolente, fabulador. El fracaso de sus liderazgos silentes fue el insumo que alimentó la bronca de los jóvenes, al punto de crear las condiciones para que la jeringonza del anarco capitalista sea percibida como un discurso amigable (creo no obstante que el grito introdujo un valor añadido: más cerca del significante ruidoso y emocional). La devaluación del peso arrastró a las palabras. Cómo no azorarse de su confesión en Córdoba, cuando explicó hasta dónde llegaba su compromiso afectivo con la provincia si su perro Conan era oriundo de ella. Si es capaz de decir eso y ser aclamado, ¿no se puede a estas alturas enunciar cualquier cosa, hasta la más brutal, y ponderarla, al igual que en la novela de Kosinski? ¿Tendremos chance de comprenderlo y enfrentarlo?

IV

Hablando sobre el cordobesismo. La cuna de la Reforma Universitaria, el Cordobazo, el clasismo sindical (Sitrac-Sitram) y una intelectualidad rutilante fue atravesada por el sable corvo del general Benjamín Menéndez y el III Cuerpo de Ejército. Casi medio siglo más tarde, tres cuartos de sus votantes optaron por la ultraderecha por un sinfín de razones. Pero entre sus pliegues se encuentran siempre las marcas de la revolución armada de 1976. Digo claramente revolución pensando en Hannah Harendt: el nacimiento de una realidad enteramente nueva. La brusquedad de las transformaciones que se iniciaron en Córdoba en 1974, antes del golpe, han tenido, La Perla mediante, un efecto residual que se aloja en el propio cuerpo de Juan Schiaretti. Las balas que lleva en su cuerpo, incrustadas bajo la represión en sus días estudiantiles, se introdujeron también en un cuerpo social. El nuestro.

V

¿Milei es el nombre de un nuevo bloque histórico o apenas un capítulo de nuestra historia en espiral descendente y sometida a la constante volatilidad que pronto nos traerá sorpresas? Lo eligieron por lo pronto los millonarios, deseosos de terminar con el populismo y engrosar su tasa de ganancia -siempre vistiendo la camiseta de la selección en los partidos-, la clase media de un antiperonismo paranoico y millones de pobres que habían dejado de creer en nada porque lo han perdido casi todo y se agarran de la última fe posible: la del pequeño emprendedor sin tutelas ni horarios. Dice Byung-Chul Han que el hipercapitalismo disuelve por completo la existencia humana en una red de relaciones comerciales. Ya no queda ningún ámbito vital que se sustraiga al aprovechamiento comercial. La autoexplotación carece de límites. Desfallecer y levantarse porque ese es el único derecho en curso: exigirle al cuerpo no abandonar la cadena de reproducción del capital de la supervivencia o su maximización.

La progresiva digitalización de la sociedad ha facilitado y ampliado esa lógica. El teletrabajo, los Rappi y motoqueros lo saben desde hace mucho. Los miles y miles de informalizados, en tanto nuevo mundo del trabajo que discurre bajo el panóptico de los celulares y la proyección en las pantallas de los algoritmos, con su naturalización de la ley de la selva y los cantos al instinto de supervivencia, escucharon en boca de Milei apenas un relato de sus propias experiencias y un manual aceptado de las futuras oportunidades (“mi ley”, debieron pensar, es también la suya).

VI

Mercado Libre no es solo una plataforma de intercambio sino un programa político aceptado. El emblema entrecruza dos manos, como el escudo del Partido Justicialista. Pero donde había una bandera argentina vemos ahora un trasfondo amarillo. El color tiene miles de significados, desgranados por Alexander Theroux en un hermoso libro. Me quedo con algunos: el amarillo es el sol, la cobardía, el halo de los santos, la orina, la intuición, pero, también, el poder -lo áureo del PRO- y la gloria, representado en esas manos del logo que muchísimos sienten propias, prestadas para cada transacción. Ellas establecen un pacto que se explicita en el propio nombre del portal económico y en las intervenciones de su CEO, Marcos Galperin (“ceó ceó/ qué grandes sos”).

No casualmente, en algunas villas de la ciudad se celebró la victoria electoral con tanta o más estridencia que en barrios acomodados. Sztulwark estuvo en el Bajo Flores antes de los fastos y conversó con algunos de sus jóvenes habitantes. La charla es iluminadora de lo extraviado que estamos. No se lo pierdan.

No se puede, por lo tanto, entender ese sonoro estado de ánimo ni la Victoria de LLA sin el repliegue del mercado blanco y sus salarios de miseria, defendidos por el entonces ministro de Trabajo de Alberto Fernández, Claudio Moroni. “El sueldo digno es aquel que estemos en condiciones de pagar y de sostener”. La frase debe acuñarse en una moneda sin otro valor que el de ayudarnos a comprender en cuánto contribuyeron al desastre. Lo mismo puede decirse de lo que fue la columna vertebral del peronismo, el movimiento obrero, tan timorata y balbuceante su conducción (¿Se acuerdan de “golpear y negociar”, la frase atribuida al burócrata Augusto Vandor, figura del envilecimiento sindical en los sesenta? Pues bien, hoy sería revulsiva). El desempeño de buena parte de la dirigencia nos invita a imaginar una pronta capitulación. Ojalá la pifie en este ejercicio predictivo.

AG