“Él tiene información sobre el destino de los desaparecidos”: Analía Kalinec tras la libertad condicional de su padre
Analía Kalinec recibió la noticia en un lugar cargado de historia y símbolos. Estaba sentada en el Aula Magna del Colegio Nacional Buenos Aires, donde su hijo menor acababa de terminar el secundario, cuando un mensaje interrumpió la ceremonia. Mientras los estudiantes recordaban a los 108 alumnos y exalumnos detenidos desaparecidos de la institución, su celular vibró: la justicia federal había otorgado la libertad condicional a su padre, Eduardo Kalinec, excomisario de la Policía Federal, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad cometidos en el circuito represivo Atlético–Banco–Olimpo (ABO).
“Fue una mezcla de emociones muy fuerte”, contó horas después en diálogo con Alejandro Bercovich por Radio Con Vos. La escena condensó una historia personal atravesada por la dictadura, el silencio familiar y la ruptura. Kalinec integra el colectivo Historias Desobedientes, conformado por hijas e hijos de represores que repudian públicamente los crímenes cometidos por sus padres y reclaman memoria, verdad y justicia.
La libertad condicional fue concedida tras un fallo dividido de la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, que revocó una decisión previa del Tribunal Oral Federal N.º 2, el mismo que había considerado que no estaban dadas las condiciones para liberar al represor. En septiembre, el TOF había rechazado el pedido basándose, entre otros elementos, en un informe del Equipo Interdisciplinario de Ejecución Penal que señalaba que Kalinec no mostraba arrepentimiento, reivindicaba su accionar durante la dictadura y no había desarrollado una actitud reflexiva sobre los delitos cometidos.
Sin embargo, los jueces Javier Carbajo y Gustavo Hornos consideraron que el tribunal había fundamentado de manera insuficiente su negativa y había privilegiado ese informe por sobre el del Servicio Penitenciario Federal, que evaluaba de forma favorable la supuesta reinserción social del condenado. Mariano Borinsky votó en disidencia. A partir de ese fallo, el juez Néstor Costabel otorgó la libertad condicional al represor, que llevaba 20 años detenido y ya contaba con salidas transitorias.
Kalinec fue condenado en 2010 como partícipe necesario de secuestros, tormentos y homicidios en los centros clandestinos del circuito ABO. Era conocido por las víctimas como el “Doctor K” y fue señalado, entre otros crímenes, por su rol en la aplicación de inyecciones a detenidos antes de los llamados “vuelos de la muerte”.
La decisión judicial no puede leerse de manera aislada
“Esto no ocurre en el vacío”, sostuvo su hija. “Hay un clima de época, un discurso negacionista que baja desde el poder político y que impacta en la justicia”. Kalinec vinculó la liberación de su padre con un contexto más amplio de retrocesos en las políticas de derechos humanos, marcado por un gobierno al que definió como negacionista y por gestos simbólicos fuertes, como la visita de legisladores oficialistas a represores presos o la designación de un militar como ministro de Defensa por primera vez desde el regreso de la democracia.
En ese marco, expresó su temor de que la decisión siente un precedente. “No espero una liberación masiva de golpe, pero sí una salida progresiva, a cuentagotas”, advirtió. Según datos de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, 2025 fue el año con mayor cantidad de absoluciones en causas por terrorismo de Estado desde la reapertura de los juicios.
Pero el eje más sensible de su testimonio apareció cuando se refirió al silencio que aún rodea el destino de los desaparecidos. “Mi papá manejó información sensible y la sigue manejando”, afirmó. “Estuvo en un circuito donde hubo bebés que luego fueron restituidos. Formó parte de distintos engranajes de la maquinaria represiva. Tiene información, de eso no hay dudas. Y seguir silenciándola es un daño actual que sigue produciendo”.
Para Kalinec, la libertad condicional no solo reabre el debate jurídico sobre la aplicación de beneficios a condenados por delitos de lesa humanidad, sino también una herida personal y colectiva. Reconoció sentir ansiedad, angustia e incertidumbre ante la posibilidad de cruzarse con su padre en el espacio público o de que intente acercarse a sus hijos, ya adultos. “No temo represalias físicas, pero sí un daño emocional”, explicó. “Hay una violencia que persiste, incluso en acciones como el juicio por indignidad que él impulsó contra mí para desheredarme”.
Ese quiebre familiar comenzó en 2008, cuando Kalinec leyó por primera vez los testimonios de las víctimas en la causa judicial. Hasta entonces, había crecido, como ella misma dice, “en una burbuja”, en colegios católicos donde el 24 de marzo no existía como efeméride y donde la figura paterna estaba protegida por el mandato del silencio. “Fui a la cárcel a preguntarle, con dudas ingenuas, y me encontré con un hombre que reivindicaba lo que había hecho y decía que había cumplido órdenes”, recordó. Ese gesto de cuestionamiento marcó una ruptura “imperdonable” para su familia.
Desde entonces, Kalinec construyó otro camino. En 2017 se encontró con otros hijos e hijas de represores y fundó Historias Desobedientes. En paralelo, escribió Llevaré su nombre, un libro en el que narra su recorrido personal y político, y reflexiona sobre lo que llamó “la larga sombra de los genocidas”, esa herencia que también recae sobre las generaciones siguientes.
Hoy, mientras recibe mensajes de víctimas de su padre que se solidarizan con ella y valoran su testimonio como un gesto de reparación simbólica, Kalinec insiste en que la discusión no es solo individual. “La Argentina logró algo único a nivel mundial: juzgar a los responsables de crímenes de lesa humanidad con todas las garantías constitucionales”, señaló. “Eso es un piso que hay que defender, auditar y profundizar, especialmente dentro de las fuerzas de seguridad”.
CRM
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