¿Qué pasaría si después de treinta años te enterás que la persona que es tu madre o tu esposa no es lo que parece? Ese es el tema que se propone responder la comedia Cuestión de género, donde la propuesta lúdica y graciosa no empaña la intención de una pedagogía de la aceptación y la convivencia, para propiciar la libertad con la que cualquier semejante sea quien decida ser.
La vi esta semana en el teatro Metropolitan y me deslumbró la interpretación de la dupla Moria Casán - Jorge Marrale. Son estrellas que brillan con una química increíble y una sólida experiencia. Con una propuesta de ficción en apariencia liviana, sus personajes bucean en las profundidades del prejuicio y la discriminación.
La ductilidad de los intérpretes, cada vez más maduros en sus composiciones, la soltura con la que deciden y manejan sus cuerpos, la dicción incesante de un texto imparable, atrapan a un público que no para de aplaudir en cada entrada al escenario.
Presupongo que la mayoría llegó a la sala no sólo para divertirse sino para estar cerca de sus ídolos, sobre todo ahora que no están en la tele porque casi no se produce ficción.
Por eso, cuando cae el telón y la gente se para en señal de reconocimiento de sus ídolos, la didáctica clara que realizan los protagonistas en favor de los diferentes que rompen con la norma no se percibe demás. Catarsis y conciencia pueden ser efecto de la propuesta en escena y ese es su desafío.
Lengua, lengua, lengua también es una comedia en tono diferente, donde el rechazo y el supuesto peligro de lo distinto se erige como el eje argumental.
Está armada en verso y prosa y despliega el lenguaje como juego. Dos brujas, Edda y Rosetta, se visten de novicias con el propósito de rescatar a Alba, una panadera a punto de ser quemada en la hoguera. Carolina Mazzaferro es la joven y premiada autora y directora.
El mestizaje del formato en la lengua provoca el problema, ya que mientras las mujeres hablan en verso, las demás lo hacen en forma coloquial Pero la rima resulta fluida y contagiosa. Es un virus que se expande desde una gramática femenina.
Con una sintaxis y una semántica que bebe en las fuentes místicas de Sor Juana Inés de la Cruz, una rebelde contra la institución eclesiástica, la dramaturgia se inspira también en la escritura política de Néstor Perlongher, uno de los representantes del neobarroso.
El conflicto entre religiosas y brujas se vincula con la potencia de estar en el mundo y oponerse a la censura. La identidad se preserva y defiende desde el texto y los cuerpos de la escena, en el Abasto Social Club.
“Supongo que escribo para escribir a otros, para operar sobre el comportamiento, la imaginación, la revelación, el conocimiento de los otros. Quizá sobre el comportamiento literario de los otros. Escribo para conservar el arte de contar sin sacrificar el ejercicio de pensar, un pensar que tiene que ver con la moral. La gente es muy obediente a las normas que le impiden operar en lo indiscernible y en la ambigüedad, a la represión ante las ideas que revelan la propia trivialidad, el sinsentido. Creo que es mucho más importante pensar que contar, pero para imponer el arte de pensar hay que contar. La razón no se sostiene sin relatos”. Lo decía Rodolfo Fogwill, sobre quien se harán unas jornadas el 15 y 16 de octubre en la biblioteca del Malba, en el ciclo de escritores, con entrada libre y gratuita.
En su libro A veces el trabajo, que pude leer en los últimos días, Mercedes Korin propone observar aquello que existe entre un ciclo que termina y otro que comienza. “Decir a veces es salir de una respuesta absoluta y abrir la mirada que nos inquieta”. Es un modo de escribir otro relato sobre sí misma/o, relacionarse con la historia personal desde un lugar menos tajante, más relativo y gratificante.
Creadora del enfoque Modo Delta, la letra griega que representa la transformación, Korin se detiene en los estereotipos del trabajo para analizar con ideas sencillas otras formas de pararse frente a la propia producción y la relación social con quienes acompañan la generación cotidiana de recursos.
Con una gran experiencia en el acompañamiento de quienes buscan alcanzar una mejor sintonía con los propios intereses, la licenciada en Comunicación y máster en Sociología de la Cultura, señala en A veces el trabajo que en ocasiones “nos cansamos de nuestros pensamientos o formatos. Es tiempo de cambios... A veces vivimos durante años en una jaula de oro. Tiene una puerta sin llave, pero no nos vamos”.
En el volumen, de Editorial Metrópolis, propone observar aquello que existe entre un ciclo que termina y otro que comienza. Korin propone “salir de una respuesta absoluta y abrir la mirada que nos inquieta”.
Su “a veces” es una forma de suavizar en el tiempo los imperativos con los que parecen dominarnos ciertos mandatos, los deberes que nos han inculcado y que nos mantienen prisioneros hasta que nos damos cuenta de que es posible salir de la rigidez con una dosis de plasticidad.
Y sugiere que cuando alguien “tiene un súper logro para el que trabajó tanto tanto, es lindo ver cómo le llega la alegría al cuerpo”.