ENSAYO GENERAL - Opinión

Merlina

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Recuerdo el día que me enteré de que en inglés, Los locos Addams eran simplemente The Addams Family (la familia Addams), no sé por qué, pero lo recuerdo, quizás porque es de los primeros pensamientos que tuve sobre lo que sucede en el pasaje de un idioma a otro. Las traducciones a veces subrayan y a veces inventan, directamente, y en este caso no estoy segura de qué es lo que pasó, aunque supongo que más lo primero. Volví a pensar en esto, por supuesto, porque me devoré la serie de Merlina Addams —como otras millones de personas, parece que la serie rompió todos los records habidos y por haber— y entonces volví también a ver en YouTube algunos capítulos enteros de la serie original.

Supongo que, aunque el título original no dijera nada sobre la locura, es evidente que Los locos Addams siempre fue una serie sobre la normalidad. Antes de volver a ver la serie este fin de semana tenía grabados en la cabeza a todos los personajes no recordaba nada sobre las tramas, no podía reconstruir en lo más mínimo cómo avanzaba un episodio, y me sorprendió ver que la relación con la normalidad era un tema central en muchos de ellos. El primer episodio, de hecho, podría inspirar infinitos papers sobre instituciones y normalización: un inspector municipal llega a la casa de los locos Addams porque la escuela del distrito fue notificada de que allí viven dos niños de seis y ocho años que nunca fueron escolarizados. Lo recibe Merlina, la más pequeña —representada, además, por una actriz de esa misma edad— en una escena que funciona en demasiados niveles: el inspector le pregunta a Merlina por sus padres y ella, educada y sin miedo, lo hace pasar. Es difícil no pensar en los sesenta y el pánico moral ante las emergentes culturas alternativas que estaba cambiando y dividiendo a la sociedad.

El pensamiento contemporáneo sobre la inseguridad, entendida como el peligro que representaba el afuera de la familia —especialmente para niños y mujeres—, también estaba empezando a volverse parte del sentido común de las clases medias. Está claro que en los ochenta los chicos todavía andaban solos en bicicleta por la calle, pero también que en los años en que se estrenó la serie de los Addams los padres ya les decían a sus hijos de seis años que tuvieran cuidado hablando con desconocidos, y definitivamente que no les abrieran la puerta. La intrepidez con la que Merlina le abre la puerta a ese hombre y la calma con la que lo lleva de la mano a ver a sus padres me pareció directamente provocativa. Más adelante, además, la trama vuelve a la cuestión del miedo: Merlina, finalmente en la escuela, vuelve angustiadísima luego de leer los cuentos de los hermanos Grimm en los que niños torturan dragones o viejecitas que solamente se los querían comer.

La inversión está clara: como dice el meme, lo que a vos te divierte a mí me asusta, y viceversa. Muchos capítulos tienen esta estructura y este tema a la base, por lo que llegué a ver: los Addams se encuentran con un miembro o componente del mundo exterior que los desconcierta, y lo divertido es que están tan al margen de esa escala de valores que ni siquiera es que estén en contra al modo en que lo estaría en vanguardista. Ellos hacen su vida con amor y alegría sin molestar a nadie, y sin sospechar que los raros son ellos. No quieren adaptarse pero tampoco quieren subvertir nada ni convencer a nadie. No necesitan, tampoco, que el mundo se adapte a ellos, los acepte o los valore. Son diferentes, pero son ajenos a toda política de la diferencia y del reconocimiento.

Se puede pensar mucho sobre la normalidad y sobre todo sobre la familia como representación de ella a partir de Los locos Addams (un detalle que, aunque nadie recuerde tramas, todos recordamos: el erotismo rampante y la adoración que se profesaban Gómez y Morticia, en contraste con las familias normales y castas de la televisión que ya empezaban a hacerse chistes sobre odiarse), pero lo más genial es que no está tan claro qué hay que pensar. La serie no tiene tesis, y quizás lo que más interesante me resultó es que ni siquiera se decide por un punto de vista: no se propone una identificación lineal con los protagonistas. A veces una, como espectadora, está más del lado de los Addams, y a veces del lado de los extraños que no los entienden; en el capítulo que conté, cuando el inspector le pregunta a Gómez si no le parece que sus hijos deberían ir al colegio, él le contesta que para qué va a tener uno hijos si después se los va a querer sacar de encima. Hoy, en el mundo de los blogs de mamis y el homeschooling, no es un argumento demasiado original, pero es divertido el modo en que la empatía se mueve de uno a otro de los personajes a medida que conversan.

En Merlina, en cambio, no solo están claros los buenos y los malos, sino —y sobre todo— la posición sobre la diferencia. Merlina es, supongamos, una chica diferente: por supuesto, como es preciosa y tiene todos los talentos habidos y por haber, ninguna diferencia es suficientemente relevante para volverla una auténtica marginada, y en cambio todos los chicos lindos mueren por ella y todas las chicas lindas la envidian. Pero no es lo importante: lo importante es que, aparentemente, Merlina tiene que aprender a seguir siendo ella misma al tiempo que aprenderme a relacionarse con los demás. La tesis central de Merlina, en la que se basa todo su arco de personaje, es básicamente nuestra utopía conciliadora de la normalidad: la sociedad como un cúmulo de diferencias inofensivas que pueden (y deben) convivir en armonía si todos nos organizamos.

No sé si estoy en contra, pero aunque me devoré la serie creo que me interesan más los primeros Addams, y me pregunto si habría en el paisaje cultural contemporáneo un lugar para su espíritu anarquista y su humor sin horizontes de aprendizaje. No había ninguna intención, estoy casi segura, pero hay más crítica social en esa Merlina chiquitita llevando de la mano a un desconocido y mostrándole cómo es criar a una nena con amor y una puerta que se abre al extranjero y al amigo que en toda la rebeldía adolescente de la Merlina actual, que odia a sus padres y al mundo sin razón como todos nosotros y va a aprender a quererlos de grande, como todos nosotros, a sus padres y al mundo también. 

TT