Borcegos y tacos aguja Narraciones

De Medea a Shakira, el despecho como estrategia: yo también piqué

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El nuevo look de Shakira es: pelo lacio, largo, melena alisada casi rubia. Los rasgos, atemporales: esa mujer que canta que dobla en edad a la otra, la que se incorporó al harén sucesivo y simultáneo para “destruirlo”, la despechada, contradice con su figura lo que dice en la letra de la canción: “A ti te quedé grande, por eso estás con una igualita que tú”. La letra está plagada de guiños e ironías fácilmente identificables, como lo son los nombres propios camuflados, pero aquí se puede leer, literal: soy la mujer grande de edad, la de 44, 45, valgo dos de 22, vos y ella son unos pendejos. Despectiva, y descriptiva. Resentida, como corresponde a la despechada. Un clásico, por otra parte: hombre joven deja a mujer madura y madre de sus hijos por una piba. Ella es cantante y compositora. la mesa está servida.

A propósito, leo el comienzo de la novela Jazz, de Toni Morrison (Premio Nobel 1993): “Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de 18 años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro solo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cuando la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr, en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: ‘Te quiero’”.

Pienso, también, en La edad de la inocencia, de Edith Warthon, llevada al cine por Martin Scorsese, y esa venganza silenciosa de May, la protagonista (Wynona Ryder) contra su marido, Newland (Daniel Day Lewis) que ama a otra, la condesa de quien todo el mundo habla (Michelle Pfeiffer). Y digo: al final, Shakira solo hizo una canción.

Pero… ¿es el despecho el tema de esta canción sin nombre, con numeral?

El Diccionario María Moliner define despecho como: “Enfado violento por algún desprecio o desengaño sufrido, que predispone a tomar la revancha o a hacer algo irrazonable o inspirado solo por ese sentimiento: ‘Le dejó su novia y, por despecho, se casó con la primera que se le puso delante’” (me encanta el ejemplo).

Recorro lo que se dijo y se escribió, en redes, en medios, en podcasts, en videos de youtube: la disección que abre ese cuerpo la muestra madura pero siempreviva, dura, dice, deseable y deseante, no de amor romántico, de fortuna (la que él le hizo perder). Y claro, escucho mil veces la canción, el hit del verano: yo también piqué.

“Una loba como yo no está pa’ tipos como tú, pa’ tipos como tú”. Me pregunto si ese segundo tú del estribillo, más agudo, casi al borde de la ruptura de vidrios (el que, dicho sea de paso, diferencia esa estrofa tan parecida a la de “Solo tu (Bubaloo)”, de la cantante venezolana Briella), lo señala devolviéndole el puñal que los infieles le clavaron por la espalda (el de “Flaca” de Calamaro), pero esta vez de frente, el de El etiquetado frontal de Shakira | Perfil en la columna de Inés Menéndez Hopenhayn.

Orejas de loba te van a crecer

El look de la nueva Shakira empoderada, la del pelo alisado, puede situarse en la etapa en que pintaba huevos fritos, hacia 2012, fecha que coincide con la primera crisis de la pareja por infidelidades de él. Ahora ya no hay caderas, no hay baile del vientre que remite a su ascendencia árabe, no hay reverberaciones vocales pero mantiene el don de la amplitud en el registro vocal. Hay un de la cintura para arriba, una camisa abierta, un corpiño que muestra a esa mujer despechada, ¿descaderada?, ninguna descerebrada, la que viste con un par de tonos más claros que el Pantone 2023 (el color elegido por los diseñadores para representar el año: el magenta). Los auriculares no son un detalle menor: es la marca Bizarrap, la de la grabación en estudio, sin escenario, y son las orejas de la loba que escucha la base y su propia voz, aíslan los ruidos externos, anuncian la discusión. Te canto, no te escucho. Me muestro como soy. Ya no soy más tu leona, tu felina; soy esa loba.

Recorro el espinel del despecho representado en arte, desde Medea, de Eurípides, hasta “Imán” de Miranda!:¿Cómo que te vas con él?/¿Cómo me dejas así?/¿No ves que me muero?/¿No ves que no puedo olvidarte?”, pasando por el Luis Miguel de “Ahora te puedes marchar”; el dúo Pimpinela y “Una estúpida más”; el tango: vean el final de “Mano a mano” (letra de Celedonio Flores): “Y si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado/ al otario que tenés se la cargás”; al Silvio Rodríguez de “Ojalá”: “Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones”. Shakira no dice lo mismo hoy.

(Una curiosidad: Casio, la marca que facturó con Piqué después de la canción, es el nombre del presunto traidor en Otelo, con quien el moro celoso cree que lo engaña Desdémona en el drama de Shakespeare, a partir de un malentendido que genera el verdadero oponente, Yago.) 

A Shakira se la ha acusado de mala madre por generar posibles daños colaterales en los hijos de la pareja, convertida así en la Medea del siglo XXI. Incluso, en la Medea de de la escritora polaca Christa Wolff, que mira a esa mujer condenada por la historia de otro modo: ya no la que se venga matando a sus hijos por despecho, porque su amado Jasón la dejó por la joven Glauce, sino como la extranjera despreciada por la comunidad, deseosa de poder (“las mujeres no lloran, las mujeres facturan”), la que ejerce justicia por mano propia.

El despecho se posiciona fuerte en la cultura popular, en el rap, el trap, el reggaeton. ¿Pero qué pasa con el rock? Se lo pregunto a Abel Gilbert, autor de Satisfacción en la ESMA (2021), entre otros libros. Y contesta con una pregunta: “¿Se te ocurre algún tema de rock que hable de despecho?” Yo pienso unos segundos. No, no se me ocurre, salvo, tal vez, uno de Litto Nebbia, “Alguien se olvida de avisar”: “Siempre hay alguien que se olvida de avisar / Cuando el tiempo del cariño terminó. / Me prometo que no volverá a ocurrir / Si prometes que no volverá a pasar.” Pero, ahora que lo escribo, me remite a una ruptura en la adolescencia: él me hacía escuchar esa canción en venganza porque yo lo había traicionado ¿para verme sufrir? El despecho, entonces, no está en el tema, está en mi historia.

Dice Gilbert: “El rock no es del despecho, en tanto textos en función de crear un melos memorizable que articule una relación de recuerdo, herida, reclamo, expediente. ¿En qué momento nos hemos acompañado en el desengaño con una canción? Una es una excepción que confirma la regla.”

 Gilbert es hipercrítico de la canción compuesta por Shakira, Bizarrap, Kevyn Cruz y Santiago Alvarado: “Es la espectacularización de una ruptura cosificada. El lugar de la emancipación es la facturación.” Le molesta, al crítico, esa complicidad con un hombre, ese choque de puños pandémico hacia el final, como celebrando el triunfo por venir (un vaticinio certero: el tema entró al Top 10 del Hot 100 de Billboard, un lugar en el que el rapero argentino nunca había estado antes). “Hay algo de operación premeditada, de conciencia del efecto. Ella no habla en nombre de las mujeres. Lo que me pasa le puede pasar a otra. Es como una Radiolandia, chismografía llevada al mundo de las aplicaciones musicales, del conocimiento”.

Pero a mí se me pega, digo, no puedo dejar de cantarla. “Es el poder abrasivo que tiene un hit. Abdicá a la razón porque la razón te traiciona. Ni siquiera es una canción de despecho”, dice, rotundo. Y sugiere leer el tema en tándem con el hit mundialista, “Muchachos”, a destiempo de toda movida feminista, y a su vez, una que cantamos todes. Otra cosa en común: la jerarquización del trabajo en equipo, como sintetiza una mujer que le explica a su marido quién es Bizarrap y el por qué de su éxito, filmada por su hija en el auto, y que el compositor celebró en este tik tok que se viralizó.

Mariano López Seoane, profesor e investigador, autor de Dónde está el peligro. Estéticas de la disidencia sexual (Beatriz Viterbo, 2021) está convencido de que cada vez más, “en el mundo del pop, y de la cultura popular, para producir un acontecimiento no basta con componer un buen tema (y este no lo es) sino uno que garantice la discusión. Eso lo saben las popstars o sus equipos (que es lo mismo). Y fue el trademark de Madonna. Shakira es una genia porque entiende a la perfección cómo funciona el negocio y lo logra: la mitad de la humanidad habla a favor y la mitad, en contra.”

Pero además, dice el académico: “Me parece importante que exista en el pop siempre un espacio para lo infame, lo inconfesable, lo vergonzoso. Me llamó la atención cómo esta canción fue celebrada pero muy criticada desde cierto punto de vista feminista. Me asusta un paisaje en el cual no se pueda hacer esa música porque es incorrecta y retrógrada, porque se trata de sentimientos, emociones, que todas atravesamos, y que no podemos admitir de nosotros mismos. Otro desplazamiento de la cultura contemporánea es tratar de eliminar la existencia de todo eso. El prisma va cambiando, hoy mucho más alineado con un catálogo progre, bien pensante, porque el tema de Shakira está mal porque es como si fuera pre feminista, pre emancipación, no sorora. Esas emociones existen y es fundamental que el pop las siga trayendo.”

GS